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Misión casi imposible

Fuentes: Al-Ahram Weekly

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

A pesar de un cierto ambiente de optimismo en algunas capitales regionales en relación al reciente nombramiento realizado por el Presidente Barack Obama del Senador George Mitchell como enviado suyo para Oriente Medio, en muchos estamentos se duda seriamente de que el veterano diplomático pueda llegar a conseguir los milagros que la zona tan urgentemente necesita.

Los escépticos, y son legión, sostienen que conseguir que Israel ponga fin de una vez por todas a su ocupación colonial de Cisjordania, Jerusalén Este y la Franja de Gaza (para muchos el milagro más urgentemente necesitado) necesita de una transformación, cuando no de una revolución, en el pensamiento estratégico de Washington.

EEUU es el guardián-aliado de Israel. En ausencia de presiones significativas estadounidenses sobre Tel Aviv, el estado judío continuará comportándose y actuando como lo ha hecho siempre, es decir, desafiando el derecho internacional, arrasando a los palestinos y construyendo más colonias judías sobre la tierra árabe ocupada.

Mitchell, un diplomático medio árabe medio irlandés, llega acreditado por el hecho de haber resuelto el conflicto de 800 años de duración de Irlanda del Norte. Este «activo» induce a los optimistas, y son muchos, a conceder a Mitchell el beneficio de la duda, por lo menos durante un tiempo. Según la negociadora palestina Hanan Ashrawi, la promesa que Mitchell puede representar viene de su rechazo a «fijar condiciones previas a la parte más débil, como los estadounidenses y los israelíes tienen el hábito de hacer… imponer siempre condiciones previas a los palestinos».

La visita de Mitchell a la región se produce tras la masacre israelí contra la Franja de Gaza que ha dejado miles de muertos y heridos, convirtiendo el enclave costero en una copia de papel carbón de Dresde durante la II Guerra Mundial. Lo que diga y haga será cuidadosamente observado no sólo por los dirigentes políticos sino también por los cientos de millones de frustrados árabes y musulmanes en la región y más allá, hartos ya del ciego apoyo estadounidense a la criminalidad, insolencia y expansionismo territorial de Israel.

Mitchell llegó el martes a El Cairo en la primera escala de una gira que le llevará también a Ramala, a la Jerusalén ocupada, a Ammán y a Riad. Sin embargo, el viejo-nuevo enviado estadounidense no visitará Gaza ni Damasco, un mal augurio que sugiere que la administración Obama va a seguir manteniendo la política de la anterior administración de clasificar el Oriente Medio árabe-islámico entre «moderados» y «extremistas».

Mitchell mantuvo «conversaciones exploratorias» con los dirigentes egipcios, incluido el Presidente Hosni Mubarak y el Ministro de Asuntos Exteriores Ahmed Abul-Gheit, quien al parecer le dijo que la administración Obama tendría que adoptar «nuevas y eficaces herramientas» para resolver el enconado problema palestino, porque las «viejas» ya han demostrado suficientemente lo inadecuadas y estériles que son.

Mitchell se reunirá también con el dirigente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas, con el Rey Abdullah de Jordania, así como con el Rey saudí Abdullah, quienes probablemente le transmitirán más o menos el mismo mensaje.

Mitchell cuenta con toda la confianza del Presidente Obama y de la Secretaria de Estado Hillary Clinton. «Por tanto, cuando hable, estará hablando por nosotros», dijo Obama. Ashrawi afirmó en una entrevista con Al-Ahram Weekly: «Dispondrá de un serio mandato sustantivo, y eso significa que tendrá credibilidad cuando venga aquí. Mitchell conoce bien qué es lo que se necesita y conoce la situación sobre el terreno y conoce a los actores, no es precisamente un novato».

El Presidente Obama dijo esta semana a la cadena de televisión Al-Arabiya: «Lo que le dije [a Mitchell] es que empiece por escuchar, porque demasiado a menudo Estados Unidos ha empezado imponiendo… y no siempre conocemos bien todos los factores subyacentes». Sin embargo, Mitchell no tiene ningún plan para escuchar a Hamas ni siquiera indirectamente a través de Egipto, como confirmó el portavoz del Departamento de Estado estadounidense Robert Wood en una reunión informativa en Washington anterior a la gira de Mitchell.

«Hamas es un actor clave en la zona y es inconcebible que pueda haber paz entre Israel y los palestinos sin implicar a Hamas», dijo Ahmed Youssef, principal asesor político de Ismail Haniyeh, el primer ministro del gobierno de Hamas en Gaza.

Youssef, aún sabiendo que es prematuro hacer juicios de valor sobre la administración Obama y su capacidad -especialmente su sinceridad- para conseguir la paz en Oriente Medio, sostuvo con energía que la desgana estadounidense a la hora de hablar con Hamas suponía «enviar una carta a la dirección equivocada».

«Ya es hora de que la nueva administración de EEUU comprenda que los esfuerzos para neutralizar a Hamas no pueden tener éxito. Ellos [Israel y EEUU] perpetraron el criminal bloqueo contra Gaza y fracasaron; después, ejecutaron este holocausto y fracasaron. Deben hablar con Hamas, porque si no, no habrá paz en Palestina».

