Mientras esperaba por una cola el fin de semana, escuché la conversación de dos jóvenes sobre acontecimientos políticos relevantes para Cuba: la victoria de Trump, la partida de Fidel, las elecciones de 2018. Ante cada comentario de uno de ellos, el otro respondía: «y eso, brother, a mí ¿cómo me afecta?». La conversación (triste podría […]
Mientras esperaba por una cola el fin de semana, escuché la conversación de dos jóvenes sobre acontecimientos políticos relevantes para Cuba: la victoria de Trump, la partida de Fidel, las elecciones de 2018. Ante cada comentario de uno de ellos, el otro respondía: «y eso, brother, a mí ¿cómo me afecta?».
La conversación (triste podría decir), refleja un panorama que cada vez se muestra más ante nuestros ojos: la desconexión entre la vida privada de los ciudadanos y la vida política de la nación. ¿Cuán despolitizados estamos o cuánto nos estamos despolitizando? ¿Cuán dañino puede ser para una sociedad que quiere construir el socialismo la despolitización de la vida de los ciudadanos?
Respecto a la primera pregunta, aun sin datos que puedan mostrarlo, se pueden marcar tendencias inequívocas que ya tienen larga data: la disminución en la membresía de las organizaciones políticas, los jóvenes que no quieren pasar al Partido o ingresar a la UJC, los que «pierden» sus expedientes, el rechazo a decir lo que se piensa en los espacios diseñados para ello.
La despolitización responde objetivamente a los efectos de la globalización; el american dream (que es una clara invitación a despolitizarse) no entiende de fronteras y la nuestra es una sociedad cada vez más conectada familiar, económica, tecnológica, cultural y financieramente con el mundo. También responde a los efectos de la subversión ideológica del gobierno norteamericano, en medio de una extendida etapa de escaseces materiales.
Pero, ¿por qué hablamos tan poco de las razones propias que empujan (y con mucha fuerza) a la despolitización?, ¿por qué hablamos tan poco de las razones sobre las que podemos influir nosotros mismos? El día que superemos muchas de ellas la subversión morirá por inanición.
Mientras se «cocinen» las reformas a la Constitución o la Ley Electoral a puertas cerradas; mientras no importe lo que digan nuestros cineastas en asambleas de tres años; mientras la Asamblea siga votando unánime aun cuando se haya propuesto lo contrario; mientras, al menos, alguien no nos explique por qué pasa todo eso, caminará la despolitización.
Mientras se vea la política como una cuestión reservada a unos pocos; mientras la visión del gobierno sobre temas medulares nos llegue en unas telegráficas y poco frecuentes notas de prensa; mientras se subvalore la inteligencia y la capacidad de nuestra gente para participar, caminará la despolitización.
Mientras sea más importante preservar el control (muchas veces solo en la forma) que alcanzar los propios objetivos que se plantean o aprovechar oportunidades; mientras se siga a la defensiva en muchos temas por el simple hecho de ser lentos en aceptar la sociedad realmente existente, caminará la despolitización.
Mientras la prensa siga anquilosada; mientras no se entienda que en el mundo actual no existe posibilidad de silenciar o censurar casi nada y que la única manera de ganar la batalla ideológica es informando más y mejor; mientras prevalezca la concepción de que la mejor propaganda es la saturación de una visión modélica del país, caminará la despolitización.
Mientras nuestras organizaciones se parezcan poco a quienes representan; mientras sigamos utilizando las armas de ayer para atacar los novedosos problemas y escenarios de hoy, bajo el vacío slogan del «cambio en los métodos y estilos de trabajo», caminará la despolitización.
Mientras nadie medie para resolver los conflictos que se divisan hoy entre sectores de la izquierda (fundamentalmente en la red); mientras se ataque al pensamiento diferente; mientras no se entienda que en la red se juega hoy una batalla crucial por la unidad y que luchar por la unidad no es restar, sino sumar y multiplicar, caminará la despolitización.
Mientras nuestros trabajadores (los hombres y mujeres nuevos que se «gastan» el sudor de la nación) no tengan conexión y con ello la posibilidad de aportar novedad a las muchas veces viciadas verdades de una red de «los que tienen internet»; mientras nuestros líderes y organizaciones no pasen activamente al debate en la red, caminará la despolitización.
Mientras no se entienda que el tiempo es una variable muy importante para un país y las vidas individuales de sus ciudadanos, caminará la despolitización.
Mientras jóvenes revolucionarios (no importa si muchos o pocos) sientan que decir las verdades, asumir riesgos, pedir más socialismo, intentar participar, es mal visto e incluso motivo para hacerte a un lado, caminará la despolitización.
No hay que sentir vergüenza por todas las cosas que tenemos que superar. Somos el resultado de una herejía descomunal, con todas sus virtudes y defectos. Lo letal es no hablar de ello.
Porque si mañana aumentan los salarios, se unifica la moneda, viene la inversión extranjera «en masa», nos llenamos de grúas, turismo, americanos y divisas, y se mantiene la tendencia a la despolitización, produciremos más riquezas, pero nadie asegura que las repartamos bien, ni siquiera que los cubanos podamos quedarnos con la mayor parte. Estaremos construyendo una economía dinámica, quien sabe si un «tigre caribeño», pero para nada una sociedad socialista.
¿La solución a nuestros problemas será (como sugiere el paradigma del capital) darle mejoras económicas a la gente y «dejarla tranquila»? ¿El problema de la política será su carácter «intrusivo» o que no estamos produciendo una política que le sirva a la gente para sentirse dueños de los medios de producción fundamentales, para sentirse dueños y garantes del rumbo de la sociedad?
En el socialismo, no nos equivoquemos, la política tiene que ser nuestro «pan de cada día».
Fuente: http://amanoysinpermio.blogspot.com/2017/05/nuestro-pan-de-cada-dia.html