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Ojalá no entiendan que ha pasado en San Fermín

Fuentes: Rebelión

Se puede escribir sobre el encierro y su futuro incierto o sobre las corridas y su futuro menos incierto. Sobre la obsesión de la tele por el besuqueo de medallas y el santiguarse obsesivamente de unos tipos raros con camisetas raras. Sobre «los castas de Pamplona» que, cual casposos sacerdotes, indican dónde, cómo y cuándo […]

Se puede escribir sobre el encierro y su futuro incierto o sobre las corridas y su futuro menos incierto. Sobre la obsesión de la tele por el besuqueo de medallas y el santiguarse obsesivamente de unos tipos raros con camisetas raras. Sobre «los castas de Pamplona» que, cual casposos sacerdotes, indican dónde, cómo y cuándo hay que estar, pensando que sus «momenticos» son los de todos. Sobre los muchos que curran. Sobre los que del fiestón consiguen un suculento negocio. Sobre el alcohol, el pis o el ruido que tienen que sufrir algunos vecinos y la complejidad de conciliar derechos, disfrutes e intereses económicos. Sobre la estupidez de quienes rocían de vino su ropa, como si la acción les proporcionara carné de bebedores y beber fuese un valor. Sobre los ojos aterrados de los niños bajo el kiliki. Sobre el poderío de las adolescentes que, rebosantes de orgullo e ilusión, se asoman por primera vez a la fiesta el seis de julio. Se puede escribir…

Pero esta vez, no. Ésta las tripas piden escribir de la violación en nuestras calles de una chica de Madrid por parte de cinco sevillanos de los que uno era guardia civil y otro militar profesional. Aunque no ha sido la única violación ni el único hecho de este carácter, es el que más ha sacudido a los ciudadanos de Pamplona.

Presumiblemente, siempre han tenido lugar hechos similares, pero las mujeres no habían tenido el valor de éstas a la hora de denunciar. Es algo que a ellas debemos agradecer.

Ha sido admirable, y sorprendente en una ciudad desbordada de gente, la eficiencia de los policías forales o municipales a la hora de detener a los presuntos agresores. Igualmente ha sido admirable la respuesta de los ciudadanos acudiendo en masa a las diferentes concentraciones de repulsa.

Nos preguntamos qué puede hacerse para que, como decía el alcalde, un 50% de la población pueda disfrutar como el resto.

Es preciso que las víctimas denuncien. Es preciso que actúe y denuncie cualquier ciudadano que presencie cualquier hecho. Es preciso que toda la ciudad asuma el rechazo.

Es preciso que se juzgue a estos terroristas, que se impongan las penas más duras. Es preciso que cuando sean condenados corra su foto en su ciudad, en su entorno. Es preciso que sus padres y madres, sus parientes, sus vecinos, sus conocidos, sus compañeros de trabajo… les muestren su repulsa ante semejante brutalidad. Es preciso también que la cárcel sirva para reeducarlos. No tienen cabida en la sociedad semejantes descerebrados.

En mi opinión es en la Educación donde, a la larga, está la salida.

Si algo es Educación, es aprender a relacionarse y entender que el compañero y la compañera son iguales. Iguales, de verdad, creyéndolo.

Educación es aprender a relacionarse y entender al compañero o compañera, sean chico o chica, sean simpáticos o calladitos, guapísimos o más feos que Picio; comporten síndrome down, parálisis cerebral o ceguera; sean gordos o flacos, les atraiga su género o el contrario, sean ricos o pobres, sean sudaneses, sirios, gitanos, marroquíes, rumanos, afganos, chinos, andinos… españoles o vascos.

Educación es entender, comprender y asumir, pero de verdad, convencidos, que todos somos iguales.

Muchos profesores y profesoras lo trabajan día a día. En institutos se ha trabajado en clases de ética, educación para la ciudadanía, incluso en alguna de religión, o en proyectos o trabajos transversales. Pero no se trata de eso.

La consecución de ese Objetivo está por encima de cualquier contenido académico, por más que éstos sean absolutamente necesarios. Es necesaria un área, asignatura o espacio de trabajo, de igual, o mayor, importancia que las matemáticas, el lenguaje o las ciencias sociales, cuyo Objetivo fundamental es que el alumno comprenda y asuma que todos somos iguales, de verdad. Objetivo que necesariamente ha de ser evaluable, tiene que ser evaluado y, sin cuya adquisición, nadie debería aprobar nivel educativo alguno.

Todas esas evaluaciones, revalidas, Informes PISA que manipulan, cacarean o esconden, los ministros de educación y los propagandistas del régimen, carecen de sentido alguno, si no evalúan la consecución por parte del alumno de este Objetivo fundamental.

Claro, suponiendo que persigamos una sociedad justa, democrática, de personas. Puede ser que precisamente el problema radique en que agentes muy poderosos no pretendan, y teman, ese tipo de sociedad. Puede ser que prefieran un conjunto de borregos carentes de sentido crítico que funcionen en las empresas.

Habría que empezar aquí en Navarra a plantear otro Curriculum. Por más que los de siempre corrieran al inculto Wert de turno y a sus jueces para paralizar la ley, a pesar de las competencias. También podría darse una giro copernicano en el Estado y que se cambiara el Curriculum general. Todo es posible. En todo caso habría muchas reticencias.

Es lógico. Si se consiguiese que esos niños que hoy bailan con los gigantes, además de instruidos y capaces, asumiesen de verdad que todos, TODOS, somos iguales, en unos años habría una sociedad distinta.

Esos futuros adultos no soportarían, como nosotros hemos soportado, que unos desalmados armaran guerras con cientos de miles de muertos, infinidad de heridos, desplazados y refugiados en países con personas iguales a nosotros y nosotras para enriquecerse, robar gas, petróleo y coltan o dominar un espacio completamente alejado de sus fronteras.

Esos futuros adultos no soportarían, como estamos soportando nosotros, que se provoque la muerte en el Mediterráneo de personas iguales a nosotros y nosotras, mientras huyen de la guerra que les hemos creado.

Esos futuros adultos no soportarían, como nosotros estamos soportando, que se coloquen «concertinas» a personas similares a nosotros que huyen del hambre.

Esos futuros adultos se avergonzarían y renegarían de nuestros malvados ancestros, españoles, vascos o europeos, que arrasaron las gentes que vivían en América, trasvasaron, tras esclavizar, ingentes masas de africanos y se repartieron el dominio extractor de Asia y África.

Esos futuros adultos no hubiesen dado un voto, como nosotros, a una mafia corrupta que ha desmantelado la Sanidad Publica, la Educación… ha robado con descaro, ha llenado los bolsillos de sus amigos, ha empobrecido a millones, se reparte los puestos de grandes empresas y está dilapidando la Seguridad Social y las pensiones.

Esos futuros adultos no entenderán cómo, en 2016, cuando ellos bailaban con los gigantes y corrían ante Caravinagre, cinco energúmenos descerebrados pudieron ser capaces de encerrar a una chica en un portal, violarla de uno en uno y grabar su abominable gesta.

Con un mínimo de imaginación y empatía, lo único que uno puede experimentar es asco y rabia.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.