Una incursión con copamiento de algunas áreas del sur israelí por un “pequeño ejército loco”, Hamás, provisto de parapentes y motocicletas con dos ocupantes, y una “excavadora oxidada», poniendo en acción a unos mil palestinos, con sus cuerpos, copando carreteras, kibutzim, pequeños poblados y hasta una fiesta rave. Resultado: centenares de alcanzados por la furia exterminadora, incontables heridos, más unos doscientos secuestrados, al parecer militares incluidos (se menciona a un general).
Una intervención violenta, esta vez de palestinos sobre israelíes. Sin precedentes en sus dimensiones en las peripecias de esta penosa historia.
“Lo que hoy sucede es el resultado de 75 años de opresión y de violación del Derecho Internacional. […] La frustración y los sufrimientos acumulados durante 75 años se traducen en los comportamientos violentos y crueles de algunos palestinos, conscientes de que la ‘comunidad internacional’ los ha abandonado desde hace mucho.” Así, con bastante ecuanimidad, presenta el cuadro de situación Thierry Meyssan.[1]
Una descripción coincidente con la de un autor muy diverso, Eric Striker, estadounidense caracterizado por su animosidad contra la población afroamerican, que comenta la pesadilla del 7 de octubre: “Gaza ha observado la brutalidad con la que los asentamientos israelíes han avanzado en Cisjordania, en gran parte desmilitarizada, donde las FDI [“Fuerzas de Defensa (sic!) Israelí] estaban ocupadas matando a nativos desarmados mientras se desarrollaba la ofensiva de Hamás.” [2]
Llama la atención el giro político en curso: nada de qué extrañarse que una acción tan violenta como la de Hamás concite tanta atención, no sólo mediática sino también política. Pero a mí, lo que me llama la atención es que junto con el coro de quienes se desgarran las vestiduras por el daño hecho a Israel y piden borrar a Hamás de la faz de la tierra, haya surgido otro coro, también muy audible, de quienes se quejan del trato dado a palestinos. Un trato atroz, despreciable, asesino, genocida.
No deja de ser paradójico que tras una acción ofensiva, desembozadamente violenta de Hamás, brote con tanta fuerza un reconocimiento a la peripecia palestina, al calvario que vive el pueblo palestino. Y desde mucho tiempo. Más de un siglo, bastante más de un siglo. Cuando los dirigentes británicos fueron tejiendo una alianza no oficial con dirigentes del flamante movimiento sionista moderno.
El engarce geopolítico fue prístino, llevando adelante la modalidad del colonialismo europeo y su manejo de poblaciones vistas como objeto. En continentes no señoriales; África, América, Oceanía, como, por ejemplo, en el Cercano Oriente.
Vemos como un desvelamiento, una caída de velos. Pero, ¿por qué? Tal vez porque el lenguaje franco de la violencia y el enfrentamiento de Hamás fue contra la sociedad israelí, directamente (porque el ataque no fue a cuarteles o checkpoints sino a kibutzim y, por ejemplo, a una fiesta rave; es decir al tejido social israelí).
Como si Hamás aludiera con ello a los verdaderos sitios sociales de la violencia, el dolor y la muerte en la sociedad palestina.
Ese espejo parece haber resultado demasiado fuerte. Y el presidente del país más penetrado militar y policialmente por Israel –Colombia, “la Israel de América del Sur”–, lo ha expresado nítidamente, criticando a Israel y denunciando su carácter genocida contra el pueblo palestino.
Gustavo Petro sabe de qué habla. Sin duda, le duele aquella atroz política de los “falsos positivos”; esa perversión de los aparatos represivos de andar matando “al montón”, “al voleo” muchachos de una ruralidad dispersa, para mostrarlos como guerrilleros y ganarse los pesos de una recompensa.
El aparato represivo colombiano, estuvo muy afiatado por los servicios de seguridad de Israel. Desde los ’80.[3]
Se dice que se puede engañar a todos por un tiempo, limitado; que se puede engañar a alguien o a unos pocos indefinidamente, pero lo que no se puede es engañar a todos todo el tiempo.
No sabemos si este apotegma mantendrá su universal vigencia con el despliegue de las realidades virtuales, la inteligencia artificial y otras contribuciones de la hipermodernidad digital, pero nosotros, humanos cualquiera de comienzos del s XXI, sí entendemos que es “tal cual”.
Y que se aplica al pie de la letra con el Estado de Israel. El permiso de impunidad que usinas ideológicas otorgaron al pueblo, a la colectividad o a la religión judía amparado en la condición de víctima ante el nazismo, con toda su parte de verdad, ha entrado en crisis, desfondado; una hybris de impunidad.
