Recomiendo:
0

Entrevista al economista libanés, Georges Corm

Panorama de Oriente Próximo

Fuentes: Les clés du Moyen Orient

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.

El economista libanés George Corm es uno de los eminentes especialistas de Oriente Próximo y el Mediterráneo. Además de su estatuto de consultante económico y financiero internacional, es profesor de ciencias políticas desde 2001 en la Universidad Saint-Joseph de Beirut. Sus obras más célebres son L’Europe et l’Orient (La Découverte), La fractura imaginaria (Tusquets), La cuestión religiosa en el siglo XXI (Taurus), El nuevo gobierno del mundo: ideologías, estructuras, contrapoderes (Península), Pour une lecture profane des conflits (La Découverte), Le Proche-Orient éclaté 1956-2012, 2 volúmenes (Folio/histoire). Han sido traducidas a varias lenguas.

-Oriente Próximo está en plena recomposición, ¿cómo explica usted esta evolución? ¿Estaba en germen? ¿Desde cuándo?

-Hay muchos observadores que, en efecto, creen que nos encontramos en la era del final de los acuerdos franco-británicos denominados de Sykes-Picot (1916), que balcanizaron lo que a principios del siglo pasado se denominaban las provincias árabes del imperio Otomano. Y otros que hablan de un periodo de transición desde regímenes autoritarios hacia regímenes de tipo democrático. Creo que en ambos casos nos encontramos lejos de estos escenarios. En efecto, parecía bastante difícil cuestionar unos Estados existentes, a no ser que se generalizaran por todas partes unas situaciones de caos. Si tomamos el modelo sirio o el modelo libio en los que hay un empleo generalizado de armas venidas del exterior, en última instancia se puede decir que hay unas zonas de influencia que se establecen bajo la égida de los grandes actores regionales e internacionales. Pero no veo que unos Estados desaparezcan del mapa y se reconozcan y creen nuevos Estados, como pudo ser el caso con la antigua Yugoslavia. Probablemente, esto hubiera podido ocurrir si estuviéramos en contacto directo con Europa, pero en la otra orilla del Mediterráneo parece mucho más difícil. Por otra parte, en lo que se refiere a la transición a la democracia el problema que se plantea hoy es esencialmente el de la naturaleza de las corrientes islámicas por las que los medios europeos y estadounidenses han apostado desde hace muchos años. Estas corrientes, que con demasiada frecuencia se idealizan, han mostrado ahora su verdadero rostro, el de un autoritarismo y de un deseo de control de las libertades individuales.

Por consiguiente, tenemos un problema grave e importante que va a determinar el futuro: ¿las corrientes de tipo moderno, laicas o respetuosas de las libertades individuales y que rechazan el componente religioso en el funcionamiento de un sistema político se van a poder afirmar frente a las corrientes islámicas? Hay de qué inquietarse si se tiene en cuenta que hasta ahora estas últimas gozan del apoyo total de Occidente y que, además, se benefician de una financiación muy importante en petrodólares procedentes de los reinos y emiratos petroleros aliados de Estados Unidos y de Europa. Así que será una batalla muy larga y muy interesante. Esta batalla es lo que va a decidir la suerte del mundo árabe y la posibilidad de que estos países árabes establezcan no solo unas verdaderas reglas democráticas sino también una verdadera independencia respecto a las fuerzas regionales e internacionales.

-Por lo que se refiere a la crisis siria, hay demasiados actores implicados (Qatar, Arabia Saudí, Turquía, Israel). ¿Por qué?

-¡Olvida usted en esta lista a Francia, Inglaterra y Estados Unidos! En diferentes entrevistas he tenido la ocasión de explicar que desde el principio hay una diferencia fundamental entre la revuelta siria y lo que ocurrió en Túnez, en Egipto y en Yemen. En Siria había un importante malestar rural desde 2007 debida a una serie de años de sequía y después debido a que el gobierno quiso complacer tanto al Fondo Monetario Internacional como a los países occidentales y empezó a suprimir muchas de las subvenciones que había a la agricultura. Los observadores sobre el terreno en Siria sabían que el mundo rural, al que antes había concedido muchos privilegios el régimen y que durante mucho tiempo había constituido la base esencial de este, empezaba a conocer un creciente descontento.

