La guerra en Gaza continúa, con su procesión de horrores, pero también con importantes movilizaciones de solidaridad y una resistencia significativa en Palestina. Gilbert Achcar, (esta entrevista fue realizada el 19 de enero de 2024), aborda esta situación y las vías para construir una resistencia frente a Israel y sus cómplices, la extrema derecha y el imperialismo.
¿En qué fase de la intervención israelí estamos ahora?
Las cosas están relativamente claras a la luz de los informes militares de las fuerzas de ocupación. La fase de bombardeo más intensiva se ha completado para el norte y se está completando para la parte sur. En la mitad norte y centro, las fuerzas de ocupación pasaron a la fase posterior, la de una llamada guerra de baja intensidad. En realidad, organizan un control completo de las áreas que han ocupado para destruir la red de túneles y buscar a los combatientes de Hamás y otras organizaciones que siguen emboscados y pueden aparecer en cualquier momento, mientras los túneles existan.
Las fuerzas israelíes también están bajo presión internacional, especialmente estadounidense, para pasar a la fase de combate denominada de baja intensidad. Pero este nombre es engañoso porque en realidad la baja intensidad se limita a los bombardeos. El número de misiles y bombardeos por aviones y drones disminuirá ya que no hay mucho que destruir en Gaza. Pasarán a intervenciones puntuales contra los grupos de combatientes que surjan aquí y allá.
Lo que siguió el 7 de octubre fue una campaña de bombardeos absolutamente devastadora, que tomó proporciones genocidas: la destrucción completa de una vasta zona urbana conduce inevitablemente al exterminio de un número increíble de civiles. Más del 1% de la población de Gaza ha muerto. ¡Esto correspondería para Francia a la aterradora cifra de 680.000 muertos!¡
A esto se suma la expulsión del 90% de la población de sus lugares de residencia. Una buena parte de la derecha israelí, que es una extrema derecha, en un país en el que la izquierda sionista ha sido laminada, querría expulsarla del territorio de Gaza a Egipto o a cualquier otro lugar. Israel quiere asegurarse del control militar total del territorio, pero es una pura fantasía: nunca lo lograrán a menos precisamente de echar fuera a todo el mundo. Mientras haya una población en Gaza, habrá resistencia a la ocupación.
La disminución de la intensidad de los bombardeos sobre Gaza permite, por otro lado, a Israel elevar el tono frente al Líbano, frente a Hezbolá. Los dirigentes sionistas apuestan por que una parte del país puede ser separada de Hezbolá por razones confesionales y políticas. Las amenazas aumentan día a día con una fuerte presión para que Hezbolá se retire al norte, a una distancia de la frontera que Israel consideraría aceptable. De lo contrario, Israel amenaza con someter el destino de Gaza a parte del Líbano, es decir, arrasar las regiones donde Hezbolá está en posición de fuerza en los suburbios del sur de la capital, al sur del país, y también al este en la Bekaa.
¿Cuál es el estado de la resistencia militar en Palestina?
En Gaza puede continuar una resistencia en las zonas devastadas mientras haya túneles. Se construyó una especie de ciudad subterránea para los combatientes. Es como una red de metro, pero la población de Gaza no puede refugiarse en ella, a diferencia de lo que pudimos ver en Europa durante la Segunda Guerra Mundial o como vemos hoy en Kiev, Ucrania. Los túneles excavados por Hamás son para uso exclusivo de los combatientes.
Se siguen lanzando cohetes desde Gaza sobre las aglomeraciones israelíes, Hamás y otros grupos intentan demostrar que todavía están activos. Erradicar a Hamás y cualquier forma de resistencia en Gaza es un objetivo imposible de alcanzar.
Esto es lo que lleva a la extrema derecha israelí a decir que hay que vaciar el territorio de su población, anexarlo, realizar el Gran Israel del Jordán hasta el mar y vaciar todo este territorio de las y los palestinos. La extrema derecha israelí, incluido el Likud, aspira a esto. Netanyahu muestra un posicionamiento oficial más ambiguo debido a su posición como primer ministro, pero no deja de hacer guiños a esta perspectiva extremista.
