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Gaza: la misma época, el mismo lugar

Netanyahu apuesta fuerte

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Muchas han sido las frases clave ofrecidas para explicar la reciente matanza del ejército israelí en Gaza, que dejó decenas de muertos y centenares de heridos. Según algunos comentaristas sugirieron, el Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu estaba haciendo ejercicios de calentamiento en preparación de las elecciones generales israelíes del próximo enero. Es el estilo de Israel para probar a la administración del Presidente egipcio Mahmud Morsi, comentaban otros. Se trata de un severo mensaje para Irán, se alegaba también. No, es que Israel estaba simplemente valorando sus capacidades «disuasorias», etc., etc.

Pero hay algo más que esos análisis listos para servir. Israel lleva cuatro años barajando las cartas a través de una demostración de fuerza que no ha encontrado impedimentos. La última vez que lo hizo fue en 2008-2009, en una guerra que duró 22 días y que se denominó «Operación Plomo Fundido». Entonces asesinó a más de 1.400 palestinos e hirió a más de 5.000. Excluyendo a sus más duros partidarios, el consenso general fue, incluido el de la ONU y muchas organizaciones internacionales de los derechos humanos: que Israel cometió crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad que habían de someterse al juicio y justo castigo de los tribunales internacionales.

Y, sin embargo, no pasó nada. El gobierno y los medios de comunicación de EEUU se alzaron como un escudo impenetrable entre los criminales de guerra israelíes acusados y quienes se atrevieron a hacer las acusaciones. Cuatro años después, casi nada ha cambiado. Entonces, como ahora, Israel estaba embarcado en elecciones nacionales, y como la «seguridad» es su imperecedera estrategia ya sea en política nacional o internacional, se dio cuenta de repente que Gaza suponía una «amenaza para su seguridad», por tanto había que eliminarla o al menos darle una lección. No importa que hubiera una tregua en vigor que se estaba respetando casi totalmente, ni tampoco que fuera Israel quien provocó que las facciones palestinas tomaran represalias, sino que fue tal represalia lo que los medios dominantes occidentales validaron intencionadamente como el acto primigenio de la agresión.

En 2008, Barack Obama fue elegido presidente, y la administración saliente de George W. Bush permaneció en gran medida «sin involucrarse», excepto en la reiteración del derecho de Israel a defenderse contra las hordas de terroristas palestinos y demás. Algunos, entonces, sugirieron que Plomo Fundido era un globo sonda israelí para probar a Obama, a quien Israel contemplaba con mucha suspicacia a pesar de todo lo que se había humillado en las reuniones del lobby israelí para asegurarle a Israel que un presidente que llevaba en medio un nombre como «Hussein» no iba a atreverse a exigirle responsabilidades a Israel. Obama estuvo finalmente a la altura de las expectativas de Israel y a pesar de unos pocos tropiezos en sus relaciones, la nueva administración apenas se diferenció de sus predecesoras. Bajo Obama, Israel siguió siendo una alta prioridad para la diplomacia, la política, el ejército, la ayuda financiera y muchos aspectos más de Estados Unidos. Sin embargo, a Israel nunca le parece nada suficiente.

Los analistas políticos citan unos cuantos incidentes que hicieron que Netanyahu mirara de forma poco favorable a Obama desde el principio. Este inició su política exterior con el nombramiento de un enviado para la paz en Oriente Medio y confió en que Israel trabajaría en el relanzamiento del supuesto proceso de paz. Sin embargo, lo más peligroso fue que Obama se manifestara rotundamente a favor de la necesidad de congelar la construcción de asentamientos como primer paso necesario antes de volver a la «mesa de negociaciones». Incluso la Secretaria de Estado Hillary Clinton, que comprende muy bien la importancia del apoyo israelí para cualquier político ambicioso estadounidense, fue clara respecto a los asentamientos: El Presidente Obama, dijo, «quiere ver el fin de los asentamientos, no de algunos asentamientos, no de los puestos de avanzada, no de excepciones hacia el crecimiento natural».

Poco a poco, esa posición se fue debilitando, hasta cambiar casi totalmente. Durante los meses y años siguientes, la administración Obama se replegó a la zona confortable de la política exterior respecto a Israel: generosas donaciones (incluso en épocas de recesión económica), no esperar nada a cambio y mientras tanto no hacer pregunta alguna. Pero se necesita algo más para aplacar a un gobierno cada vez más exigente como es el de Netanyahu.

El Primer Ministro israelí está ahora preocupado por las consecuencias de su palpable apoyo al candidato republicano Mitt Romney, porque su marca arrogante y sus monsergas a Obama respecto a Irán pudieran costarle caro durante el nuevo mandato de Obama. No es que Obama vaya a ser menos entusiasta respecto al apoyo a Israel, pero al gobierno israelí le preocupa que la administración estadounidense pueda no adoptar las prioridades israelíes en política exterior como si fueran doctrina para EEUU, como ha venido sucediendo durante años.

