Con las cuestiones relativas al Maxrek (Próximo y Medio Oriente) pasa lo mismo, naturalmente, que con las relativas a otras partes del mundo. Cabe enfocarlas y analizarlas de dos maneras. O globalmente, tratándolas como lo que son en realidad y constituyen un conjunto entramado, interaccionado e interdependiente; o por separado, cada cuestión por su lado […]
Con las cuestiones relativas al Maxrek (Próximo y Medio Oriente) pasa lo mismo, naturalmente, que con las relativas a otras partes del mundo. Cabe enfocarlas y analizarlas de dos maneras. O globalmente, tratándolas como lo que son en realidad y constituyen un conjunto entramado, interaccionado e interdependiente; o por separado, cada cuestión por su lado y como si poco o nada tuviera que ver una con otra. Es decir: como lo que no son. Por ejemplo: Palestina por aquí, Irak por allá, etcétera. Y en el etcétera incluyo todo lo que puede ir viniendo: Siria, el Líbano, Irán, el Golfo, y nuevamente etcétera. Porque se trata de un etcétera muy variado, abierto y casi casi imprevisible.
Inclinarse por una u otra opción parece una cuestión trivial, ingenua, sin importancia, y es todo lo contrario. No sólo porque es un dilema erróneo, sino sobre todo porque es falso, pernicioso y, en la gran mayoría de los casos, intencionado, malintencionado.No sólo adultera la naturaleza de estas cuestiones y del propio objeto que se enfoca y se pretende analizar, sino que además propicia y acuña maneras de pensar e imágenes engañosas, viciadas, extraviadas. Añádase a todo esto que la visión fragmentarista resulta bastante más fácil que la visión conjunta y exige bastante menos documentación e información, mucho menos ejercicio intelectual y también bastante menos práctica de equilibrio valorador e interpretativo.Empezaremos a explicarnos entonces por qué es la habitual e impuesta, la que se suele estilar en vía mediática.
En este caso concreto no resulta convincente seguir ese sano principio metodológico científico que aconseja ir del conocimiento y la explicación de las partes al conocimiento y la explicación del todo. Sencillamente, porque el todo y las partes constituyen lo mismo, son absolutamente indisolubles, interdependientes, repito. Quienes persisten en una contumaz exposición fragmentarista de Oriente Próximo es porque quieren precisamente que ese objeto se vea, se explique y se comprenda solamente como a ellos les interesa que se haga. En realidad, finalmente, que ni se vea ni se explique ni se comprenda. En esto, como en tantas otras cosas, se trata de una visión no sólo eminentemente política, sino estrictamente política. ¡Claro que sí, y no haya ningún reparo en así decirlo y confesarlo! Empezando por ponerlo así de manifiesto, tal vez podamos también ir entendiéndonos.
El comprensivo lector me permitirá que practique la autocita.Servirá, de paso, para contrarrestar la perniciosa influencia expansiva de tanta amnesia interpretativa como nos aflige y contribuirá a situar los asuntos en su punto y sazón. Escribía yo en este mismo periódico hace más de dos años (El Mundo, Irak… y Palestina, 7 de noviembre de 2002) lo siguiente: «La Administración Bush sabe muy bien que lo que ocurre en cualquier parte del Maxrek repercute en todas las demás, que se trata de un entramado tablero de ajedrez. La actuación aparentemente doble, de hecho única, que practica se ajusta al comportamiento siguiente, dicho de la manera más expresiva: cerrar el puño al máximo en un espacio (Irak-Golfo) para abrirlo al mínimo en el otro (Palestina). Concediendo un 10%, como mucho, en el segundo, se quiere adquirir como poco un 90% en el primero. ¿No se ajustan a este juego, por ejemplo, las vagas y confusas manifestaciones sobre la posible constitución de un mini-Estado palestino, retrasada ahora hasta 2005 [subrayo este dato en el momento actual], o quizá más tarde aún, en un nuevo y como siempre penúltimo ejercicio [vuelvo a subrayar también ahora] de vergonzoso trapicheo político?».
No olvidemos esto, porque resulta esencial para el planteamiento correcto del problema: se trata de piezas sustancial e indisolublemente dispuestas, entramadas, piezas de un mismo engranaje, de una maquinaria única y total. La profesora Ruiz Bravo-Villasante lo ha expresado con mayor claridad y contundencia aún: para tener las manos libres en la Gran Guerra, EEUU está dispuesto a hacer algunas concesiones en la Pequeña Batalla. Y puntualizo: la Gran Guerra es todo el Maxrek.
Porque estamos, desde hace mucho tiempo, en un proceso intrincado, laberíntico, que se ajusta a su dinámica correspondiente y cambiante.Acaba de tener lugar uno de sus últimos actos: la Conferencia en apoyo de la Autoridad Palestina, en Londres. Está bien: algo es algo, aunque sea aún poco y siga en buena medida siendo bastante impreciso y vacilante todavía. Entre otras cosas, Gran Bretaña ha podido empezar a recuperar así un brillo colonialistoide que venía ya estando bastante empañado y no convenía desde luego a su brillante ejecutoria histórica en tales menesteres, quizá hasta incomparable con otras ejecutorias parecidas.