En Cisjordania, la diferencia con Gaza es que la autoridad palestina, que está a cargo de las zonas de población palestina en Cisjordania, está exactamente en la posición de Vichy [el gobierno de Vichy fue el gobierno colaboracionista francés durante la ocupación nazi de Francia en la IIGM ndt] en relación con la ocupación alemana. Mahmoud Abbas es el Pétain de los palestinos. Hay organizaciones en Cisjordania que abogan por la lucha armada como Hamás u otras, pero lo que más ha llamado la atención en el último año ha sido la aparición de nuevos grupos de jóvenes que no están afiliados ni al Fatah, ni a Hamás, ni a ninguna de las organizaciones tradicionales. En algunos campos de refugiados o ciudades, como Jenin y Naplus, se constituyeron como grupos armados y llevaron a cabo operaciones puntuales contra las tropas de ocupación, lo que provocó represalias masivas.
Desde el 7 de octubre, las tropas de ocupación han desarrollado en Cisjordania una campaña de limpieza, un remake de la “batalla de Argel”, con además el uso de la aviación por primera vez desde 2001. A esto se suma la acción de los colonos sionistas que acosan y matan. En el momento en que hablamos, hay ya alrededor de 300 muertes en Cisjordania. Esto no es comparable a la hecatombe, absolutamente terrible, perpetrada en Gaza, pero la extrema derecha israelí quiere repetirla en Cisjordania a la primera oportunidad. Dicho esto, contrariamente a lo que Hamas esperaba, no hubo un enfrentamiento generalizado con un levantamiento de la población palestina en Cisjordania y dentro del Estado de Israel en respuesta al llamamiento del movimiento islámico. La razón es que la población de Cisjordania es consciente de la desproporción del equilibrio de la correlación de fuerzas militar. A diferencia de los militares de Hamás en Gaza, donde no hay fuerza de ocupación directa desde 2005, la población de Cisjordania sufre diariamente a su alrededor a las fuerzas de ocupación y se enfrenta directamente a la extrema derecha y los colonos. Ella sabe que estos solo están esperando una oportunidad para volver a hacer lo que se hizo en 1948, es decir, aterrorizar a la gente y obligarla a huir del territorio. Esto explica por qué Cisjordania solo ha mostrado moderadamente su solidaridad con Gaza.
¿Cuál es el estado de las movilizaciones en Israel?
El 7 de octubre fue un shock muy fuerte, como lo fue el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. Luego hubo una utilización en bucle en los medios de comunicación. El evento no deja de ser explotado, con una serie sin fin de testimonios para mantener una movilización vengativa de la población. Fue este tipo de campañas en Estados Unidos las que permitieron al equipo Bush embarcarse en las guerras de Afganistán e Irak. Por el momento, en Israel, esto también funciona y la gran mayoría de la opinión judeo-israelí apoya la guerra.
Una pequeña minoría antiguerra denuncia el genocidio. Hay que saludar su coraje, porque se enfrenta a un rechazo completo por parte de su entorno social. Pero lo que llama la atención es la casi ausencia de movilización de las y los ciudadanos palestinos de Israel, a diferencia de 2021, cuando hubo una fuerte movilización en solidaridad con el inicio de Intifada en Cisjordania. Esto había provocado reacciones violentas de la extrema derecha sionista en el interior. En vista del odio que se apoderó de la población judeo-israelí después del 7 de octubre, si los ciudadanos palestinos hubieran intentado reproducir tal movilización, las consecuencias habrían sido terribles.
Esta población sufre un clima muy intimidante, con hostigamiento, represión y censura que caen sobre ella, agravando su condición de ciudadanos de segunda clase. Ahora son parias a los ojos de gran parte de la sociedad israelí.
¿Qué hace en tu opinión que no haya más acción en los países árabes?
Pertenezco a una generación que vivió la derrota de 1967 y sus consecuencias, luego la década de 1970 que experimentó movilizaciones muy fuertes. Esta vez, ha habido algunas grandes manifestaciones en países árabes, pero no más que en Indonesia o Pakistán, por ejemplo. En Jordania o Marruecos ha habido grandes manifestaciones, pero estos países ni siquiera han puesto fin a sus relaciones diplomáticas con el Estado de Israel.
