Batarseh está en Asturias porque los palestinos le votaron como alcalde de Belén, pero también y sobre todo porque, aparte de aquellas papeletas, ha conseguido un papel oficial con todos los símbolos y sellos judíos, un permiso para salir y entrar de Belén, válido entre las 22:00 y las 5:00 y para los próximos tres […]
Batarseh está en Asturias porque los palestinos le votaron como alcalde de Belén, pero también y sobre todo porque, aparte de aquellas papeletas, ha conseguido un papel oficial con todos los símbolos y sellos judíos, un permiso para salir y entrar de Belén, válido entre las 22:00 y las 5:00 y para los próximos tres meses. Sin ese aval, por muchos votos que le den, este médico metido a la política con la esperanza de curar algo, no podría ni atravesar los cuatro kilómetros que hay entre su ciudad y Jerusalén. Por eso, por mucho símbolo y palabra hebrea que lleve, lo guarda bien doblado en la cartera, cerca del pecho y junto a la foto de unos hijos que se le marcharon, buscando una vida mejor, a Estados Unidos.
— Cómo es un día normal cuando uno trabaja de alcalde de Belén?
–Hace un año, cuando llegué, la municipalidad estaba en números rojos, no he recibido ni un céntimo de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) porque tampoco tienen, y los palestinos están tan empobrecidos que no pueden pagarte impuestos, así que últimamente he estado pidiendo préstamos para pagar salarios. Eso y dar cuatro entrevistas diarias a medios extranjeros: todos quieren saber qué pasa. Es un cargo con más representación que gestión.
–Hicieron elecciones, las ganó Hamas, y la Unión Europea asegura que retirará sus ayudas a este gobierno, no vaya a ser que los euros acaben comprando armas. Esto, se entiende bien en Palestina?
— Claro que no! Se nos pidió que hiciéramos elecciones, y las hemos tenido más limpias que ningún otro país en el mundo. Ahí hay un resultado, lo que la gente quiere, y esa voluntad popular debe ser respetada por todo el mundo, porque si no, en el futuro, no vamos a tener nunca más elecciones.
–Pero hablar con Hamas da miedo.
–Hay que hacerlo, hay que intentarlo para acercar posiciones. De manera indirecta se sabe que el nuevo gobierno está dispuesto a aceptar que la solución final sea la existencia de dos estados, y no hablar con ellos es boicotear a los que empujan por esa vía. Además el bloqueo a la ANP quien lo acaba pagando es el pueblo palestino, al que se hace más pobre y que sufra más. Y eso es algo que puede tener consecuencias en todo el mundo.
–Supongo que es la pregunta que más le harán fuera: de esto, cómo se sale?
–Habrá paz al día siguiente de que nos reconozcan el derecho a un estado propio. Lo que no se puede hacer es pedir que reconozcamos a Israel: si el fuerte no reconoce el derecho de existir del débil, la ecuación no funciona.
–Dicen que en su ciudad nació Jesucristo, pero cada vez le quedan menos cristianos.
–Con sus muros y sus controles están haciendo de Belén una cárcel. Es normal que la gente marche, aunque para preservar la cristiandad de Belén, Arafat puso que por ley el alcalde de esta y otras siete ciudades debe ser católico.
–Usted dice que una peregrinación de cristianos a Belén acabaría, al menos moralmente, con ese muro que hace Israel. Quizá si el Papa les ayudase…
–Fuí a ver al nuevo Papa, pero me dijo que rezaría por nosotros, y los palestinos necesitamos algo más que oraciones. El año que viene viaja a Tierra Santa, y espero que ahí nos ayude algo más. Belén es la cuna del cristianismo, pero no se la trata como tal; Estados Unidos o Gran Bretaña no hacen más que asfixiar a esta ciudad para sacar adelante su política exterior, que además no es suya, es la de Israel.
— Tiene amigos israelíes?
–Claro, algunos, y todos creen que la solución son los dos Estados, como mucha gente.
— Se ha planteado alguna vez cómo pensaría de haber nacido en una familia israelí?
–De alguna forma, soy más israelí que muchos: cuando nací, todo era Palestina, y ellos eran judíos palestinos; luego se inventaron Israel, y durante un tiempo, si eras árabe esta ya no era tu tierra, mientras que otros, por sólo creer en la religión judía, tenían la nacionalidad. Lo llaman democracia, pero el suyo es quizás el Estado más religioso que hay.