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No digan que no sabían

Fuentes: Rebelión

Estos días las imágenes de los bombardeos sobre Ghuta nuevamente ponen a Siria en el centro de la atención internacional (sin olvidar los intensos combates en Afrin). Los medios occidentales no cesan de mostrar las desgarradoras escenas de la población civil masacrada[1] (se habla de varios centenares en menos de una semana), y los políticos […]

Estos días las imágenes de los bombardeos sobre Ghuta nuevamente ponen a Siria en el centro de la atención internacional (sin olvidar los intensos combates en Afrin). Los medios occidentales no cesan de mostrar las desgarradoras escenas de la población civil masacrada[1] (se habla de varios centenares en menos de una semana), y los políticos no ahorran palabras de condena hacia los gobiernos de Siria y Rusia, responsables de los ataques. También el Papa pidió el fin de la violencia y que se permita la entrada de medicinas y alimentos en Ghuta. Hasta UNICEF afirma haberse quedado sin palabras ante «los niños asesinados, sus madres, sus padres y sus seres queridos».

Es imposible no contrastar esta abundancia de condenas hacia los responsables y de empatía hacia las víctimas con el silencio intolerable respecto al genocidio silencioso y gradual que el régimen israelí está cometiendo contra los dos millones de personas que mantiene encerradas en esa gran cárcel que es la Franja de Gaza, que también están muriendo por falta de medicinas, alimento y agua potable, causado por el bloqueo feroz impuesto por Israel. ¿Por qué UNICEF y Save the Children no condenan  con la misma energía la agonía impuesta sobre una población cuyo 40 por ciento es menor de 18 años? ¿Será que algunas catástrofes humanitarias son más intolerables que otras, dependiendo de si quienes las provocan son nuestros enemigos o nuestros aliados?

El infierno inhabitable en que Israel ha convertido a Gaza tiene más de una década -bastante más que la guerra de Siria. Las alarmas de los organismos humanitarios vienen sonando desde hace años; ya en 2012 la ONU afirmó que Gaza sería inhabitable en 2020. Eso fue antes del último ataque masivo llevado a cabo por Israel en 2014, en el que mató a 2200 personas (más de 500 de ellas menores de edad) y destruyó la mayor parte de la infraestructura civil; después de eso todos los pronósticos se agravaron, y hoy se ha llegado a un límite en que Gaza está sencillamente en estado de colapso.

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