Horas después de que los resultados de las elecciones declararan vencedor a Obama, los medios israelíes empezaron a censurar la imprudencia de su Primer Ministro. Artículos con títulos tales como «Lo sentimos, Presidente Obama, por favor, perdone a Netanyahu» (Haaretz), «Bibi metió la pata, lo pagaremos» ( Yediot Ahronoth ) fueron frecuentes. La derrota de Romney fue especialmente aleccionadora para Israel ya que es la primera vez que el poder del lobby sionista y sus innumerables patronos, tales como el multimillonario magnate del juego Sheldon Adelson, apenas tuvieron utilidad para determinar los resultados de las elecciones a esa escala.

La verdad sea dicha, Obama no es solo impopular entre las elites políticas israelíes, sino también entre el mismo pueblo israelí. «En las encuestas globales, Israel es el único país en el mundo que habría elegido a Romney por encima de Obama», dijo ABC, y por un margen inmenso también.

Era por la mañana temprano del viernes 7 de noviembre en Israel y los Territorios Ocupados cuando se declararon los resultados de las elecciones estadounidenses. El gabinete israelí se puso en marcha y el ejército israelí se desplegó velozmente tratando de provocar en la frontera con Gaza. Un anterior incidente, ocurrido el 5 de noviembre, en que las tropas israelíes mataron de un tiro a un hombre mentalmente discapacitado, Ahmad al-Nabahin, sirvió para aumentar la tensión, aunque la tregua siguió en vigor. Sin embargo, el 8 de noviembre, Israel buscó su casus belli mientras penetraba en Gaza con tanques y atacaba con helicópteros. La primera víctima fue un muchacho de doce años que jugaba al fútbol. Los palestinos contestaron, aunque los proyectiles que llegaron hasta Israel no causaron daño alguno. Los combatientes palestinos informaron de haber herido a un soldado israelí cerca de la frontera con Gaza y de haber atacado un jeep militar en el que resultaron heridos cuatro soldados. Dos niños más murieron en un campo de fútbol el 10 de noviembre, reforzando la provocación aún más aunque la respuesta palestina fue cauta. Al día siguiente, otro civil palestino más murió asesinado en Gaza cuando Israel bombardeó una tienda de campaña donde se celebraba el funeral por las víctimas de los últimos días. El 12 de noviembre, Egipto lograba otra tregua entre Israel y las facciones de la resistencia palestina, tregua que se convirtió en un bochorno diplomático para Egipto porque el hombre que había acordado el texto de la tregua por parte palestina, el líder de la resistencia armada de Hamas en Gaza, Ahmed Yabari, murió asesinado por un misil israelí el 14 de noviembre. No puede extraerse otro significado de la muerte de Yabari más que el hecho que Israel había decidido meter a los palestinos en una guerra total. Decenas de palestinos, muchos de ellos civiles, murieron en los siguientes días. Los palestinos ampliaron el alcance de sus proyectiles hasta zonas cercanas a Tel Aviv y Jerusalén. Se informó que habían muerto tres israelíes.

A menudo, cuando no siempre, la obsesión de Israel con la seguridad le lleva a crear las mismas condiciones que comprometen esa misma seguridad, de forma que su dirigentes puedan demostrar la autenticidad de su afirmación original. Es una lógica extraña que es tan vieja como el mismo Estado de Israel. Pero el momento de esta última guerra contra Gaza, al igual que en la anterior, supone poner la cuestión de la seguridad de Israel en la parte más alta de la agenda de la nueva administración de EEUU, plagándolo todo de crisis y desafíos. Ninguna administración estadounidense se arriesga a iniciar su mandato con una confrontación abierta con Israel. La creencia popular en Washington postula que, en tiempos de guerra, Israel tiene razón aunque se equivoque, como a menudo ocurre. Ni siquiera Barack Hussein Obama es lo suficientemente fuerte como para cambiar ese razonamiento.

«Condenamos firmemente el lanzamiento de cohetes desde Gaza hacia Israel», dijo Jay Carney, el portavoz de la Casa Blanca. «No hay justificación para la violencia que Hamas y otras organizaciones terroristas están utilizando contra el pueblo de Israel».

Ahora que Israel ha conseguido una vez más colocar su agenda como algo prioritario para los EEUU, el momento está maduro para nuevas escaladas y para nuevos ruidos de sables contra Irán, Hizbollah y quienquiera que Israel perciba como enemigo. Las víctimas israelíes se utilizarán para demostrar la supuesta vulnerabilidad de Israel, y las muertes palestinas reforzarán al gobierno derechista de Netanyahu como firme guardián de Israel contra quienes siguen representando «una amenaza existencial» para el Estado judío. Por supuesto, la verdad es lo que menos importa.

Ramzy Baroud es un columnista sindicado a nivel internacional y editor de PalestineChronicle.com. Es autor de los libros «The Second Palestinian Intifada: A Chronicle of a People’s Struggle y «My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story» (Pluto Press, London).

Fuente: http://www.counterpunch.org/2012/11/26/gaza-same-time-same-place/