Traducido del inglés para Rebelión por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.
Este tipo de perros terroríficos no se veían desde El sabueso de los Baskerville .
Han sido criados por un ardiente admirador del difunto «rabino» Meir Kahane, que fue calificado por el Tribunal Supremo israelí de fascista. Su tarea es proteger las colonias y atacar a los palestinos. Son colonos-perros, o más bien perros-colonos.
Todas nuestras cadenas de televisión han informado de ellos con detalle alabando su efectividad y fervor.
Todo para preparar «Septiembre».
Septiembre no sólo es el nombre de un mes, el séptimo del viejo calendario romano. En Israel es, además, el símbolo de un peligro terrible, una amenaza existencial indecible.
Dentro de pocas semanas, los palestinos pedirán en las Naciones Unidas que se reconozca el Estado palestino. Ya han reunido una gran mayoría en la Asamblea General. Tras esto, según la evaluación oficial de nuestro ejército, se desatarán todos los infiernos. Se sublevarán multitudes de palestinos, atacarán el «muro de separación», asaltarán las colonias, se enfrentarán al ejército, crearán el caos.
«La Autoridad Palestina está planeando un baño de sangre», afirmó alegremente Avigdor Lieberman. Y cuando Lieberman predice violencia, sería imprudente ignorarle.
Desde hace meses, nuestro ejército ha estado preparándose precisamente para esa eventualidad. Esta semana anunció que está entrenando, también, a los colonos y les dice exactamente cuándo está permitido disparar a matar. Así, esto confirma lo que sabemos: que no hay una distinción clara entre el ejército y los colonos -muchos colonos son oficiales del ejército y muchos oficiales viven en las colonias-. «El ejército defiende a todos los israelíes, en cualquier parte donde estén», es la línea oficial.
Uno de los argumentos del ejército para esta preparación, así lo ha declarado, es por los palestinos que disparan a los soldados y a los colonos «desde dentro de las manifestaciones masivas». Es una declaración siniestra. He estado en cientos de manifestaciones y nunca he sido testigo de nadie disparando «desde dentro de la manifestación».
Una persona así sería increíblemente irresponsable, puesto que expondría a toda la gente de su alrededor a una venganza mortal. Pero es un manido pretexto para disparar a los manifestantes no violentos.
Suena muy siniestro, porque ya ha sucedido en el pasado. Tras la Primera Intifada, que se consideró un éxito palestino (y dio lugar a los Acuerdos de Oslo), nuestro ejército se preparó con diligencia para la segunda. Los instrumentos escogidos fueron francotiradores de primera.
La Segunda Intifada (de «al-Aqsa») empezó tras la ruptura de la Conferencia de Camp David en el año 2000 y la «visita» deliberadamente provocadora de Ariel Sharon al Templo de la Montaña. Los palestinos efectuaron manifestaciones masivas no violentas. El ejército respondió con matanzas selectivas. Un tirador de primera acompañado por un oficial tomaría posiciones en el trayecto de la manifestación y el oficial indicaría los objetivos seleccionados, los manifestantes que parecían ser «los cabecillas», a los cuales asesinaron.
Esto fue altamente efectivo. Pronto las manifestaciones no violentas cesaron y fueron reemplazadas por acciones muy violentas («terroristas»). Con estas acciones el ejército regresaba a un terreno familiar.
En total, durante la Segunda Intifada, fueron asesinados 4.546 palestinos de los que 882 eran niños, frente a 1.044 israelíes, 716 de ellos civiles, incluidos 124 niños.
Tengo miedo de que los preparativos de la tercera Intifada, que está previsto que empiece el mes próximo, sigan las mismas líneas. Pero las circunstancias serían bastante diferentes. Después de los acontecimientos de Egipto y Siria, los manifestantes palestinos pueden reaccionar de manera diferente esta vez y el «baño de sangre» puede ser mucho más severo. Así habrá reacciones internacionales y árabes. Me imagino carteles condenando a Binyamin Al-Assad y a Bashar Netanyahu.
Pero la mayor parte de los israelíes no están preocupados. Creen que todo el guión ha sido inventado por Netanyahu como un truco para acabar con el enorme movimiento de protesta social que sacude Israel. «Los jóvenes manifestantes exigen justicia social y un Estado de bienestar como los niños piden helados mientras el desastre merodea a la vuelta de la esquina», como señaló un coronel (en la reserva).
Los colonos y sus perros se entretejen enormemente en los próximos escenarios .
Esto es completamente lógico, puesto que los colonos ahora juegan un papel fundamental en el conflicto. Son ellos quienes impiden cualquier acuerdo de paz, o siquiera negociaciones de paz significativas.
Es muy simple: cualquier tipo de paz entre Israel y el pueblo palestino estará basado necesariamente en ceder Cisjordania, Jerusalén Este y la Franja de Gaza al futuro Estado de Palestina. Actualmente existe un amplio consenso mundial al respecto. La única cuestión es por dónde discurrirá exactamente la frontera, puesto que también hay un consenso sobre intercambios menores de territorio mutuamente acordados.
Esto significa que la paz implica necesariamente el desmantelamiento de un gran número de colonias y la evacuación de colonos a lo largo de Cisjordania.