Cuando se observa dónde tuvieron lugar las manifestaciones en Siria, cuál era la composición social de los manifestantes y cuántos eran, se ve bien que eran campesinos pobres en las regiones rurales periféricas pobres situadas en las fronteras con Jordania y Turquía. Además, las imágenes hablaban por sí mismas. Contrastaban con las grandiosas manifestaciones de masas tunecinas, yemeníes o egipcias en las que acudían a la cita todos los grupos sociales y todas las edades. Muy pronto se vio cómo llegaban armas a manos de los grupos de opositores que se constituyeron sobre el terreno. Además, se desencadenó una guerra mediática absolutamente espectacular contra el régimen sirio. Ahora bien, en Siria hubo manifestaciones de masas a favor del régimen y en contra de la oposición armada y en ellas se vio a todas las clases sociales, a todos los grupos de edad y a muchas mujeres…

Por lo tanto, esta es una diferencia absolutamente fundamental respecto a las demás situaciones de revueltas en el mundo árabe. Además, el ejército no se hundió en absoluto y se enfrentó con cada vez mayor determinación y violencia a la llegada desde el exterior de combatientes a los que se ha denominado erróneamente yihadistas, ya que cuando unos musulmanes matan a otros musulmanes, eso no es una yihad. Así pues, en Siria se estableció un escenario que está llevando a la destrucción sistemática de la sociedad siria y de su riqueza material (infraestructuras, viviendas, potencial industrial). Es una repetición de lo que la comunidad internacional hizo sufrir a Iraq y mañana veremos que, como ocurrió en Iraq o antes en Líbano, con el pretexto de la reconstrucción las grandes constructoras árabes, turcas o internacionales saquearán el país. Ya hemos visto esto en Líbano donde al salir de los quince años de violencia entre 1975 y 1990, se sumió al país en una deuda inverosímil y donde tras veintidós años de reconstrucción ¡todavía no funcionan corrientemente el agua o la electricidad! Y en Iraq, a pesar de su enorme riqueza petrolera, no se han reconstruido todavía las grandes infraestructuras de agua y de electricidad. Así pues, es de esperar este mismo escenario en Siria.

Por otra parte, hay que ver que los datos internos sirios son completamente secundarios en el conflicto porque Siria se ha convertido en un colosal campo de enfrentamiento entre, por una parte, tanto las dos potencias ascendentes, China y Rusia, como Irán, y, por otro, los países occidentales, la OTAN, etc., cuyo objetivo es a todas luces hacer saltar los últimos cerrojos antiisraelíes de la región, que están constituidos esencialmente por el eje Irán-Siria-Hizbola, al que se denomina, para denigrarlo y por motivos sensacionalistas, «el arco chií». Se elaboran muchos análisis a base del sensacionalismo comunitario que se instrumentaliza para hacer creer que es un conflicto entre chiíes y sunníes a escala regional, cuando se trata de un problema de geopolítica muy profano. También entran en juego consideraciones petroleras y de gas.

-¿Cree usted que se podría producir una agitación regional en el contexto de la crisis siria, sobre todo en Líbano?

-Ya en 2007 mencioné en la revista Futurible un escenario de tercera guerra mundial desencadenada en torno a la cuestión del desarrollo de la capacidad nuclear iraní. Y es que las pasiones antiiraníes ya eran de una virulencia poco común que no ha dismunuido. El reproche que se le hacía a Irán era su retórica antiisraelí y, sobre todo, su ayuda al Hizbola libanés pasando por Siria. Así, desde hace años en los medios de la OTAN se considera que hay que abatir el eje Irán, Siria, Hizbola. Ahora bien, hay que tener en cuenta que aunque se reduzca, debilite o desaparezca este eje, se recuperará o se reconstruirá de forma diferente y ello mientras que el Estado de Israel continúa comportándose como se comporta en relación con los palestinos a los que sigue desposeyendo de lo que queda de su tierra, pero también en relación con los libaneses a los que hicieron sufrir enormemente entre 1968 (fecha del primer bombardeo contra el país) y 2000, cuando se obligó al ejército israelí a retirarse del país tras 22 años de ocupación; y después, en 2006, trata de suprimir a Hizbola por medio de una serie de bombardeos masivos que duran 33 días.

