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Entrevista al actor y escritor Carlos Bardem

«Podemos se ha mantenido teniendo a todo el aparato mediático en su contra filtrando mentiras»

Fuentes: El diario

El actor, escritor y licenciado en historia presenta su nueva novela, Mongo Blanco, sobre el gran traficante de esclavos malagueño que sobrevivió a la Leyenda Negra

– «Es tan absurdo focalizar solo en las atrocidades como negarlas. Es una lectura interesada, falsaria y mitológica del cuentito que heredamos del dictador»

– «¿Por qué dicen que son políticamente incorrectos cuando quieren decir fachas?»

 

Carlos Bardem MIGUEL MOYA GTRES

El final de Juego de Tronos ha dejado a muchos huérfanos de fantasía histórica, y Carlos Bardem (Madrid, 1963) es uno de ellos. Además de ser una revolución televisiva, el actor y escritor piensa que la serie ha entrenado nuestros sentidos para tolerar y exigir un género de aventuras explícito. De esta forma, sin filtros, ha escrito Mongo Blanco (Plaza Janés), la biografía novelada del mayor traficante de esclavos del siglo XIX: el malagueño Pedro Blanco Fernández de Trava.

Bardem no escatima en escenas de sangre, sudor, heces y semen para retratar a un hombre de otra época. Una real y oscura donde los españoles vendían a los africanos como bienes muebles y se enriquecían humillando, violando y asesinando bajo el ala de la Iglesia y la Corona.

Justo cuando algunos apuestan por edulcorar la historia en sus programas políticos, Mongo Blanco llega para recordarnos que nunca puede ser reducida a una guerra entre «buenos y malos». Ejerciendo a la vez de verdugo y de abogado del diablo, el actor humaniza al negrero a través de su vasto conocimiento de historia y de un fiel reflejo de otro episodio de nuestro pasado escamoteado por el franquismo.

España fue una de las últimas en abolir la esclavitud (1870 en la Península, 1873 en Puerto Rico y 1880 en Cuba), y aún así tendemos a relacionarla siempre con las plantaciones de algodón del sur de EEUU. ¿Cómo han conseguido esconder este episodio debajo de la alfombra?

Nosotros somos una anomalía histórica en muchos sentidos, pues fuimos el único país de Europa donde ganó el fascismo. Con lo cual, durante 40 años España fue educada en una visión falsaria y mitológica de la historia. Enalteciendo de una manera un poco pedestre algunos sucesos y ocultando directamente otros.

¿Por qué no sabemos nada de la participación importantísima de españoles y de las altas instituciones de este país en la trata de esclavos? Pues porque fue el origen de muchas de las fortunas que se generaron en los dos grandes cataclismos de la historia reciente: la trata de esclavos y el franquismo.

¿Cuál fue el anzuelo que le hizo picar en uno de los mayores negreros y a la vez un gran desconocido de nuestra historia?

Para mí el anzuelo fue la palabra malagueño, porque me llevó a una reflexión. Yo soy licenciado en historia y he dedicado años de mi vida a estudiarla y a leer sobre ella. Pero nunca había oído hablar de este señor. Acto seguido me lo cuestioné, me puse a investigar y en el libro están las razones de por qué nos han escamoteado esa parte de nuestra historia y tantas otras.

La vida del personaje real de Pedro Blanco Fernández de Trava es una novela de por sí. Además, me ofrecía el vehículo narrativo perfecto para hacer un gran fresco de lo que fue la trata de esclavos en su apogeo, en el siglo XIX, y del papel de tantísimos grandes nombres e instituciones de este país en ella, como María Cristina de Borbón-Dos Sicilias o el Arzobispo de Toledo.

¿Y cómo llegó a convertirse un marino malagueño en la pieza clave entre dos continentes que no eran el suyo?

Yo establezco un paralelismo un tanto simplificador e inexacto, pero bastante ilustrativo, y es que Pedro Blanco era el Pablo Escobar de la trata de esclavos.

En la época de Pedro Blanco, comprar un ser humano en África costaba unos 20 dólares, que ni siquiera eran en dinero, eran en mercancías. Pero al otro lado del Atlántico se vendían entre 390 y 460 dólares. O sea, las tasas de rentabilidad son muy parecidas a las de un cargamento de cocaína.

Lo que hace muy atractivo al personaje real de Pedro Blanco, y que yo he llevado al extremo para hacer una novela más amena, es que era un hombre increíblemente brillante en lo que hacía. Era un gran marino, un hombre muy culto, un gran cínico, un aventurero y un hombre que creó de la nada un reino en África. El problema es que lo que hacía era una atrocidad. Era raptar, comprar y vender seres humanos.

Como biógrafo, encontrar las aristas a personajes despreciables debe ser complejo. ¿Dónde estableció la línea entre no juzgar y no empatizar demasiado con él?

En la construcción de personajes también influye mucho mi faceta de actor. Yo estoy acostumbrado a interpretar a señores muy malvados y aprendí que, cuando quieres dotar de complejidad a un malvado, hay que hacerlo atractivo. No puedes juzgarlo. Ahora, comprenderlo no es justificarlo; comprenderlo es entender su cosmogonía, su manera de pensar y la manera de pensar de la época.