Los colonos y sus aliados dominan el actual gobierno israelí de coalición . Se oponen a entregar siquiera una pulgada cuadrada de territorio del país que Dios nos prometió, (incluso los colonos que no creen en Dios creen que Él nos prometió la tierra). Por eso no hay negociaciones de paz, no hay congelación de la actividad inmobiliaria en las colonias, ningún movimiento de ninguna clase hacia la paz.
Los colonos fueron a sus emplazamientos en Cisjordania específicamente para este propósito: crear «hechos sobre el terreno» que impidieran cualquier posibilidad de establecer un Estado palestino viable. Por consiguiente es inconsistente si son los colonos los que impiden devolver los territorios ocupados o si es el gobierno usa a los colonos para este propósito. Viene a ser lo mismo: los colonos bloquean cualquier intento de paz.
Como señalan los estadounidenses : son los colonos, estúpido.
Algunos buenos israelíes están de verdad jugando a parecer estúpidos, o realmente lo son.
A hora está de moda en ciertos círculos «abrazar» a los colonos en nombre de la unidad nacional. Los judíos no deberían pelearse entre ellos, dicen, utilizando la antigua sabiduría del gueto. Los colonos son gente como nosotros.
Prominente entre los que dicen eso es Shelly Yachimovitch, miembro de la Knesset y uno de los seis candidatos a la presidencia del moribundo Partido Laborista. Durante años ha hecho un buen trabajo como abogada de la justicia social, no gastando nunca una palabra sobre la paz, la ocupación, las colonias, Palestina y bagatelas semejantes. Ahora, como parte de su campaña, ha venido a descubrirse del todo para amar a los colonos. Como apuntó: «Yo seguramente no veo la empresa de colonización como un crimen y pecado. Entonces estaba completamente consensuada. Fue el Partido Laborista el que promovió las colonias en los territorios. Es un hecho, un hecho histórico».
Algunos creen que Yachimovitch sólo finge este sentimiento para recoger votos de la corriente principal para la toma del partido, y que tiene la intención de combinar lo que queda del partido con Kadima, donde trataría de desplazar a Tzipi Livni y quizás, incluso, convertirse en primera ministra.
Quizás. Pero tengo la indefinible sospecha de que realmente cree lo que dice; y que, desde luego, es una cosa horrible de decir para cualquier político, hombre o mujer.
Pero con seriedad no hay ningún modo de abrazar a los colonos y a la lucha por la justicia social al mismo tiempo. Simplemente no se puede hacer, aunque algunos líderes del movimiento de protesta social aboguen por esto por razones tácticas.
No puede haber ningún Estado de bienestar israelí mientras la guerra continúe. Los incidentes fronterizos de las dos semanas pasadas muestran cuán fácil es distraer a la opinión pública y hacer callar las protestas cuando se despliega la bandera de la seguridad. Y cuán fácil es para el gobierno prolongar cualquier incidente.
Sembra r el miedo de «septiembre» es, con todo, otro ejemplo.
Pero los motivos de la imposibilidad de separar la justicia social de la seguridad son más profundos. Las reformas sociales serias necesitan dinero, mucho dinero. Incluso tras reformar el sistema fiscal -impuestos «más progresivos» directos, impuestos menos «regresivos» indirectos- y el rompimiento de los cárteles «de los magnates», serán necesarias decenas de miles de millones de dólares para rescatar nuestra enseñanza, nuestros hospitales y nuestros servicios sociales.
Estos mil es de millones sólo pueden venir del presupuesto militar y las colonias. Se invierten enormes sumas en las colonias, no solamente en las viviendas altamente subvencionadas para los colonos, salarios gubernamentales para muchos colonos (un porcentaje mucho más alto que el de la población en general), sino también para infraestructuras (caminos, electricidad, abastecimiento de agua etc.) y el elevado número de tropas para defenderlos. Los preparativos para «septiembre» muestran de nuevo cuánto cuesta esto.
Pero ésta todavía no es toda la historia. Más allá de todos estos hechos está la principal razón de la deformación de Israel: el propio conflicto.
A causa del conflicto estamos obligados a mantener un enorme estamento militar. Por las fuerzas armadas pagamos per capita mucho más que los ciudadanos de cualquier país occidental. Israel, un país de apenas 7,5 millones de habitantes, mantiene el cuarto o quinto mayor ejército del mundo. La ayuda militar estadounidense paga solo una pequeña parte de éste.
Por consiguiente, acabar con la guerra es una condición previa necesaria para cualquier intento real de convertir a Israel en un Estado de bienestar «escandinavo» con un máximo de justicia social. El conflicto no es sólo uno más entre los muchos que hay que considerar. Es el asunto principal.
Se puede amar u odiar a los colonos, oponerse a ellos o abrazarlos tanto como se quiera, el hecho que perdura es que las colonias son, de lejos, el principal o bstáculo para la paz y para el Estado de bienestar. No solo por su coste, no solo por los pogromos que sus habitantes llevan a cabo de vez en cuando, no solo por la forma en que dominan el sistema político, sino por su propia existencia.
A diferencia del sabueso de los Baskerville, el perro de las colonias está ladrando fuerte. Es el sonido de la guerra.