Ya se ha asistido en varias ocasiones a la esperanza de haber «librado» a Oriente Próximo de las fuerzas hostiles a la dominación israelo-estadounidense de la región. Siempre ha habido una decepción. Ese fue el caso durante la segunda invasión de Líbano por parte de Israel en 1982, que desembocó en el exilio de la OLP a Túnez y a otros países lejos de las fronteras israelíes. A continuación fue el caso con la Conferencia de Madrid y los acuerdos israelo-palestinos de Oslo en 1993. Por último, volvió a empezar con la invasión de Iraq en 2003 que hizo pensar que Oriente Próximo estaría en paz gracias a la eliminación de Saddam Hussein. Por ello hablo de «pasiones» estadounidenses y europeas a favor de Israel que impiden toda posibilidad razonable de devolver sus derechos a los palestinos. Mientras no se regule esta situación conforme a las leyes internacionales y no por la fuerza, Oriente Medio va a permanecer en ebullición con todos los riesgos de enfrentamientos de los que hablamos y que, efectivamente, se pueden caldear.

Una vez dicho esto, hay que darse cuenta de que la locura no es total en estas pasiones, es decir, que Estados Unidos, después de los despliegues militares que le han costado enormemente (Afganistán e Iraq) y en los que curiosamente no han logrado acabar con Al Qaida, ya no tienen ganas de aventuras militares exteriores, lo cual es bueno. Ahora han encontrado unos intermediarios regionales, sobre todo Turquía, que parecía dispuesto a luchar hasta el final contra Siria, solo cuatro años después de haber firmado unos acuerdos de cooperación, de amistad, de fraternidad y de libre comercio con este país. También han encontrado los petrodólares que financian los ejércitos de los combatientes venidos del exterior.

Se esperaba que con estas intervenciones exteriores el ejército sirio se desmoronara rápidamente y con él todo el régimen. Pero, para sorpresa general de todos aquellos que muy conocían mal el contexto sirio, esto no ocurrió. Y hoy parece que el ejército se recupera militarmente. Sin embargo, los combates y la destrucción de Siria van a continuar mientras el gobierno sirio no pueda controlar sus fronteras, muy extensas, con Turquía, Iraq, Jordania y Líbano. Por lo que se refiere al proyecto de conferencia en Ginebra, no es sino un mal teatro. Me recuerda al de hace cuarenta años cuando los soviéticos reclamaban una conferencia internacional sobre Palestina a la que ellos se asociarían. Ahora bien, solo hubo una sesión huérfana de aparato ya que los estadounidenses y los israelíes no quisieron conceder influencia a la URSS en este conflicto. Así que soy muy escéptico con este proyecto de conferencia. Hasta ahora estamos viendo unos encuentros ruso-estadounidenses sobre Siria para organizar una conferencia entre las parte en conflicto, pero en cuanto acaba la reunión, las declaraciones de las partes en conflicto contradicen la voluntad de paz.

Las consecuencias de todo esto sobre Líbano son muy interesantes. El gobierno libanés ha pretendido inteligentemente permanecer neutro en el conflicto sirio, aplicando la consigna que existe desde hace años, «Líbano primero». Además, se trata de una consigna que hasta la OLP había adoptado después de su salida de Beirut en 1982 en virtud de la cual afirmaban «Palestina primero». También se encuentra en Iraq después de la invasión estadounidense y se oye en los medios de la oposición siria. Ahora bien, hemos visto cuánto contribuyó esta consigna tanto a debilitar a los dirigentes de la OLP, impotentes antes la colonización, como a debilitar Iraq.

