Traducción para Rebelión de Loles Oliván
«Toda lógica basada en la premisa de rechazar el diálogo indica el deseo de que los sirios no alcancen una solución por sí mismos. Por lo tanto, cualquier acuerdo, ya sea a partir de conversaciones o acuerdos producidos en capitales árabes, regionales o extranjeras, no puede darse sin un sólido fundamento en Siria. La solución tiene que ser siria, pero a través de un acuerdo histórico que incluiría a los principales países regionales, y a los miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas».
¿Ha desertado el vicepresidente sirio Faruk al-Sharaa? No, está bajo arresto domiciliario. No, ahora está bajo la protección de grupos armados de la oposición. Ha llegado a Jordania acompañado de decenas de oficiales. De hecho, va de camino a París, donde un funcionario de alto rango le está esperando.
Estos y muchos otros son los rumores que se repiten y comparten en muchas webs de opositores al régimen sirio.
Faruk al-Sharaa está fuera de los círculos de la toma de decisiones. Ha sido apartado de las discusiones importantes. El liderazgo sirio no habla con él. Se le ha aislado y relevado de sus funciones como vicepresidente, y está sin trabajo desde el funeral de los oficiales de alto rango tras la explosión del edificio de la Seguridad del Estado.
Pero nada de eso es cierto. El vicepresidente sirio, Faruk al-Sharaa está en el epicentro de la acción aunque no en los círculos de toma de decisiones. Está en contacto con algunos responsables, habla con el presidente [Bashar al-Assad] de vez en cuando, y se comunica con algunos de los dirigentes.
Su residencia está sujeta a las mismas precauciones de seguridad que las de las figuras de los círculos de toma de decisiones, y también lo están sus movimientos. Pero está lleno de energía y mantiene abiertos también canales de comunicación con miembros de la oposición y personalidades que no tienen contactos con el Estado o el régimen.
Sharaa tiene sus propios puntos de vista sobre los acontecimientos diarios, incluidos las críticas y los temores que ha seguido expresando en las reuniones oficiales aunque no hayan salido a la luz en los medios de comunicación.
Algo ha cambiado, sin embargo.
Sharaa no es pesimista pero su corazón está lleno de inquietud por el país y describe la situación tal cual es. No se siente obligado a participar en todos los detalles, especialmente cuando no puede cambiar las soluciones sugeridas. No puede permanecer en silencio ante los errores y los problemas que ponen en peligro el futuro del país. En tanto que veterano del régimen, no necesita que nadie le diga cuándo y cómo implicarse.
Una ciudad barricada
El camino de Damasco no es lo que era hace seis meses, o un año, o hace un año y medio. La crisis que se ha apoderado de Siria ha dejado su huella en todo. Los puestos de control militar y de seguridad con barricadas de cemento, una escena muy familiar para los libaneses, están presentes.
Faruk al-Sharaa está sentado en su casa a la que accedemos pasando varios puestos de control militar. Da cuenta del paisaje sirio desde el primer día de la crisis.
Habla sobre el régimen, el partido y la dirección del Estado. Describe lo que está ocurriendo sobre el terreno y el papel jugado por las potencias extranjeras contra Siria y su papel histórico en la región.
Pero nada de eso parece distraerle ni siquiera un momento del sentido de la responsabilidad para desempeñar un papel y proponer una salida para que Siria salga de la profunda crisis.
Es amigo del pueblo ruso, que es leal a su histórica relación con los sirios. Describe con afecto sus recuerdos de China, el gran país que se desarrolló con seguridad y tranquilidad, hasta convertirse en una de las fuerzas más poderosas de la Tierra.
En cuanto a Irán, cree que es la potencia más próxima a Siria, y no sólo al régimen. Tras la revolución, él considera que Irán iba en camino de convertirse en un gran experimento democrático si no hubiera sido por la guerra impuesta [Irán-Iraq].
