La vida, cualquier vida y todas las vidas son invaluables. La vida de las personas tienen todas igual valor, han de mirarse y respetarse todas por igual. La única manera de saltarse esos principios fundantes de la convivencia pacífica en y entre las sociedades humanas, el único escape para sortear el principio de que todas las vidas tienen idéntico valor es deshumanizar arbitraria y groseramente unas vidas humanas respecto a otras. La verdad no es lo que aparece sino una vez que es determinada como “cosa en sí”. La verdad es al mismo tiempo los hechos y el contexto, la coyuntura y la estructura, los episodios y los procesos históricos en los que se enmarcan y adquieren su más completo significado.
El terrorismo es un recurso violento del ejercicio del poder no democrático y no sujeto a la declaración universal de los derechos humanos para alcanzar sus objetivos de sometimiento, control o disuasión de personas, grupos o sociedades mediante acciones políticas, administrativas, militares e ideológicas.
La resistencia o la rebelión en contra de estas acciones de terrorismo no puede definirse como terrorista, aunque lleguen a alcanzar importantes cotas de violencia y con independencia que el poder establecido califique esa violencia derivada del derecho de resistencia o rebelión como terrorista.
Sirva esa suerte de axiomas para situar lo que se expresa a continuación, que no pretende ser otra cosa que una contribución al imperio de la verdad sobre lo que está aconteciendo no sólo y principalmente en Gaza sino también en nuestras sociedades, en nuestro mundo occidental, a propósito de las acciones y/o padecimientos del pueblo palestino y sus organizaciones y, sobre todo, acerca de la conducta del Estado de Israel, del imperialismo norteamericano y de los poderes políticos y mediáticos del occidente todo y, en consecuencia, de lo que sucede con nuestras conciencias de seres humanos como inteligencias sentientes.
Pretende ser en primera y última instancia un empeño de ser conscientes de la realidad política, social y militar en Palestina, para defender la vida y el derecho de los pueblos sometidos a escarnio y genocidio a resistir, a rebelarse o enfrentar con todos sus medios y capacidades a sus torturadores y asesinos. Es, en consecuencia, una expresión genuina de denuncia de la criminalidad actual e histórica en contra de la vida y de los derechos de los pueblos a vivir y disfrutar de su tierra (patria) y sus recursos. Pretende ser, en definitiva, un grito, unido a muchos a otros, de solidaridad con el pueblo palestino de Gaza y Cisjordania.
A propósito de Hamas y el terrorismo.
HAMAS no es una organización terrorista, NO. De ninguna manera y, menos si ese apelativo le viene atribuido tanto desde el Estado sionista, que éste sí ha dado innumerables pruebas de ser una entidad terrorista y genocida, como de su socio-cómplice-patrón, el gobierno yanqui-imperialista, con una larga cola de prácticas y proclamas terroristas y un origen y vocación probadamente genocidas.
La organización político-militar HAMAS no puede ser catalogada como terrorista porque así lo declaren también muchos de los gobiernos de la UE y la propia Comisión Europea, haciéndose eco de lo que indican tanto el chantajista Estado sionista como el gobierno imperialista de Estados Unidos, pero también porque sobre los actuales bloques de poder y dominación europeos pesa demasiado la historia de las, otrora, potencias europeas, plagada de colonialismo terrorista y no raramente también de prácticas genocidas; bastaría con enumerar el desarrollo del esclavismo y el humillante desplazamiento de millones de personas del continente africano para ser sometidos a la barbarie y la vil explotación junto a las poblaciones de los pueblos originarios de la América toda.
HAMAS, como otras organizaciones políticas y en armas palestinas, es una organización de resistencia y de rebelión permanente en contra de ese terrorismo y de esa conducta genocida que, desde hace ya 75 años, viene cometiendo impunemente el sionismo y el imperialismo (complejo militar -industrial –mediático) que promueve y ampara esas conductas criminales en contra del pueblo palestino y, aunque, parezca paradójico, también en contra del pueblo judío –israelí, al que dice proteger.
