Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
¡Qué miedo! Masas de refugiados sudaneses amenazan con erosionar los logros y corroer nuestra existencia como Estado judío y democrático. ¡Qué aterrador! Irán amenaza con destruirnos y el mundo nuevamente nos enfrenta. ¡Qué miedo! Si salimos de «Judea y Samaria,» los palestinos nos dispararán misiles antiaéreos en el aeropuerto Ben-Gurion International Airport. ¡Qué miedo!
Los palestinos se niegan a reconocer a Israel como Estado-nación del pueblo judío para inundarnos de refugiados palestinos y arrancarnos partes de la Galilea y del Negev. Y los que quieren destruir a Israel han iniciado una campaña de deslegitimación contra el Estado judío reconocido con las fronteras de 1948. ¡Qué miedo!
Esta es una colección de los escenarios de pesadilla de la escuela del pensamiento de Benjamin Netanyahu. Un día Netanyahu -el primer ministro más asustadizo de la historia de Israel- se lamenta de que los palestinos se niegan a hablar con él acerca de Nablús y Hebrón, y al día siguiente está asustando a la población con declaraciones sobre complot de los palestinos para hacerse con Carmiel y Be’er Sheva. Por la mañana Netanyahu se toma una foto con los pilotos turcos que llegaron para combatir el fuego del Carmelo, por la noche instala el miedo con su versión de que el mundo está indiferente mientras los judíos enfrentan el peligro de la aniquilación. El denominador común de todos los mensajes aterradores del primer ministro es que lo que los judíos hacen no es importante, lo importante es que los gentiles nos odian. Incluso si les damos a los palestinos la costa de Tel Aviv no descansarán hasta que nos terminen arrojando al mar.
En 1996, la campaña de miedo contra el terrorismo palestino y el peligro de que Shimon Peres dividiera Jerusalén trajeron a Netanyahu al poder. En ausencia de los terroristas suicidas, y mientras Peres dormita en la residencia presidencial, Netanyahu encuentra e inventa nuevos temores.
El rabino Abraham Isaac Kook escribió hace más de un siglo que el miedo exagerado es la fuente de toda debilidad -física, ética e intelectual-. Kook escribió que ese miedo se hará tan amenazante que las personas sometidas a él ni siquiera serán capaces de levantar un dedo para salvarse. Un nuevo libro titulado «Obstáculos para la paz en el conflicto israelí-palestino», publicado por el Instituto Jerusalén para Estudios de Israel, proporciona un espaldarazo bien documentado a este axioma del pastor espiritual del sionismo religioso. En el libro Nimrod Rosler, del Centro Suizo para la investigación, gestión y resolución de conflictos de la Universidad Hebrea de Jerusalén, escribe que el miedo se ha convertido en una fuerza que mantiene e intensifica los conflictos, y evita su resolución, porque produce un sesgo perceptivo del conflicto y hacia el otro lado, crea una congelación cognitiva y una tendencia a evitar el riesgo, y conduce a la justificación de la política en curso.
No hay duda de que desde una perspectiva cognitiva el primer ministro es consciente de la pesada carga que las actuales políticas de Israel cobran y de las que cobrarán en el futuro. Pero lo vence el miedo a tomar decisiones difíciles que implican riesgos necesarios. Para Netanyahu, el temor de que la congelación de las construcciones dé lugar a una crisis de la coalición es mayor que el temor a que la congelación de las negociaciones lleve a una crisis en la posición internacional de Israel.
El miedo ha demostrado ser una herramienta política única y eficaz. El fallecido Arian Asher -un profesor de ciencias políticas que presidió el Instituto Israelí de la Democracia, que proporciona datos sobre la calidad y el funcionamiento de la democracia y la forma en que es percibida por el público- encontró que para el público israelí cuánto más fuerte veían en los palestinos una amenaza, menos estaban dispuestos a negociar con ellos o a ceder territorios. Arian, que falleció en julio, también encontró un vínculo estrecho entre puntos de vista de línea dura y los altos niveles de temor. Estos hallazgos se manifiestan en los resultados de las últimas elecciones generales, así como en las encuestas de opinión pública.
El miedo es una emoción humana legítima, e incluso puede ser útil. La izquierda israelí está tratando, sin mucho éxito, de asustar al público con la idea de que la alternativa a la construcción de la paz es un aumento del riesgo de guerra y la pérdida de la identidad judía y democrática del país. Si Netanyahu presentara un plan de paz valiente y realista podría sacar ventaja de la amplia experiencia acumulada en la manipulación del miedo.
Pero en vez de alertarnos de los peligros que entraña la continuación del conflicto, Netanyahu elije explotar el miedo primitivo al otro. En lugar de advertirnos del aislamiento cada vez mayor de Israel, acentúa el miedo del público a lo desconocido. A los que se teme se les odia y los que son odiados son asesinados, dijo Nelson Mandela.
Netanyahu está sembrando el miedo, nosotros cosechamos el odio, y nuestros hijos están matando y siendo asesinados.