Recomiendo:
0

Obama y Cuba: ¿Tiempo de cambio?

Fuentes: La pupila insomne

En las últimas semanas hemos sido testigos de numerosos acontecimientos en relación con la política norteamericana hacia Cuba. Se trata de hechos que, vistos de conjunto, parecieran estar colocando en un callejón sin salida la estrategia de confrontación que alientan sectores extremistas de origen cubano, de la que, sin embargo, la administración norteamericana no acaba […]

En las últimas semanas hemos sido testigos de numerosos acontecimientos en relación con la política norteamericana hacia Cuba. Se trata de hechos que, vistos de conjunto, parecieran estar colocando en un callejón sin salida la estrategia de confrontación que alientan sectores extremistas de origen cubano, de la que, sin embargo, la administración norteamericana no acaba de distanciarse.

De un lado, están los recientes reclamos de voces muy influyentes en Estados Unidos, como el ex mandatario James Carter -que acaba de visitar la Isla y solicitar el fin del bloqueo económico, la libertad de los Cinco antiterroristas cubanos presos en EE.UU., y el levantamiento de la prohibición de viajar a Cuba para los ciudadanos norteamericanos. Algo que ha sido seguido por el anuncio del presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, John Kerry, de que se opondrá a la asignación de más fondos para la subversión anticubana.

Del otro, está la sucesión de fracasos acumulados por la «oposición» que la Oficina de Intereses de EE.UU. maneja en la Isla y que, según han descrito los mismos diplomáticos norteamericanos carece absolutamente de influencia entre lo que ellos llaman los «cubanos de a pie».

Por otra parte, las autoridades cubanas han liberado a todos los prisioneros condenados en 2003 por conspirar con la representación estadounidense en La Habana para provocar una escalada en la tensión con Estados Unidos, como reconociera el ex Subsecretario de Estado, Roger Noriega. Los poquísimos que entre los excarcelados decidieron permanecer en Cuba han dejado de ser noticia hasta para la prensa de Miami.

El llamado a un «Levantamiento popular en Cuba» para el pasado 21 de febrero, que terminara con ciento por ciento de ausencia, devino el prólogo de un calendario que con igual resultado coronó títulos rimbombantes como «Marcha Nacional Zapata Tamayo» para el 23 del mismo mes; hasta las orientaciones a las «Damas de Blanco», impartidas por el presidente Barack Obama desde Chile para que continúen marchando bajo la supervisión de sus diplomáticos en la Isla – aún cuando la excarcelación de sus familiares terminó con la supuesta causa de su reclamo-, han culminado en una cosecha de ridículos a la que ningún gobierno en su sano juicio debería asociarse. Aplicando algo tan caro al capitalismo como el pago a destajo, si los protagonistas de estos hechos cobraran de acuerdo a su influencia real no merecerían un solo centavo de los contribuyentes norteamericanos.

Para mayor desgaste, todo esto ha ocurrido con telones de fondo como el juicio por perjurio en El Paso, Texas, al terrorista Luis Posada Carriles -que ha evidenciado las conexiones, probadas por el FBI, entre el financiamiento del terrorismo anticubano y connotadas figuras de la política en Washington y Miami. Además, las denuncias publicadas en la serie Las Razones de Cuba han destapado, a través de varios agentes de la Seguridad Cubana reclutados por los servicios especiales estadounidenses, las actividades que con fondos públicos norteamericanos se organizan en Estados Unidos y La Habana para cumplir con la estrategia de «cambio de régimen» lanzada a través del llamado Plan Bush que Obama no ha detenido. Tanto la vieja disidencia como las nuevas figuras construidas a base de jugosos premios, campañas mediáticas y facilidades tecnológicas entregadas por EE.UU., han sido mostradas en esta serie en sus vínculos con altos funcionarios norteamericanos. A pesar de los esfuerzos de Washington y de algunos de ellos por mantenerlo en secreto, ha quedado demostrado que no hay una sola de estas personas que no haga su labor a cambio de dinero y en obediencia a instrucciones de los agentes norteamericanos de visita o con permanencia en Cuba.

Aunque estos elementos no han sido reflejados por la gran prensa norteamericana, los decisores de políticas en Washington, y sobre todo personas influyentes cercanas a ellos, sí deben estar tomando nota de los mismos. Si, como anunció en su visita a La Habana, Carter presentó un informe al presidente Obama sobre lo que vio en Cuba, en él estarán numerosos argumentos para cambiar la política hacia la Isla, incluyendo su testimonio sobre el carácter raquítico y mediocre de los cuatro gatos que -con conocimiento de causa- la representación diplomática de Estados Unidos le presentó engañosamente como «sociedad civil cubana», en un acto más destinado a los medios que a la política real.

Se lo dicen desde sus funcionarios en la capital cubana hasta el expresidente de su Partido con más ética en los últimos cincuenta años: financiar artificialmente una oposición en Cuba no da resultado. Para colmo, el deseo más íntimo de algunos de estos personajes, como ha confesado desde Barcelona uno de los mentores de la llamada «ciberdisidencia», es que Estados Unidos le resuelva su problema mediante una invasión a la Isla, lo que ha venido a reafirmar uno de los principales valedores de esta «oposición», José María Aznar. El expresidente del gobierno español ha dicho a voz en cuello lo que muchos de ellos sueñan: aplicar a Cuba la receta de Libia. Bastantes problemas tiene Obama para que quienes desean embarcarlo en una nueva aventura decidan el rumbo de su política hacia la mayor de las Antillas, a cuenta de un dinero que en Washington anda cada vez más escaso.

Fuente: http://lapupilainsomne.wordpress.com/2011/04/03/obama-y-cuba-%C2%BFtiempo-de-cambio/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.