HAMAS es una organización político-militar representativa del pueblo palestino que emerge de las entrañas mismas, de la angustia y de la rabia de ese pueblo; es una organización política, social y militar (todo incluido) de resistencia, de liberación nacional y de autodeterminación del pueblo palestino. Estaría así imbuida de un derecho por antonomasia: la afirmación y la defensa de la vida y, en consecuencia, del derecho a disponer de los medios y condiciones sustantivas para vivir, de un pueblo, del pueblo palestino, atropellados por el sionismo genocida con el concurso indispensable de sus socios y patrones imperialistas.
En definitiva, HAMAS no es y no puede ser catalogada sin más, frívola o interesadamente, como una organización terrorista. Si acaso, cabría acotarse concienzudamente, y desde las premisas arriba referidas, cuál es su naturaleza genuina y cómo juzgar e, incluso, condenar eventualmente la violencia desmesurada de algunas de sus acciones, sin que ello implique la condena y descalificación de su vínculo umbilical con el derecho del pueblo palestino a la vida y a recuperar la tierra y la patria que, de manera criminal y por más de 70 años mediante saqueo y expolio sistemático les fue arrebata por el sionismo colonialista y terrorista.
El sionismo un proyecto lleno trampas para las esperanzas del pueblo judío.
El pueblo judío, el pueblo judío-israelí por extensión, sean asimilables ambas referencias identitarias o no, es un pueblo primera e inmediatamente víctima del sionismo, aunque poco a poco toma conciencia de la trama urdida por sus estrategas para sacrificarle en el altar de la memoria de la Shoah. El pueblo judío –cualquier pueblo-, no puede ser (existir) y afirmarse como pueblo, con su particular derecho histórico a vivir, en contra de la identidad e igual derecho de otro pueblo, en este caso el pueblo palestino, a vivir, a ser un pueblo digno en su tierra, en su patria, un derecho sustantivo del que nunca debió ser privado y que, por ello, aspira legítimamente, mediante diferentes medios o herramientas políticas, sociales o militares, a recuperar la vida y el desarrollo con plena dignidad en su patria, en su tierra.
He ahí la trampa tendida por el régimen sionista- terrorista, con el apoyo necesario y determinante de los imperialismos, yanqui-norteamericano y europeo, para que, en nombre de las víctimas del holocausto, en su nombre y desde su permanente memoria, vinieran a expulsar al pueblo palestino de su patria, a esquilmar sus tierras, sometiéndole a una sistemática persecución criminal, incluyendo las formas más abyectas de genocidio y barbarie, pisoteando y enterrando así el “nunca más” tras la barbarie del nazismo, heredero al fin de la “civilización” del colonialismo, del esclavismo, del racismo, del genocidio y del terrorismo al que fueron sometidos los pueblos de América, de África, de Asia, y todos los que no estaban en su circuito inmediato de dominación y explotación, pero de lo que tampoco se han librado esos pueblos de las sociedades de esa “civilización occidental”, convertidos así, como hoy la judío-israelí, en víctimas y cómplices al mismo tiempo.
Sionismo e imperialismo: su origen y naturaleza terrorista, criminal y genocida
El sionismo no es igual al judaísmo, aunque pueda integrarse como una corriente más del judaísmo. El primero, a la luz de su cosmovisión política y de su encarnación en el Estado de Israel y su régimen actualmente dominante, resulta ser esencialmente un proyecto de dominación ligado al (gestado en y desde el) imperialismo capitalista, expansivo y colonial. Mientras que el segundo, el judaísmo, representa una identidad diversa, compleja y de difícil encasillamiento conceptual, que se vincula a la génesis, la historia y la construcción cultural, religiosa o laica en el contexto de la judeidad.
Con lo anterior pretendo marcar distancia y, en su caso, rechazar cualquier señalamiento que ose inscribir el contenido de lo que aquí vengo expresando, y expresaré, como antisemitismo, aunque acepto sin problema que se catalogue como anti-sionismo o, si se prefiere, de anti nazi-sionismo que, por otra parte, viene a concordar con muchas de las posiciones planteadas por algunas de las mentes más lúcidas y criticas de otras corrientes no sionistas del pensamiento judío, como la de J Buttler, I Pappé, D Grossman, etc.
