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«Nuestra credibilidad como políticas va en función de la ropa que llevamos»

Fuentes: Info Libre [Foto: Lilith Verstrynge, Cuca Gamarra, Begoña Villacís, Miriam Nogueras, Sira Rego, Mónica Oltra, Mertxe Aizpurua, Meritxell Batet, Mónica García y Pilar Vallugera (IL)]

La cúspide de los partidos es terreno hostil para las mujeres. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, puede dar fe de ello. La pasada semana sufrió un nuevo desplante machista ante la pasividad del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. Ocurrió durante un saludo de protocolo, en el que el ministro de Asuntos Exteriores de Uganda, Jeje Odongo, ignoró a la mandataria belga y fue directo a saludar con un apretón de manos a los dos otros hombres presentes en la sala: el propio Michel y el presidente francés, Emmanuel Macron.

Este fenómeno no es nuevo y responde a una sola palabra: machismo. Las mujeres que participan de forma activa en política son juzgadas de forma muy distinta que sus compañeros varones. Su talla de pantalón, su sexualidad o su manera de vestir son objeto de críticas. Las redes sociales son la máxima expresión de la misoginia. Una forma de desacreditar a las mujeres se manifiesta no sólo en insultos directos, sino que también se encuentra arraigada en los juicios de valor, los piropos, la sobreprotección, aspectos que poco tienen que ver con las ideas políticas de sus protagonistas.

De todo ello hablan las diez mujeres que han participado en este reportaje de infoLibre: Meritxell Batet (PSC-PSOE), presidenta del Congreso; Cuca Gamarra (PP), portavoz en la Cámara Baja; Mónica Oltra (Compromís), vicepresidenta del Ejecutivo valenciano; Begoña Villacís (Ciudadanos), vicealcaldesa de Madrid; Mónica García (Más Madrid), líder de la oposición en la Asamblea madrileña; Mertxe Aizpura (Eh Bildu), portavoz del espacio abertzale; Míriam Nogueras (Junts per Catalunya), su homóloga en el partido catalán; Sira Rego (IU), eurodiputada y vicepresidenta de Izquierda Europea; Pilar Valluguera (ERC), diputada y vicepresidenta segunda de acción política, y Lilith Verstrynge (Podemos), secretaria de organización de la formación morada.

«Esto no le hubiera pasado a un hombre»

«Tener ambición es visto como algo positivo en un hombre, pero no en una mujer. Si eres ambiciosa también hay algo perverso ahí. A mí me han llegado a decir que soy una mantis religiosa, un insecto que arranca la cabeza y devora las partes del cuerpo de los machos con los que se aparea», explica Oltra. «A un hombre jamás le hubieran llamado así. Jamás», añade.

«Lo más agresivo que he vivido yo en política es cuando me han llamado ‘puta’ en alguna manifestación«, relata Villacís. «Muchas de las cosas que se han dicho sobre mujeres políticas, de distintas formaciones, no se hubieran atrevido a decirlas si se hubiera tratado de hombres, estoy segura», concede Gamarra.

Mónica García explica que, cuando era portavoz en la comisión de Sanidad, al resto de portavoces hombres «se les llamaba señor o doctor y a mí me llamaban Mónica. Eso me pasó muchísimas veces», asegura. «En una presentación de un evento, el moderador lo único que destacó de mí es que yo tenía unos hijos maravillosos».

Sira Rego procede del ámbito municipalista y recuerda la época en la que fue concejala de Hacienda y de Urbanismo. «Llegaba gente para reunirse conmigo y si me pillaban en el pasillo me preguntaban por la persona a cargo como si yo fuera una asistente. No sé cuantas veces me pasó. Al final dejé de contarlas», asegura.

Un caso similar al de Mertxe Aizpurua. «Yo fui alcaldesa de mi pueblo y notaba la condescendencia con la que me trataban los promotores inmobiliarios por el hecho de ser mujer», asegura. «Me intentaban apabullar. Y yo, que no soy mucho de tacones, en esas reuniones me los ponía para pisar fuerte».