La relativa debilidad de las movilizaciones sólo puede explicarse por el peso de las derrotas acumuladas. La causa palestina se ha debilitado, en particular debido a las divisiones y la acción de la autoridad palestina de tipo Vichy, lo que ha permitido a varios Estados árabes establecer relaciones diplomáticas con Israel.
Pero también están las derrotas de las dos ondas de choque revolucionarias que ha experimentado la región hasta ahora, en 2011 y 2019. Cuando observamos la región hoy, la constatación es triste: no queda casi nada de las conquistas de estas dos olas.
Los dos últimos países donde todavía quedaban conquistas del movimiento popular son Túnez y Sudán. Túnez ha pasado de la dictadura de Ben Ali a la de Kaïs Saïed, con quizás un aspecto de “farsa” que viene después de la tragedia. En Sudán, los comités de resistencia habían marcado puntos hasta el año pasado, cuando las dos fracciones del antiguo régimen iniciaron una guerra civil despiadada en abril. Se habla poco de ello en los medios mundiales y especialmente occidentales a pesar de las decenas de miles de muertos y millones de desplazados, la violencia sexual y todo lo demás: cuanto más oscuro es el color de piel de la gente, menos se habla de ello. Es una inmensa tragedia, para la que los comités de resistencia no estaban preparados. No tienen ramas armadas que les hubieran permitido desempeñar un papel en una situación de este tipo.
Vemos concretamente el impacto de las derrotas desde la “primavera árabe”: Siria, Yemen, Libia y ahora Sudán, están en situaciones de guerra civil; en Egipto, Sissi ha puesto en pie una dictadura más brutal que la de Mubarak de la que la población se había deshecho en 2011, y en Argelia los militares restauraron el orden aprovechando la oportunidad ofrecida por el Covid, luego fue el turno de Túnez…
Todo esto no crea un clima propicio para grandes movilizaciones que, en El Cairo u otras capitales, atacarían a las representaciones diplomáticas de Israel y obligarían a los gobiernos a romper sus lazos con el Estado sionista.
¿Es pertinente concluir que si el proyecto de la extrema derecha sionista se realiza, Israel aumentará su peso en la región
La extrema derecha israelí sabe que los gobiernos de la región hacen muy poco caso de la cuestión palestina, que gran parte de ellos ya ha establecido relaciones oficiales con Israel y que se llevan bien entre gobiernos reaccionarios. Por lo tanto, Israel no siente la necesidad de hacer concesiones de este lado. Saben que el gobierno saudí es hipócrita, que está en camino de establecer relaciones con ellos como lo han hecho los Emiratos. Hay cooperación de seguridad y militar entre ellos contra su enemigo común, Irán.
La extrema derecha israelí atrae a su seno, con el efecto del 7 de octubre, a parte de lo que se consideraba el centro-derecha. Hoy confía en el hecho de que la administración estadounidense, que se ha equivocado en un apoyo incondicional a su empresa contra Gaza, se ha puesto en una posición de la que no puede retroceder. En efecto, Estados Unidos ha entrado en el período electoral, por lo que los demócratas compiten con los republicanos, y Trump no dejará de aprovechar el más mínimo desacuerdo que pueda surgir entre Israel y Washington para golpear a la administración Biden. Esta última está en una posición de debilidad, se ha puesto en una posición desde la que ya no es capaz de ejercer una fuerte presión sobre la empresa genocida de Israel. Hay mucha hipocresía en los discursos de Blinken instando a Israel a mostrar una mayor preocupación “humanitaria”: se burla del mundo, sabiendo que la destrucción y masacres genocidas en Gaza solo fueron posibles gracias al apoyo estadounidense.
Esta guerra es la primera guerra conjunta israelo-estadounidense, la primera guerra en la que Estados Unidos ha sido totalmente, desde el principio, parte de la operación, de sus objetivos declarados, de su armamento y de su financiación.
Además, la extrema derecha israelí y Netanyahu apuestan por un regreso de Trump a la presidencia estadounidense, lo que les facilitaría mucho la tarea para su proyecto de Gran Israel.