El imperialismo yanqui-norteamericano y el sionismo, en tanto que proyecto extraído, nutrido y amparado por el imperialismo, colonizan y ocupan los territorios en los que viven otros pueblos con la excusa ideológica de concebirse a sí mismos como proyectos de “pueblos elegidos”, que tienen un destino manifiesto en una “tierra prometida” y que nada ni nadie se debe interponer en la satisfacción su objetivo y que, así, viene a cementar la dominación y el expolio, el saqueo y la degradación de las condiciones de vida de esos pueblos, como resulta ser en este caso, el pueblo palestino.
Por ello y para ello, lo primero es degradar la condición humana y la identidad diferenciada de los pueblos nativos, que pasarán a ser “salvajes”, bestias, animales… a los que se aniquila y mata como tales, aunque nunca puedan evitar lo obvio: matan y cometen genocidio contra personas y pueblos, con entidad propia y diferenciada.
Todos los colonialismos-imperialismos de la civilización occidental han cumplido sistemáticamente con esa doctrina desde su expansión mercantil y colonial en el ocaso de la Edad Media: los pueblos originarios de América o de África eran “salvajes”, más próximos a los animales que a los individuos-personas de los “salvadores occidentales”, no eran más que humanoides sin alma y, por lo tanto, sin valor humano que les pudiese acreditar como dignos de respeto humano y, en consecuencia, se procede a su aniquilación, explotación y expolio, sin ningún mínimo sentimiento de culpa, tal como expresa hoy en Gaza el gobierno de B. Netanyahu y el Estado sionista.
Así, tribunales internacionales, como el Tribunal Penal Internacional de La Haya, que han sido creados por los países de la dominación occidental para someter, juzgar y condenar a aquellos a los que no era posible rebajarles la condición de humanos, pero sí tratados con abierta discriminación: Milosevic, Putin, Saddam Hussein, etc., sean o puedan ser juzgados y condenados eventualmente por ese u otros tribunales al servicio de la “civilización occidental”. Sin embargo, otros personajes que sin duda son acreedores para formar parte del club de la ruindad humana, al menos sospechosos de cometer crímenes contra la humanidad, como G Bush, T Blair, JM Aznar u otra retahíla de líderes occidentales de antes o de ahora, como J Biden, B Netanyahu, gozarán siempre de impunidad, como defensores del mundo libre, tal como en días pasados B Netayanhu gritaba cínicamente a los cuatro vientos.
Mientras que para todo el sistema de dominación occidental (político, militar, mediático), los pueblos y sus organizaciones de resistencia o rebelión serán considerados como terroristas o criminales, hayan sido o no rebajados a la condición de animales o bestias, mientras que los auténticos criminales, terroristas y genocidas no. Estos pasarán a engrosar incluso el “panteón de ilustres” de la “gloriosa civilización occidental”.
Esos defensores del mundo libre, como el Estado yanqui – imperialista que muestra en su haber los mayores crímenes contra la humanidad, perpetrados en el siglo XX y lo que va del siglo XXI. Al final de la 2ª Guerra Mundial: lanzamiento de bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki con cientos de miles de muertos y otras víctimas en varias generaciones (todavía sigo sin entender cómo el Estado y la sociedad nipones se pueden considerar aliados de sus carniceros); bombardeos inmisericordes sobre el pueblo vietnamita; masacres de Irak y Afganistán en agresiones gratuitas inventadas por el imperio y sus aliados otánicos, siempre ad maiorem gloriam de sus arcas y de las pingues ganancias del complejo militar industrial mediático. Todo ello, sin tener que repasar ahora las múltiples agresiones criminales sobre los pueblos y sociedades de América Latina (Guatemala, Chile, Grenada, Nicaragua, Panamá, El Salvador, Colombia, Perú, Bolivia, etc.).
Paradójicamente, tras el parón obligado de la pandemia, que permitió vislumbrar que otro mundo basado en la solidaridad y en el cuidado era posible, el imperialismo yanqui y sus aliados europeos de la OTAN optan por la guerra y la desestabilización general, como la vía más fácil y apropiada para reanimar este capitalismo salvaje y sus ansias de acumulación mediante la opción más congénita a su naturaleza voraz: la catástrofe, la guerra y los programas de exterminio masivo o selectivo, esto es y será circunstancial. Así, en primera instancia y siempre al amparo de su codicia sacrifica al pueblo ucraniano y, en segundo lugar, a los pueblos de Europa y de otras latitudes. Y ahora, una vez más, al pueblo palestino desde la recurrente y brutal implicación directa del Estado y el Gobierno sionista, respaldando con escasas y dignas fisuras esas acciones criminales y genocidas.