Vallugera solo se tiene que remontar unas horas atrás. «Ayer terminé una reunión en la que hablábamos de propuestas programáticas y estratégicas sobre temas legislativos. Al final la reunión derivó en que yo tenía un carácter muy fuerte, que era muy difícil pactar conmigo y lo mal que lo tendrían que estar pasando mis hijos y mi marido (que no tengo). Te quedas estupefacta con el hecho de que eso sea un argumento en la negociación. Lo que busca desempoderarte y hacerte vulnerable».

«Me dijeron que me ponía pantalones cortos para ganar votos»

Las políticas consultadas para la elaboración del reportaje coinciden en que a ellas se les juzga mucho más por cómo visten que a los hombres. Miriam Nogueras lo ha vivido en primera persona. «A mí me encanta ir con pantalones muy cortos. Una vez fui con ellos al Congreso y me preguntaron: ¿así vas? Aunque fue peor en una tertulia, antes de ser diputada, en la que un señor me dijo que me ponía esa ropa porque enseñando cacho ganaba votos. Tomé la decisión de ir con shorts en todos los programas».

Foto: La portavoz de Junts per Cataluña, Míriam Nogueras

Por otra parte, la diputada de EH Bildu pone el foco en el papel de los medios. «En la crónica social que se hacía de la actividad del Congreso nos juzgaban a nosotras por el estilismo y a ellos por los discursos. Recuerdo que se metían con mi corte de pelo y mi peluquera estaba muy enfadada (risas)». «Nuestra credibilidad va en función de la ropa que llevamos», añade Nogueras.

«A las mujeres se nos juzga cómo vestimos, los kilos que pesamos, el pelo que llevamos«, lamenta también Oltra. «Los comentarios sobre el aspecto físico son recurrentes», coincide Villacís. «La imagen que proyectas tiene que ser muy sobria, muy neutra, porque estás sometida constantemente al escrutinio», valora Rego.

«Yo sigo viendo y escuchando en el propio hemiciclo del Congreso actitudes y comentarios machistas dirigidos a ministras y diputadas, unos comportamientos muy alejados de lo que debe representar el Parlamento. Personalmente, desde la Presidencia, he sentido en muchas ocasiones faltas de respeto que estoy segura de que si fuera un hombre no se producirían», asegura Batet.

«Has llegado hasta aquí por ser la supuesta amante de o la hija de»

Otro de los comentarios recurrentes que reciben las mujeres que participan en política, especialmente si son jóvenes, es a propósito de la ‘tutela’ que ejercen sobre ellas hombres «más inteligentes y válidos». Le ocurrió a Lilith Verstrynge. «Han querido justificar mi participación en política por ser la supuesta amante de, la hija de… solo por mencionar algunos ejemplos. Intentan privarnos de la posibilidad de tener una biografía y una existencia propia: todo lo que seamos, lo seremos dependiendo de lo que sea el hombre que tengamos cerca», expone.

Una opinión compartida por Mónica García. «Parece que nosotras estamos de señuelo, que siempre hay hombres que nos están manejando, manipulando o susurrando por detrás. Nos vienen a decir que nosotras estamos un poco de atrezzo. Esa idea sobrevuela en todo momento», lamenta.

Lo que denuncian Verstrynge y García también es extrapolable a lo que le sucede a la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso con su jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez. De él dicen que es el «cerebro» del éxito de la dirigente del PP, mientras que ella es algo poco más que su marioneta. Este diario ha contactado con su equipo para incluir su testimonio en el reportaje, pero no ha obtenido respuesta.

El papel de las redes sociales

En el espacio online se reproducen las mismas sombras, los mismos obstáculos y los mismos lastres que en la vida real. Entre ellos, la violencia contra las mujeres. El pasado año la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, anunciaba que dejaba Twitter por la creciente hostilidad en la red social, donde cultivar el debate e intercambiar opiniones se hacía cada vez más difícil, a juicio de la regidora. «A la política le sobra ruido, testosterona y proclamas de tuit fácil«, decía.

