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Netanyahu debería admitir que no desea la paz

Fuentes: Haaretz

Traducido para Rebelión por J.M. y revisado por Caty R.

Mañana (14 de diciembre) se cumplirán seis meses desde que el Primer Ministro y encargado de la política exterior pronunciara el discurso en la Universidad de Bar Ilan. Ahora es el momento de pronunciar un nuevo discurso. En el futuro cercano, el primer ministro necesitará convocar a la audiencia adecuada, el lugar conveniente para emitir el discurso definitivo. Nosotros no deseamos la paz, debería decir, entrando de esta manera en la historia como el líder israelí que dice la verdad y nada más que la verdad. En contraste con su superficial discurso «dos Estados para dos pueblos», ahora sus comentarios estarían llenos de significado al mostrar sus verdaderas intenciones. El discurso inspirará más confianza y más simpatía por un hombre que dice la verdad.

Al Primer Ministro, Benjamín Netanyahu, ya no le podrán acusar de recurrir a artimañas y embustes lingüísticos. Ya no habrá necesidad de escuchar sus tediosas y ridículas manipulaciones. Desaparecerán sus tics gestuales debidos a los guiños y asentimientos que hace en todas direcciones.

En su discurso podremos escuchar qué es lo que ocurrirá. Netanyahu pondrá fin a los engaños de Israel. La verdad es liberadora. Un paso semejante liberará al Primer Ministro de las presiones nacionales e internacionales. Ya no habrá necesidad de congelar las construcciones en los asentamientos para, inmediatamente después declarar, «zonas de prioridad nacional». Ya no habrá ninguna necesidad de enviar apologéticos inspectores en bizarras expediciones a través de Cisjordania. Ya no habrá necesidad de desgarramientos ante las cámaras por órdenes de congelación de construcciones y argumentar que somos un Estado que cumple las leyes; que ahora hay congelación pero que inmediatamente le seguirá una construcción masiva.

Los colonos ya no tendrán necesidad de sus ridículas protestas ni de salir a las carreteras gritando a coro. Netanyahu ya no deberá llamarlos «hermanos» y luego llamar a la policía y ponerla en su contra. Ya no habrá necesidad de continuar usando la frase «sin condiciones previas» mientras se cambian de un momento a otro las condiciones sobre el terreno una y otra vez. Y ya no habrá necesidad de impulsar un referéndum y luego pedir que se borre el ítem, como fue el caso de Netanyahu.

El telón caerá. Acabará la función. Entonces será posible remover el maquillaje, las máscaras y el vestuario, y seguir el camino recto. Entonces, por primera vez en su vida, Netanyahu se convencerá del poder de la verdad.

Un líder israelí que habla con la verdad también se liberará de las presiones internacionales. El mundo entenderá que está tratando con una profunda y continua obstinación que no cederá ante ninguna presión y de esta manera el mundo sacará sus manos del asunto y se rendirá. Algunos árabes harán lo mismo. Todos sabrán que no se trata de un dirigente norcoreano en Jerusalén que es tan terco como una mula, a quien la mayoría de los israelíes no desean parecerse pero que tampoco desean cambiar. El mundo que compró la maraña de mentiras y excusas, no abrió la boca. Aquí se incluye a Europa, incapaz de poner una simple firma ni de tomar una valiente decisión, y Estados Unidos, que baila al son de los tambores del lobby judío, todos se sentirán muy felices al verse libra de esta carga engañosa.

Porque ésta es la verdad. No queremos la paz. Nada más simple que esto. Es bueno para nosotros revolcarnos en esta realidad. No hay ataques terroristas y, por lo tanto, tampoco hay árabes. La vida es una fuente de cereza, entonces, ¿por qué cambiarla? La sociedad está en coma, no se opone y ni siquiera se cuestiona, es como un rebaño de ovejas que no pregunta por qué necesitamos la congelación y al miso tiempo se necesitan cada vez más fondos para los asentamientos, y en cantidades enormes.

La sociedad no se pregunta por qué están bien los asentamientos de Cisjordania y no en Kyriat Shmona. No le importa en absoluto qué sucede en su patio trasero y tampoco se pregunta por qué todo el mundo nos critica. Sólo quiere disfrutar la vida, ¿a quién le importan los dos Estados o terminar con la ocupación? Netanyahu debería hablar de esta verdad en sus discursos de alto vuelo.

Después de que nos liberemos de tan burdo engaño, podremos considerar sin trabas lo que realmente queremos hacer: construir y construir libremente en los territorios ocupados, quedarnos para siempre en cada colina y en cada valle, en los altos del Golán y, por supuesto en los «lugares sagrados». Y aquí todos son lugares sagrados. Y queremos profundizar la ocupación y ser aún más crueles con los palestinos.

Tal vez se cumplirán nuestros sueños y desaparecerán. Podemos promulgar cada vez más leyes racistas y decir claramente «no» al presidente de Siria, que nos está volviendo locos con sus deseos de paz. También decir «no» al presidente palestino Mahmoud Abbas, que está en un estado de desesperación y fracaso. Podemos sofocar totalmente las buenas intenciones del presidente estadounidense Barack Obama y mostrar nuestro desprecio por el mundo, tal como nos gusta tanto hacer. Netanyahu, dí la verdad, y verás lo que un buen discurso puede hacer.

Fuente: http://haaretz.com/hasen/spages/1134593.html