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¿Palestina o «las Palestinas»?

Fuentes: Rebelión

La historia de Palestina entre 2004 (fin de la primera Intifada) y la actualidad está marcada por la continuación de una constatable limpieza étnica (modificada en parte respecto a los años anteriores, desde 1947, y adaptada a las nuevas circunstancias), y por la exitosa implantación de un sistema de fragmentación de Palestina en general. El […]

La historia de Palestina entre 2004 (fin de la primera Intifada) y la actualidad está marcada por la continuación de una constatable limpieza étnica (modificada en parte respecto a los años anteriores, desde 1947, y adaptada a las nuevas circunstancias), y por la exitosa implantación de un sistema de fragmentación de Palestina en general. El actor principal de esta nueva situación geopolítica, obviamente dramática para la sociedad palestina, no es sino el mismo que comenzara a desestabilizar la región en 1948: el Estado israelí y su motor ideológico, es decir, el sionismo. Sin embargo, por primera vez en la historia de la lucha entre el proyecto colonizador sionista y la resistencia nativa, ha sufrido la intervención de la propia Autoridad Palestina en detrimento de su sociedad y de su antiguas aspiraciones de liberación nacional. (Hasta que no es el propio pueblo Palestino el que entra en escena por cuenta propia, protagonizando la Primera Intifada, en 1987, todos los países árabes de la región, de una u otra forma, en uno u otro momento, se sirvieron de su causa sin prestar ayuda a su movimiento de resistencia y de liberación nacional).

Así, la realidad geográfica, social, económica, política e ideológica en la Palestina histórica (la de antes de 1947, en particular, la delimitada por el Mandato inglés en 1920) es la de una Palestina más que dividida. Cualquier mapa real alumbra una descuartización del ya por sí ridículo entramado de bantustanes, guetos y cárceles, impuesto en los «Acuerdos» de Oslo. Con la fuerza del ejército y otras instituciones, el sionismo israelí ha sabido implementar progresivamente desde 2004, y sobre todo, de forma manifiesta desde 2006 la vieja fórmula del «divide y vencerás» con la inestimable colaboración de la cuadrilla de Mahmoud Abass y la A.P, usurpada por Fatah al Movimiento de Resistencia Islámica (HAMAS). Cualquiera que mire a simple vista algún mapa oficial del Estado israelí y los Territorios Palestinos Ocupados, puede ver la imposible geografía de un entramado de pueblos y ciudades inconexos, repleto de grandes y pequeñas colonias (lo que desde hace algunos años llaman «asentamientos») israelíes, by pass roads, road blocks, checkpoints, etc…La telaraña sionista en que los palestinos llevan atrapados desde 1993, está cada vez más enrevesada.

Pero como decíamos, no sólo se da una fragmentación geográfica (empezada con la limpieza étnica, desde 1947), sino que la división se ha incrementado considerablemente en otros términos.

Así, la diferencia socio-económica es palpable entre las principales ciudades palestinas, incluidas desde los Acuerdos de Oslo en zonas relativamente autónomas (zona A), y las áreas rurales y urbanas del resto de Cisjordania y de la franja de Gaza. Las ciudades «autónomas», sobre todo Ramallah, viven en relativa calma, mientras que la periferia sufre una sibilina limpieza étnica mediante demoliciones directas y «órdenes de evacuación», además de todo tipo de violencia directa. El área B, en teoría de control mixto palestino-israelí, ya refleja un cambio sustancial en infraestructuras y en el nivel de vida y a simple vista pueden verse las diferencias, pero el abismo se dilucida dramáticamente en la llamada zona C, cuyas aldeas y ciudades, muy pobres, afrontan además desde décadas todo tipo de restricciones de movimientos, de confiscación de tierras, destrucción de casas, expulsiones, ataques de los colonos más radicales, etc (el Valle del Jordán o el área rural del sur de Hebrón son buenos ejemplos en ese sentido)

Los casos más representativos son los de Ramalla, por una parte, y los de Gaza, el sur de Hebrón, el Valle de Jordán y los barrios de al-Quds este. Mientras Ramalla, sede de la Autoridad Palestina de Abu Mazen y de cientos de ONGDs locales y delegaciones internacionales, acumula recursos propios y, sobre todo, provenientes de las donaciones externas- en su mayoría de la Cooperación Internacional-; Gaza se marchita en un literal campo de exterminio y la mayor parte de los barrios de al-Quds este sufren una sutil y sibilina limpieza étnica (Sheik Jarrah, Beit Hanina, Silwan…). En este sentido, también cabe recordar la extrema pobreza de la región del sur de Hebrón y sobre todo la delicada situación en la que sobreviven unos miles de palestinos afectados por la violencia cotidiana de los colonos y el ejército y por nuevas órdenes israelíes de evacuación de sus poblados.

La implacable represión sionista

Desde 2005, la resistencia palestina se ha visto cada vez más debilitada como consecuencia de las divisiones internas, las dificultades de coordinación entre distintas regiones y, sobre todo, por el sofisticado entramado de control y opresión israelí en el territorio ocupado de Cisjordania y en la prisión de Gaza. Cientos de checkpoints, totales o parciales, campos militares, castigos colectivos a las poblaciones de las localidades donde se realizan manifestaciones pacíficas cada viernes, etc, hacen complicada cualquier tipo de coordinación y organización interna. Si a ello se suma la represión ejercida desde la Autoridad Palestina contra las facciones más beligerantes y el lógico cansancio de una población durante décadas aplastada, el resultado actual no es de extrañar. A este respecto parece que habría que esperar a algún eventual cambio del equilibrio de poderes en la región que permitiera a los grupos de resistencia armada (sobre todo en Gaza) realizar algún movimiento dentro de su escaso margen de maniobra. O lo que sería peor, que alguna probable barbarie de los colonos más extremistas de la región de Hebrón provocase la chispa que levante a parte de la población palestina.

La división política e ideológica palestina 

Entre la elaboración de la fradulenta «Hoja de Ruta» (2003), y las últimas farsas entre Abu Mazen y Netanyahu, escenificando supuestas «conversaciones de paz», la dirección de la política en Palestina ha sido predominantemente diseñada e impuesta por el diktat israelí-estadounidense de acuerdo con sus respectivos intereses en la región, en tres momentos consecutivos e interrelacionados. Primero con la imposición de la Hoja de Ruta (2003), una supuesta guía para acordar la paz que no hablaba sobre el muro de apartheid o sobre las colonias y que obligaba al liderazgo palestino a unas políticas autodestructivas difíciles de aceptar, mientras se continuaba con la tristemente cotidiana práctica del asesinato selectivo.

Después, tras las reticencias de la Autoridad Palestina liderada aún por Arafat, para reprimir la resistencia natural de su propio pueblo, con el cerco y asedio a la Mukata en Ramallah y la poco probable muerte natural de su presidente. Entre tanto, la población civil palestina continuaba sufriendo la política destructiva del ejército, en operaciones criminales como las llamadas arco iris en las nubes (bombardeos y destrucción masiva de casas en Rafah, Gaza, en el verano de 2004), nubes de otoño (noviembre de 2005), por poner dos ejemplos.

Por último, con la imposición de unas elecciones democráticas que, como no tuvieron un resultado deseado (no ganó el Mubarak palestino, Abu Mazen), han sido ilegal e ilegítimamente boicoteadas por israelíes, estadounidenses, y también por la UE. En esta tercera fase se enmarca la brutal y criminal agresión israelí contra la prisión de Gaza y la actual limpieza étnica de los palestinos de Cisjordania (de forma especial en al Quds este, el sur de Hebrón, y el valle del Jordán).

El Golpe de Estado contra Hamas

Las elecciones democráticas de enero de 2006 eran un intento de refrendar con las urnas al títere Abu Mazen, el favorito de Washington y Tel Aviv. Pero no dieron el resultado esperado. Entonces los palestinos cayeron en la trampa del divide y vencerás impulsado por el gobierno israelí al apoyar a Fatah y la división entre la Franja de Gaza y Cisjordania. Aunque Hamás se resistiese ante las presiones de la comunidad internacional de desarmar a su milicia- ¿acaso se le exigía lo mismo a su enemigo? contestaban- adoptó una posición mucho más moderada, pragmática y cautelosa en el gobierno, algo de lo que los medios de comunicación apenas se hacían eco. Así, por mucho que se esconda, la realidad es que los principales líderes del Movimiento de Resistencia Islámica reconocieron, -incluso antes de llegar al poder- en numerosas ocasiones al Estado israelí directa e indirectamente en distintas entrevistas y discursos oficiales.

En cualquier caso, el resultado desde 2007 es de una fragmentación política e ideológica manifiesta y creciente entre Hamas, que controla Gaza y Fatah, que gobierna por la fuerza en Cisjordania con ayuda de la comunidad internacional. Por otra parte, además, sigue enconado un problema no menos significativo: es de los refugiados en Líbano, Siria y Jordania, donde viven en unas condiciones más miserables, especialmente en los de Líbano, y donde la mayoría cuenta con numerosos grupos políticos distintos, con sus respectivas milicias. En unos casos, los hay cercanos a Fatah, en otros, se ha incrementado en los últimos años la presencia de grupos islamistas más integristas como es el caso de Unsbar al Ansa o Fatah al Islam.

Con todo, exceptuando encomiables y heroicas excepciones de resistencia pacífica o armada, la realidad es que en términos de estrategia nacional, el instinto de poder y la lucha por el poder parecen haberse impuesto al tradicional interés común del pueblo palestino, que no ha sido otro que el de la resistencia activa y la liberación nacional frente al movimiento. No queda muy claro, por tanto, si la solidaridad entre los palestinos y la resistencia anti-racista y anti-colonial siguen vertebrando Palestina y su movimiento de liberación nacional. Es seguro, sin embargo, que el status quo actual, -basado en el mantenimiento de un impasse diplomático, de un gobierno ilegal, la cooperación internacional al desarrollo y el modelo actual de resistencia pasiva-, sigue permitiendo al Estado israelí proseguir con una limpieza étnica silenciada y expandirse por los restos de Cisjordania, a cambio de cierto «bienestar» en Ramallah y en otras ciudades autónomas.

Antonio Basallote, Master en Relaciones Internacionales por la UNIA y la UPO y doctorando en «Interculturalidad y Mundo árabe-islámico» por la US.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.