Los ataques del 7 de octubre supusieron un punto de inflexión en el retorno del debate sobre la lucha armada en Palestina, una vía no cerrada de resistencia frente a la ocupación israelí que tiene más de medio siglo de historia.
La historia de la resistencia palestina alberga una dilatada trayectoria en el tiempo que se remonta a finales de la década de los años sesenta del siglo pasado. Durante este agitado periodo de máxima tensión entre los dos mundos enfrentados por la Guerra Fría una gran oleada de movimientos revolucionarios recorrió el Globo terrestre. Esta corriente de liberación estuvo marcada por su profundo carácter anticolonial y combativo, encontrando diversos escenarios especialmente representativos de esta realidad como Argelia, Vietnam, Cuba o Palestina. En el marco del territorio palestino este espíritu de resistencia se articuló en torno a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), fundada a partir de la colaboración entre distintos grupos como Fatah o el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP).
Los principios básicos de este frente amplio de lucha estuvieron guiados por su carácter secular, democrático y nacionalista de notable acento izquierdista-revolucionario. Al margen de las profundas divisiones y diferencias subyacentes entre las numerosas facciones fedayines, el ideario combativo auspiciado por la práctica activa de la lucha armada actuó como un eje vertebrador común a ojos de todos los palestinos. En el marco de los largos años sesenta, enfrentar al enemigo mediante el uso de armas fue considerado como un mecanismo legítimo y justificado hasta la obtención de la liberación definitiva por parte de todos los movimientos de la resistencia. En este contexto, Palestina no fue una excepción respecto a otros escenarios de lucha revolucionaria y anticolonial, siendo una expresión más de un periodo caracterizado por la efervescencia combativa en todo el mundo.
Frente a los fracasos experimentados por los ejércitos árabes en conflictos como la Guerra de los Seis Días (1967) o Yom Kippur (1973), las tácticas de la resistencia armada palestina resultaron ser notablemente efectivas en comparación con la práctica de la guerra convencional en campo abierto. Inspirados por el ejemplo de los argelinos, vietnamitas o cubanos, los palestinos abrazaron el uso de la guerra de guerrillas como herramienta para hacer frente a un enemigo militarmente superior como el Estado de Israel. Esta concepción de la guerrilla fue articulada de la mano de otra noción complementaria enunciada por chinos y vietnamitas en la época: la Guerra popular. Mediante el uso combinado de ambos planteamientos el movimiento palestino trató de confrontar al enemigo sionista a través de la movilización del pueblo de Palestina a todos los niveles de la vida cotidiana.
En este marco, a pesar de la valiosa inspiración y enseñanzas foráneas, las tácticas de la resistencia armada palestina tuvieron que ser configuradas de forma original para lograr ser efectivas en su contexto específico. El primer desafío al que los palestinos tuvieron que hacer frente en este sentido fue la adaptación de la lucha a un medio físico muy distinto al de otros escenarios selváticos como Vietnam, Cuba o Colombia. La guerrilla había demostrado ser moldeable a territorios diversos tanto de carácter rural como de tipo urbano, como por ejemplo la Qasbah argelina. La singularidad palestina, sin embargo, estuvo en aprender a combinar ambos marcos de manera efectiva a lo largo del tiempo, incluyendo también tácticas de lucha guerrillera en el desierto que más adelante perfeccionarían los combatientes del Frente Polisario en el Sahara.