Nunca escuché tantas voces de condena al dominio tiránico israelí como ahora, tras una acción violenta, aterrorizante, que ha matado centenares de israelíes, adultos y niños y al parecer secuestrado a varios, actuales rehenes.
Anota el ya citado Striker: “Los sádicos actos criminales que Israel está cometiendo en Gaza, incluidos ataques inexplicablemente asesinos contra el hospital Al-Aharabi y la Iglesia de San Porfirio, de mil años de antigüedad, han vuelto a todos los pueblos civilizados contra el sionismo.” (ibíd.)
Termino ahora con dos observaciones “sociológicas” que me parecen dignas de consideración:
1. Israel, siempre en la vanguardia tecnológica y cultural, ha desarrollado al máximo en la guerra aquello de no poner el cuerpo. Se machaca al enemigo por medios tecnológicos, por armas mortales. A distancia.
Los testimonios de los habitantes de un kibutz invadido por Hamás el 7 de octubre parecen señalar que ante el menor atisbo de peligro la consigna es refugiarse en los mamads, habitaciones seguras a prueba de balas y explosiones. El comportamiento de los sorprendidos era avisar por celular a que alguien, los militares, vinieran a rescatar y/o ayudar: ellos manteniéndose a buen recaudo. Escuché un relato excepcional, de alguien que acompaña a su familia al mamad, en el kibutz Be’eri, un tal Golan, pero queda afuera de la habitación protectora, dentro de su hogar, armado. Cuenta que alrededor del mediodía, dos o tres hombres intentaron entrar en la casa de Golan. Este apretó el gatillo. «Devolvieron el fuego a la casa y luego se fueron. No sé por qué lo hicieron, pero decidieron irse y no atacarme más», dice. Lo que hizo Golan fue poner, de algún modo el cuerpo.[4]
2. Muchos defensores de Palestina, muchos críticos duros de Israel, por ejemplo, los partidarios del BDS, Boicot, Desinversión y Sanciones, han salido ahora, una vez más, a denunciar el comportamiento israelí.
Me permito señalar que el trato otorgado a los palestinos por parte del Estado de Israel, del sionismo, NO es el mismo que el que ensayaran los colonialistas británicos en Sudáfrica (los boers tendrían alguna mayor similitud con el caso israelí, pero los boers perdieron la guerra con Gran Bretaña y el apartheid sudafricano es hechura británica).
Porque los británicos querían el trabajo semiesclavo de los originarios sudafricanos. Y retener para sí todos los privilegios.
Y los sionistas NO quieren el trabajo, ni siquiera semiesclavo de los palestinos (aunque a menudo lo empleen). Se quieren quedar con las tierras palestinas, no con su mano de obra. En el proyecto sionista, lo que quieren es que los palestinos desaparezcan. Y han contribuido a ello.
Por eso, el problema palestino es más hondo, peor todavía, que el sudafricano, al menos en términos existenciales.
Si los sionistas no se han salido con la suya, pese a tantos apoyos de las grandes potencias occidentales, se debe a varias causas (algunas las he examinado en notas anteriores): un colonialismo a destiempo; una dificultad demográfica, una tenacidad palestina (que Mads Gilbert, médico noruego, considera excepcional), un intríngulis ideológico del propio campo judío (¿étnico, religioso, geopolítico, racial?).
Pero la lucha contra el apartheid, así como “la solución de dos estados”, no solucionan tamaña cuestión.
[1] “Cambio de paradigma en Palestina”, Red Voltaire, 10 oct. 2023. https://mail.google.com/mail/u/0/#inbox/FMfcgzGtxdcZhbWgMSwrTCgpkxpgkrhP.
[2] https://www.unz.com/estriker/four-ways-the-destruction-of-israel-can-benefit-the-west/, 20 oct. 2023.
[3] No sólo en Colombia: el papel israelí en el despliegue represivo, terrible, basado en la tortura y el asesinato fue importante, decisivo, en varios países bajo dictadura en América Lapobre. En El Salvador, Guatemala, Honduras, durante los primeros años de los ‘80, cuando finalmente las fuerzas policiaco-militares de EE.UU. tuvieron que rendir cuenta de sus abusos contra los derechos humanos, dentro de EE.UU. a sus instancias legislativas, los aparatos securitarios procuraron mantener los “servicios” represivos en esos países, depositado en otras manos “seguras” la tarea. “La tarea” entonces recayó en militares israelíes y argentinos (la participación argentina en “la geopolítica centroamericana” se debe haber interrumpido bruscamente en abril de 1982).
[4] https://www.bbc.com/mundo/articles/cd1l7qzj6gqo-.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.