Recomiendo:
0

Paz y democracia o inmovilismo

Fuentes: El Correo Vasco

La rutina genera insensibilidad. Así ocurrió antaño con la actitud de todo el espectro político hacia las víctimas de ETA, y ahora ocurre respecto al nivel de calidad de la democracia. El proceso degenerativo de la democracia en el que estamos inmersos no está en la agenda política, a pesar de los hechos que lo […]

La rutina genera insensibilidad. Así ocurrió antaño con la actitud de todo el espectro político hacia las víctimas de ETA, y ahora ocurre respecto al nivel de calidad de la democracia. El proceso degenerativo de la democracia en el que estamos inmersos no está en la agenda política, a pesar de los hechos que lo muestran: una justicia politizada e instrumentalizada; la suspensión de derechos civiles y políticos para un sector de la ciudadanía; la instalación de la crueldad en la gestión del sistema penitenciario y de las detenciones; el endoso a la sociedad de la crisis económica; o la imposibilidad de decidir futuros, ya se ensaye por vías originales (vía Ibarretxe) o convencionales (vía catalana). Regenerar la democracia no es una concesión a ETA, sino, por autoestima, una obligación colectiva. Éste es el fondo que no se quiere abordar, y ETA, la excusa.

Fuertes señales para la paz. Hay señales para la paz y de que esta vez -tras los fracasos- puede ser la definitiva. Los simples consideran ‘trampas’ las treguas, sin entender que es un juego arriesgado que depende de contextos, del saber hacer de los actores y de la credibilidad de las señales. Si no se juega, el fracaso es permanente y de antemano, como conviene a los inmovilistas de uno y otro signo.

El tema va en serio y así lo indican varios fenómenos. Por un lado, la tregua de hecho de ETA expresa su crisis de apoyos, de espacio, de resultados y de operatividad. Es más, si matan, se arruinan. Por otro lado, está la apuesta unilateral de Batasuna por las vías exclusivamente políticas liquidando cuanto antes la lucha armada (‘Zutik Euskal Herria’) y con la espada de Damocles de no estar presentes en las elecciones de 2011. Pero, además, hay multitud de señales: el giro en la posición de los presos; el apoyo de sectores plurales que avalan el proceso con la iniciativa Adierazi EH; los prestigiosos mediadores internacionales sosteniendo los principios Mitchell; la escenificación del acuerdo independentista con EA como un nuevo liderazgo ante ETA; la propia propuesta de Eguiguren… Hoy, los gestos de distensión -en claves de democratización y humanización- ayudarían a que se diera el salto definitivo en la propia cúpula de ETA, entregando definitivamente la dirección del nacionalismo radical a la representación política de la izquierda abertzale.

Otro esquema de diálogo. Lo llamativo es que el proceso que se abre estará muy alejado de los modelos de negociación anteriores. No parece que vaya a haber negociación, sino desistimientos mutuos y distensiones; pero siempre que Zapatero y López venzan su pánico al PP, que les paraliza y erosiona.

Si en Lizarra, en 1998, en la ‘fase preliminar’ del proceso de diálogo y de negociación no tenía por qué haber siquiera un alto el fuego, ahora, para que se sienten las partes, tendría que haber un cese definitivo. Si en la tregua de 2006 hubo dos mesas (de desmilitarización entre ETA y Gobierno; política entre PSE-Batasuna-PNV en Loiola), ahora sólo podría haber una, no propiamente política, para la gestión de la desmilitarización y de las secuelas de estos años de violencia, y siempre después de ese cese definitivo y unilateral. O sea, no habría negociación política propiamente dicha, ni mesas condicionadas entre sí. Sólo una futura mesa de encuadre de las derivas de las violencias, y un ‘no impedir’; es decir, permitir que pueda estar la izquierda abertzale histórica en el escenario político, y que el futuro lo tracen, en su momento y como en cualquier democracia, las propias fuerzas políticas vascas por mayorías.

Contradicciones. Choca, por contradictorio, que el mismo PSE que se sentó hace cuatro años en Loiola en un cuadro de doble negociación y de riesgo, y que ETA reventó, no acepte ahora un cuadro en el que no arriesga nada y sólo de ‘pista de aterrizaje’ para que la izquierda abertzale haga su nada fácil trabajo: desmantelar 50 años de lucha armada, terrorismo incluido, y una mentalidad.

Hay políticos funcionarios, políticos gestores y políticos con visión. Si la política se mide por la capacidad para imaginar y generar futuros para un país, y no por la mirada a corto plazo de vuelo bajo y competitivo, la nota que le daría a la actitud del lehendakari, y ya no digamos al PP, es de un cero, y a este Eguiguren, de un sobresaliente. La actual falta de altura de miras tiene que ver con la ausencia institucional de Batasuna. El PSE suma la mayoría parlamentaria, al precio de ser rehén de Mefistófeles PP y de una legislatura perdida en muchos terrenos. Las respuestas del lehendakari López a Eguiguren retratan al político: «Hay principios inamovibles a los que no voy a renunciar» (o sea, la mayoría del país, incluido Eguiguren, no tiene principios); «No voy a construir ninguna pista de aterrizaje» (o sea, no quiere liderar el país); y «Soy yo quien lidera en este Gobierno la lucha contra el terrorismo» (o sea, la política se reduce al trabajo de Rubalcaba y Ares).

De todos modos, tampoco la actitud del PNV es edificante. Líder social en favor de la paz, del diálogo y de la democracia hace no tanto, se conforma ahora con recordar su desacuerdo con la Ley de Partidos, mientras se desentiende de sus consecuencias y no asume el liderazgo de la regeneración democrática con una actitud proactiva. Se limita a destacar las contradicciones internas del PSE y a endosar todo el tema -recuerda el ‘¡que inventen ellos!’- en las espaldas de una izquierda abertzale ilegal y descabezada. ¿Miedo a ver disputado el liderazgo del nacionalismo? A ese paso se lo arrebatarán. Si ni el Parlamento Vasco ni el Gobierno van a empujar en la buena dirección, las instituciones forales algo deberían hacer, ¿no?

Todos se van a retratar en los próximos meses.

Fuente: http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20100623/opinion/democracia-inmovilismo-20100623.html