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Para los detractores de Siria, la verdadera cuestión es Irán

Fuentes: Al-Akhbar English

Traducción para Rebelión de Loles Oliván

Lo que preocupa a los Estados árabes que apoyan el derrocamiento del régimen sirio no es la confrontación entre éste y los manifestantes partidarios de la reforma en Siria. Los diplomáticos de esos países no hacen mención alguna de la situación interna cuando abordan sus cálculos. En su lugar, hablan con franqueza de la escena regional y la necesidad de cambios radicales que creen nuevas opciones.

En palabras de un alto diplomático del Golfo, se han invertido una década entera y miles de millones de dólares tratando de alejar al presidente Bashar al-Assad de su alianza con Irán. Añade que también se hicieron esfuerzos para convencer a al-Assad de que cambiara la política exterior de su país en dos áreas clave -Iraq y Líbano- aunque la relación de Siria con Irán se mantuviera intacta. Pero fue en vano.

Según este diplomático, [la cuestión de] Palestina no se incluyó en esas conversaciones. Los Estados árabes percibieron que no era esencial forzar que Damasco se alineara con ellos en esta cuestión. Fueron también cautelosos a forzar a los grupos de la resistencia palestina próximos a Siria a que se dirigieran a otra parte. Esperaban -y aún esperan- que Estados Unidos acepte una anticipada declaración de un Estado palestino y que, eventualmente, colaboren para que se ponga en marcha su existencia. Ello, según sus razonamientos, socavaría a los partidarios de la resistencia armada y, a su vez, privaría a Irán y a Siria de una poderosa carta. Si mientras tanto se pudiera alcanzar el acuerdo con Assad sobre Iraq y el Líbano, las cosas se pondrían más difíciles a Irán y a sus aliados, en particular, a Hizbolá, en Líbano.

Según el diplomático del Golfo, los sirios intentaron hacer algunos cambios políticos.

Como resultado de una serie de comunicaciones sobre Iraq -que implicaron a Turquía, Arabia Saudí y otros países- se alcanzó un acuerdo para apoyar que Iyyad Allawi se convirtiera en primer ministro. Al-Assad inicialmente accedió y Siria contribuyó a animar a diferentes partidos iraquíes para que participaran en las últimas elecciones generales. Pero después procedió a incumplir los acuerdos alcanzados con Ankara y los Estados del Golfo y se unió a Irán en su apoyo a Nuri al-Maliki en su lugar.

Ello estuvo acompañado de un intenso cabildeo destinado a reunir a todos los grupos políticos iraquíes aliados de Teherán y Damasco juntos en un frente unido. Estaba claro que la razón principal para la formación de esa coalición era oponerse a la prolongación de la presencia de las fuerzas de Estados Unidos en Iraq que Allawi había respaldado. Para lograrlo, según el diplomático del Golfo, los iraníes tuvieron que trabajar duro para resolver los muchos conflictos que impedían que las facciones iraquíes -sobre todo la corriente de as-Sáder y el Consejo Supremo Islámico- accedieran participar en el mismo gobierno que al-Maliki.

En lo que respecta al Líbano, el diplomático del Golfo afirmó que Turquía y Qatar hicieron un esfuerzo extraordinario para convencer a Arabia Saudí de que se suspendiera el asunto del Tribunal Especial de Naciones Unidas para Líbano (STL, por sus siglas en inglés) sobre el asesinato del ex primer ministro Rafiq Hariri. Ello implicó un acuerdo por el cual el entonces primer ministro, Saad Hariri, haría concesiones sobre el STL a cambio de permanecer en el cargo. Los términos se expusieron claramente en el documento acordado finalmente. Pero al-Assad, según le acusa el diplomático del Golfo, dejó la decisión en manos de Irán y Hizbolá y optó por expulsar a Hariri.

Los qataríes y los turcos trataron de arreglar las cosas. El primer ministro turco, Recep Tayyep Erdogan y el emir de Qatar, Hamad bin Jalifa realizaron incluso una visita sorpresa a Damasco -ya estaban en pleno vuelo cuando al-Assad se enteró de que iban a visitarle. Según el diplomático, ambos dejaron la capital siria con la impresión de que al-Assad convencería a Hizbolá de que aceptase el acuerdo. Sin embargo, y para su sorpresa, a sus respectivos ministros extranjeros, Ahmet Davetoglu y Hamad bin Jasem, se les dijo que el secretario general de Hizbolá, Hassan Nasrallah, había dicho que no al acuerdo, y que la entonces oposición seguirá adelante con sus maniobras para deponer a Hariri, quien fue debidamente derrocado.

El diplomático del Golfo tenía poco que decir sobre la naturaleza de los contactos con Siria en el período inmediatamente posterior a estos acontecimientos. Sin embargo, indicó que las cosas tomaron un nuevo giro después de que estallaron las protestas en las ciudades de Siria y cuando se hizo evidente que el régimen era incapaz de contener la situación. Se decidió diseñar un plan y llevarlo a cabo enérgicamente, destinado a forzar a al-Assad a hacer concesiones en dos frentes. En primer lugar, a compartir el poder con un sector más amplio de fuerzas políticas; los turcos y los qataríes dejaron claro en su correspondencia y en sus conversaciones que se referían a los Hermanos Musulmanes. En segundo lugar, dejar la política exterior siria en suspenso a la espera de que su reformulación reflejara el nuevo orden político.

La respuesta siria fue poner fin a todos los contactos. Al-Assad consideró tales estipulaciones como dictados estadounidenses. Indicó a sus visitantes, árabes y otros, que esas mismas exigencias le habían sido previamente transmitidas directamente por Estados Unidos y también a través de los europeos.

El alto diplomático del Golfo dejó muchas preguntas sin respuesta. Pero se puede afirmar que el eje Estados Unidos-Europa-Golfo seguirá acumulando presión política, económica y de seguridad sobre el régimen de Siria, y que es probable que vaya aún más lejos.

Fuente: http://english.al-akhbar.com/content/syria%E2%80%99s-detractors-real-issue-iran