De la mano de este intenso proceso de adaptación y permeabilidad en el terreno, la resistencia palestina empleó también de manera activa una herramienta táctica central en el marco de los movimientos de liberación nacional: el uso y la movilidad a través de las fronteras de países vecinos aliados en la causa. Esta práctica extendida en la mayor parte de las luchas por la independencia de la época fue un pilar fundamental en el escenario palestino. Estados como Líbano, Siria o Jordania ejercieron como “bases” periódicas desde donde entrenar, preparar y articular operaciones de manera alternativa con el paso del tiempo. La potencialidad de esta estrategia se dejó ver en numerosos episodios como la célebre batalla de Karameh en suelo jordano, donde la resistencia consiguió asestar un duro golpe psicológico al Ejército sionista en 1968. La invasión del Estado de Israel lanzada sobre el Líbano (1982) con objeto de acabar definitivamente con las bases palestinas situadas en sus fronteras refrendó de manera fehaciente la amenaza que llegó a suponer esta práctica durante los largos años sesenta para el gobierno israelí.
Desde el punto de vista operacional, los militantes palestinos que iniciaron la lucha armada recurrieron a tácticas “tradicionales” de guerrilla acompañadas por elementos novedosos y rompedores para la época. Junto a los ataques sorpresa, emboscadas e infiltraciones, los palestinos fueron pioneros en aprender a sacar máximo partido del impacto propagandístico asociado a maniobras arriesgadas como el secuestro de aviones, práctica inmortalizada por la combatiente Leila Khaled. Empleando todo tipo de estrategias revolucionarias, tanto en los territorios ocupados como en escenarios situados en Europa, el movimiento de resistencia logró poner en grandes aprietos al Ejército de Israel a principios de la década de los años setenta. Fue durante este periodo cuando los combatientes fedayines de los “Comandos tormenta” de Fatah y las “Águilas rojas” del FPLP alcanzarían una fama y reconocimiento mundial que los acompañaría desde los orígenes de la lucha armada hasta el final de la Guerra Fría.
La funcionalidad intrínseca de esta guerra de guerrillas acompañada por la noción de Guerra popular, sin embargo, mantuvo en todo momento un marcado horizonte político. Como ya dijera varios siglos atrás Carl von Clausewitz, la guerra nunca fue otra cosa que la continuación de la política por otros medios. El movimiento palestino tuvo siempre clara esta máxima durante los años de plomo del combate antiisraelí. Detrás de todas las manifestaciones de la lucha armada revolucionaria subyació siempre el anhelo por movilizar al grueso del pueblo palestino y desmoralizar al ocupante invasor. En este escenario, el objetivo primario de la guerrilla nunca fue el de vencer en el campo de batalla al Ejército enemigo (poco más que una utopía, por otro lado), sino que la meta consistió siempre en sobrevivir, resistir y golpear hasta desgastar lentamente al adversario. El campo militar, por tanto, no fue nunca concebido de un modo separado al trabajo político, diplomático, propagandístico o cultural, siendo en todos los casos distintas caras de una misma realidad con manifestaciones múltiples: la de la resistencia en pos de la liberación.
A finales de la década de los setenta e inicios de los años ochenta el movimiento armado palestino se debilitó sensiblemente. El combate contra el Estado Israelí desgastó con fuerza a los guerrilleros que tuvieron que hacer frente a profundas divisiones y enfrentamientos internos con diversos gobiernos árabes de la región. La incapacidad de materializar una victoria definitiva frente al sionismo situó a los fedayines en una situación cada día más insostenible en medio de un mundo que caminaba rápidamente hacia una completa transformación global. Con la entrada en la fase final de la Guerra Fría y los últimos destellos de la oleada revolucionaria que había recorrido el mundo desde la década de los sesenta, el campo palestino afrontó un panorama derrotista de frustración total. A inicios de los años noventa, la muerte definitiva del campo socialista selló el destino de numerosos pueblos donde la lucha armada revolucionaria desapareció por completo como una alternativa real para construir el camino hacia la liberación.
En este contexto, los movimientos de resistencia palestinos que habían liderado la lucha durante décadas entraron en una etapa de visible decadencia al verse obligados a negociar una salida del conflicto que nunca terminaría por aceptar el Estado israelí. Durante este sombrío periodo en el que la llama de las grandes utopías colectivas se apagó definitivamente, los movimientos fundamentalistas e islamistas radicales recogieron el testigo de la izquierda secular-revolucionaria. Grupos anteriormente irrelevantes o inexistentes como Hamás o Yihad Islámica aparecieron en escena como verdaderos protagonistas ante la llegada del nuevo milenio. Los principios políticos de estas emergentes facciones distaban mucho de aquellos que inicialmente habían guiado a grupos como Fatah o el FPLP. Para los recién llegados muyahidines la lucha contra el Estado de Israel fue concebida en clave religiosa e identitaria desde un principio, haciendo así valer una visión que se alejaba notablemente de los posicionamientos de izquierda revolucionaria predominantes hasta el momento. A ojos del gobierno sionista, la irrupción de estas nuevas tendencias fue percibida como una oportunidad para desgastar y dividir todavía más a una resistencia palestina profundamente transformada a comienzos del siglo XXI.
La renuncia a la lucha armada por parte de la rama mayoritaria de la OLP fue rápidamente instrumentalizada por las facciones fundamentalistas palestinas para erigir una nueva vanguardia combativa amparada en los principios islámicos. De esta forma, con el respaldo de poderes foráneos como el gobierno de los Ayatolás o los Hermanos Musulmanes, grupos como Hamás o Yihad Islámica se han fortalecido sensiblemente durante los últimos años hasta convertirse en la piedra angular de la resistencia en la más inmediata actualidad. Las tácticas de combate de estos movimientos han cambiado y evolucionado respecto a la realidad guerrillera de los largos años sesenta. La renovada resistencia armada palestina de nuestro tiempo ha primado el uso de acciones con limitado alcance táctico-militar, pero de profundo impacto propagandístico-psicológico, tales como el lanzamiento de cohetes hacia la Cúpula de Hierro. Estas iniciativas, coordinadas junto a operaciones paralelas impulsadas por fuerzas aliadas como Hezbollah desde la frontera libanesa, han marcado la tónica de la lucha armada palestina contemporánea. Sus resultados prácticos, más allá del mantenimiento de cierta tensión en suelo israelí, han estado marcados fundamentalmente por su proyección interna, donde estas demostraciones han servido para hacerse valer como auténticos portadores del estandarte de la resistencia en nuestro tiempo.
La ofensiva lanzada por la resistencia palestina el 7 de octubre del año 2023, sin embargo, supuso un cambio decisivo en las reglas del juego. Mediante una acción coordinada entre diferentes facciones donde estuvo incluido el brazo militar del propio FPLP, los combatientes lanzaron una ofensiva sobre suelo israelí de proporciones desconocidas hasta la fecha. Las tácticas empleadas en el marco de esta operación incluyeron multitud de aspectos novedosos y notablemente avanzados que revelan el desarrollo técnico-militar de los grupos armados palestinos a lo largo de los últimos años. A pesar de su derrota táctica y posterior respuesta del Ejército de Israel sobre la Franja de Gaza, que ha tomado un cariz abiertamente genocida, las acciones del 7 de octubre supusieron un punto de inflexión en el retorno del debate sobre la lucha armada en Palestina. En este escenario, a lo largo de los últimos meses las Fuerzas Armadas israelíes emplazadas en Gaza han sufrido cientos de bajas en un medio convertido en ruinas como resultado de los incesantes ataques aéreos sobre el territorio. La destrucción de la Franja ha auspiciado, así, el resurgir de las tácticas guerrilleras del pasado donde las emboscadas, los ataques por sorpresa y el incesante acoso sobre los Merkava israelíes han marcado la tónica de una lucha en espiral ascendente.
Como resultado de esta escalada en el conflicto, la cuestión de la acción armada, y con ella, el debate en torno a la efectividad de las tácticas de combate entre la resistencia palestina, se ha convertido de nuevo en un foco de interés para la opinión pública. Tomando ejemplo del legado construido desde hace más de medio siglo, los combatientes palestinos del presente han retornado al uso de algunas herramientas que habían sido abandonadas con el cambio de milenio y el final de la Guerra Fría. El interés por desgastar, atemorizar e infligir pánico en el campo enemigo se ha reposicionado como una prioridad para aquellos que enfrentan la agresión sionista en la actualidad. De esta forma, a pesar de la magnitud del genocidio perpetrado por el Estado de Israel en la Franja, una realidad cada día más visible se oculta bajo la inmensa montaña de cadáveres: el Ejército israelí está perdiendo la batalla de Gaza. Cada día que pasa, la presión aumenta sobre el gabinete de Netanyahu, cuyas promesas de “pacificación” a sangre y fuego sobre territorio palestino se muestran inconclusas a medida que afloran los problemas internos. Al igual que sucedió con Estados Unidos en Vietnam o las fuerzas coloniales europeas en África, las tropas israelíes no han conseguido detener las acciones armadas de la resistencia palestina pese a contar con una inmensa superioridad técnico-militar sobre el terreno, siendo esta una realidad que no muestra signos de cambiar en un futuro cercano.
En este escenario incierto, los palestinos han conseguido compaginar elementos traídos del pasado con nuevas fórmulas de actuación, así como con actores aliados emergentes en la lucha como los Hutíes en el Mar Rojo. De esta forma, mediante una combinación de operaciones armadas en la Franja de Gaza, acompañadas por un amplio trabajo político-diplomático, y también propagandístico, a escala internacional, el movimiento de resistencia se ha rearticulado y revitalizado en nuestro tiempo. Las posibilidades de victoria en la actualidad frente a un enemigo tan superior como el Estado de Israel continúan dependiendo de la puesta en práctica de una acción coordinada en el plano político-militar a distintos niveles complementarios entre sí. En esta línea, y tras haber sido constatado en numerosas ocasiones el hecho de que Israel no teme a una guerra abierta-convencional en la región, los palestinos han de profundizar en la senda trazada por los padres y madres de la resistencia hace más de medio siglo para afrontar las agresiones sionistas.
A pesar de que las condiciones han cambiado, el mundo se ha transformado y las facciones mismas del movimiento palestino se guían por unos principios que poco tienen que ver con los valores originarios, hay algo que todavía persiste desde entonces: el derecho a la legítima resistencia del pueblo palestino. Las tácticas de la lucha armada que han de guiar la acción antisionista han evolucionado en numerosos aspectos técnico-militares desde sus orígenes, pero los pilares fundamentales que marcan sus posibilidades de triunfo permanecen inamovibles. Estas pueden resumirse en: la continuación activa de la acción guerrillera frente a un enemigo superior con objeto de desgastar e infundir desánimo en sus filas; la concepción de las operaciones de combate como una continuación de la vía política en todo momento; el fortalecimiento y la búsqueda de nuevas alianzas con fuerzas regionales antisionistas; la movilización interna del pueblo palestino mediante la práctica de la Guerra popular en busca de la unidad entre las facciones y, por último, el aumento de la presión externa sobre el Estado de Israel mediante todos los mecanismos disponibles en cada momento.
El uso combinado de estos principios combativos no garantiza una victoria inmediata, pero sí promete contribuir a mantener un horizonte de resistencia activa incapaz de ser doblegado por los bombardeos israelíes. En este escenario, bajo el ruido de las bombas y el espanto de la tragedia palestina que estamos presenciando día tras día en la Franja de Gaza, se esconde un resurgir del espíritu combativo que atemoriza a los dirigentes sionistas. La historia nos demuestra, tal y como decía el dirigente chileno Salvador Allende, que la fuerza no basta para frenar la legítima voluntad de los pueblos. Los crímenes del Ejército israelí forjarán nuevas oleadas de combatientes comprometidos con la liberación de Palestina, perfilando así una espiral de resistencia que más pronto que tarde saldará su deuda ante los ojos del mundo.