Reconoce que [Irán] ha tomado la posición correcta en la causa árabe central, Palestina, y que apoyó a la resistencia en Líbano que expurgó por derecho a Israel del sur libanés en el año 2000 y disuadió la agresión en julio de 2006.
Sharaa ha confiado en la sabiduría del líder espiritual de Irán, Ali Jamenei, incluso desde su época como presidente de Irán, y alaba la resistencia de Hassan Nasrallah [el dirigente de Hizbolá]. Está convencido de que ellos podrían haber desempeñado un papel más relevante para alcanzar una solución política temprana a la crisis siria.
Sharaa sigue todos los acontecimientos del mundo árabe. Considera que Egipto ha sido testigo de un cambio radical y que no hay vuelta atrás. Pero la movilización política y de los medios de comunicación debe continuar y no ignorar lo que sigue sucediendo en aquel país.
Según Sharaa, Egipto es un país que traspasa la historia y la relación con él debe ser sólida y saludable. Puede hacer mucho por los árabes. Su situación hoy en día debe vigilarse estrechamente porque no alcanzará los resultados definitivos que esperan los egipcios de manera inmediata.
Lo que más le duele es que Siria no tuviera oportunidad de capitalizar el fracaso de Estados Unidos en Iraq y la problemática retirada de las fuerzas occidentales de Afganistán. Ve que otros países de la región, como Irán, Turquía y Arabia Saudí, han podido beneficiarse de la retirada estadounidense mientras que Siria se ha hundido en una crisis mayor y permanente.
Faruk al-Sharaa, veterano baasista y diplomático que proviene de las llanuras de Huran, es un responsable sirio conocido por su integridad y sabiduría. Tiene opiniones sobre todo y vivió una experiencia intensa al lado del fallecido presidente sirio Hafez al-Assad.
Respaldó a Bashar al-Assad desde el primer momento viendo en él una oportunidad para cambiar y llevar a Siria hacia un puesto más avanzado. Pero desde el comienzo de la crisis en 2011 percibió que las probabilidades no están a su favor.
Sharaa informó a todos los que le contactaron que no aceptará encabezar un gobierno de transición y que no aspira a ello. Sólo está preocupado por Siria. Dice lo que tiene que decir a favor de ciertas medidas, si ha de criticar una decisión o un comportamiento, o en oposición a alguna orientación o acción.
Sharaa es uno de los responsables sirios que parece más consciente de la magnitud de los cambios en el mundo árabe. Es igualmente uno de los más capaces de hacer autocrítica del partido Baas y de su papel, o del régimen, de sus mecanismos y de las instituciones.
Sharaa ha estado ausente de los medios de comunicación durante un largo periodo. Ahora vuelve para decir palabras con significado. Es un responsable político que quiere ver algo nuevo pero que mantiene su respeto por el trabajo del Estado.
Sharaa no actúa fuera de su mandato, ni pasa por encima del presidente, ni actúa a sus espaldas. Se burla de los medios de comunicación por el chismorreo sobre su deserción.
La militarización de las protestas
Sharaa diferencia entre dos movilizaciones de oposición. Tiene una visión nítida de la situación en su país desde los primeros días de la crisis.
Al principio de la movilización, las autoridades rogaban para que apareciera una sola persona armada o un francotirador en lo alto de un edificio. Hoy en día, todas las autoridades de Siria se quejan -incluso ante el Consejo de Seguridad de la ONU- por la propagación de grupos armados que son imposibles de cuantificar y de controlar.
Hay ciudades y periferias de ciudades que se han «limpiado» completamente y cuyos habitantes han sido desplazados. Los combatientes han podido regresar varias veces pero no los residentes.
«¿Tiene alguien derecho a meter al país en un cuello de botella del que no pueda escapar sin romper el cristal?» Sharaa se pregunta con amargura cada vez que ve las imágenes de los cuerpos de ciudadanos inocentes y de la desfiguración causada por los bombardeos, las explosiones y los coches bomba dirigidos contra personas, infraestructuras, servicios públicos y privados, y contra los científicos del país.