Sin duda, el Estado yanqui-imperialista se convierte así en el Estado o establecimiento político e institucional más grande del terrorismo y de las estrategias genocidas de la historia de la humanidad, que ha continuado y superado la estela de sus antecesores europeos de la “gloriosa civilización occidental”.
El crimen contra la humanidad y el genocidio como expresión sustantiva de la civilización occidental.
A pesar del clamoroso apagón mediático en el mundo occidental, hoy se nos ofrece la comisión de un genocidio delante de nuestros ojos, con algunos actores preponderantes de ese mundo occidental, los principales líderes imperialistas de Estados Unidos y de la UE, apoyando abiertamente el método y las acciones genocidas del régimen nazi-sionista en contra del pueblo palestino.
¿Cómo es posible, por qué sucede así? ¿Será que se ha desatado una especie de locura criminal inhumana en los poderes establecidos del sistema imperialista –capitalista? O, tal vez, ¿estamos se pone al descubierto que el nazismo y el fascismo no fueron (o son) una casualidad degenerativa, anecdótica de la civilización occidental y del sistema capitalista – imperialista, y qué Hitler no fue una casual pesadilla histórica?
Por el contrario, nos lleva a interpelarnos sobre el ADN, sobre el origen mismo de ese tipo de configuraciones políticas e ideológicas y preguntarnos ¿será que el nazismo y el fascismo se encuentran trabados en las entrañas mismas de la civilización occidental?
La sociedad occidental ha desarrollado un racismo no conocido por ninguna sociedad anterior. Desde el siglo XVI considera a la población de sus centros como una raza blanca superior. Su imperio de esclavitud es un imperio de esclavitud racista. La sociedad occidental ha producido guerras que la humanidad nunca había visto. Todas esas guerras las presentó para salvar a la humanidad. La sociedad occidental ha producido sistemas de dominación tan extremos, que no tienen antecedente en ningún período anterior ni en ninguna otra parte del mundo: sistemas de exterminio de poblaciones enteras. La sociedad occidental ha inventado los hoyos negros de los servicios secretos, donde las personas son deshumanizadas hasta niveles insuperables. En todas partes, en todas las líneas ideológicas que han aparecido en esta sociedad, se han dado las peores formas deshumanización (F. Hinkelammert, 1989).
La deshumanización como principio y método del crimen contra la humanidad y el genocidio.
Esto es lo que ha aplicado sistemáticamente la civilización occidental y que culminó el nazismo alemán y europeo -a estas alturas caben pocas dudas sobre la impregnación del nazi-fascismo en todas las sociedades europeas-, que sirvió para facilitar la organización premeditada del exterminio del pueblo judío en los campos de concentración y que venía a situarse como el culmen de los recurrentes pogromos históricos contra los judíos prácticamente en todas las sociedades occidentales. Es, precisamente, desde la memoria de esas persecuciones racistas y terroristas, como hoy el Estado nazi-sionista persigue y pretende aniquilar al pueblo palestino.
Es también desde el ADN civilizatorio occidental, basado en genocidios y crímenes contra la humanidad del más grande estado terrorista de la historia, como el Presidente de los Estados Unidos, J Biden, pide, proclama y respalda al estado sionista para que lleve a cabo el exterminio del pueblo palestino.
En todos los casos citados y otros más, el recurso del método y la justificación de tan horrendos crímenes es sistemáticamente la deshumanización de las personas y los pueblos y una ideología nazi-fascista que recorre desde su preparación hasta su máxima ejecución toda la conducta criminal y genocida de los imperialismos europeo y yanqui, al mismo tiempo que con un cinismo sin precedentes atribuyen a los pueblos masacrados ya su organizaciones el apelativo de terroristas, por intentar levantar la cabeza y gritar su condición humana y su derecho a ser y vivir como pueblos libres. Estamos así, ante la mayor desfachatez y espeluznante farsa de la historia.
