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¡No me defiendas, compadre!

Fuentes: Rebelión

Que alguien de mucho nombre y de larga vida, asociada en sus mejores momentos -que no fueron pocos- a la trayectoria de la Pasionaria, y a su afán justiciero, defienda a Cuba, como acaba de hacer Santiago Carrillo, es un gesto que no debe pasar sin el reconocimiento que merece. Cuba goza de la hermandad […]

Que alguien de mucho nombre y de larga vida, asociada en sus mejores momentos -que no fueron pocos- a la trayectoria de la Pasionaria, y a su afán justiciero, defienda a Cuba, como acaba de hacer Santiago Carrillo, es un gesto que no debe pasar sin el reconocimiento que merece. Cuba goza de la hermandad y de la consiguiente defensa de millones y millones de personas honradas, justicieras, tiene la defensa de la mayoría de quienes integran los pueblos del mundo. A pesar de la endiablada red mediática urdida para satanizarla, esa defensa perdura, y perdurará mientras sea necesaria.

Pero, aunque multitudinarias, esas voces no hallan amplios espacios en los medios dominantes. La opinión de alguien sobresaliente, de eso que en el sicópata mundo «moderno» suele llamarse, con término siquiátrico, una personalidad, máxime si es una personalidad conspicua, sí puede tener eco en las redes. Mucho más, eso sí, cuando se trata de una opinión contraria a Cuba que cuando le es favorable. Y hasta las favorables pueden ser desmontadas o traducidas de la manera que más convenga a los intereses que las redes mediáticas imper(ializ)antes representan.

Desde Madrid la agencia DPA informa que «el mítico dirigente comunista español Santiago Carrillo responsabilizó hoy [martes 6] a Estados Unidos de la situación política de Cuba». Según la misma fuente, el ex dirigente comunista hizo esa declaración en el lanzamiento de su libro Los viejos camaradas, que no conozco, pues acaba de presentarse lejos de La Habana -donde escribo estas líneas-, pero aspiro a leer.

Según DPA, la defensa a Cuba por parte de Carrillo consistió básicamente en culpar a los Estados Unidos de que en el país caribeño no haya democracia. Que eso fue lo que dijo se aprecia con una lectura primaria, elemental, de su declaración. Según DPA -valga la insistencia en precisarlo, porque citas son citas, y no siempre amorosas- Carrillo expresó: «He pensado siempre que si no hubiera habido Bahía de Cochinos y el bloqueo norteamericano, si no hubiera habido el bloqueo de la revolución cubana, Cuba hoy sería un sistema democrático».

Los primeros en sustentar la necesidad de perfeccionar ininterrumpidamente la democracia en Cuba no son ni los imperialistas ni sus voceros -entre los cuales, huelga decirlo, no ha de incluirse a Carrillo-, sino los propios revolucionarios cubanos. Su Revolución se ha hecho para garantizar el poder de su pueblo, y a su pueblo le corresponde impedir que ella se desvíe de ese camino, o la desvíen. Debe estar vigilante para que ningún obstáculo, por severo que sea -y ninguno más poderoso y criminal que el venido de la hostilidad imperialista-, le mengüe ni el sentido ni el funcionamiento democrático con que está responsabilizada: el sentido y el funcionamiento sin los cuales ella no merecería la defensa de nadie.

Es más, si la Revolución Cubana no encarnase ese grado de realidad -no realeza- democrática, no necesitaría ser defendida: si ella no sirviera al pueblo contra los intereses y designios coronados en el poder imperialista -el poder de alcance planetario que los Estados Unidos monarquizan-, Cuba no sería agredida por esa potencia ni satanizada por esta y por quienes le sirven; no sufriría actos armados y terroristas del imperio, entre los cuales se inscribe el bloqueo económico que con razón Carrillo condena.

Si Cuba hubiera cedido, si hubiera hecho alguna transacción «democrática» de esas que complacen al imperio y a sus servidores y voceros, no sufriría las agresiones que sufre. Por descontado está que, en ese caso, no estaría siendo objeto del encarnizado reforzamiento de la hostilidad promovida en su contra por los medios detrás de los cuales el imperio no se esconde: ostenta y defiende su trono. Y en medio de semejante reforzamiento de la agresividad un gesto en defensa de Cuba será siempre algo de agradecer.

Pero la hostilidad contra Cuba es tan fuerte, y tan poderosos e inmorales son los recursos con que se le ataca, que Carrillo podría prepararse para que los medios a los cuales habrá intentado ripostar este martes 6 en Madrid, empiecen a citarlo aviesamente -citas son citas, y no siempre amorosas- para argumentar que en Cuba no hay democracia. «¡Y lo dice hasta un mítico dirigente comunista!», pudieran añadir los muy malvados. En ese empeño tendrían a la mano los mismos términos empleados por Carrillo, traducibles también a estos: si no hubiera habido la agresión imperialista en Playa Girón, como se le llama en Cuba, y si los Estados Unidos levantaran el bloqueo, entonces Cuba podría tener lo que ahora no tiene, «un sistema democrático».

Lo del bloqueo, claro está, tiene remedio: basta levantarlo, y sería bueno. Lo de Girón ya está hecho, no tiene marcha atrás, y es todavía mejor: la victoria del pueblo cubano contra los mercenarios representantes del imperio aseguró que este país mantuviera a raya a los cochinos modos imperialistas de privar a los pueblos de poder, que es privarlos de democracia. Aquella victoria aseguró que Cuba pudiera resistir la brutalidad del bloqueo como viene haciendo desde antes incluso de derrotar a las armas imperialistas en Girón.

El pueblo cubano tiene derecho a disfrutar la vida «normal» que podría llevar sin las presiones del bloqueo y sin los otros actos terroristas aplicados contra ella por el imperio. Tiene derecho a alcanzar el desarrollo económico para el cual necesita seguir poniendo en tensión todas sus energías creativas, toda su inteligencia, toda su voluntad, dure lo que dure el bloqueo. Tiene derecho a gozar del funcionamiento que la hostilidad y las agresiones enemigas -entre ellas señaladamente las mediáticas- le impiden o le dificultan alcanzar. Tiene el derecho y el deber de cuidar, enriquecer y perfeccionar su sistema democrático: la República socialista que, a pesar del empecinamiento del imperio en derrocarla, ha entrado hace rato ya en su segundo medio siglo de existencia.

Otra cosa sería que, para que se tenga por democrático su sistema, Cuba entrara en el juego de las transacciones «democráticas» que complacen a los imperialistas. En ellas no merece el pueblo cubano que su Revolución se enrede: es decir, no merece que caiga en redes tales. Otra cosa es que, para defender a Cuba, alguien crea que debe culpar merecidamente al imperio de muchos de los problemas que ella sufre en su vida cotidiana, pero a cambio de eso argumente que por culpa de esos problemas Cuba no tiene un sistema democrático.

El mismo pueblo cubano debe defenderse de tales «defensas». Debe hacerlo aunque se trate de alguien que lo haga, en caso de ser así, con el afán de reverdecer sus mejores momentos, que en «el mítico dirigente comunista» Santiago Carrillo serían aquellos aludidos al inicio de estas líneas: los que lo unieron a las mejores pasiones emancipadoras del pueblo español. No cabe la desprevención en un mundo tan coyundeado por las fuerzas imperiales y sus medios. Si los términos de su defensa aquí comentada no son un infundio mediático más o el «simple» error de un periodista, entonces el pueblo cubano tiene derecho a levantar la voz y decir, por lo menos: «¡No me defiendas, compadre

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.