«Quienes cometen estos crímenes y los que los apoyan son culpables y han perdido todo sentido del patriotismo, de la moralidad y de la humanidad», afirma.
«El descenso del número de manifestantes pacíficos condujo de un modo u otro al ascenso de los militantes», Sharaa mantiene. «Si bien es el deber del Estado proveer seguridad a sus ciudadanos, esto es diferente a decidirse por una solución militar a la crisis. Las dos cuestiones no se deben mezclar».
«Todo esto debería haber exigido un análisis de los mecanismos y un intento de solución entre los sirios. El diálogo que adoptamos en julio de 2011 pretendía que la crisis política se resolviera desde el principio entre los sirios», añade.
«Pero las cosas no fueron en esa dirección», explica Sharaa. «La crisis se arabizó. Siria, miembro fundador de la Liga de los Estados Árabes, vio su afiliación suspendida por la organización sin justificación ni pretexto que pudiera convencer a los ciudadanos sirios».
«Tanto la Liga Árabe como el Estado [sirio] cometieron tantos errores, que lo que ocurrió no se puede olvidar ni pasar por alto», conjetura.
Pero ¿dónde está la responsabilidad del Estado sirio en la investigación de las causas de que esta crisis haya alcanzado este nivel, sobre todo en cuanto a la militarización de las protestas? ¿No se han creado comisiones de investigación a este efecto?
«Ninguna comisión de investigación creíble se creó a principios de la crisis. Si es que se estableció alguna, los resultados no se hicieron públicos, lo que permitió la propagación de rumores que hicieron perder la credibilidad del régimen y su prestigio ante quienes fueron tratados injustamente en el interior y ante los observadores exteriores», explica.
La supervivencia del país, no la nuestra
El vicepresidente sirio reconoce que la crisis es profunda. «Cada día que pasa, la solución se aleja, militar y políticamente», advierte. «Debemos mantener la posición de defender la existencia de Siria. No se trata de una batalla por la supervivencia de un individuo o de un régimen».
Sharaa cree que los problemas de Siria «se han multiplicado y se complican hasta el punto de que las operaciones militares no pueden llevarse a cabo lejos de la vida normal de los ciudadanos».
¿Estamos en proceso de resolución?
Según Sharaa, «hay varias cuestiones que deben abordarse para alcanzar una solución. Nadie tiene la ilusión de que las cosas vuelvan a ser como antes porque no se puede dar marcha atrás al reloj».
«[El enviado de paz de la ONU] Lajdar Brahimi sigue repitiendo en sus declaraciones que las cosas van de mal en peor. No puedo negarlo, pero durante más de un año he visto la línea que une los acontecimientos. La forma en que se suceden los acontecimientos conducirá a una situación incómoda donde las cosas definitivamente irán de mal en peor», remarca. «Pero el problema es que el señor Brahimi es lento y cuidadoso, mientras que los acontecimientos sobre el terreno se aceleran y son cada vez más violentos».
«Desde mi punto de vista, no estoy completamente seguro de a dónde nos llevará la opción actual. No tengo una respuesta transparente. Puede que ni las autoridades sepan siquiera adónde hemos llegado en la solución», explica. «Te sorprendería si te dijera que puede que incluso el propio presidente no pueda dar una respuesta satisfactoria, a pesar de que tiene todo el poder del país en sus manos».
«Lo que está sucediendo en Siria es complicado, complejo e intrincado. Si uno intenta desentrañarlo, tal vez se vuelva más complejo y los puntos ocultos podrían multiplicarse, en lugar de guiar a una solución», aclara.