Por eso anuncian constantemente que la guerra continuará durante todo el año 2024. Esto es inseparable del hecho de que este año 2024 es un año electoral en Estados Unidos. Aprovecharán esta oportunidad para continuar con su impulso militar. Por lo tanto, la amenaza es muy seria para el Líbano y para Cisjordania, los dos objetivos potenciales de una próxima campaña militar sionista a gran escala. La guerra “contrainsurgente” de “baja intensidad” que está en curso en Cisjordania puede ampliarse y, en el Líbano, los intercambios limitados de bombardeos a ambos lados de la frontera corren el riesgo de convertirse en una operación a gran escala.
A la luz de la experiencia de las movilizaciones históricas sobre la guerra, ya sea Vietnam, Irak o la primera Intifada, ¿cuáles son las consignas más eficaces para contrarrestar la ofensiva israelí? Mucha gente se pregunta cómo actuar, ya que parece que nos enfrentamos a un enemigo indestructible.
El efecto del 7 de octubre se aprovechó a fondo basándose en lo que llamé, después del 11 de septiembre, “compasión narcisista”, la compasión que solo se ejerce hacia los semejantes. En Francia, desde el principio se hizo el paralelismo entre la fiesta rave del 7 de octubre y el Bataclan, por lo que la gente se identifica con los israelíes y pone a Hamás en la misma categoría que el Estado Islámico.
A pesar de esto, hemos visto en los países occidentales un aumento de la movilización de solidaridad con Gaza, que sin embargo es en gran parte la de las comunidades de origen inmigrante de la región árabe o de regiones con simpatía por la causa palestina. A pesar de la desproporción absoluta de la presentación de los eventos en los medios de comunicación, para los que una muerte palestina es mucho menos importante que una muerte israelí, la gente se da cuenta de la magnitud del genocidio en curso. Pero, con el efecto del 7 de octubre, la indignación es de menor magnitud de lo que debería ser ante una guerra genocida de este tipo, que se desarrolla ante los ojos de todo el mundo.
Sin embargo, la indignación está ganando terreno y comenzó a invertir la tendencia de la ola del 7 de octubre durante la cual las voces de solidaridad con Palestina fueron asfixiadas por una campaña que calificaba de antisemitismo, nazismo, etc., la más mínima expresión de esa solidaridad. Ahora hay que construir a largo plazo apoyándonos en la indignación ante el genocidio. Lo que está sucediendo en Gaza permite mostrar la realidad del Estado de Israel, gobernado por la extrema derecha durante muchos años, una extrema derecha cada vez más radical que ha pasado a la acción aprovechando la oportunidad del 7 de octubre igual que la administración de George W. Bush había utilizado el 11 de septiembre para llevar a cabo acciones que sus miembros proyectaban desde hace mucho tiempo.
En términos de tipo de acción, la campaña BDS está probada y es eficaz. Hay que continuarla y amplificarla. A nivel político, hay que hacer hincapié en la complicidad de los gobiernos occidentales, en diversos grados. Podemos entender las razones históricas de la actitud de la clase dominante alemana, pero las lecciones de la catástrofe del nazismo que han aprendido son muy malas si les llevan a apoyar a un Estado que, aunque pretende ser judío, se comporta cada vez más como los nazis.
En Francia, Macron debió darse cuenta de que había ido demasiado lejos cuando se ofreció a participar en la guerra israelí contra Gaza, y Francia ahora se ha distinguido de otros gobiernos europeos apoyando el llamamiento al alto el fuego. El procedimiento iniciado por Sudáfrica ante el Tribunal Internacional de Justicia sobre la cuestión del genocidio también es un punto de apoyo para la presión sobre los gobiernos.
Hay también que oponerse a las entregas de armas a Israel, especialmente en los Estados Unidos, y subrayar la hipocresía y el “dos pesos dos medidas” de los gobiernos occidentales frente a la cuestión de Ucrania y la de Palestina. Su discurso humanitario y jurídico sobre Ucrania se derrumbó como un castillo de naipes, especialmente visto desde el sur mundial. Ciertamente, pocas personas se hacían ilusiones, pero ahora el doble discurso es bastante flagrante. Esto incluye la calificación de genocidio: rápidamente se utilizó para Ucrania mientras que lo que Rusia ha hecho allí hasta ahora es de mucha menor intensidad destructiva y asesina que lo que Israel ha hecho en Gaza en tres meses.
