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Movimiento 15-M

Política sí, pero no ésta

Fuentes: Atlántica XXII

Artículo publicado en el nº15 (Julio) de la Revista asturiana de información y pensamiento Atlántica XXII


Valorar el Movimiento 15-M para un participante dentro de éste es, paradójicamente, extremadamente difícil. –Me cuesta recordar para qué vinimos aquí– comentaba un amigo unos días antes del fin de la acampada de Uviéu, el pasado 12 de Junio. Y es que la inmensa carga afectiva de esta expresión ciudadana (incrementada por las amenazas de desalojo en la jornada de reflexión y la comunión y apoyo colectivos tras ellas), el desgaste físico y psicológico de unas acampadas que se han prolongado casi un mes o la absorción social de los participantes en ellas han dificultado mantener una perspectiva adecuada con el mundo exterior al 15-M.

Con las acampadas pretendíamos recuperar simbólicamente espacios públicos para la ciudadanía, convirtiéndolos en centros de la cultura, el aprendizaje y el debate políticos (un Ágora que ampliase el concepto de lo público); llamar la atención social ante la indignación popular frente a los poderes económicos y políticos; y desarrollar un modelo organizativo -una red de personas cohesionadas- que se mantuviera en el tiempo. Frente al intento de alejar a la ciudadanía de la toma de decisiones, el mensaje era: tú eres un sujeto político que está capacitado para decidir sobre su futuro.

Pero, ¿de dónde sale el 15-M?

La indignación popular a la que responde el 15-M había empezado hace mucho tiempo. No era únicamente un desencanto ante la situación política y económica, sino, especialmente, una desafección ante las respuestas frente a ésta de partidos políticos y sindicatos. Pero iba más lejos, sugiriendo una creciente responsabilización ciudadana: nadie más que nosotrxs va a solucionar nuestros problemas, la solución no está entre los partidos políticos y sindicatos.

Sin embargo, cuando una treintena de personas nos decidíamos a acampar en Uviéu (y Xixón) el pasado 17 de Mayo, bajo la lluvia y con apenas unos cartones, la incertidumbre era nuestro rasgo característico. ¿Los viandantes de la Escandalera comprenderían lo que estábamos haciendo o lo verían como una expresión freak ovetense? Cuando, a las 8 de la mañana, empezamos a recibir apoyos transversales e intergeneracionales (desempleadxs, jubiladxs, trabajadoras/es, estudiantes…) fuimos conscientes de la potencial fuerza del movimiento.

No obstante, a pesar de su transversalidad, el 15-M engloba (al menos) tres tipos de luchas. Una, generacional, de los más jóvenes y de las precarizadas, excluidos de la política (Antón, 2007). Las organizaciones políticas y sindicales han sido construidas a imagen y semejanza de modelos organizativos de los 80, mientras la participación juvenil ha ido tendiendo hacia el modelo de ONGs y asociacionismo juvenil, primero, y de movimientos sociales, después, enfatizando la libertad de expresión, el rechazo a la identidad organizacional, las redes horizontales o la democracia interna. A la par, las políticas llevadas a cabo por fuerzas sindicales y políticas han permitido el empeoramiento de las condiciones laborales juveniles y del acceso a una vivienda, comprometiendo sus proyectos vitales (emancipación, familia…). Si ningún partido o sindicato se preocupaba por ellos, ¿para qué participar en ellos? El movimiento 15-M se nutre de esta generación que cree en la política pero no en esta política y que reclama su posición activa en ella, a partir de nuevos modelos democráticos de decisión y participación política. La segunda lucha que se incorpora al 15-M integra a desencantadxs con la política de generaciones anteriores. Bien porque hayan participado activamente y hayan descubierto sus limitaciones, bien porque son votantes desencantadxs con el voto útil a los partidos parlamentarios en un contexto de crisis económica. Ambos habían desconectado de la acción política o la habían dirigido a su presencia en los movimientos sociales. Finalmente, la tercera lucha, es la de nuevos sectores que participan en política por primera vez y que al calor del gran movimiento social que se genera, decide acercarse a las plazas. Para muchos, se les había dicho que la política no era para ellos.

¿Qué quiere el 15-M?

Cientos de acampadas descoordinadas difuminaron las propuestas iniciales de Democracia Real Ya y la identidad del movimiento. Necesariamente tenía que ser así. Personas diferentes sociológica e ideológicamente se juntan en un espacio de debate y, al compartir visiones, empiezan a repensar el mundo. Ya no hay límites. Pero surge el problema de las propuestas: definirse en propuestas determinadas y específicas lleva a desmarcarse de aquellos que no las comparten. Más allá, el 15-M no sólo defiende unos fines sino una metodología: el asamblearismo (costoso en tiempo y esfuerzo aunque gratificante al lograr consensos), la democracia directa y el aprendizaje mutuo ciudadano. Plantea una crítica de raíz al sistema de partidos políticos que defienden mayor democracia y justicia social mientras bloquean la democracia interna en sus partidos, limitan la libertad de expresión y persiguen, cuando no expulsan, a sus militantes críticos.

El 15-M tiene sentido porque defiende, en su versión restrictiva, tres ideas básicas que comparten el 90% de la ciudadanía y apenas casi ningún partido político o sindicato: Democracia en el sistema político y dentro de partidos y sindicatos, ética en los representantes políticos (no a privilegios y corrupción) y la demanda de que la crisis no la paguen los que menos tienen, sino los que la crearon. Propone evitar que los poderes económicos controlen al poder político por medio de una mezcla de movilización social e incremento de los mecanismos democráticos. Cuanto más democracia y control popular existe, más difíciles serán las influencias externas de mercados y poderes económicos. En su versión amplia, el 15-M, propone un nuevo concepto de pueblo y de soberanía popular, bajo un modelo confederal de coordinación. Ante una Constitución de 1978 que había emergido como un pacto entre los diversos representantes políticos y que se afianzó por las ansias de dejar atrás la dictadura, el 15-M abrió la esperanza -frustrada de momento- de desarrollar un proceso constituyente de reconstitución de las bases del Estado.

15-M: ¿Qué queda?

El 15-M ha venido para quedarse. Ya ha conformado una red de contrapoder político que lucha por paralizar iniciativas antipopulares (como el Pacto del Euro o los deshaucios inmobiliarios). En segundo lugar, puede suponer una reactivación de los movimientos sociales y vecinales, pero también de una izquierda popular, amplia y radicalmente democrática. En tercer lugar, muestra la crisis de los medios de comunicación tradicionales, afectando a su credibilidad y favoreciendo el uso alternativo de la información procedente de redes sociales.

Daniel Mari Ripa. Investigador en el Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y participante en la Acampada de Uviéu.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.