«Si alguien tuviera la oportunidad de encontrarse con el señor presidente, oiría de él que se trata de una larga lucha, una gran conspiración con muchos actores (terroristas, agitadores, contrabandistas). No oculta su deseo de una solución militar que consiga una victoria decisiva; sólo entonces el diálogo político sería realmente posible. Muchos en el partido [Baas], en el Frente [Nacional Progresista] (FNP), y en las fuerzas militares se han convencido desde el inicio de la crisis de que no hay alternativa a una solución política y que no hay vuelta atrás» añade.
Sharaa considera que «la solución no va a ser realista a menos que partiera del más alto nivel. El presidente de la República es asimismo el comandante general de las fuerzas armadas. Es él quien nombra al primer ministro, quien dirige el partido en el poder, y quien elige al presidente de la Asamblea del Pueblo».
«Pero al mismo tiempo, están las instituciones ejecutivas, legislativas y judiciales, que son directamente responsables del funcionamiento de los asuntos del país», informa. «Estas instituciones tienen presidencias, directores generales y juntas de gobierno, que trabajan, algunos dicen trabajar, según las instrucciones. A veces, toman decisiones señalando a la imagen que tienen sobre sus cabezas en sus despachos, lo que significa que la directiva no está en discusión».
No hay cambio sin socios
«En 1970, se crearon muchas instituciones estatales sobre la base de contradicciones y conflictos del Consejo del Mando Revolucionario en aquel entonces, sobre la base de un pacto acordado (por ejemplo, el FPN, la Asamblea del Pueblo, y las administraciones locales). Estas instituciones comenzaron a deteriorarse y no se renovaron a pesar de los múltiples intentos para reestructurarlas desde que el presidente Bashar al-Assad asumiera la dirección en el año 2000», explica Sharaa.
«Estas instituciones comenzaron a funcionar entonces basadas en su propia inercia. Ello podría ser parcialmente aceptable en tiempos de estabilidad y décadas de seguridad. Pero, ¿cómo ha podido ocurrir durante las graves crisis con la consiguiente destrucción de infraestructuras y viviendas, falta de electricidad, paralización de los hospitales en muchas ciudades y pueblos, y el creciente desplazamiento interna y externo?», se pregunta. «Por no hablar de la detención de miles de personas que no se llevan ante los tribunales, como si todavía estuviéramos bajo la ley marcial».
«La oposición, con sus diferentes facciones, civiles, armadas, o los que tienen vínculos externos, no puede afirmar que es el único representante legítimo del pueblo sirio, al igual que el actual gobierno con su ejército ideológico y sus partidos en confrontación liderados por el Baas, con sus años de experiencia y de arraigada burocracia, no puede lograr el cambio y el progreso solo, sin nuevos socios que puedan contribuir a mantener el tejido de la patria, la integridad de su territorio y su soberanía regional. La pérdida de confianza entre esas dos partes y, por tanto, la imposibilidad de reunirse para entablar un diálogo directo, llevará a la destrucción continua y al desmantelamiento, lo que únicamente beneficiará a la ocupación israelí en esta etapa», declara con seguridad.
Sharaa cree que «la estructura política, económica y social del país está cambiando día a día y ante de nuestros ojos. Lo que está sucediendo en Siria es homólogo a lo que ocurrió en la década de 1990 en los países de Europa del Este. También debemos señalar que los países que no llegaron a entrar en enfrentamientos civiles o en guerras destructivas durante la transformación de las estructuras de sus regímenes, se enfrentaron, no obstante, a crisis económicas asfixiantes».
Discusiones del liderazgo
¿El liderazgo tiene opinión propia o simplemente obedece órdenes? El presidente, por ejemplo, ¿escucha las opiniones que difieren de su diagnóstico?
«Por supuesto, la dirección política tiene opiniones y puntos de vista. Pero el problema no está en que se pueda hablar de diferentes corrientes o divisiones profundas», responde Sharaa.
