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Mordejai Vanunu merece ser libre

Fuentes: The Guardian

Traducción de Lucas Antón

Mordejai Vanunu, el ciudadano israelí que dio la alerta y pasó 18 años en prisión por revelar detalles del programa de armas nucleares de Israel, tiene derecho a saber si se le ha despojado – tal como espera – de su ciudadanía. Como parte de su petición de que se le permita abandonar Israel, ha solicitado que se le revoque su ciudadanía, tal como, por ley, debería suceder con todo aquel condenado por traición, como es su caso. Intentaría entonces que se le dejara por fin marcharse del país.

Los intentos de Vanunu de irse de Israel se han arrastrado ya más de siete años. Fue puesto en libertad en 2004, después de cumplir 18 años de condena, y se le comunicó que debía esperar seis meses más antes de poder salir del país y no debía entretanto hablar con ningún extranjero. Desde entonces, se ha ido prolongando un juego cruel del gato y el ratón, con Vanunu detenido y retenido periódicamente por violaciones técnicas de sus condiciones. Ya desesperado, lanza esta petición de renuncia a su ciudadanía para que así se le permita abandonar el país. El tribunal supremo de Israel ha dado de plazo hasta el domingo [13 de noviembre] al gobierno para que responda a su solicitud.

En las últimas semanas, hemos visto que han sido liberados de las cárceles israelíes cientos de palestinos y un número menor de egipcios y se les ha permitido volver a sus hogares, a cambio del soldado israelí Gilad Shalit. Muchos de ellos fueron condenados por delitos violentos y a su puesta en libertad se opusieron algunos de los parientes israelíes de sus víctimas.

Por contra, Vanunu es pacifista. Su decisión de revelar pormenores del programa nuclear se debió a su oposición a la guerra nuclear. Tiene la convicción de que la lucha de los palestinos debería centrarse en la resistencia no violenta y la desobediencia civil. Lo último por lo que abogaría o planearía sería la violencia en contra de Israel, por muy airado que se sienta por el modo en que le han tratado las autoridades. De modo que ¿por qué no le dejan salir?

Sólo los políticos israelíes más cínicos y sus portavoces más abúlicos pretenden todavía que puede tener información que pudiera dañar la seguridad de Israel. Vanunu era un técnico subalterno de la instalación nuclear de Dimona y se fue de la lengua en lo que tenía que contar cuando relató su historia al Sunday Times en 1986. La negativa a dejarle salir es cuestión de castigo, no de seguridad. Qué ironía que los Estados Unidos se dediquen al ruido de sables en relación con el programa de armas nucleares de Irán y busquen la completa revelación de sus planes en el mismo momento en que un divulgador de secretos nucleares intenta asegurar su libertad personal.

Cuando salió Vanunu, en medio de escenas caóticas, de la cárcel de Shikma en Ashkelon, en 2004, sus adversarios le hicieron el gesto de rebanarle la garganta mientras le gritaban «¡Muera! ¡Muera!». Acusaron de traidores al pequeño grupo de defensores que le apoyaba. Lo que muchos de sus enemigos querían claramente era hacer realidad sus amenazas. Fue en aquel entonces cuando Vanunu declaró: «No siento odio por Israel, lo que quiero es marcharme de Israel».

Desde su puesta en libertad, la vida de Vanunu ha seguido en el limbo. Ha recibido ofertas para vivir en el extranjero, pero no le han dejado aceptarlas. Dieciocho años, once de ellos incomunicado, es castigo sobrado hasta para el más vengativo de sus enemigos. Pero Vanunu es verso suelto, persona testaruda e inflexible. Ningún gobierno, ninguna autoridad negocia su liberación, aunque entre sus defensores se cuenten voces como las de Mairead Corrigan Maguire, Premio Nobel de la Paz, y Daniel Ellsberg, cuya valerosa revelación de secretos fue uno de los factores que llevó a su fin a la guerra del Vietnam.

Gran Bretaña tiene una doble responsabilidad con Vanunu: fue en Gran Bretaña donde le atrajo una agente del Mossad hasta Italia, país en el que fue drogado, secuestrado y transportado a Israel para su juicio y encarcelamiento. Y fue a un periódico británico, el Sunday Times, al que se confió.

La conmovedora imagen de Shalit siendo recibido a su vuelta a casa y de los presos palestinos reunidos de nuevo con sus familias en Gaza y Cisjordania debería tener su reflejo en la imagen de de Vanunu, un hombre que ha pagado un alto precio por sus principios, descendiendo de un avión y caminando por la pista de un país en el que no se le vilipendie ni amenace.

 

Duncan Campbell, veterano periodista del diario británico The Guardian desde 1987, ha desempeñado las funciones de redactor de sucesos y corresponsal en Los Ángeles, habiendo trabajado también en otros medios, como City Limits, Time Out y LBC. Es autor de cinco libros de no ficción, entre los que se cuentan The Underworld y That Was Business. This Is Personal , y de dos novelas, If It Bleeds (2009) y The Paradise Trail (2008).

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4568