A Mónica Oltra no le extrañó la decisión de la alcaldesa de Barcelona. «Es inevitable tener momentos de bajón cuando lees cosas tan crueles. La gente se parapeta en el anonimato para verter comentarios hirientes«, asegura. «Cada vez hay más mujeres que se ponen el candado en Twitter y eso no es casual. Yo lo paso mal, pero es que también lo leen mis hijos, y eso todavía es peor».

Gamarra también cree que «en las redes sociales se necesita respeto»: «Creo que es un ámbito en el que cabe mejorar mucho en este sentido, porque se malinterpreta el anonimato», razona. «Tardas un tiempo hasta que te das cuenta de que te tienes que abstraer de lo que allí se diga», opina García.

Los hombres nos explican cosas

Mansplaining. Dícese de aquella explicación paternalista dada por un hombre a una mujer, sin que el primero tenga en cuenta que la segunda puede saber más que él en ese tema concreto. Quien lo ha vivido lo sabe.

Meritxell Batet lo explica así: «Recuerdo numerosas reuniones en los que alguno de los hombres de la sala te interrumpe para explicarte algo que ya había explicado. Eso me pasó sobre todo en mi juventud. Pero la condescendencia o la impresión de que los hombres han de tener la última palabra es algo que incluso ahora sigo percibiendo en muchas ocasiones».

«Hay un machismo implícito cuando compañeros de tu mismo grupo ningunean tus argumentos y luego los replica un compañero hombre y a él le aplauden«, reflexiona Pilar Vallugera. «El machismo no es solo la agresión física o la agresión verbal. También lo es que no se te reconozca la autoridad cuando la estás ejerciendo», sintetiza. Aizpurua coincide: «En reuniones lo habitual es que los hombres hablen primero, hagan intervenciones muy largas y, además, repitan lo que tú ya has dicho».

Nogueras también asegura que «son los hombres los que acaparan las conversaciones»: «A nivel interno de los partidos se está trabajando para que no pasen estas cosas, pero la realidad es que los hombres se aprovechan de que aún existe el machismo. Y aunque escuchemos discursos en favor de la igualdad y de la paridad, desafortunadamente hay muchos que se llenan la boca con eso pero luego son directamente misóginos».

La falta de liderazgos femeninos

Un trabajo académico publicado recientemente en España que cubre los primeros 40 años de la democracia (1974-2018) acreditó el elevado peaje de entrada para las mujeres al liderazgo de los partidos. En los 84 procesos electorales analizados, solo una, Rosa Díez, llegó a liderar un partido, UPyD. Hubo otras que intentaron llegar hasta la cúspide pero fracasaron en el intento, como Matilde Fernández, Carme Chacón y Susana Díaz (PSOE); Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal (PP); Ángeles Maestro (IU); Irene Lozano (UPyD). El porcentaje de éxito de las mujeres en procesos con competición es de un 11,1%.

Foto: La exvicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría, durante su intervención en el Congreso extraordinario del PP que finalmente eligió a Pablo Casado.

«Lo cierto es que el corte inicial está en la afiliación a los partidos políticos. Se afilian muchos más hombres«, afirma Villacís, que también sitúa el foco en el hecho de que las mujeres que están en primera línea de la política «no tienen hijos o tienen pocos», algo que no sucede con los hombres. «Eso responde a lo exigente que es este trabajo».

«Las afiliaciones en las formaciones políticas siempre son asimétricas y los liderazgos de mujeres, escasos«, confirma Rego. «Hay mujeres que no se sienten cómodas para exponerse, para debatir delante de hombres y hay algunos que aprovechan esas circunstancias para apropiarse de sus ideas. La ocupación del tiempo, del espacio, es completamente desigual», resume.

¿La solución? Explicar la importancia de hacer política para que no te la hagan otros a ti. «No existen las políticas feministas sin mujeres en los gobiernos, sin mujeres en el poder. Estamos reclamando nuestros espacios de poder y que vinimos para quedarnos», opina Verstrynge. «Cuando una mujer entra en política cambia la mujer, pero cuando muchas mujeres entran en política, cambia la política», zanja Vallugera.

Fuente: https://www.infolibre.es/politica/credibilidad-politicas-funcion-ropa-llevamos_1_1220554.html