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Palestina, setenta años de soledad

Fuentes: Rebelión

La decisión del presidente norteamericano, Donald Trump, de mudar la embajada de su país desde Tel-Aviv a al-Quds (Jerusalén), decretando de hecho que la milenaria ciudad se convierta en la capital de Israel y por lo tanto, nadie más que el enclave sionista tenga derechos sobre ella, es un gesto que sin duda rezuma aguas […]

La decisión del presidente norteamericano, Donald Trump, de mudar la embajada de su país desde Tel-Aviv a al-Quds (Jerusalén), decretando de hecho que la milenaria ciudad se convierta en la capital de Israel y por lo tanto, nadie más que el enclave sionista tenga derechos sobre ella, es un gesto que sin duda rezuma aguas negras por todos lados, pero también tiene algo de bueno y es que la brutalidad de la medida, la que solo puede tomar un desquiciado, como el rubicundo magnate neoyorkino, deja al descubierto la descarada hipocresía de la comunidad internacional, que desde hace setenta años permite que Israel avance sobre los derechos y los territorios palestinos, sin que jamás a pesar de la docena de resoluciones de Naciones Unidas, la primera con el número 181 del 29 de noviembre de 1947, hasta la última con el número 2334 del 23 de diciembre del 2016, las cuales, como un eco idiota, repite la necesidad de que Israel, respete los derechos palestinos, hayan sido atendidas por los gobiernos sionistas que se suceden en Israel.

Miles de presidentes, primeros ministros, altos funcionarios de gobiernos y organismos internacionales, líderes de la opinión pública, intelectuales, artistas y hasta deportistas de primer nivel de todos los países del mundo, desde siempre se han opuestos a las acciones de Israel en Palestina. Millones y millones de personas, de todos los credos en todas las grandes ciudades de todos los continentes, han salido a las calles una y otra vez a protestar por el genocidio que Israel perpetra desde hace setenta años en Palestina. Convirtiendo a la causa palestina, en la más reconocida a nivel global.

Así todo: nada. Absolutamente nada de todo esto ha servido, todo ha sido un gesto miserable, una gran actuación de autoconmiseración, como quien cree que lava su conciencia, cuando por la calle arroja unas monedas a una palma mendicante, sin mirarles los ojos y seguir tranquilo habiendo pagado una cuota más de su parcela en el paraíso. Eso hace la comunidad internacional con Palestina, vota una resolución, protesta por una nueva masacre israelí y sigue… sin que jamás se haya concretado una sanción contundente, sin colaborar con los muchos grupos de oposición al régimen sionista que dentro de Israel luchan contra él, son los propios judíos israelíes silenciados que sufren persecuciones y encarcelamientos por exigir al gobierno que acabe con este estado de situación. Que no solo avergüenza al pueblo judío sino a la humanidad toda.

La sinrazón de Israel, la salvaje arbitrariedad de sus acciones, la barbarie de sus ataques y su violencia, que ha acabado no solo con la vida física de ciento de miles de palestinos, sino con los sueños de toda una nación y un pueblo, han convertido al sionismo en causa y bandera de la misma ideología que masacró millones de judíos en Auschwitz, Dachau, Buchenwald y otros muchos nombres de tan oscura memoria, donde la muerte fue industrializada y combinada con las formas más aberrantes del tormento y la degradación humana. Palestina vive a diario una Kristallnacht a la vista cómplice de un mundo que esconde su cobardía en códigos, tratados, leyes y resolución que solo sirven para juntar polvo. El pueblo palestino vive ahora la hora más solitaria de estos setenta años. Traicionada por sus propios hermanos árabes, por todos los musulmanes del mundo que ven como al-Quds, el tercer lugar sagrado del Islam, es mancillada por una resolución firmada con pluma de oro y tinta de sangre.

El hecho es de tal gravedad que hasta ahora ninguno de sus socios europeos va a acompañar esta medida. El presidente francés Emmanuel Macron, quien se declaró abiertamente contrario a la medida norteamericana, dijo: «Es una decisión desafortunada, que Francia no la aprueba y que contradice el derecho internacional y las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU». Mientras que la primera ministra británica, Theresa May, y su secretario de Relaciones Exteriores, Boris Johnson, se han mantenido bien distantes de la decisión de Trump.

Más o menos del mismo modo con una vehemencia tan afectada como vacía, se han expresado los gobiernos de Turquía, Líbano y Egipto. Mientras, de urgencia ha sido llamada a discutir la situación la Liga Árabe, al tiempo que su secretario general, Ahmed Aboul-Gheit, calificó la decisión de: «peligrosa e inaceptable». Como si el drama palestino hubiera comenzado esta mañana.

Solo Irán ha hecho escuchar sus demandas de manera amenazante y el frente Hezbollah, en voz de su máximo líder, Hassan Nasrallah, quien ha llamado a una tercera intifada. Mientras que Rusia se mantiene al margen de la provocación de Trump.

El yerno del presidente.

La medida de Trump, obviamente fogueada por su yerno Jared Kushner, un judío ultra ortodoxo, un multimillonario inmobiliario que obligó a Ivanka Trump, la preferida del presidente y a vez su más cercana consejera, a convertirse al judaísmo para casarse con ella. Kushner fue designado por Trump para el seguimiento de las conversaciones palestinas-israelíes, que para esta hora se hayan convertido en papel mojado. Es por lo menos paradójico, si no directamente una burla, que semejante función la tenga a cargo quien es benefactor económico de varios asentamientos israelíes, declarados ilegales por la comunidad internacional. Kushner ha codirigido, hasta enero de este año, la Fundación Charles y Seryl Kushner, creada por sus padre, que ha donado millones de dólares a proyectos relacionados con los diferentes asentamientos en Cisjordania, foco fundamental de las protestas palestinas.

Kushner poco a poco ha ido ganando espacio en la Casablanca y hoy tiene más influencia sobre el presidente que el propio secretario de Estado, Rex Tillerson, de lo que se desprende que las políticas pro israelíes seguirán en marcha, en oposición a los reclamos.

Ya para la última resolución de Naciones Unidas, contra los asentamientos ilegales en Cisjordania, en la que extrañamente el entonces presidente Barak Obama no utilizó el derecho de veto, se conoció semanas después que Jared Kushner intentó operar en el Consejo de Seguridad, para que rechazara aquella resolución.

La misma fuente informó que Kushner no mencionó el «detalle» de su vinculación con la Fundación pro sionista fundada por sus padres a la   Oficina de Ética del Gobierno estadounidense.

Desde que se conoció la mudanza ordenada por Trump, millones de ciudadanos musulmanes han salido a expresar su rechazo a las calles desde Beirut a Yakarta, a pesar del silencio de las monarquías del golfo, que no han hecho más que repetir los circunloquios habituales para este caso.

Las protestas en Cisjordania y Gaza, ya han dejado hasta hora cuatro muertos por los bombardeos sionistas, que sin duda es el preámbulo de muchas más muertes. El ministro de defensa israelí, Avigdor Lieberman, un nazi confeso, hizo un llamamiento a los ciudadanos israelíes a boicotear los comercios manejados por árabes, lo que es un reflejo exacto de como los sionistas se posicional frente a esta nueva crisis.

Palestina navega solitaria haca su desaparición si nadie, pronto hace algo lo suficientemente contundente.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.