Además de explorar las perspectivas de revitalizar el manifiestamente moribundo «proceso de paz» entre Israel y los palestinos, Mitchell intentará impulsar un frágil alto el fuego en la Franja de Gaza. Ese alto el fuego sufrió un serio varapalo el lunes cuando los aviones de combate israelíes bombardearon el Corredor Filadelfia a lo largo de la frontera con Egipto. Israel dijo que los ataques eran en venganza por la muerte de un soldado israelí por supuestos combatientes palestinos.

En Ramala, Mitchell tendrá que contemplar las evidencias gráficas que le ofrezcan sus anfitriones palestinos sobre cómo Israel ha ido aniquilando eficazmente las posibilidades de paz con la continua expansión de los asentamientos judíos, asentamientos que un número cada vez mayor de razonables observadores creen que ha convertido en poco realista, cuando no imposible, la solución de dos estados.

El martes 27 de enero, el grupo israelí Paz Ahora publicó un estudio que mostraba que el número de unidades para colonos construidas en Cisjordania aumentó un 69% en 2008 respecto a 2007. El informe mostraba también que la población de colonos en Cisjordania creció desde 270.000 a finales de 2007, a 285.000 a finales de 2008. Las cifras no incluyen el cuarto de millón de colonos que viven en Jerusalén Este y alrededores.

La incesante expansión de los asentamientos israelíes, junto con otras numerosas expresiones del colonialismo israelí, está haciendo que los dirigentes de la AP se sientan completamente desmoralizados y amargados. Esta semana, Abbas proclamó su exasperación respecto a Israel, diciendo que iba a decirle a Mitchell que, sencillamente, Israel no quiere la paz. «Necesitamos entender esto y decírselo a todos los que vienen de Europa y EEUU. Israel sólo quiere perder tiempo para afianzar los hechos sobre el terreno con los asentamientos y el muro».

Sin embargo, algunos funcionarios de la AP se muestran optimistas sobre la entrada de Mitchell en escena. «Creo que la administración Obama está abordando la situación en Palestina con un sentido de urgencia. Parecen ir en serio y, por tanto, les concederemos el beneficio de la duda», dijo Abdullah Abdullah, un importante parlamentario de Fatah y ex director general del Ministerio de Asuntos Exteriores palestino.

Sin embargo, Abdullah añadió que la AP no tiene otra opción que comprometerse con la nueva administración estadounidense porque «EEUU es el único estado en el mundo que puede presionar a Israel». Añadió: «Si se confirmara nuestro optimismo, sería muy bueno para nosotros, por eso, esperemos a ver qué pasa».

También Obama estará observando y escuchando en Israel. Mitchell, de quien los dirigentes israelíes no son precisamente muy devotos, tendrá que enfrentarse en Tel Aviv a los chácharas habituales sobre «la amenaza iraní», el «terrorismo», el «rearme» y el «contrabando de armamento» de Hamas, aunque no está claro cómo la percepción de estas amenazas impide que Israel ponga fin a su ocupación de la tierra palestina.

Teniendo en cuenta la proximidad de las elecciones israelíes, es poco probable que Mitchell se permita entrar en conversaciones serias con sus interlocutores israelíes. Casi cuatro millones de israelíes acudirán a las urnas el 10 de febrero para elegir un nuevo gobierno, que la mayoría de los observadores creen que estará formado por el partido derechista Likud, cuyo dirigente, Benyamin Netanyahu, ha expresado por activa y por pasiva su firme oposición a acabar con la ocupación israelí. Seguramente que en ese caso Mitchell va tener que invocar a toda su heredada ingenuidad irlandesa e imaginación árabe.

Al elegir a Mitchell, el nuevo presidente de EEUU ha escogido a un hombre que cree que todos los problemas tienen solución, que no hay ningún problema que sea insoluble. Más aún, Mitchell cree en la resolución del conflicto y no en el mero manejo del conflicto, como hicieron -en muy alto grado- la administración Bush y los gobiernos de Sharon y Olmert con sus fracasadas posturas.

Al contrario que Dennis Ross y Martin Indyk, ambos de origen judío y que sirvieron como enviados a Oriente Medio de los presidentes Bill Clinton y George Bush, que creían que la prioridad máxima era garantizar la seguridad de Israel, Obama hizo la «elección adecuada» al elegir a Mitchell, según el columnista egipcio Salama Ahmed Salama.

Mitchell está a favor de llevar a los antagonistas a la mesa de negociaciones sin condiciones previas, pero esta estrategia diplomática puede fracasar si los mismos protagonistas están divididos. Como Salama afirmó: «Necesita explorar los nuevos hechos sobre el terreno: fortalecer los esfuerzos ejercidos para alcanzar la reconciliación entre palestinos y mantener el alto el fuego israelo-palestino antes de ahondar en los detalles de un nuevo proceso de paz».

Para Ashrawi, el momento del nombramiento de Mitchell es un tanto profético y llega una vez que la administración Bush ha destrozado totalmente la reputación de EEUU en la región. Especialmente en lo relativo a Israel: «Tiene que decirle a Israel que los límites existen. La gente no quiere que las negociaciones avancen a un nivel y que Israel se dedique a crear hechos sobre el terreno a otro nivel, destruyendo las posibilidades de paz. Necesitamos un nuevo modus operandi; necesitamos un acuerdo multilateral y necesitamos ponerlo en marcha. No necesitamos seguir charlando más», dijo Ashrawi.

Enlace con texto original:

http://weekly.ahram.org.eg/2009/932/fr2.htm