Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
[El mandato del Presidente libanés Michel Suleiman expiró el 24 de mayo pasado (no hay sucesor a la vista), en medio de la creciente polarización política que vive el país. Jadaliyya ha pedido a su coeditora de la Sección del Líbano, Maya Mikdashi, que comente las razones del vacío, sus ramificaciones y el contexto más amplio]:
Jadaliyya (J): ¿Por qué no se ha elegido aún un nuevo presidente en el Líbano?
Maya Mikdashi (MM): Creo que todo el mundo pensaba que Michel Suleiman, el presidente saliente, aceptaría una ampliación extraconstitucional de su mandato, como han hecho todos y cada uno de sus predecesores desde que el Acuerdo de Taif de 1989 puso fin a la guerra civil libanesa; que, por tanto, podría alcanzarse algo similar a un acuerdo entre las facciones rivales libanesas.
El problema es que no ha surgido aún el candidato de consenso que resulte creíble. Hasta ahora, los dos contendientes más importantes son el líder de las Fuerzas Libanesas, Samir Geagea, y el dirigente del Movimiento Patriótico Libre, Michel Aoun, aunque ninguno de ellos ha sido capaz de reunir apoyos suficientes a causa de la brecha política que separa las coaliciones del 8 de Marzo y del 14 de Marzo. Desde 2005, lo que viene definiendo la política libanesa es la extrema polarización entre estas agrupaciones rivales, con Aoun y Geagea como líderes de los respectivos campos. Tampoco ayuda mucho que ambos hombres se hicieran tristemente célebres por su implicación en la guerra civil del Líbano de 1975-1990.
Históricamente, se ha considerado siempre que el comandante de las fuerzas armadas es el candidato favorito para la presidencia, ya que ambos puestos están reservados a cristianos maronitas, según establece el sistema de sectarismo político libanés. Sin embargo, aún no está claro que el actual comandante Jean Kahwaji vaya a surgir como candidato de compromiso, tendremos que ir viendo cómo se desarrollan sus posibilidades.
No hay voluntad política en el Líbano y esto se extiende más allá del actual vacío presidencial. Por ejemplo, el pasado año, por vez primera en la historia libanesa (con excepción de la guerra civil), se aplazaron las elecciones parlamentarias. En vez de fijar una fecha, el parlamento votó a favor de ampliar su propio mandato hasta que se dieran las condiciones favorables para la elección, y es el parlamento el que elige al presidente. Y, en realidad, el parlamento es la única institución nacional que los ciudadanos eligen de forma directa. En estos momentos, el Líbano no tiene un parlamento legítimo, no tiene presidente, tiene un portavoz en el parlamento que lleva ocupando su puesto casi veinticinco años y un primer ministro completamente ineficaz (que además es presidente interino).
Una última razón de por qué no se han celebrado elecciones presidenciales es porque el país está inmerso en una crisis muy real. Actualmente hay unos dos millones de refugiados sirios en el Líbano, muchos de ellos viviendo en condiciones infrahumanas y peligrosas. Hay también viviendo allí varios cientos de miles de refugiados palestinos. No debe olvidarse que en el país residen permanentemente menos de cuatro millones de libaneses, de los cuales más del 30% se hallan por debajo del umbral de la pobreza. Hay que añadir también los violentos enfrentamientos de cada semana en el norte entre bandos que son un reflejo de la guerra en Siria; los libaneses están involucrados con todas las partes de la guerra en Siria, y el Estado Islámico del Iraq y Levante (EIIL) declaró recientemente su intención de combatir a Hizbollah en su propio territorio (el Líbano). Estos son sólo los retos inmediatos para la formación de un gobierno legítimo y estable. Otros retos más sobresalientes, como el de resolver la cuestión del papel de Hizbollah, siguen sin solucionarse y se han agravado con estas crisis.
J: ¿Importa realmente que el punto muerto se alargue?
MM: Lo increíble de la situación actual es que a pesar de la ausencia de un gobierno legítimo, el Estado y sus instituciones continúan funcionando. Esto no es lo mismo que decir que la política continúa funcionando, aunque también lo está haciendo. Por ejemplo, se están llevando a cabo huelgas sindicales importantes. En realidad, dos de los desarrollos políticos actuales más interesantes son los debates y las acciones políticas en curso en torno a la inflación, los salarios y la polarización económica, así como una revitalizada campaña sobre la violencia contra las mujeres y la discriminación de género.
Esta pasada semana, el Estado y todo su aparato de seguridad se hicieron bien visibles y el país quedó prácticamente precintado tras los informes de que elementos del EIIL están planeando amplios ataques en el Líbano. Mientras que la seguridad interior, una crisis de refugiados de proporciones épicas y el desarrollo económico y prosperidad son las verdaderas prioridades en el Líbano, la elección o no elección de un presidente (y de hecho, del parlamento) es fundamentalmente una cuestión cosmética que puede proyectar «estabilidad».
Una razón por la que las elecciones presidenciales son importantes es porque es el puesto político más alto reservado a los cristianos libaneses, y por tanto su vacante juega con los temores de decadencia política cristiana en el Líbano. Así pues, aunque los poderes ejecutivos del presidente estén en gran medida circunscritos por el Acuerdo de Taif de 1989 y esencialmente redistribuidos entre el primer ministro y el portavoz del parlamento, el puesto es importante para la estructura ideológica del Líbano como Estado multiconfesional y laico.