La banalidad del mal
Se puede resumir la reflexión de Hannah Arendt sobre la banalidad del mal indicando que algunos individuos pueden “trivializar el exterminio de seres humanos (en el que participan) cuando se realiza como un procedimiento burocrático ejecutado por funcionarios incapaces de pensar en las consecuencias éticas y morales de sus actos”: una conducta burocrática rutinaria. Y que hoy se puede extender hacia un conjunto social, o una mayoría social, que asiste impasible, cuando no respalda al menos tácitamente los crímenes contra la humanidad y las acciones terroristas y genocidas contra el pueblo palestino hoy mismo y, también en los múltiples ayeres en contra otros pueblos.
Es verdad que hay personas y grupos sociales y políticos que se movilizan y avivan una conciencia humana de denuncia y solidaridad que condenan esas acciones y reclaman el castigo para los responsables, incluso dentro de la sociedad israelí y en el ámbito de la comunidad judía internacional, pero lo tónica dominante es la pasividad y la aceptación tácita del genocidio, inexcusable en la era de la información o, al menos, del acceso posible a información veraz y critica para discernir sobre lo que está aconteciendo ante nuestros ojos.
¿Qué hacer? ¿Hay alguna salida a tanto despropósito y para poder evitar el riesgo de extensión infinita de las matanzas?
Proseguir y ampliar las movilizaciones sociales y las protestas a escala global para detener de inmediato la matanza y la locura criminal y genocida del gobierno sionista y de su amparo fundamental, el imperialismo yanqui con la complicidad activa de sus socios de la UE.
Exigir la detención y juzgamiento por crímenes contra la humanidad del Primer Ministro israelí, B Netanyahu y otros miembros de su gobierno para que sean juzgados.
Exigir el cumplimiento por parte de Israel de todas y cada una de las Resoluciones de Naciones Unidas, 194 (III) de 1949, Asamblea General; 242 de 1967, Consejo de Seguridad; 3236 de 1974, Asamblea General. Y otras más que el Estado de Israel ha despreciado y rechazado abiertamente su obligación de cumplir con esos mandatos.
Promover la reestructuración del sistema de Naciones Unidas, particularmente del Consejo de Seguridad, que debe ser suprimido como tal y sustituido por un Consejo / Tribunal de los Pueblos con atribuciones y capacidad para ver, entender y dictaminar sobre la conflictividad internacional y con decisiones vinculantes.
Establecer Palestina como zona de paz permanente donde pueda convivir en uno o dos estados palestinos y judíos y todas las religiones y filosofías humanistas y donde se instale la nueva sede de las naciones y pueblos unidos del planeta Tierra (Madre Tierra), para que NUNCA MÁS se consolide como una proclama de impacto efectivo y definitivo.
Podrá decirse que, a la vista de la más que grosera impunidad del estado de Israel y el respaldo de sus socios internacionales, esas exigencias son cuando menos ilusas, ¿verdad? Muy probablemente. Pero igual de ilusas que aquellas que piden el cese de la que pedir que cese la violencia contra el pueblo palestino y que se haga efectiva la paz permanente, mientras este tipo de personajes permanezcan intocables y no puedan ser declarados criminales de guerra y que, a su vez, el tipo de políticas y medidas terroristas y genocidas junto con otros crímenes contra la humanidad cometidos por el imperialismo yanqui y europeo…sean asumidas por sus Gobierno y Estados y, cuando menos, pidan perdón por estas y todas las grandes matanzas de la historia, incluida la matanza inmisericorde del pueblo judío por parte del nazi fascismo, nacido en las entrañas de las sociedades occidentales. Por ello, con todo y sus imposibilidades, ha de plantearse como el primer paso, el paso fundante para superar esta coyuntura de genocidio y criminalidad imperante.
Mientras eso no suceda, pueblos como el palestino y sus organizaciones políticas, militares de resistencia y de liberación nacional tendrán pleno derecho enfrentar el atropello, el sojuzgamiento y la violencia criminal y genocida de gobiernos y estados, como el Estado sionista de Israel.
Referencias de Citas
HINKELAMMERT, Franz: La fe de Abraham y el Edipo occidental, Editorial DEI, DEI 1989, Costa Rica
ARENDT, Hannah: Eichman en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, Editorial Lumen, 2003, Barcelona
Daniel F Garcia González, Sociólogo. Especialista en Cooperación Internacional para el Desarrollo.
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