En una novela extensa no puedes mantener la atención del lector durante tantas páginas si el protagonista es absolutamente repugnante. Además, me planteé el reto de conseguir que el lector empatizase con él y que le hiciese decir: «Demonios, me estoy poniendo del lado de un negrero».

Me sirve para que el que lea Mongo Blanco entienda cómo funcionó la trata de esclavos desde el punto de origen en África hasta su punto de destino en América. Creo que es un proceso espeluznante, pero a la vez muy atractivo.

También influye en la historia la forma de contarla. Igual que no es lo mismo ver La Peste que Águila Roja, ¿hasta qué punto es necesario ilustrar esa realidad tal y como fue? Sin escatimar en sangre, violencia o en relaciones sexuales que harían estremecerse a los defensores de la «imperofobia».

Yo creo que esta novela tiene dos originalidades: se ha escrito mucho y se ha filmado mucho de la esclavitud desde el punto de vista del esclavo, pero muy poco desde el punto de vista del negrero. Por qué hace lo que hace, cómo hace lo que hace y cuáles son los conflictos que le genera hacer lo que hace.

Y luego, Mongo Blanco es hija de su tiempo. La novela tradicional de aventuras que yo he leído toda mi vida (Salgari, Jack London, Melville, Conrad) no llega a lo explícito. Pero nosotros vivimos en la época de HBO y me quedaba la duda de cómo serían las novelas de piratas de Salgari si se contara de verdad lo que era un pirata. La sangre, la rapacidad, la criminalidad, la violencia extrema, la sexualidad feroz y la sexualidad violadora.

Hay que tener en cuenta que a las mujeres se las violaba sistemáticamente y varias veces a lo largo de la captura, del viaje y durante su vida hasta que dejaban de ser atractivas para el que la poseía. Es una novela de aventuras, pero también explícita, donde hay personajes bisexuales, escenas eróticas y orgías. Es una novela para el espectador de Juego de Tronos. Ya no se puede escribir aventura como se hacía antes: la gente no es tan ingenua.

La Leyenda Negra efectivamente fue una construcción contra un poder hegemónico, el Imperio español, por parte de naciones que en aquel momento se sentían más débiles contra ese poder. Lo que no creo que sea acertado es negar que se hicieran atrocidades y llevarlo al otro extremo.

Parece que Mongo Blanco va a ser un revulsivo a muchos niveles para los que abogan por edulcorar la historia ante la Leyenda Negra. ¿Ha recibido alguna crítica?

Aún no. Pero los que lo dicen son los defensores de esa historia falsaria y mitológica, heredada del franquismo, que tiene que ver más con un cuento que con un análisis serio o científico. Nos dicen que manchamos la historia por poner luz sobre episodios terribles de la misma, pero, ¿somos diferentes a cualquier otra nación? Todas las naciones tienen episodios más o menos brillantes, episodios más o menos gloriosos -aunque yo desconfío del término glorioso- y episodios atroces.

La Leyenda Negra efectivamente fue una construcción contra un poder hegemónico, el Imperio español, por parte de naciones que en aquel momento se sentían más débiles contra ese poder. Ahí está acertada María Elvira Roca. Lo que no creo que sea acertado es negar que se hicieran atrocidades y llevarlo al otro extremo, que es todo una invención de los malvados que nos odian, que nosotros fuimos estupendos y maravillosos y que aquí no pasó nada.

Ahí es vital la labor de los historiadores. Hace unos meses, muchos acusaron al presentador Christian Gálvez de intrusismo profesional. ¿Corremos peligro de dejar la historia en manos de cualquiera?

Realmente no seguí mucho la polémica. Yo tampoco soy historiador, soy licenciado en historia, y entiendo que cada uno tiene derecho a escribir lo que quiera, ¿por qué no? Luego hay historiadores profesionales que son a los que yo seguiría si quisiera informarme de un periodo o de un personaje concreto, pero siempre con la salvedad de las banderías ideológicas.

¿Y cree que es necesario pedir disculpas?

Si eso sirve para sanar psicológicamente una herida entre países, pues por qué no. Solo la gente cobarde se ofende cuando se piden disculpas. Soy de los que piensa que pedir disculpas es siempre una señal de fortaleza, no de debilidad.

Y los que se ofenden porque alguien te diga, como nación, que pidas disculpas por un proceso en el que indudablemente se cometieron atrocidades, son los partidarios de una historia falsaria y mitológica. Un cuentito en el cual un señor muy valiente con 400 amigos conquistó un imperio y trajo la cultura a una manada de indios salvajes.

Ciudadanos presentó un plan para acabar desde la educación con la Leyenda Negra y pide más ayudas para quienes hagan películas «que hablen bien de la historia». ¿Hay peligro de volver a la España de Raza?