En Líbano quienes lanzaron esta consigna no la aplican ya que ellos son los primeros en implicarse militarmente enviando combatientes a Siria, lo mismo que hace Hizbola, porque la llegada de su armamento depende en gran medida de la supervivencia del régimen sirio y, por consiguiente, también su propia supervivencia. Por ello creo que va a continuar la inseguridad en todas las zonas geográficas libanesas limítrofes con Siria porque los combates van y vienen. Todo ello mientras el ejército israelí sigue siendo superpoderoso y verdaderamente tiene veleidades de volver a intervenir en Líbano con la esperanza de conseguir hacer desaparecer Hizbola. Sin embrago, no creo que la inseguridad se vaya a propagar a todo el territorio. Es cierto que en Saida está este jeque salafista, radical y anti-Hizbola que quiere disparar contra este partido. Hace un año apareció bruscamente en el escenario libanés, al parecer financiado por petrodólares saudíes o qataríes. Así que la ciudad de Saida está pasando por un periodo turbulento pero la población de la ciudad en su conjunto está tranquila, al contrario de la ciudad de Tripoli, que puede dejarse ganar por el radicalismo islámico. En cambio, es más inquietante la disgregación de las instituciones del Estado. Pero Líbano sabe autogestionarse.

-¿Qué opina usted de la situación del poder hachemita en Jordania?

-Creo que los israelíes deben seguir dilucidando: ¿hay que intentar hacer un Estado palestino en Transjordania, una vieja idea de Ariel Sharon para solucionar el problema palestino, lo que permitiría al mismo tiempo expulsar a los palestinos que permanecieron en lo que se convirtió en territorio de Israel? ¿O bien sería mejor conservar a este aliado fiel de Estados Unidos que es la monarquía jordana, que garantiza la seguridad de la frontera con Israel? Pero como desconozco el secreto del pensamiento estratégico israelí, no tengo respuesta.

-¿Se ve un nuevo planteamiento de la política estadounidense concerniente a Oriente Próximo tras el segundo mandato de Barack Obama?

-No. Cuando se observa a Estados Unidos y se trata de determinar sus objetivos principales, se constata lo siguiente: [que estos objetivos son] uno, la seguridad de Israel y, por consiguiente, que Israel pueda seguir colonizando como  desde 1967. Dos, impedir que Irán tenga armamento nuclear. Y, evidentemente, junto con esto desmantelar el eje Irán-Siria-Hizbola y ello siempre por la seguridad de Estados Unidos. Y después, el control de las rutas de aprovisionamiento petrolero y el mantenimiento de la hegemonía que ha tenido Europa, ya que Estados Unidos ha llegado a acuerdos con Europa sobre toda esta zona altamente estratégica para la economía y la geopolítica mundiales. Esto es muy fácil de descifrar. Cuando Barack Obama pronunció su célebre discurso en El Cairo en 2009 seguía estrictamente la política estadounidense tradicional y no ha cambiado un ápice. ¡No se expresa un cambio político por el hecho de citar dos versículos de El Corán en el texto de un discurso, algo que quizá creyeron ingenuamente algunas personas! Lo que ocurre simplemente es que, como decía antes, Estados Unidos es hoy mucho más prudente y este Estado no tiene ganas de nuevas aventuras militares exteriores, lo cual es un factor que calma el juego. En todo caso, se han afirmado las mismas constantes en la política del presidente George W. Bush y la de Barack Obama. Durante su reciente viaje a Israel, Obama pronunció unas palabras incondicionalmente favorables al Estado de Israel y a su política, como han hecho todos los sucesivos presidente estadounidenses, a excepción de Eisenhower y más accesoriamente George Bush padre y su ministro de Exteriores James Baker, que protestó enérgicamente contra la continuación de la colonización y incluso anuló las ayudas estadounidenses al Estado de Israel.

Fuente original: http://www.lesclesdumoyenorient.com/Entretien-avec-Georges-Corm.html