«La política de las fuerzas israelíes de emplear fuerza letal durante las protestas, utilizando armas diseñadas para causar el máximo daño contra manifestantes, personal médico y periodistas que no constituían una amenaza inminente para la vida, es sencillamente criminal.» Amnistía Internacional. Este 30 de marzo, como todos los años, se conmemora el Día de […]
«La política de las fuerzas israelíes de emplear fuerza letal durante las protestas, utilizando armas diseñadas para causar el máximo daño contra manifestantes, personal médico y periodistas que no constituían una amenaza inminente para la vida, es sencillamente criminal.» Amnistía Internacional.
Este 30 de marzo, como todos los años, se conmemora el Día de la Tierra palestina[1]. Pero este año, además, la población de la sitiada Franja de Gaza conmemora un año ininterrumpido de protestas semanales en la movilización que llamó «La Gran Marcha del Retorno» (GMR) y que demanda dos cosas básicas: el fin del bloqueo israelí (que ya lleva 12 años y ha sumido a Gaza en una catástrofe humanitaria) y el derecho al retorno (70% de la población de Gaza es refugiada y originaria de lugares que hoy constituyen el Estado de Israel). La movilización comenzó el 30 de marzo de 2018 y preveía continuar hasta el 15 de mayo, cuando se conmemoraban los 70 años de la Nabka(catástrofe): la limpieza étnica del pueblo palestino sobre la cual se fundó el Estado de Israel.
En contraste con el estereotipo occidental que solo imagina en Gaza «facciones terroristas», la GMR fue concebida por activistas independientes como una movilización no violenta, plural y de base, donde participan familias enteras y personas de todas las edades y filiaciones políticas. Esto supuso una transformación del concepto de movilización en Palestina, al ir más allá de las élites y de las facciones políticas e involucrar al conjunto de la sociedad.
Ramzy Baroud (intelectual nacido en un campo de refugiados de Gaza) sostiene que la GMR es la última manifestación de la resistencia colectiva que el pueblo palestino viene llevando a cabo de muy diversas maneras y desde hace casi un siglo, sin la cual ya habría desaparecido (como de hecho se propuso el proyecto sionista). Y señala que los ojos occidentales no parecen apreciar lo que significa en el imaginario colectivo palestino «que cientos de miles de personas sitiadas redescubran su poder y comprendan su verdadera posición, no como víctimas impotentes sino como agentes de cambio«. «Esos cientos de miles de gazatíes no llevan un año arriesgando sus vidas porque necesitan con urgencia medicinas y comida. Lo hacen porque comprenden la centralidad de su lucha colectiva como un pueblo que sigue de pie y en resistencia después de 71 años de limpieza étnica, 52 de ocupación militar y 12 de cerco implacable«.