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Podemos: ¿una victoria de Gramsci?

Fuentes: Rebelión

Una de las principales aportaciones de Antonio Gramsci fueron sus reflexiones sobre el fracaso de los procesos revolucionarios en los países a cuyas sociedades podríamos calificar como «avanzadas». La explicación de Gramsci para ese fracaso, grosso modo, era que en estos países la sociedad civil presentaba un panorama más tupido, y los anticuerpos, por utilizar […]


Una de las principales aportaciones de Antonio Gramsci fueron sus reflexiones sobre el fracaso de los procesos revolucionarios en los países a cuyas sociedades podríamos calificar como «avanzadas». La explicación de Gramsci para ese fracaso, grosso modo, era que en estos países la sociedad civil presentaba un panorama más tupido, y los anticuerpos, por utilizar un término muy comprensible, del sistema, eran más eficaces. Por eso en Rusia, por ejemplo, ante una sociedad más desestructurada y un aparato estatal de coerción más burdo, habría sido posible un proceso revolucionario.

¿Qué tiene que ver todo esto con Podemos? Pienso que el principal acierto de la formación encabezada por Pablo Iglesias puede venir marcado por la comprensión del análisis gramsciano de las sociedades de los países desarrollados, y no se han quedado solo en el análisis, sino que a partir de ahí han llegado a la conclusión de que era necesario penetrar en el instrumento más potente de construcción de la hegemonía del sistema: los medios de comunicación. En este sentido, tal vez una de las conclusiones políticas más fuertes que podemos sacar de este estupendo resultado electoral es que tal vez los puntos más sólidos del Sistema pueden esconder su propia debilidad, y que un ataque llevado a cabo con una mezcla de inteligencia y prudencia puede provocar grietas en el muro.

La izquierda había abandonado demasiados campos de batalla sin siquiera oponer resistencia, nos hemos dejado arrebatar hasta las palabras sin luchar por ellas. Hemos dejado ultrajar un concepto de nuestra tradición: la democracia, permitiendo que se emplee esta palabra para describir algo que no tiene nada que ver con su significado real, ya es hora de ir ocupando espacios y planteando debates en profundidad. El debate sobre Europa ha quedado pendiente y me parece urgente que se aborde. También forma parte de nuestra tradición la actuación en los medios de nuestros «rivales» para desmontar sus argumentos y para hacer llegar a los ciudadanos nuestras propuestas. En ese campo tengo que decir que el diseño de la campaña de Podemos me ha parecido perfecto.

Creo que en Podemos, volviendo a Gramsci, sí han comprendido que estamos en una fase de guerra de posiciones, y que mientras no se vislumbra una posibilidad de cambiar el Sistema sí se puede ir avanzando y trabajando por cambiar el sentido común de una parte importante de la población. Ese trabajo previo de influencia en el sentido común de las mayorías sociales lo han hecho penetrando por pequeños orificios en el mayor aparato de generación de consensos y de creación de tendencias: la televisión. Nadie puede negar, los resultados cantan, que esa estrategia ha sido todo un éxito y debe servir para reflexionar al conjunto de la izquierda, para seguir potenciando los medios alternativos y para estudiar cómo conseguimos acceder a los medios de masas.

Tal vez la izquierda ha olvidado que la principal ocupación de Marx fue estudiar cómo funcionaba el sistema, para saber cuáles eran sus debilidades, cómo vivían los oprimidos, y cuál era la composición interna de las clases sociales. Tal vez llevamos demasiado tiempo protestando por la omnipotente influencia de los medios de comunicación y sobre como sirven a los intereses de los poderosos y no hemos hecho nada por tratar de «asaltarlos». Y, por supuesto, llevamos muchísimo, demasiado tiempo, instalados en la «confortable y honrosa» derrota: afrontamos las elecciones sin demasiada ilusión, dando por sentado que con nuestro porcentaje de siempre podremos capear el temporal a la espera de unos buenos tiempos que parece llegarán sin que tiremos de ellos.

Creo que Podemos supone un cambio muy importante en cuanto a la manifestación de una voluntad de dar pasos con intención de conseguir la victoria. Me parece que si se ha hecho un análisis muy importante sobre la influencia de los medios de comunicación y del conjunto del aparato de creación de consensos, en este sentido hay que destacar algún trabajo de Pablo Iglesias sobre el cine y otro en preparación sobre la series de televisión. Se trata de un trabajo aún incipiente pero que se debería seguir desarrollando. De todos modos quedan aún muchísimos temas clave por abordar, desde luego el más importante de ellos es la cuestión de clase y el estudio de cuál es la actual composición y situación de la clase trabajadora en nuestro país.

La cuestión de clase es uno de los temas que está aún, a mi juicio, demasiado ausente en el discurso de Podemos. Creo que es indiscutible que existe un importante número de jóvenes con estudios universitarios con aspiraciones frustradas a los que la crisis ha proletarizado o les ha obligado a emigrar, pero no debemos olvidar que, probablemente, la mayoría de los jóvenes no han alcanzado ese nivel de educación y se mueven en un mundo extremadamente precario y en circunstancias posiblemente más duras. Un discurso, que a veces puede abusar de una especie de neolengua, dirigido en exclusiva a una elite ilustrada sería un error muy importante. No sé si es posible, pero resultaría muy interesante saber el grado de penetración del discurso de Podemos entre esas personas a las que el escritor socialista británico Owen Jones ha denominado Chavs, término posiblemente intraducible que se refiere a jóvenes que, por una u otra razón, no han tenido la posibilidad de acceder a la formación y viven hundidos en la precariedad, y que en algunos casos han creado su propia subcultura.

