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Orfeo y el misticismo de Occidente

Fuentes: Rebelión

La religión primitiva de Grecia se orientaba a estimular la fecundidad de la tierra, los animales y la gente. Durante el solsticio de invierno, los griegos animaban al Sol a no disminuir su ímpetu y en el de verano, a que la recolección fuera fructífera. Los dioses griegos eran esencialmente humanos y se distinguían del […]

La religión primitiva de Grecia se orientaba a estimular la fecundidad de la tierra, los animales y la gente. Durante el solsticio de invierno, los griegos animaban al Sol a no disminuir su ímpetu y en el de verano, a que la recolección fuera fructífera. Los dioses griegos eran esencialmente humanos y se distinguían del hombre por ser más poderosos e inmortales. El aspecto místico de la religión griega tiene que ver con el culto a Dionisos, o Baco, cuyo papel real fue favorecer la fecundidad; el descubrimiento de la cerveza y el vino le dieron su inmerecida fama actual.

Baco, hijo de Zeus y Semelé, de niño fue devorado por los titanes, todo su cuerpo menos su corazón, del que su padre lo hizo renacer. En el rito báquico, descrito por Eurípides en las Bacantes,se estimulaba el éxtasis de las participantes, doncellas y matronas respetables que se reunían para ejecutar la danza de las ménades durante noches enteras, bajo la luz de la luna y las estrellas, sobre la yerba desnuda, para así evadir las obligaciones duras de una civilización plena de hastío. Las bacantes se liberaban de la prudencia encontrando en la ebriedad un mundo donde la fantasía y la belleza volaban lejos del aburrimiento cotidiano. El ritual báquico permitía al iniciado ser poseído por Baco, acto que llamabanentusiasmo, con el que arrojaban por la borda los complejos, se eliminaba la prudencia y se desataban las pasiones. En este rito, la imaginación y el apasionamiento permitían al creyente abandonar la dureza del mundo y entregarse a la búsqueda de Dios.

En un inicio, el ritual báquico era salvaje y contenía elementos atávicos bárbaros, en el que los participantes despedazaban animales salvajes para devorarlos crudos. Más adelante, Orfeo, célebre teólogo, poeta y músico, introdujo las características espirituales y ascéticas, con las que este rito influyó en el pensamiento filosófico griego. Orfeo, hijo de Eagro, rey de Tracia, desde muy joven recorrió Egipto, donde se inició en los misterios de Isis y Osiris. A su regreso a Grecia instituyó las fiestas de Baco y Ceres, enseñó a los griegos astronomía, perfeccionó la lira agregándole dos cuerdas, y su bella voz, unida a la dulce música que arrancaba a este melodioso instrumento, embelesaba al que la escuchaba; dicen que incluso la misma naturaleza se estremecía a son de su ritmo.

Al fallecer su amada y joven esposa, Eurídice, se volvió inconsolable, descendió a las orillas del Estigia y suplicó por su retorno con un acento tan enternecedor que los habitantes del Ténaro lloraron a lágrima viva su desgracia. El mismo Plutón, conmovido, permitió la partida de Eurídice bajo la condición de que Orfeo no la mirase hasta salir de los confines del reino de los muertos. No cumplió esta condición el impaciente esposo, que luego de romper su promesa pudo sólo estrechar entre sus brazos un halo de vapor y escuchar el profundo suspiro y el lamentable y eterno adiós de su amada, que le fue arrebatada de inmediato. Consumido de dolor, Orfeo se retiró al monte Rodope, donde vivió acompañado de animales salvajes, que domesticaba con sus cánticos, al mismo tiempo que hacía oídos sordos a las súplicas de todas las mujeres que vanamente intentaron conquistarlo. Las bacantes, furibundas por el desprecio, apagaron con gritos estentóreos y gran ruido de tambores su armoniosa voz, lo único que las conmovía y controlaba, destrozaron su cuerpo en mil pedazos y lo devoraron con ansias, volviendo así a resucitar el antiguo rito.

Los órficos hacían hincapié en el éxtasis mental; creían en la transmigración de las almas; en que, de acuerdo a la vida que se ha llevado en la tierra, existía un premio o un castigo después de la muerte, que podía ser eterno o temporal; aspiraban a la pureza evitando todo lo que contamina el alma, los más creyentes evitaban comer carne, menos en las ceremonias religiosas, donde la ingerían como parte de la ceremonia. Para los órficos, el vino era parte del ritual, algo semejante a lo que posteriormente fue el sacramento para los cristianos, y la embriaguez que buscaban era la de la unión con Dios; sólo así adquirían el conocimiento místico, inaccesible por otros medios. Según ellos, el hombre estaba condenado a un ciclo eterno de nacimientos y muertes, y sólo la vida ascética le permitía escapar a este sino y alcanzar en el éxtasis su unión con Dios. Para ser órfico se debía aceptar una vida basada en concepciones filosóficas místicas, para luego ser admitido en la comunidad mediante la iniciación. El feminismo nació con la escuela órfica, pues sus seguidores reclamaban la más absoluta igualdad política para las mujeres; la tragedia griega es otro fruto de esta doctrina, que estimuló las emociones violentas. Eurípides veneraba a Baco y menospreciaba al hombre moderado, incapacitado para sufrir y llorar, con un destino final anodino y merecedor de la locura.

Posteriormente, Pitágoras reformó el orfismo y fundó una sociedad en la que hombres y mujeres eran admitidos como iguales y la propiedad era común; así mismo llevaban un estilo de vida comunitaria en el que incluso los descubrimientos eran considerados colectivos. También afirmó que todas las cosas son númerosy vinculó la aritmética con la música, relación que sobrevive hasta nuestros días. Su afamado teorema permitió el descubrimiento de los números irracionales, y la eternidad de sus aportes en la matemática dieron a esta ciencia una aureola mística, que le permitió sostener a Platón que Dios es geómetra. Su influencia en el pensamiento de la humanidad es tan fuerte que posibilitó a los grandes filósofos posteriores realizar una síntesis de la racionalidad con el misticismo, una especie de religión racional basada en el método matemático, que buscaba demostrar la existencia de Dios. La idea de que el conocimiento del mundo es revelado a la mente y no a los sentidos es totalmente pitagórica y no platónica. Sus principios fueron asimilados por la filosofía de Platón, que los desarrolló más aún. De éste se trasmitió a la filosofía griega, religiosa en gran parte de su contenido, y de ahí a los estoicos tardíos, que creían en el libre albedrío, consideraban al alma inmaterial, a Dios el alma del mundo y a cada uno de nosotros una parte de Él. Afirmaban que todos los hombres son iguales por ser hijos de Dios, obraban bien para ser virtuosos e incluso llegaron a sostener que se debe amar al enemigo. Todo esto a vísperas del triunfo del cristianismo en el Imperio Romano.

A partir de la caída Roma, el pensamiento de Platón, a través de San Agustín, dominó la filosofía cristiana hasta el alto medioevo, cuando se volvió aristotélica con la ayuda de Santo Tomás de Aquino. En conclusión, se puede afirmar que el pensamiento místico griego sobrevive hasta nuestros días en todas las religiones cristianas gracias a Orfeo, Pitágoras, Platón, Aristóteles y los demás filósofos; no sucede lo mismo con el paganismo, representado por la Mitología, que no muere debido a la gran belleza de sus leyendas y porque nos ayuda a entender el arte clásico.