Pero conviene hacer desde un principio algunas puntualizaciones sumamente aclaratorias y necesarias. La reunión se ha convocado, y el título lo deja bien claro, en apoyo de la Autoridad Palestina.Seguramente, en un marco internacional oficial no se podía hacer bajo otra denominación, ni al amparo de otras señas de identidad, pero observemos que se ha puesto mucho cuidado en no añadir el calificativo Nacional al sustantivo Autoridad. Esperemos también que nuevas citas similares se convoquen en «apoyo de Palestina», sencillamente. Nadie debe estar en contra de la necesidad imperiosa de asentar una autoridad sólida si se quiere edificar y estructurar un Estado, pero nadie debe tampoco oponerse al principio de que la autoridad no es lo mismo que el Estado y la nación, lo único que los conforma y distingue. Proporcionaríamos así la imagen exacta de lo que también es Palestina: una nación, una idea, junto a una dirección y autoridad.
La cuestión palestina es esencialmente el problema de Palestina y de Israel, de la posible coexistencia o convivencia, ya, de ambas entidades. Requiere por ello, ante todo, equidad, ponderación, tacto, el tratamiento por igual y equivalente de ambas partes.No creo yo que ahora se haya producido así, aunque quizá se haya intentado. De haberse hecho de esta manera, con el tratamiento por igual y equivalente de ambas partes, sí estaríamos ahora en condiciones de asegurar que se trataba de una iniciativa no sólo oportuna y conveniente, sino también de algo mucho más importante y decisivo: definitivamente novedosa y hasta revolucionaria, porque había roto con la inercia, con lo practicado siempre con anterioridad: el mayor beneficio de la parte israelí.
En realidad, ha seguido siendo también así ahora, pero la atención que en esta ocasión se ha prestado a las permanentes solicitudes palestinas posiblemente ha quedado más patente que en las muchas ocasiones anteriores. Ariel Sharon manifiesta sentirse decepcionado con los resultados de la reunión. Sharon es sumamente susceptible y resulta muy fácil decepcionarle: basta con no someterse servilmente a sus múltiples, constantes y despóticas exigencias. Deberíamos todos ponernos de acuerdo para seguir decepcionándole. Seguramente empezaríamos así a poner las bases para la gradual solución de los muchos y difíciles problemas existentes.
El moderado (porque es el calificativo que casi siempre se le aplica) presidente palestino, Abu Mazen, lo ha dicho claramente: «Las disposiciones de seguridad, sin marco político, no bastan.Hay que parar por completo los asentamientos, el Muro y la confiscación de tierras». Y él sabe mejor que nadie que no son las únicas cosas con las que hay que acabar. ¿Qué pasa con los refugiados del 48, por ejemplo? ¿O con Jerusalén?… De acuerdo: demos tiempo al tiempo, pero empecemos también a respetar el tiempo y a los seres que en su tiempo, y sólo en su tiempo, existen, que no tienen otro tiempo para existir. Tampoco en esto el tiempo es infinito ni los seres infinitamente pacientes y capaces de seguir soportando la opresión, la ocupación, la injusticia.
El conocido periodista Abdel-Bari Utwán lo ha expresado de manera menos diplomática y más directa: «La cuestión palestina se va transformando gradualmente de cuestión política en cuestión de seguridad. El objetivo que se propone realizar la Conferencia de Londres, como todas las conferencias e iniciativas de paz, es proveer de seguridad a los israelíes, pero no de justicia a los palestinos». Y añado yo que esto no podrá seguir valiendo ni podrá seguir utilizándose como espejismo, ni como pretexto, ni como anzuelo, ni como bicoca.
Esta tímida apertura a las peticiones y a los derechos palestinos se produce al mismo tiempo que EEUU trata de poner en práctica su ambicioso proyecto del «Gran Oriente Medio», y ésta sí que es una de las claves y explicaciones de la situación actual.Bajo el lema de la democracia, de la paz, de la prosperidad económica, de la lucha contra el terrorismo, quieren implantar su proyecto.Todos estos son propósitos absolutamente encomiables y necesarios, irrenunciables, pero lo malo es que cuentan con el precedente de Irak. Un precedente turbio, trágico, muy próximo aún, irresoluble y que ha servido sobre todo para agravar los males de la zona.Hay múltiples razones para sentirse escépticos con ese plan americano.Condoleezza Rice ha declarado recientemente que Siria tiene un problema con los libaneses, con los iraquíes, con los palestinos…Vamos, parece que con el mundo entero. Yo creo que a Rice la ha traicionado el inconsciente, y seguramente se refería a su propio país al referirse a Siria.
Hace 30 años Henry Kissinger declaraba que EEUU había aprendido los límites de su potencia. Ilusiones… ¿Lo habrán aprendido ahora? ¿Estamos dispuestos a que lo aprendan? No parece lo más seguro, cuando lo que quieren en definitiva es ganar la Guerra -el Maxrek- aunque sufran alguna pérdida insignificante en la batalla -Palestina-.
Pedro Martínez Montávez es arabista y catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid.