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Picnic en Raqqa

Pan, hummus y sangre

Fuentes: Rebelión

La capital del califato resiste con estoicismo los bombardeos de la Coalición Internacional, la aviación rusa y el asedio de las tropas sirias en alianza con Irán, Irak y Hezbollah. Raqqa ha sido designada por el Estado Islámico como la capital del califato de Irak y Siria. Y no sólo es su capital sino también […]

La capital del califato resiste con estoicismo los bombardeos de la Coalición Internacional, la aviación rusa y el asedio de las tropas sirias en alianza con Irán, Irak y Hezbollah.

Raqqa ha sido designada por el Estado Islámico como la capital del califato de Irak y Siria. Y no sólo es su capital sino también el cuartel general de sus huestes. Esta ciudad, capital de la provincia homónima antes de ser conquistada, tenía 220.000 habitantes. Aunque el censo ha quedado sensiblemente disminuido a raíz del éxodo de miles de pobladores temerosos de las represalias de los yihadistas. Raqqa está situada en la ruta entre Alepo y Bagdad y desde la más remota antigüedad (sumerios, asirios, babilonios e hititas) fue un enclave de importancia del creciente fértil Mesopotamia. En esa zona los historiadores sostienen que tuvo origen la actual civilización occidental. La provincia de Raqqa, a pesar de ser semidesértica en la ribera del río Éufrates, goza de una extraordinaria fertilidad.

Raqqa fue tomada por los yihadistas del estado islámico de Irak y Levante el 6 de marzo de 2013. Ese mismo día los rebeldes derribaron la gigantesca estatua de Hafez al Assad que se encontraba en la plaza central. Una señal inequívoca del nuevo orden que iban a imperar en la ciudad. El Corán prohíbe las representaciones humanas y la adoración de ídolos. A partir de entonces la ciudad se ha convertido en la Meca del yihadismo y por sus calles transitan cientos y miles de musulmanes extranjeros de la Umma islámica y de los cinco continentes -entre ellos un gran número de conversos-. Los muyahidines o «santos guerreros» vinieron a hacer realidad el sueño del «reino de Allah en la tierra».

El gobierno de la ciudad y del califato recae en la Al-Shura o asamblea de notables y ulemas que han impuesto la Sharia como la ley fundamental. Son los principios de la revolución mística, una democracia celestial que procura velar por el bienestar del «hombre nuevo de la yihad universal». En la capital, supuestamente, reside el califa Abu Bakr al Bagdadi al que sus súbditos deben sumisión y obediencia. El califa se encuentra en paradero desconocido pues la Coalición Internacional le ha puesto un alto precio a su cabeza. El temor de la cúpula dirigente a un ataque de cazabombarderos o drones hace que se escondan bajo tierra y no utilicen ningún aparato electrónico para ser ubicados. Algunos testigos afirman que sólo se mueven en la noche disfrazados de mujeres para no levantar sospechas. Su círculo de colaboradores es muy selecto pues saben que existen espías extranjeros infiltrados entre sus filas.

Las banderas negras de la shahada engalanan las calles y avenidas como señal de soberanía y orgullo patrio. Bien podríamos calificar esta actitud de nacionalismo islámico porque existe la firme intención de resucitar el califato y recuperar las raíces y tradiciones seculares. Para recobrar la identidad es necesario una vuelta al pasado glorioso y revivir la época del profeta Mohamed. Especialmente en rescatar la pureza del Din que se ha visto contaminada por la modernidad, contraria por completo al espíritu de la sunna. Algunos calificarán esto de utopía romántica; otros de un nuevo renacimiento comparándolo con la expansión del islam en los siglos VII y VIII que llegó a los sitios más ignotos del planeta. Para los yihadistas, el máximo enemigo de los musulmanes es el imperialismo tal como también lo advirtiera en los años sesenta del siglo pasado el rais egipcio Abdel Nasser fundador del movimiento panarabista laico. Posteriormente, la revolución islámica del imam Jomeini dejó bien claro el camino hacia la yihad.

El Estado Islámico tiene un componente muy exaltado de nacionalismo, de pertenencia a un pueblo, a una raza, a una religión. El Corán como fuente ideológica marca las líneas maestras del sistema de gobierno abarcando el ámbito socio-económico, administrativo y jurídico. Si en el siglo XIX en Europa se dio el fenómeno de los estados nacionales, no nos debe extrañar que algo similar suceda con el EI. El islam ha sido criminalizado y esta es una reacción o un acto de defensa propia en el rescate de sus valores, de su honor y orgullo. Occidente, durante siglos, ha utilizado el poderío tecnológico y militar para imponer sus principios y proteger sus intereses geopolíticos en la zona. Como es el caso de la actual globalización capitalista donde el materialismo, el individualismo y el pensamiento único imperan sobre la fe y la espiritualidad. El Din de la profecía y el temor a Dios han sido mancillados por completo. Por eso se habla que una nueva cruzada -en este caso judeo cristiana- asola Oriente Medio.

Ambos nacionalismos, tanto el europeo como el norteamericano, en realidad hacen parte del neoimperialismo. Un neoimperialismo opresor que expolia las riquezas y somete a los pueblos a su arbitrio. De alguna manera el yihadismo es una respuesta a esa perversa agresión.

En el cuartel general de la Coalición Internacional (constituida por 60 países) situado en Kuwait, y que recibe apoyo de la OTAN (bases en el sur de Turquía) se fijan los objetivos a batir gracias a las observaciones satelitales suministradas por la CIA. Además la aviación rusa ya ha entrado en acción en auxilio de Bachar al Assad desde sus bases en Latakia y Tartús. La principal misión de los atacantes es la aniquilación total del terrorismo yihadista. Es decir, el exterminio masivo sin tener en cuenta lo que acontezca con la población civil que en la mayoría de los casos es la que sufre las consecuencias de la brutal ofensiva militar. Ofensiva que se lleva a cabo sin un mandato efectivo del Consejo de Seguridad de la ONU. Las masacres de niños, mujeres, ancianos y jóvenes son un crimen de lesa humanidad que ética ni moralmente tiene justificación alguna. Hechos luctuosos que no hacen más que exacerbar los sentimientos de odio y de venganza. Al no existir un dialogo político no es de extrañar que se produzcan ataques terroristas como el reciente atentado contra un avión ruso en el Sinaí.

En las últimas semanas se ha recrudecido la actividad bélica en los frentes de combate y por lo tanto el número de refugiados aumenta imparable. (Según los organismos humanitarios son más de 150.000 los nuevos desplazados) Para rematar, la aviación rusa va aplicando la táctica de tierra quemada lanzando bombas incendiarias, de racimo, de uranio empobrecido o bombas de cloro. Eso sin contar las pruebas que realizan con armamento de última generación cuya finalidad es perfeccionar su poder destructivo. Para disuadir a los atacantes de sus bombardeos aéreos, el EI ha colocado en jaulas a prisioneros cristianos, yazidíes, alauitas o kurdos en cuarteles, polvorines y arsenales a modo de escudos humanos.

La Coalición Internacional invierte millones y millones de dólares en tropas, equipos y armamento empeñados en salvaguardar sus intereses geopolíticos y estratégicos en la zona. La población civil, por el simple hecho de permanecer atrapada bajo el yugo yihadista, también se le condena al patíbulo. Porque aquí no valen los derechos humanos ni la presunción de inocencia. Quien se atreva a denunciar este genocidio se expone a que igualmente le acusen de colaboración con los terroristas.

Raqqa es una ciudad atrincherada y al borde del colapso. Por todas partes se construyen bunkers y fortificaciones ante el inminente asalto de la fuerzas el ejército sirio apoyadas por los milicianos de Hezbollah, Irak e Irán y la aviación rusa. En la capital del califato, la vida transcurre bajo una gran tensión y paranoia. Los milicianos empuñando sus armas de riguroso luto y encapuchados desfilan por las calles listos a ocupar las posiciones de vanguardia. La consigna es ni un paso atrás; quien retroceda o se rinda es considerado un traidor y merece ser ajusticiado. No existe ni un minuto de descanso, pues los bombardeos aéreos y el fuego de artillería son constantes y permanentes. La ofensiva pretende cortar las comunicaciones con Alepo, la frontera turca y la ciudad de Mosul en Irak, que es de donde proceden sus fuentes de abastecimiento logístico y suministros bélicos. El paisaje que impera en la ciudad es ruinoso y caótico, la circulación reducida, pues en las calles y avenidas se acumula la basura, los cascotes de piedra y los hierros retorcidos. Por todas partes se respira un intenso olor acre y putrefacto. En medio de tanta desolación los perros, las ratas y los buitres se disputan cualquier pedazo de carroña. Son las leyes de la supervivencia que no solo atañen al ser humano sino también al reino animal.

Los ciudadanos forman larguísimas colas en las calles ansiosos por conseguir artículos de primera necesidad como harina, arroz, aceite, azúcar, gasolina o agua potable. Las centrales eléctricas han sido averiadas por los bombardeos y únicamente se obtiene energía gracias a los generadores eléctricos alimentados con diésel o gasoil. Faltan medicinas, enfermeras y médicos en los hospitales. Las operaciones muchas veces se realizan sin anestesia. Los cadáveres se amontonan en la morgue cubiertos por enjambres de moscas ante la falta de refrigeradores. Como es de suponer las mujeres están obligadas a vestir el nijab y no pueden usar cosméticos y perfumes con excepción del khol, el almizcle y henna. Todas deben exhibir en público un comportamiento modesto y púdico. La función de la mujer en una sociedad patriarcal se circunscribe a las labores del hogar y la crianza de los niños. Pero a raíz de la guerra reciben instrucción militar y es común verlas con el Kalashnikov en bandolera patrullando las calles. Desde luego que han ganado algunos derechos que jamás soñaron disfrutar.

