Con independencia del estudio en detalle de las particularidades del conflicto sirio, existe una premisa de la que debería partir cualquier mirada: los intereses del complejo militar-industrial de Estados Unidos. Las grandes corporaciones belicistas requieren guerras cada pocos años para la renovación del material y que el gran negocio prosiga. Así lo considera el activista […]
Con independencia del estudio en detalle de las particularidades del conflicto sirio, existe una premisa de la que debería partir cualquier mirada: los intereses del complejo militar-industrial de Estados Unidos. Las grandes corporaciones belicistas requieren guerras cada pocos años para la renovación del material y que el gran negocio prosiga. Así lo considera el activista y analista internacional Carlos Martínez, quien colabora en medios de comunicación públicos de Rusia, Irán y Venezuela en los que expone su interpretación de lo que ocurre en Siria. Carlos Martínez se muestra partidario de explicaciones sencillas que reduzcan una complejidad «artificialmente creada por los medios de comunicación».
-¿Por qué consideras que Obama resuelve precisamente ahora atacar Siria?
-Por la sencilla razón de que primero atacaron Libia y, cuando vuelve a acumularse el stock de armamento, le toca a otro país, en este caso Siria. Hay un ciclo por el cual cada dos, tres, cuatro años, se hace necesario un conflicto bélico y, por tanto, bombardear un país. Así se renueva la carrera armamentista, sometida a la presión de un poderoso lobby industrial del que forma parte, por ejemplo, el senador republicano John McCain.
-En esta ocasión lo justifica Estados Unidos por el uso de armas químicas por parte de Bashar al-Assad.
-Se trata de una razón muy hipócrita. Porque Estados Unidos e Israel han utilizado profusamente las armas químicas. El mayor uso que se ha hecho de las mismas en el siglo XX ha sido, precisamente, por parte de Estados Unidos en Vietnam. Y todavía hoy pueden apreciarse las consecuencias. Asimismo, Israel utilizó el fósforo blanco en los bombardeos a Gaza. Sadam Hussein también hizo uso de armas químicas contra los kurdos e Irán con la aprobación y el suministro de los países occidentales.
–¿Qué bando ha utilizado armamento químico en Siria?
-Por el informe de Médicos Sin Fronteras, parece ser que sí ha habido un ataque con armas químicas en Siria, que ha producido más de 350 muertos. Pero lo más probable y razonable es que sean los llamados «rebeldes» quienes estén utilizando estas armas. La ex fiscal jefe de la Corte Penal de la ONU, Carla del Ponte, y las autoridades turcas han confirmado que los rebeldes han usado el gas sarín. Por el contrario, ninguna autoridad occidental ha presentado pruebas de que Bashar al-Assad haya utilizado armas químicas.
–¿Existen intereses económicos en Siria que expliquen el interés por atacar Siria?
-Los intereses son sobre todo geoestrátégicos. Aunque Siria dispone de reservas, escasas, de gas y petróleo. Con la agresión a Siria se trata de impedir el gasoducto que parte de Irán, pasa por Siria e Iraq, y llega finalmente al Mediterráneo (al mercado europeo).
–¿Y respecto a los intereses geopolíticos?
-Vivimos una gran partida de Risk en el tablero internacional. Desde la caída del muro de Berlín, Estados Unidos no ha hecho sino ganar terreno y recursos naturales. Es algo que está en la misma naturaleza del imperialismo. Estados Unidos lo ha hecho siempre con la coartada propagandística de la «democracia» y los «derechos humanos». Aunque en este caso intervienen también otros factores.
–¿Por ejemplo?
-La confrontación entre Irán y las monarquías del Golfo (Arabia Saudí, Qatar, Bahrein y los Emiratos Árabes). Las monarquías saudíes apoyan el Wahabismo (la rama más violenta e intransigente de la religión sunní), cuyo brazo armado es Al-Qaeda. Estas monarquías arman y financian a estos grupos, que llevan el terrorismo a países como Pakistán, Iraq, Siria, Libia, Egipto y la zona del Sahel (norte de África). En estos países se dedican a eliminar a todo aquél que no comulga con su credo (chiítas, alauitas, cristianos, kurdos, judíos y laicos, entre otros). De hecho, Estados Unidos se ha convertido en la aviación que apoya (desde el aire) las operaciones que desde el terreno realiza Al-Qaeda.
–¿Qué grupos componen la oposición en Siria, sobre la que ofrecen una imagen tan confusa los medios occidentales?
-Es cierto que existe una oposición siria de izquierda, de derechas y con representación de diferentes etnias y religiones. Pero no es menos cierto que el protagonismo en la lucha armada contra el gobierno lo está liderando Al-Qaeda. La oposición siria más racional entiende que la lucha armada, y el hecho de que se produzca una posterior intervención, han constituido un error. Los españoles esto lo pueden entender bien. Aquí hemos tenido durante 40 años un dictador mucho peor y nunca hemos pedido que nos bombardeara la OTAN. Además, nada tienen que ver el gobierno y la oposición sirios con la visión que nos trasladan los medios. Rafael Correa lo resume muy bien cuando dice que desde que se inventó la imprenta, se imprime lo que mandan sus amos.
–¿Tiene la religión en el conflicto tanto peso como habitualmente se le atribuye?
