Traducido para Rebelión por Loles Oliván
Recuerdo la primera frase de mi redacción de quinto curso sobre «Educación y juventud». La escribí con la ayuda ocasional de mi padre y estaba salpicada de tópicos; debía de decir algo así:
«La juventud es la columna vertebral de cualquier nación, y la educación es esencial para armar a la juventud con el conocimiento que necesita para conducir a sus sociedades hacia el cambio, el progreso y la prosperidad».
El lápiz azul grisáceo que utilicé para escribir la redacción era uno de los materiales escolares que entregaba anualmente el personal de la Agencia de Naciones Unidas para Obras Públicas y Socorro (UNRWA) a los niños refugiados en muchas escuelas dispersas por toda la Franja de Gaza. Mi profesor de árabe era Abu Kamal al-Hanafi, un hombre maravilloso con un temperamento terrible, que era también el imán de la mezquita local. Mi clase tenía exactamente 62 alumnos. Mi pupitre era tan viejo como la ocupación israelí de Gaza, si no más. El tejado estaba lleno de agujeros, lo que creaba un espectáculo emocionante cuando las aves entraban y salían volando, anidando a veces donde había un hueco. Contemplar esas escenas nos hacía soportables las duras lecciones de gramática árabe y aliviaba el temor causado por los ataques de ira de Abu Kamal y por los ocasionales disparos israelíes dentro y en los alrededores del campamento de refugiados.
Aunque la introducción de mi redacción «Educación y juventud» fuese un tópico y puede que no entendiera realmente el significado de muchas de las palabras, su sentimiento primordial sigue siendo para mi tan verdadero como lo fue siempre.
Me he acordado de mi redacción al leer acerca del Primer Foro Mundial sobre Educación en Palestina que tuvo lugar en varias regiones a lo largo de la Palestina histórica, incluida Jerusalén, Nazaret, Yafa, Belén y la Franja de Gaza. Aquellos a los que las autoridades israelíes les denegaron el acceso celebraron su propia conferencia en Líbano. El evento, que comenzó el 28 de octubre, duró cuatro días.
Los problemas a los que hacia frente el sistema educativo en Palestina ya eran bastante difíciles durante mi infancia. Ahora se han agravado a niveles insospechados, con un sector educativo dividido entre dos Ministerios de Educación uno en Gaza y otro en Cisjordania, la primera bajo asedio israelí y la segunda bajo ocupación militar. Si no hubiera sido por la UNRWA, lo que ya eran graves obstáculos se hubieran convertido en totalmente insuperables hace mucho tiempo. Pero incluso hoy en día, la UNRWA está luchando contra la reducción de fondos y la política del regateo entre autoridades palestinas competidoras y una siempre atroz ocupación israelí.
Según las estadísticas facilitadas por la Agencia de Naciones Unidas IRIN y recientemente citadas por IPS, 39.000 niños y niñas palestinos no tenían escuela a la que asistir después de la guerra israelí. Naciones Unidas ha establecido que el número de escuelas y guarderías destruidas o gravemente dañadas por los ataques israelíes durante la guerra de 2008-2009 es de 280. Teniendo en cuenta las carencias previas de unas infraestructuras educativas que apenas podían sostenerse, la desnutrición de los alumnos y los paupérrimos ingresos de las familias, podemos imaginarnos el impacto del último golpe.
Como si los daños causados por Israel no hubieran sido suficientes, la Autoridad Palestina también ha contribuido lo suyo en los daños.
De acuerdo con Palestine Monitor, el titular del Ministerio de Educación proclamó en su mensaje a la conferencia: «[…] A través de la educación nos convertiremos en una nación próspera y obtendremos una vida que nos permita vivir en libertad. Somos un pueblo que puede vivir y aprender a pesar de los problemas en que nos encontramos. Vamos a seguir mejorando la educación para que las generaciones futuras puedan vivir en paz».
Puedo aceptar humildemente que esa afirmación impresiona mucho más que mis proclamas de quinto curso. Pero por más que pueda sonar bienintencionada y precisa, difícilmente se puede absolver a los dirigentes palestinos de su propia parte de culpa.
A raíz de los enfrentamientos entre Al-Fatah y Hamas que condujeron a la expulsión de Al-Fatah de Gaza en 2007, miles de maestros se negaron a volver al trabajo. Les pagaba el sueldo la dirección de Cisjordania y reanudar el trabajo bajo [el gobierno de] Hamas podría haber significado la congelación de sus salarios por parte del rival Al-Fatah. El gobierno de Hamas se quedó con la ingente tarea de cubrir los puestos vacantes en un plazo muy corto. Muchas escuelas fueron asimismo destruidas durante la guerra, y muchos profesores y estudiantes cayeron asesinados o heridos. Como las familias de la mayoría de los estudiantes eran más pobres que nunca bajo el duro asedio israelí, recuperar el nivel del sistema educativo anterior en Gaza ha sido casi imposible.
Gaza podría ser el mejor ejemplo de referencia, por razones obvias, pero la debacle de la educación en Palestina difícilmente se detiene allí. Con cada metro de más que se añade al ya gigantesco muro de anexión de Israel y con cada nuevo puesto de control militar, se retrasa a cada vez más y más estudiantes palestinos de Cisjordania -de la escuela, de las oportunidades, de una vida mejor.
Los palestinos que viven con un estatuto de tercera clase en el Israel actual, luchando contra ataques constantes a su identidad y a su Historia, también tienen, igualmente, muchos retos que superar.
Además de los problemas creados por la ocupación militar, la discriminación y el sectarismo político, otros retos, que también existen en otras sociedades de Oriente Próximo, tales como la alfabetización de adultos y la igualdad de género, son asimismo muy importantes en Palestina. También han de ser abordados.
Las conferencias del Foro Mundial sobre Educación han sido tituladas con precisión «Educación para el cambio». Pero para que este cambio se produzca, las facciones palestinas rivales no deben politizar la educación. Si en este momento eluden estar completamente unidas, al menos deberían unificar sus Ministerios de Educación, aunque sea temporalmente, bajo los auspicios de una tercera parte palestina.
Huelga decir que la ocupación israelí y el asedio deben terminar. Ningún sistema educativo sano se puede fomentar bajo botas de soldados y a punta de pistola.
Hace falta más solidaridad regional e internacional para contribuir a que los palestinos alcancen una apariencia de normalidad en su sistema educativo bajo las difíciles circunstancias actuales.
La buena noticia es que saqué una buena nota por mi redacción en árabe sobre «Educación y Juventud». Que las partes involucradas se pongan alguna vez de acuerdo en que «la educación es esencial para armar a la juventud con el conocimiento que necesitan para llevar a sus sociedades hacia el cambio, el progreso y la prosperidad» aún está por verse. Personalmente, mantengo mi posición de quinto curso. Ahora sí entiendo lo que significa de verdad.