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Grupos en solidaridad con Palestina que se oponen a la Convocatoria palestina de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS)

Nos dicen lo que necesitamos

Fuentes: www.PACBI.org

Desde el lanzamiento del movimiento palestino por el Boicot, hace ya unos años, hemos experimentado un incómodo fenómeno que demanda ciertas precisiones. Algunas organizaciones, conocidas durante años e incluso décadas por su inagotable trabajo en solidaridad con Palestina, se han posicionado claramente en contra de la Convocatoria palestina de Boicot, desinversiones y sanciones (BDS) hacha […]

Desde el lanzamiento del movimiento palestino por el Boicot, hace ya unos años, hemos experimentado un incómodo fenómeno que demanda ciertas precisiones. Algunas organizaciones, conocidas durante años e incluso décadas por su inagotable trabajo en solidaridad con Palestina, se han posicionado claramente en contra de la Convocatoria palestina de Boicot, desinversiones y sanciones (BDS) hacha pública el 9 de julio de 2005 debido a una serie de argumentos. Algunos han asegurado que es una estrategia «dañina» para la causa palestina. otros que es un estrategia que erosiona al así llamado movimiento israelí «por la paz». Otros aseguran que boicotear a Israel provocaría acusaciones de antisemitismo, provocando un retroceso sustancial en la solidaridad palestina. A lo largo de estos años se han escrito miles de artículos sobre la cuestión, no todos con la misma profundidad, así que me centraré en responder a tres de los razonamientos utilizados.

¿El Boicot es contraproducente?

¿lo es?, ¿quién puede juzgarlo? Una convocatoria suscrita por más de 170 partidos políticos, Ong´s y redes que representan a la totalidad espectro de la sociedad civil palestina -bajo ocupación, en la diáspora y en el estado de Israel. No puede ser contraproducente. A menos que los palestinos no sean suficientemente racionales o inteligentes para determinar o articular sus intereses. Este argumento huele a condescendencia y revela una actitud colonial que pensábamos -esperábamos- extinta en la Europa liberal.

Desde un punto de vista pragmático, el proceso de la campaña BDS ha demostrado a lo largo de los últimos años que se encuentra en los instrumentos más efectivos de resistencia civil noviolenta al régimen israelí, colonial y de apartheid. La mera amplitud y profundidad del apoyo que esta convocatoria ha concitado entre sindicatos, asociaciones académicas, iglesias y organizaciones de base en Sudáfrica, el Reino Unido, Canada, Noruega, Suecia e incluso los Estados Unidos, entre otras muchas, demuestra su eficacia y gran potencial a la hora de resistir a la injusticia israelí. Por primera vez en décadas, muchas organizaciones europeas que han apoyado un proceso de paz con justicia para Palestina a través de manifestaciones, llamamientos públicos y -muy marginalmente- repercusión en los medios, han descubierto un movimiento al cual pueden contribuir con efectividad y que promete conseguir resultados concretos sobre el terreno, como se demuestra que sucedió en el caso sudafricano. A través de la evaluación de los resultados obtenidos, y como nuestros compañeros sudafricanos nos han explicado en repetidas ocasiones, nuestra campaña palestina BDS se está desarrollando con mucha mayor rapidez que la suya en su día.

¿El BDS erosiona el «movimiento israelí por la paz»?

¿Qué movimiento israelí por la paz?. No existe tal criatura. Los llamados grupos por la paz en Israel trabajan más para mejorar la opresión israelí sobre los palestinos que para eliminarla teniendo como objetivo fundamental garantizar el futuro de Israel como estado judío -léase exclusivista-. Los más radicales entre la izquierda sionista continúa siendo sionistas, adhiriéndose a los principios racistas del sionismo y viendo a la población originaria palestina como «infrahumanos» que constituyen un obstáculo o una «amenaza demográfica» con la que hay que lidiar.

Se oponen específicamente a los derechos, reconocidos por las Naciones Unidas, de los refugiados palestinos, víctimas de limpieza étnica durante la NAKBA y desde entonces, para que éstos puedan retornar a sus hogares y tierras simplemente porque pertenecen al «grupo» equivocado». Estos grupos también se oponen a la manifestación específica de apartheid que domina el estado de Israel, donde un sistema de décadas de discriminación racial, consagrada por la ley, trata a los ciudadanos «no-judíos» como ciudadanos de segunda clase que no pueden disfrutar de los derechos reservados a los ciudadanos judíos. Si este es el movimiento israelí por la paz, ninguna persona con conciencia debería lamentarse por erosionarlo.

Aquellos que aseguran que la mayoría de los israelíes no conocen los crímenes de la ocupación y es necesario dialogar con ellos, no sólo lo hacen desde una premisa falsa sino que llegan a una conclusión falsa. La mayoría de los israelíes sirven, de manera obediente en el ejército de ocupación, sin reparos o impedimentos morales, como parte de sus obligación con la reserva militar. Conocen, por tanto, y de primera mano, los crímenes de la ocupación ya que participan de su comisión, al observar cómo se perpetran en silencio, colaborando indirectamente con ellos. Además, la campaña palestina de BDS nunca ha sido una carta en blanco contra los individuos. Es sistemáticamente una campaña de naturaleza institucional que se dirige específicamente a las instituciones académicas, políticas, culturales y económicas porque son cómplices en el mantenimiento de la ocupación y otras formas de opresión racista y colonial contra la población originaria palestina. Finalmente, «hablar con los israelíes», como promueve la floreciente industria de los «grupos del diálogo» y «por la paz», no sólo desorienta, sino que ha hecho un daño terrible a la lucha por un paz justa dando la falsa impresión de que la coexistencia puede ser alcanzada pese a la opresión sionista, sino que también ha fracasado a la hora de provocar algún avance dentro de la opinión pública israelí hacia el apoyo de la justicia como condición para la paz. El público israelí-judío está moviéndose de manera firme, y peligrosamente hacia la derecha fanática, con una mayoría creciente que apoya propuestas fascistas, como la limpieza étnica -llamada transferencia en el lenguaje políticamente correcto de Israel- de los pobladores originarios de palestina que aún permanecen allí.

El diálogo y la lucha conjunta entre palestinos e israelíes sólo puede justificarse, resultar constructivo y conducir a una paz justa si se dirige contra la ocupación y sus formas de opresión y se basa en el derecho internacional y los derechos humanos y políticos básicos, especialmente nuestro derecho inalienable a la autodeterminación.

Basándome en todo lo anterior, los únicos luchadores sinceros por la paz en Israel son los que apoyan nuestros tres derechos fundamentales: el derecho al retorno de los refugiados, un sistema de completa igualdad para los ciudadanos palestinos del Estado de Israel y el final de la ocupación y el gobierno colonial. Esos son nuestros auténticos socios. Y todos ellos apoyan las diversas formas de BDS, no sólo como principio, sino porque se han dado cuenta de que una paz y seguridad auténticas y duraderas no pueden alcanzarse sin justicia, derecho internacional, derechos humanos, y sobre todo, sin igualdad. EL BDS simplemente refuerza a los grupos por una paz auténtica -con justicia- dentro de Israel y en cualquier otro lugar.

Los grupos de solidaridad europea que, conscientemente permiten a los líderes y las organizaciones del sionismo dictar sus agendas, separándolas de una coordinación y compresión auténticas de la sociedad civil palestina, no sólo no se dedican a defender los derechos humanos y el derecho internacional sino que difícilmente se merecen el nombre de grupos de solidaridad.

