Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
En un artículo reciente, Gideon Levy, probablemente una de las últimas voces genuinas de Israel por la paz, afirma que «no es Netanyahu el responsable del racismo, nacionalismo, división, incitación, odio, ansiedad y corrupción israelíes. Detrás de Netanyahu, dice Levy, hay una nación de votantes y otros funcionarios electos que no son muy diferentes de su líder».
«En pocas palabras, la gente es el problema… Hay quienes han odiado a los árabes mucho antes de Netanyahu. Hay quienes desprecian a los negros, detestan a los extranjeros, explotan a los débiles y miran por encima del hombro a todo el mundo, y no a causa de Netanyahu. Hay quienes creen que son los elegidos y que, por lo tanto, lo merecen todo».
Levy reafirma la observación que he estado manteniendo durante dos décadas. El problema de Israel no es de tipo político. El conflicto con los palestinos o los árabes no es de naturaleza política, como algunos personajes delirantes dentro del movimiento de solidaridad palestino han estado proclamando durante años. Israel se define como el Estado judío. Para comprender a Israel, sus políticos, sus políticas y la naturaleza intrusiva de su lobby, debemos entender la naturaleza del judaísmo. Debemos aprender a definir las diferencias entre los judíos (la gente), el judaísmo (la religión) y la judeidad (la ideología). Tenemos que entender cómo se relacionan esos términos entre sí y cómo influyen en la política israelí y la judía a nivel mundial.
Levy escribe que «hay quienes piensan que después del Holocausto se les permite hacer cualquier cosa. Hay quienes creen que Israel es lo mejor del mundo en todos los campos, que el derecho internacional no se aplica a él y que nadie puede decirle qué hacer. Hay quienes piensan que los israelíes son víctimas, siempre víctimas, las únicas víctimas, y que el mundo entero está contra nosotros. Hay quienes están convencidos de que a Israel se le permite hacer cualquier cosa, simplemente porque puede».
Para comprender a qué se refiere Levy, debemos profundizar en el núcleo de la identificación judía y, de una vez por todas, comprender la noción de la elección judía. Levy sostiene que «el racismo y la xenofobia están profundamente arraigados aquí, mucho más profundamente que cualquier Netanyahu… El apartheid no comenzó con él y no terminará con su partida; probablemente ni siquiera se verá afectado. Una de las naciones más racistas del mundo no puede quejarse del racismo de su primer ministro». Netanyahu, como tal, no es la enfermedad. Es un mero síntoma.
La noticia devastadora es que ni la «izquierda» israelí ni la llamada «antisionista judía» son menos racistas que sus enemigos sionistas. La izquierda israelí presiona por una solución de dos estados. Ignora crudamente la causa palestina, es decir, el derecho de retorno. La izquierda israelí aboga por la segregación y la «guetización»; no es exactamente el mensaje universal de armonía que uno esperaría de los «izquierdistas». Inquietantemente, la izquierda antisionista judía de la diáspora es aún más exclusiva racialmente que la derecha israelí. Como he observado muchas veces en el pasado, el grupo político judío favorito de Corbyn, a saber JewishVoicefor Labor (JVL) e s una célula política racialmente exclusiva. No permitiría a los gentiles entrar en su club solo para judíos. La Voz judía para la paz (JVP) no es mejor. Recibiría con gusto donaciones de los goyim, pero nunca permitirá que esos goyim se conviertan en miembros de su junta directiva.
Levy proclama que «Netanyahu es lo mejor que le puede pasar a la política israelí: puedes tirarlo todo sobre él». Pero en su observación más astuta, que ha sido expuesta anteriormente por Uri Avnery (que en paz descanse) y la suya verdaderamente, Levy continúa: «sería fantástico que surgiera un tal Nelson Mndela local, un líder valiente con visión que cambiaría los valores básicos del país y lideraría una revolución. Pero tal persona no ha nacido aquí y es dudoso que alguna vez ocurra».
Levy señala el núcleo del fracaso sionista. Si el sionismo temprano fue una promesa de civilizar al judío de la diáspora por medio del «regreso a casa», sucedió que Israel hizo todo lo contrario. No queda mucho fuera de la promesa sionista de hacer que los judíos sean «como todos los demás». Cuando Israel está a punto de perpetrar otro crimen de guerra colosal en Gaza, tenemos que admitir que estamos tratando con una identidad institucionalmente racista y peligrosa como ninguna otra.
Fuente: https://www.gilad.co.uk/writings/2019/3/25/netanyahu-is-not-the-disease-he-is-a-symptom
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