Y al de Sin novedad en el Alcázar y Alba de América [ríe]. No, tiene que ver con la falta de calidad democrática de esta ciudadanía y la anomalía histórica de la que hablábamos antes. Las sociedades son entes vivos y como tales tienen una psicología colectiva. Nosotros tenemos un enorme problema psicológico porque hay una herida sin cerrar que nos impide mirar desapasionadamente a nuestra historia.

Es tan hooligan el que se dedica por sistema a denigrar la historia de España, como el que se dedica por sistema a enaltecerla. Lo acertado sería tener una aproximación científica a hechos históricos basada en documentación y, a partir de ahí, sacar las conclusiones. Todo lo demás es hooliganismo, y ese es uno de los problemas que nos ha legado el franquismo.

La democracia no es solo una forma de gobierno, sobre todo es una cultura, y tenemos un déficit de cultura democrática que nos impide enfrentarnos con madurez a estos temas.

Un déficit que también se demuestra en las urnas. Formó parte de un manifiesto por la movilización el 28A, pero la participación volvió a bajar el 26M. ¿Por qué somos tan apasionados con la historia y tan desapasionados con la política cotidiana?

Por lo mismo: la falta de cultura democrática de nuestra ciudadanía, que no es culpa nuestra sino del dictador fascista que nos robó cincuenta años de historia. En una democracia normal y consolidada, por supuesto que hay gente que votará de una manera más visceral, pero hay mucha gente se decanta por votar programas. Aquí no, aquí se vota a los míos. Y da igual lo que hagan los míos.

Ahora mismo todo augura que vamos a tener al PP en el Ayuntamiento de Madrid y en la Comunidad, apoyados por la ultraderecha fascista y por ese invento extraño de Ciudadanos. A un partido que a día de hoy tiene más dirigentes en la cárcel que sentados en el Congreso. Parece ser que eso está amortizado y el que vota al PP lo considera correctísimo. Porque son los suyos y qué más da que roben, qué más da que sean unos corruptos o que tengan todo ese lastre que tienen.

Eso es lo que nos lleva a tener una visión hooliganista del voto, de nuestra historia y de todo y que solo desde la educación, desde la cultura y con décadas de trabajo se podrá erradicar.

Habla de la movilización de la derecha, pero la desmovilización de la que hablamos se da desde la izquierda. ¿Qué cree que ha pasado este 26M?

A la izquierda le falta volver a ser izquierda y tener más capacidad de explicar lo que eso significa. Enredarse menos en contentar o apelar a pequeños segmentos de población y mandar un mensaje más claro. Es decir, lo que busca es que haya mayor justicia social, que haya una mejor redistribución de la riqueza mediante una fiscalidad progresiva y que se garanticen los servicios públicos para todos.

La izquierda siempre se divide porque es transformadora. Nosotros no vivimos en un sistema de izquierdas. Nunca lo hemos hecho, y la izquierda lo que quiere es cambiar esto para hacerlo más justo. Unos quieren llevar eso mucho más lejos que otros y entonces empiezan las divisiones que tanto daño hacen.

En cambio, ¿por qué la derecha nunca se divide? ¿O aunque se divida luego se ponen de acuerdo inmediatamente? Porque quieren mantener lo que hay. Incluso acentuarlo. Pueden estar envueltos en banderas, soflamas, grandes frases vacías sobre que España se rompe y sobre la nación, pero en el fondo quieren menos impuestos para los ricos y menos servicios públicos para los pobres, precarización del trabajo y control social para que no se revuelvan y, si se revuelven, criminalizarlos. Lo pueden adornar con todas las banderas que quieran.

¿Por qué dicen ser políticamente incorrectos cuando deberían decir directamente que son fascistas o fachas? No hay nada políticamente incorrecto en estos señores. Todo lo contrario, la derecha es la gran perpetuadora de lo que hay. Y por eso se ponen enseguida de acuerdo.

Pero la realidad es que se han perdido grandes alcaldías del cambio y que Podemos ha quedado infrarrepresentado en muchas comunidades. ¿Busca más autocrítica más el votante de izquierdas que el de derechas?

Yo creo que la autocrítica nunca está de más en ningún aspecto de la vida. Pero me gustaría hacer una observación. La única fuerza que a raíz del impulso del 15M se planteó una transformación real del modelo fue Podemos. En este país, se destaparon las cloacas del Estado, que es el Watergate soñado de cualquier periodista del mundo para consagrarse y ganar el Pulitzer. Bueno, pues aquí se puso todo el mundo, o casi todo el mundo, de perfil.

Es muy difícil y, eso sí lo pongo en haber de Podemos, mantenerse en esos números cuando tienes a todo el aparato mediático de este país en tu contra filtrando mentiras. Constantemente.

Y el que también tendría que hacérselo mirar es Pedro Sánchez, que decide poner de candidato a la alcaldía a Pepu Hernández, señor maravilloso y magnífico entrenador de baloncesto, pero no sé yo si era el mejor reclamo político. La alcaldía de Madrid no se ha perdido por los votos de Madrid En Pie o de Podemos, la alcaldía de Madrid se ha perdido por la bajada del PSOE.

Fuente: https://www.eldiario.es/cultura/libros/Carlos-Bardem-politicamente-incorrectos-fachas_0_906059869.html