Dado el alto número de defunciones se hace imprescindible elevar el índice de natalidad. De ahí que se fomente la poligamia y la unión con las esclavas sexuales kufares capturadas. El futuro del Califato depende del buen comportamiento de la curva demográfica.

Los hombres deben igualmente demostrar un comportamiento recto y pulcro. Es aconsejable que usen prendas poco ceñidas al cuerpo y se dejen la barba poblada en homenaje al profeta Mohamed. Los colores chillones no son los más recomendables y es por esto que el blanco, el negro y el verde -que es el color del islam y del Corán- dominan el ambiente. Aunque se da la paradoja que el color rojo de la sangre es el que causa una mayor euforia y éxtasis. Queda terminantemente prohibida la música, los instrumentos musicales o los bailes. Sólo está permitido el nasheed o la recitación del coro de voces masculinas que sublima del martirio y repite los versículos del Corán más revolucionarios. Estas alabanzas se amplifican a todo volumen a través de los sound systems de sus jeeps y automóviles o en los equipos de sonido de las tiendas y comercios.

El tabaco y el alcohol están severamente perseguidos pues son vicios propios de los kufares o herejes. Para disuadir a los posibles consumidores se hacen continuas quemas de cartones de cigarrillos y destrucción de botellas de alcohol. Los reincidentes son castigados con latigazos o amputación de manos. La censura ha llegado a prohibir los canales de televisión extranjeros que se captan vía satélite pues incitan a los bajos instintos y el libertinaje. Incluso los partidos de fútbol o las películas de aventuras o telenovelas que tanto furor causa en Oriente Medio se consideran jaram. Según los irhabiyin, la televisión es el principal medio de corrupción de la sociedad musulmana. Algo en lo que coinciden con los más radicales wahabitas saudíes. Es por esto que los fieles deben reconocer sus pecados con la tawba o el arrepentimiento luego de haberse distanciado de la palabra de Allah.

Los tribunales de justicia compuestos por los al qadis aplican severamente el takfir wal hijra que declara que quien no cumplan con todos los preceptos de al sunna son falsos musulmanes. Algo que puede provocar la excomunión y por lo tanto el ser condenados a muerte. En sus plazas se llevan a cabo las ejecuciones públicas, crucifixiones, amputaciones y decapitaciones para que sirvan de escarmiento a todo a aquel que ose trasgredir las leyes divinas.

Se han abierto multitud de escuelas coránicas para que brinden auxilio espiritual a la población y los combatientes. Es imprescindible predicar las maravillas del martirio y la recompensa suprema que recibirán los santos guerreros o muyahidines en del yenna o paraíso. El aprendizaje de las ciencias islámicas, la recitación del Corán y el estudio de los hadices son las materias más destacadas en la educación. También se han fundado escuelas de suicidas, tanto para hombres como para mujeres, donde los candidatos elegidos se preparan psicológicamente para inmolarse en las operaciones de martirio.

Las iglesias cristianas han sido profanadas y sus imágenes destruidas. Las fachadas de las mismas se han pintado de negro con inscripciones alegóricas a la guerra santa. La mayoría de los cristianos han tenido que huir hacia el Kurdistán o Turquía con excepción de los que han preferido convertirse al islam. Los que deseen permanecer fieles a su fe deben pagar el impuesto yizia si quieren gozar de protección y respeto.

Los restos arqueológicos pertenecientes la yahilia o la edad de la ignorancia (periodo anterior al islam) han sufrido el violento ataque de los censores fundamentalistas que con excavadoras o a punta de mazo y picos han dado buena cuenta de preciosas piezas del museo de arqueología de Raqqa. Como es el caso de los gigantescos leones asirios que adornaban el patio de entrada al mismo.

A la hora de la oración las mezquitas se encuentran completamente abarrotadas y gran cantidad de fieles tienen que ocupar las calles y las plazas para cumplir con sus obligaciones espirituales. La policía religiosa o Hisbah siempre está vigilante para que se ejecuten a rajatabla las ordenanzas emanadas de la Al-Shura.

El tiempo de ocio la gente lo suele dedicar a asistir a la proyección de vídeos didácticos, montajes y documentales que exaltan el heroísmo de los muyahidines en el campo de batalla. Se hace especial énfasis en las operaciones suicidas y la postrer despedida de su protagonistas para que sirvan de ejemplo a los futuros mártires. La máxima celebración en la ciudad no puede ser otra que el ramadán, el Lailat al Qadr, el aid el Adha, el aid el Father y el cumpleaños del profeta Mohamed.

El día del salat Yuma se reparten dulces y regalos entre los niños. La gente pasea por los parques, los jardines o a lo largo de la orilla del Éufrates. Los más beatos prefieren dedicarse en las mezquitas al aprendizaje del Corán o a recitar los suras en voz alta. Otra atracción es asistir a las pompas fúnebres que se llevan a cabo en el cementerio central en honor a los mártires caídos en la yihad. Pero quizás el entretenimiento favorito de muchos sea el contemplar las ejecuciones públicas donde a los verdugos no les tiembla la mano a la hora de degollar a un apóstata o cortarle la cabeza con la espada a un kufar. Las que despiertan mayor morbo son las lapidaciones de adúlteras o el ajusticiamiento de homosexuales lanzados desde azoteas. Existen además otros sitios para relajarse como son los cafés y teterías en las que pueden conectarse a Internet -aunque la conexión es muy defectuosa al igual que la señal de la telefonía móvil. Las comunicaciones están intervenidas e interferidas a causa de la guerra electrónica que lleva a cabo la Coalición. Los servicios públicos como la electricidad y el agua potable son deficientes y permanecen racionados desde hace meses. Al caer la noche, la ciudad se sume entre tinieblas temerosa de los bombardeos aéreos y el lanzamiento de misiles.

Desde muy temprano se abren los puestos del mercado donde los vendedores exhiben una gran variedad de frutas, verduras, hortalizas frescas de producción local. Las pescaderías son las mejor abastecidas pues la captura de pescado en el río Éufrates es abundante. En las bodegas se apilan los productos procedentes del contrabando como enlatados, galletas, bebidas refrescantes, leche en polvo, cacao, te, aceite o chocolate. Pero el consumo se ha visto mermado por la dramática situación económica que raya con la miseria.

Igual que en la mayor parte de los zocos que existen en Oriente Medio la mayoría de los productos y artículos de consumo son de origen chino. El made in china es muy popular por sus precios baratos y por ello existe una amplia oferta de aparatos electrónicos, vestidos, zapatos, cosméticos, jabones, detergentes, vajillas y objetos de plástico, herramientas o telas.

La Cámara Financiera Musulmana cobra cumplidamente a todos los comerciantes el impuesto de guerra tal y como lo estipula las normas de la Sharia. Próximamente entrarán en circulación billetes y monedas denominadas dinares con las que se intentarán romper la dependencia del Dólar y el Euro. El islam por principio es anticapitalista y no permite la usura ni la especulación.

El drama de la guerra y la crisis social que desata hace que se estrechen aún más los lazos de solidaridad. Por eso las comidas (ya sea al Subuh, al Dohr o al Magreb) se transforman en un gigantesco picnic al aire libre. Los comensales se sientan en el suelo con las piernas cruzadas, no sin antes hacer las abluciones y oraciones como manda la sunna. La comida es un ritual sagrado y de adoración que comienza con el típico bismillah; en una bandeja de aluminio se colocan platos de plástico chino el humus, mutabel o falafel adornados con rodajas de tomate, pepino, cebolla y perejil. Luego, cada quien con un pedazo de pan en la mano, van pellizcando lo que más le apetezca. Los alimentos tienen que ser ingeridos con la mano derecha y al terminar los mismos debe pronunciarse el clásico alhamdulillah para agradecer a Allah por los favores recibidos. Sobra decir que la comida es una seña de identidad muy importante tal y como lo pregona un hadiz de Ibn Majah: «coman juntos y no separadamente porque las bendiciones de Allah vienen con la compañía».

A raíz de la ofensiva de la Coalición Internacional en Siria e Irak los países occidentales se hallan en estado de máxima alerta. Especialmente en EE.UU y Europa la amenaza de ataques suicidas y atentados yihadistas es altamente probable. Son las consecuencias de la globalización del terror y los organismos de seguridad deben permanecer alertas las 24 horas del día. Es el precio que hay que pagar en este macabro juego del «ojo por ojo, diente por diente». En sus discursos, el presidente de los EE.UU Barak Obama no se cansa de repetir que esta es una «guerra justa» en defensa de la paz y la libertad. ¿Qué será del futuro de la humanidad, de sus principios y valores si los bárbaros enemigos de la civilización llegan a triunfar? De igual manera se pronuncia el califa Abu Bakr al Bagdadi que exige a sus incondicionales el máximo sacrificio para derrotar a los cruzados en esta «guerra santa» que busca salvar al mundo que ha caído en las garras del shaitán (demonio).

Informante en Raqqa: Abdul Rahman Barazi. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.