Si Podemos pretende empezar a construir para empezar a ir ganando posiciones debe contar con el apoyo y la participación de las mayorías sociales, por lo tanto debe huir de cualquier teoría que proclame la disolución de las clase sociales y el fin de la clase trabajadora. Desde luego que quien considera las clases sociales como algo estático, impermeable y ajeno a la evolución de la sociedad también yerra de modo absoluto, pero es innegable, pese al ascenso del porcentaje de personas con educación superior o pese al proceso de tecnificación del trabajo, que la explotación del trabajo asalariado continúa siendo el pilar del Sistema. Es imprescindible que Podemos no dé la imagen de un grupo que solo se dirige a jóvenes universitarios descontentos por lo mal que les ha ido la vida sino que se trata de un partido o movimiento que trabaja para el autogobierno de la mayoría social de explotados. Podemos debería, en mi opinión, cambiar una cierta tendencia a magnificar el «yo» para fomentar el «nosotros», sólo así será posible trabajar sobre el sentido común y construir una sociedad democrática e igualitaria.

Antonio Gramsci también incidía de un modo muy vivo en la importancia de decir la verdad a la gente y en el potencial revolucionario de la verdad. En ese sentido, sigo pensando que el discurso de Podemos en cuanto a Europa ha sido insuficiente y tal vez apresurado. Es necesario decir la verdad sobre Europa y es necesario decir que la Unión Europea es irreformable y que el Euro es un fracaso absoluto. Los excelentes resultados de los llamados euroescépticos y de la extrema derecha en algunos países tienen que servir también de reflexión para la izquierda europea. No se puede dejar el discurso crítico con el Euro en manos de la extrema derecha cuando es un discurso más que necesario imprescindible. Desde la izquierda no podemos defender una salida del Euro y de la UE sin ton ni son y tenemos que levantar la alternativa de una área económica alternativa de los países mediterráneos basada en valores distintos a los que actualmente guían a la UE, una especie de ALBA mediterránea.

Estoy convencido de que Podemos debe comprender, con Gramsci, que los procesos de constitución de las clases son largos y complicados, y los procesos de construcción de la hegemonía son aún más prolongados y tortuosos. De ningún modo (sería su final y la decepción para miles de personas), pensar que cuando hablamos de «bloque social» nos referimos a una alianza electoral o electoralista. Si se quiere construir algo sólido y con la intención de cambiar las cosas de verdad es fundamental una correspondencia entre métodos y fines. Al mismo tiempo es necesario, por un lado, no caer en el sectarismo que impida alianzas, y, de igual modo, no caer en la ilusión de pensar que las alianzas electorales son un fin y no un medio.

Es muy posible que Podemos haya empezado la casa por el tejado, y que el inesperado éxito electoral le haya pillado en pleno proceso de formación. Las victorias espectaculares también tienen sus peligros, y creo que las gentes que están trabajando en Podemos son conscientes de ello. Me parece muy positivo que las aspiraciones no sean conseguir un porcentaje dentro del sistema sino trabajar con paciencia para tratar de cambiarlo. De ningún modo se puede caer en el ya conocido error de acomodarse en un determinado porcentaje electoral y que el mantenimiento de esa cuota sea el objetivo final de la organización. Tampoco se puede caer en el error de tratar de «representar» a los movimientos sociales o pretender que «Podemos es el 15M», eso sería reproducir los vicios de los partidos que hemos conocido hasta ahora.

Los retos por delante son muchos, pero el resultado electoral es un síntoma de un importante torrente de ilusión que se ha generado. En primer lugar creo que va a ser muy importante que se cumpla todo lo que se ha dicho y que los cargos públicos de Podemos prediquen con el ejemplo y respeten los protocolos económicos establecidos por la organización. También es muy necesario que se desarrolle una estructura ágil y que permita un funcionamiento democrático que consiga alejar una innegable imagen de hiperliderazgo que no creo que ayude mucho. Podemos bebe mucho de la experiencia de sus impulsores en los movimientos sociales, la organización debe construirse en y con esos movimientos, pero no debe olvidar la importancia de recuperar un movimiento obrero y sindical que deambula casi como un zombi. Tanto la mayoría social como el bloque histórico que hay que construir, y que son necesarios para cambiar las cosas, están constituidos por un conjunto de realidades diversas y el programa para el cambio radical debe ser fruto de la deliberación de esas mayorías, y no de directrices impuestas por personas que se autoatribuyan, en su condición de «intelectuales», la representación de los otros.

Estamos ante un hecho muy importante, tal vez único en nuestra historia reciente, y muy posiblemente se han sumado diversos factores que han producido esta tremenda sorpresa: la crisis económica, el impulso del 15M, la entrada en el campo político de una nueva generación, el agotamiento del régimen surgido de los consensos de la Transición o el acierto político de atacar al sistema desde sus propias entrañas, quizás podríamos añadir bastantes más. La ilusión se ha generado y ahora nos toca aprovechar su impulso para cabalgar sobre las olas y no defraudar a esa generación de nuevos militantes, son ellos los que deben recoger la experiencia acumulada y construir, junto con los más mayores, y con paciencia pero sin pausa, la alternativa de sociedad que se plasme en un mundo más justo, democrático e igualitario.

Carlos Gutiérrez (MIA-Pinto)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.