Una serie de temas políticos permite hoy reconstruir una conciencia internacionalista y antiimperialista realmente consecuente. El emparejamiento de Ucrania y Gaza permite demostrar que estamos en contra de cualquier invasión, ya sea rusa, israelí o estadounidense, y que como internacionalistas somos consecuentes en la defensa de valores universales como la paz, los derechos de los pueblos, la autodeterminación, etc.
Hoy en día hay material para muchas batallas de educación política frente a los medios de comunicación, frente a la hipocresía reinante, frente a todos los partidarios de Israel o Moscú. Esta guerra de relatos se ve facilitada por la evidencia de la simpatía de la extrema derecha por Netanyahu y Putin. También muestra cómo el antisemitismo y el sionismo se complementan. Debemos darle la vuelta a la acusación que asimila el antisionismo al antisemitismo mostrando que, si bien es cierto que algunos discursos antisemitas se disfrazan de antisionismo, esto está lejos de establecer una igualdad permanente entre el antisionismo y el antisemitismo. En cambio, cabe destacar la convergencia entre antisemitismo y sionismo: la extrema derecha antisemita de Europa y Estados Unidos, que quiere deshacerse de los judíos, apoya el sionismo porque también aboga por el hecho de que los judíos deben ir a Israel en lugar de vivir en Europa o América del Norte.
En cuanto a las consignas para la solidaridad con Gaza, hoy es necesario articular las diferentes cuestiones que se han planteado y que son en primer lugar de naturaleza defensiva: es decir, la necesidad de detener la masacre, que es la máxima prioridad, por lo tanto el llamamiento a un alto el fuego inmediato. Pero eso no es suficiente, porque el cese de los combates en presencia de una ocupación armada en todo el territorio obviamente plantea un problema. Por lo tanto, también debemos exigir la retirada inmediata, y sobre todo incondicional, de las tropas de ocupación. También hay que exigir la retirada inmediata e incondicional de Israel de todos los territorios ocupados desde 1967.
Esta es una consigna que está de acuerdo con una óptica que la gran mayoría de la gente puede entender ya que el derecho internacional considera estos territorios como ocupados y, por lo tanto, exige el fin de su ocupación y de cualquier colonización establecida por el ocupante. Asimismo, el derecho internacional reconoce a los refugiados palestinos un derecho al retorno o a la compensación.
Después, corresponde a las y los palestinos decidir lo que ellas y ellos quieren: el debate dentro del movimiento de solidaridad sobre un Estado o dos Estados a menudo está fuera de lugar en mi opinión, porque no es en París, Londres o Nueva York donde se debe decidir lo que se necesita para los palestinos. El movimiento de solidaridad debe luchar por el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino en todas sus componentes. Corresponde a las y los palestinos decidir lo que quieren. Por el momento, hay un consenso palestino sobre las demandas de la retirada de Israel de los territorios ocupados en 1967, el desmantelamiento de las colonias en Cisjordania, la destrucción del muro de separación, el derecho al retorno de las y los refugiados y la igualdad real para las y los ciudadanos palestinos de Israel. Otras tantas demandas democráticas, que son comprensibles para todos y todas, y que deben estar en el centro de la campaña de solidaridad con el pueblo palestino.
Más allá, en el campo de la utopía, hay motivo de reflexión y debate, por supuesto, pero no es sobre eso sobre lo que se construyen las campañas de masas, especialmente ante la urgencia de un genocidio en curso.
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur
Gilbert Achcar es profesor en SOAS, Universidad de Londres. Colaborador regular e histórico de Inprecor y de la prensa de la IV Internacional, es autor en particular de La guerra de los 33 días; Israel contra Hezbolá en el Líbano y sus consecuencias (en colaboracion con Michel Warschawski, 2006); Estados peligrosos. Oriente Medio y la politica exterior estadounidense (en colaboracion con Noam Chomsky); El choque de las barbaries: terrorismo y desorden mundial; Marxismo, orientalismo, cosmopolitismo; El pueblo quiere: una exploración radical de la sublevación árabe. Sin traducción al español en estos momentos, su último libro es La Nouvelle Guerre froide : États-Unis Russie et Chine, du Kosovo à l’Ukraine.