«Cuando me hice cargo del expediente del diálogo en tanto que vicepresidente, en julio de 2011, estuve de acuerdo con esa designación basándome en mi convicción y en la de todos los demás [miembros] de la comisión de diálogo nacional de que se trataba de un paso real y no sólo un movimiento táctico».
«No niego que alguno de nosotros no actuara como si [el diálogo] no fuera necesario ni que susurrara esto al liderazgo. Así que se distanció con el pretexto de que la oposición interna y externa lo veía como una pantomima del régimen. Al final, ello acabó con el diálogo político y abrió las puertas al diálogo de las balas y de las armas. Hoy, Siria es testigo de una aguda crisis económica y de subsistencia, además del conflicto político y militar».
«Cuando decimos que rechazamos cualquier intervención externa nos basamos en el hecho de que entre la gente no había consenso para involucrar a nuestro ejército nacional en la crisis, en primer término. Así que ¿alguien tiene la ilusión de que este pueblo vaya a aceptar ejércitos extranjeros en suelo sirio? Eso nunca sucederá y habrá resistencia. La preeminencia y la unidad del ejército sirio son indispensables en cualquiera de las soluciones y debates políticos propuestos».
Pero ¿la crisis se conecta exclusivamente con consideraciones políticas?
«En cualquier evaluación, no podemos ignorar los componentes locales vinculados con la situación económica y las políticas ejecutadas al menos en los últimos años. Tampoco podemos pasar por alto la necesidad real de un cambio significativo en todo el aparato del Estado y en sus instituciones. El cambio real es aquel que se basa en la solución de los acuciantes problemas, en las prioridades necesarias. Tal vez en el pasado no escuchamos con mucha atención o no tuvimos en cuenta las observaciones sobre la necesidad de un cambio rápido. Pero aprendemos de nuestra experiencia y de la de los otros. Hoy en día, entendemos que el cambio es inevitable. Si el régimen no toma la iniciativa para lograrlo con los demás, se producirá mediante dictados unilaterales de ellos».
Una solución siria
¿Cómo percibe la solución?
«Toda lógica basada en la premisa de rechazar el diálogo indica el deseo de que los sirios no alcancen una solución propia. Por lo tanto, cualquier acuerdo, ya sea a partir de conversaciones o acuerdos producidos en capitales árabes, regionales o extranjeras, no puede existir sin un sólido fundamento en Siria. La solución tiene que ser siria, pero a través de un acuerdo histórico, que incluiría a los principales países regionales, y a los miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Este acuerdo debe incluir detener todas las formas de violencia, y la creación de un gobierno de unidad nacional con amplios poderes. Ello debe ir acompañado de la resolución de expedientes delicados relacionados con la vida de la gente y con sus legítimas reivindicaciones».
«El problema se hace más grande y más profundo cuando algunos comienzan a pensar que la victoria y la derrota son posibles. Las fuerzas de la oposición en su conjunto no pueden decidir la batalla de derrocar al régimen militarmente a menos que su objetivo sea llevar el país al caos y a un círculo interminable de violencia. Mientras tanto, yo no veo que lo que las fuerzas de seguridad y las unidades del ejército están haciendo no llegue a un final concluyente, sobre todo porque entendemos, sin ilusiones, la amenaza de la actual campaña para destruir Siria, su historia, su civilización, y su pueblo. Los contactos y visitas de Brahimi así como la iniciativa de Ginebra, pueden considerarse una base adecuada para esta solución. No exagero cuando afirmo que llegar a un acuerdo histórico para la crisis siria podría allanar el camino para que se produjera una atmósfera internacional de solución de otros problemas importantes, a través de medios políticos y no mediante la confrontación militar».
Pero, ¿está maduro el acuerdo histórico?
Sharaa así lo espera, aunque se apresura a añadir que «si cada parte involucrada en el acuerdo piensa que puede conseguir todo lo que espera y aspira, entonces las perspectivas nacionales legítimas del pueblo sirio se perderán y el destino de la región entrará en un oscura túnel».