-En mi caso, parto de una posición marxista y, en consecuencia, se hace necesario diferenciar entre estructura económica y superestructura política e ideológica. Resulta muy obvio, desde este punto de partida, que se aprovechan la cuestión nacional o religiosa para la defensa de intereses ajenos a la clase trabajadora. Por ejemplo, en el caso de Siria, para enviar a la clase trabajadora a un conflicto armado que tiene como fin la privatización de los recursos energéticos de Siria.
–Por otra parte, ¿qué rol desempeña, a tu juicio, una potencia como Rusia?
-Cuando se rindió la Unión Soviética, fue a cambio de que Estados Unidos le permitiera participar en la mal llamada «comunidad internacional», de modo que Rusia pudiera conservar su influencia en el mundo. Lo que ha ocurrido después es que Estados Unidos le ha ido recortando esta influencia. Y se sienten engañados. Actualmente Rusia está recuperando el protagonismo internacional con el que contaba antes de la caída de la URSS.
–¿Y en cuanto a Francia?
-De entrada, Siria es una ex colonia francesa. Y Líbano es una parte de Siria segregada artificialmente por Francia para proteger a la comunidad cristiana. La gran contradicción es que Francia ahora está apoyando en Siria a los grupos armados que masacran a los cristianos. Por otra parte, Francia acaba de actuar en Mali para apoyar una dictadura militar con el pretexto de que iba a caer en manos de islamistas. Puede apreciarse que la política exterior francesa es netamente imperialista, y da igual que gobierne el partido socialista o la derecha.
–Arabia Saudí e Iraq, ¿Qué función desempeñan en el actual escenario?
-Arabia Saudí es el principal patrocinador de Al-Qaeda en Siria, como Qatar y el resto de monarquía absolutas del golfo. En cuanto a Iraq, se halla actualmente gobernado por la mayoría chiíta y, en consecuencia, es un aliado de Siria. Tal vez por ello Al-Qaeda haga estallar diariamente bombas en Iraq asesinando a población chiíta. Y eso que Iraq es actualmente un país prácticamente ocupado por Estados Unidos. Ahora bien, el gobierno iraquí ha prohibido el uso de las bases militares norteamericanas en su territorio y su espacio aéreo para una eventual agresión a Siria.
-¿Y el resto de los actores? En concreto, Líbano, Israel e Irán.
-Me preguntas por Líbano. Hezbolá es el único grupo que ha derrotado militarmente al régimen sionista, cuando logró expulsarlo del sur del Líbano. Hezbolá es, en la práctica y sobre el terreno, el principal enemigo de Israel y un firme apoyo del gobierno sirio. Por otra parte, Israel está bombardeando continuamente Siria y ocupa ilegal e ilegítimamente una parte del territorio sirio, los Altos del Golán. Irán también es aliado de Siria. Es, además, uno de los pocos países árabes no gobernados por sunnitas, sino por chiítas. Irán, en definitiva, se ve presionado por las monarquías del golfo y el sionismo.
.¿Te llama la atención que en Europa y, más en concreto, en el estado español, se reivindicara el «no a la guerra» contra Iraq pero no ocurriera lo mismo en el conflicto de Libia y ahora en el de Siria?
-Opino que esto se debe básicamente a razones mediáticas. Y, en el caso español, a los intereses de corporaciones empresariales como CEPSA, REPSOL o Iberia. PRISA y partidos como el PSOE ligados a este grupo empresarial hicieron una campaña muy eficaz contra la guerra. En los casos de Libia y Siria no existe un grupo de presión empresarial y mediático que lidere el «no a la guerra».
–Y, como casi siempre este tipo de escenarios, estalla el litigio en el campo de la izquierda.
-Las dudas han surgido en Europa y, más concreto en la izquierda española. En América Latina y el resto del mundo no hay vacilaciones. Opino que existen pequeños grupúsculos que se creen que lo que está ocurriendo en Siria es una revolución. Es una cosa de locos. A mi juicio, apoyar a Al-Qaeda y no recordar el resultado de la «revolución» en Libia es abundar en el error. Hubiera sido mejor que esta izquierda reconociera sus fallos en el análisis. Además, este tipo de posturas llevan a que la izquierda tenga muchos problemas para acceder al poder.
–Por último, ¿Qué consecuencias vaticinas si finalmente se produce la agresión?
-Habría que esperar a que se produzca. Si vencen finalmente los rebeldes, el país se convertirá en un nuevo «estado fallido», como Iraq y Libia. Además, se perderán las escasas conquistas sociales que se habían logrado. Pero si el frente antiimperialista (Bachar-el-Assad, Hezbolá e Irán) vence en el conflicto, no me atrevo avanzar como el eje imperialista encabezado por Estados Unidos reaccionará ante el nuevo escenario.
–Por último, ¿Consideras que se trata de un conflicto «complejo» y con variables difíciles de entender para la gente común?
-El asunto es complejo por una razón. Porque lo complican los medios de comunicación y determinados analistas. Pero la realidad es muy sencilla. En el caso de Siria se produce una guerra civil, entre una dictadura «mala» y otra dictadura venidera que será infinitamente peor. Al final, se trata de una lucha entre el imperio y un pequeño país que no forma parte del mismo.
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