Más allá de estos factores, no creo que la elección de un nuevo presidente vaya a impactar de alguna manera en la situación actual en el Líbano, que es en muchos aspectos de crisis constante. Las prioridades del Estado libanés, y sinceramente de la mayoría de sus habitantes, son la seguridad, la estabilidad y la capacidad para alimentar a sus seres queridos y garantizar su salud. La gente vive con el temor de que en cualquier momento pueda estallar un coche bomba o desatarse enfrentamientos armados. En momentos así, y en un Estado con recursos limitados, la prioridad es la seguridad. ¿Las elecciones? No tanto.
Dicho esto, soy una firme defensora de las elecciones parlamentarias, sobre todo porque son sus ciudadanos los que eligen al parlamento y es el parlamento el que elige al presidente. Los resultados de las elecciones parlamentarias también determinan quién será el primer ministro. Convocar elecciones presidenciales sin garantizar primero un parlamento legítimo sólo sirve para privar a los ciudadanos de sus derechos y despolitiza aún más el hecho de que, según la legislación libanesa, el actual parlamento es ilegítimo. En lugar de obsesionarnos con las elecciones presidenciales, un término que es en cualquier caso engañoso, pienso que deberíamos ser conscientes de que la única vía para que los ciudadanos tengan algo que decir sobre la dirección política del país es celebrar de inmediato elecciones parlamentarias.
J: ¿Cuáles son tus expectativas?
MM: Mis expectativas no son precisamente muy positivas. No creo que el Líbano pueda estabilizarse mientras Siria (y ahora Iraq) esté padeciendo una guerra civil. Aunque los acontecimientos sirios tienen un impacto mucho más directo sobre el Líbano, los de Iraq están en estos momentos ligados a la guerra en Siria y por tanto también al Líbano. Recuerden que el Líbano sólo tiene dos fronteras terrestres, una con Siria y otra con Israel, un Estado que ha invadido y ocupado el Líbano en tres ocasiones en su corta historia. La frontera con Siria es mucho más larga, porosa y casi imposible de controlar.
Hay una creencia popular de que todo lo que está sucediendo en el Líbano hoy en día puede explicarse mediante la metáfora del «desbordamiento» desde Siria y ahora desde Iraq. Tal vez sea reconfortante revivir la fantasía popular, pero falsa, de las «guerras de otros en tierras libanesas». Sin embargo, el Líbano se rompió política y económicamente, polarizándose socialmente -por tanto, tóxicamente- antes de 2011. El sectarismo y la violencia entre sunníes y chiíes han ido en aumento en la región desde la invasión y ocupación estadounidense de Iraq en 2003, tanto de forma intencionada como a causa de la incompetencia de las fuerzas ocupantes. El Líbano lleva en crisis, y bailando al borde de la guerra civil, desde el asesinato en 2005 del ex Primer Ministro Rafiq al-Hariri y de la guerra de Israel contra el Líbano de 2006.
En realidad, el Estado libanés ha conseguido funcionar bastante bien a pesar de lo que está aconteciendo en Siria, en Iraq y en todo el Oriente Medio. La relativa estabilidad del Líbano y la continuidad en el funcionamiento del Estado pueden en parte atribuirse a una inversión de las elites en el statu quo, así como de poderosos actores regionales, y en parte a la relativa autonomía de determinadas instituciones y burocracias estatales, independientemente de «lo bien» que funcionen. Aunque los acontecimientos pudieran salirse de madre, el umbral político y económico para la quiebra estatal y la guerra total es mucho más alto de lo que la mayoría de la gente piensa.
Dos son los factores importantes que contribuyen a estas realidades. El primero es que los libaneses están verdaderamente cansados de la guerra, y el horrendo espectáculo de Siria les ha recordado muchos de los costes de la guerra civil. Recuerden que los que están en edad de luchar tienen padres que crecieron huyendo (o combatiendo) de una guerra civil diferente, y pagando su precio.
El segundo es que el equilibrio de poderes dentro del Líbano se inclina fuertemente hacia un lado: el de Hizbollah y el ejército del país, que mantienen posiciones similares acerca de Siria y están trabajando juntos de forma estrecha para mantener la seguridad interna. No existe ningún grupo o facción armada libaneses que tenga ni una sola probabilidad en contra de esa alianza, y es precisamente por eso por lo que vemos un aumento en tácticas como los atentados-suicidas y los coches-bomba. Con la aparición del Estado Islámico de Iraq y el Levante y su creciente interés por el Líbano y Hizbollah, esto podría cambiar. Pero el EIIL cuenta con limitados apoyos en el Líbano y la mayoría de esos apoyos son retóricos y de naturaleza sectaria y no disponen de una capacidad militar real.
Aunque puedan bloquearse desarrollos graves (como que el EIIL o sus afiliados inicien una guerrilla urbana contra Hizbollah en el Líbano), creo que vamos a tener un largo período de inestabilidad política, económica y militar/de seguridad. Un conflicto y campaña terrorista de baja intensidad que durará tanto como la guerra en Siria, quizá algo más. Justo la pasada semana se han producido dos suicidios-bomba. Sospecho que vamos a ver un incremento en la frecuencia y atrocidad de ese tipo de ataques.
Por tanto, la pregunta que cabe hacerse es cuánto tiempo van a poder continuar los dirigentes políticos imponiendo su voluntad colectiva, que está contra el conflicto abierto entre los campos rivales, sobre la población general. Esto dependerá, en gran medida, de lo bien que siga funcionando el aparato de seguridad integrado por el Estado y Hizbollah.
Maya Mikdashi es doctora en Antropología por la Universidad de Columbia. Ha codirigido el documental «About Bagdad». Actualmente es profesora y directora de estudios de posgrado para Estudios sobre Oriente Próximo en el Centro Kevorkian de la Universidad de Nueva York. Es también cofundadora-editora de Jadaliyya Ezine.
Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/18272/quick-thoughts_maya-mikdashi-on-the-current-situat