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Podemos: la confianza debe cambiar de bando

Fuentes: Rebelión

«Es la hora de ponerse a la faena» no es la cita de ninguno de esos grandes nombres, la gran mayoría hombres, que ha pasado a la historia. Pero sí que es la frase de muchas y muchos de nosotras todos los días cuando vamos al trabajo, cuando buscamos trabajo, cuando preparamos los exámenes, cuando […]

«Es la hora de ponerse a la faena» no es la cita de ninguno de esos grandes nombres, la gran mayoría hombres, que ha pasado a la historia. Pero sí que es la frase de muchas y muchos de nosotras todos los días cuando vamos al trabajo, cuando buscamos trabajo, cuando preparamos los exámenes, cuando hay que limpiar la casa, el baño, hacer la compra o las cuentas para llegar a fin de mes. También es la frase que nos decimos cuando nos organizamos y participamos colectivamente para evitar que desahucien al vecino, para ir a la manifestación contra la privatización de la sanidad, para exigir que ninguna niña se quede sin comedor escolar o para decir que nosotras decidimos si queremos o no ser madres y que no queremos que politicen o partidicen nuestros úteros.

Son actos diarios, pequeños, y a veces rutinarios, que configuran nuestro día a día individual y construyen nuestro día a día colectivo. Vidas personales de las que muchas sentimos que hemos dejado de ser autoras y actrices para ser simples marionetas de guiones ya escritos y acciones pautadas.

Nos dicen que somos libres de hacer lo que queramos con nuestras vidas. ¿Pero qué elecciones? Entre el paro y la precariedad, entre el no licenciarse y el licenciarse con un crédito, entre un piso con hipoteca o un alquiler que nos hipoteca el día a día, entre ser madre trabajadora y que lo cuide la abuela, o ser madre sin trabajar para poderlo cuidar o no ser madre para poder seguir trabajando. Claro que hay elecciones mejores y peores, y claro que existen márgenes de decisión, pero cuando nos imponen el contexto -de rapiña de lo común, de reglas hechas a su medida para salvar a los bancos y no a las personas, de recortes de derechos para el pago de deudas ilegitimas-, o cuando hacen de la resignación con sentencias como «es lo que hay» y del miedo un sedante colectivo, nos roban la confianza de que podemos escribir nuestra propia historia.

Lo colectivo nos permite recuperar confianza y las calles son su mejor escenario. Nos permite sentir fuerza y poderío, nos hacen sentir que pertenecemos y que compartimos indignación, rabia y anhelos. El 15M ha sido el ejemplo más exponencial de ello, desbordante, trepidante, emocionante en todo momento, pero al mismo tiempo frustrante en muchas ocasiones y agotador casi siempre.

En este sentido, la paralización de las privatizaciones en Sanidad, la victoria de los trabajadores de la limpieza viaria en Madrid, el ejemplo de lucha en Gamonal o la determinación de un pueblo por el derecho a decidir nos dice que lo colectivo es lo puede hacer cambiar las cosas: no se ganan todas las batallas, pero nuestras victorias las pagan caras.

Los actos individuales -ir a una manifestación, ir a una reunión, organizarse -hacen lo colectivo posible, y lo colectivo cambia los márgenes de lo que se puede conseguir a nivel individual.

El miedo debe cambiar de bando y así está pasando. Tenemos que seguir perdiendo el miedo a salir a la calle y luchar por una democracia real y unos derechos auténticos, porque debe ser la banca, los políticos y los poderes fácticos los que tengan miedo de la ciudadanía crítica y valiente. No les debemos nada porque es nuestro, nos lo deben a nosotras, al pueblo, porque nos lo han robado.

Pero la confianza debe también cambiar de bando. Confianza en que podemos acabar con la casta de corruptos. Confianza en que podemos universalizar de nuevo la sanidad. Confianza en que podemos recuperar derechos arrebatados y conseguir nuevos. Confianza en que podemos tener un modelo económico que no deje a casi seis millones de personas fuera del campo de juego. Confianza en que aunque nos equivoquemos, que aunque no nos convenzan todos los discursos, que aunque a veces no frustre y desespere el proceso, esto es imparable. Queremos cambiar las cosas y queremos escribir nuestro futuro, y Podemos es un método que ahora nos puede servir para ello.

Las europeas son solo un primer tramo del camino, el sprint de arranque. Es el día después cuanto empezará la maratón. Y en esta maratón no se consiguen las medallas al final, no es una carrera de codazos, aunque sí de obstáculos. Debe ser una maratón que no pierda gente en el camino sino que vaya sumando en cada km, por eso el cómo lo hagamos también definirá el proyecto que salga de ello. Porque se construye al andar.

Debemos dotarnos de paciencia individual y colectiva ante la impaciencia del momento. Debemos dotarnos de mecanismos de funcionamiento claros y democráticos que se adapten a las necesidades de cada momento, pues la democracia se exige, pero sobre todo practica. Debemos dotarnos de un liderazgo colectivo porque los individuales son fuerza motor de arranque pero son y nos hacen vulnerables si más tarde no se amplían.

Por eso, algunas de las que estamos participando en este proceso no decimos que no queremos hacer historia, no nos preocupan los grandes relatos que luego pueden contarse, lo que sí queremos es cambiar la historia. Del «Sí se puede» al Podemos . De «el miedo debe cambiar de bando» a «la confianza debe cambiar de bando». Es la hora de ponerse a la faena.

Isa Serra, Andrea Raboso, Joana Nogués, participan en las comisiones técnicas de Podemos

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de las autoras mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.