Por otro lado, los grupos que por rezones tácticas apoyan sólo parte del BDS, o un boicot centrado y específico de ciertos productos u organizaciones israelíes o que apoyan a Israel también son nuestros socios, desde luego. El Boicot no es un sistema único que encaje en todos los procesos. Debe ser adaptado a cada contexto concreto para ser efectivo. Pero en todo caso, en lo que es importante estar de acuerdo es porqué desarrollamos un boicot y con que objetivos. BDS es un enfoque basado en los derechos, con objetivos claros, que busca encontrar un denominador común para todos los grupos en solidaridad con Palestina. Terminar con las tres formas principales de injusticia israelí y la defensa de los correspondientes derechos de los palestinos, son los requisitos básicos para que esta campaña internacional sea efectiva y trabaje en harmonía con las necesidades y las aspiraciones expresadas por la sociedad civil palestina.

¿El BDS promueve el antisemitismo?

Más que reinventar la rueda, me limito a reiterar algo que ya he escrito antes, en un artículo más largo discutiendo los argumentos contra el Boicot. «Como ha asegurado el filósofo frances Etienne Balibar, «No debería permitírsele a Israel instrumentalizar el genocidio de los judíos europeos para situarse por encima de la ley de las naciones». Más allá de eso, haciendo la vista gorda frente a la opresión israelí, como los Estados Unidos y la mayor parte de la Europa oficial hacen, occidente ha perpetuado la miseria, el sufrimiento humano y la injusticia que han sucedido tras el holocausto.

Respecto a la acusación de antisemitismo, se encuentra evidentemente fuera de lugar y se utiliza, con toda claridad, como un instrumento de intimidación intelectual. No merece la pena reiterar que las convocatorias palestinas al Boicot, las desinversiones y las sanciones no se dirigen a los judíos ni a los israelíes en cuanto judíos. Se dirigen específicamente contra Israel en tanto potencia colonial que viola los derechos palestinos y el derecho internacional. El apoyo creciente entre los progresistas europeos y los judíos norteamericanos al respecto es un contra-argumento al que no se está dando eco.

Más allá de lo anterior, considerar las acciones y posiciones que se dirigen al apartheid y el régimen colonial de Israel como antisemitas es puro antisemitismo como se ha explicado en numerosas ocasiones ya que asumen que todos los judíos, por el hecho de serlo, son responsables de los crímenes de Israel supone una asunción patentemente racista que pertenece a la escuela de pensamiento de la «responsabilidad colectiva» -criminalizada en Nuremberg y que apoya al antisemitismo.

EL BDS es una forma de lucha civil contra la política del estado de Israel, independientemente de cual sea la religión que profesan la mayor parte de los israelíes. Realmente, no importa demasiado a que fe pertenecen tus opresores – si son musulmanes o judíos o hindúes, es irrelevante-. Lo único que importa es que están oprimiéndote ilegal e inmoralmente.

Los proyectos en apoyos de los palestinos y su resistencia bajo ocupación, pertenezcan al ámbito de la salud, la educación, o incluso en el entorno político, son cruciales y necesarios. Muchos palestinos, especialmente aquellos más vulnerables, no podrían sobrevivir a la crueldad de la ocupación sin ellos. Apreciamos enormemente estos proyectos. Al menos aquellos que no son corruptos o corrompen, como sucede en algunas ocasiones. Pero esto no significa que estemos convencidos de que esos proyectos, por sí mismos, junto a un compromiso abstracto con el concepto de «paz» puedan permitir que nuestra causa avance hacia la libertad y la justicia. Sólo terminando con la ocupación y el apartheid podremos llegar a ellas. Y, como nos dice la experiencia, el modo más moralmente justificable de caminar hacia ella es tratar a Israel como se trató a la Sudáfrica del Apartheid, aplicando contra el Estado diversas medidas de BDS en función de los contextos. No existe un camino mejor para luchar por la paz justa en Palestina y el conjunto de la región.

Omar Barghouti es coreógrafo freelance, analista cultural y miembro fundador de la Campaña Palestina de Boicot Académico y cultural al Estado de Israel. (www.PACBI.org).