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¿Por qué fallan las resoluciones ministeriales?

Fuentes: La Cosa

¨En todos los últimos cambios impera el pragmatismo y la falta de análisis científico¨ Ernesto Guevara, Crítica de la Economía Política. (Impresiones durante una de sus primeras visitas a la antigua URRS principios de los 60) Cuando comienzo estas notas, estalla otra situación crítica: la del pan por falta de harina y huevo. Hija (al […]

¨En todos los últimos cambios impera el pragmatismo y la falta de análisis científico¨

Ernesto Guevara, Crítica de la Economía Política. (Impresiones durante una de sus primeras visitas a la antigua URRS principios de los 60)

Cuando comienzo estas notas, estalla otra situación crítica: la del pan por falta de harina y huevo. Hija (al igual que las tres que mencionamos en este texto) de la imprevisión, la falta de análisis de profundidad y de proactividad. Decisiones tomadas -o dejadas de tomar – mucho antes de la asunción del cargo del nuevo presidente, que ahora debe afrontar con urgencia la tarea del cambio en el proceso de decisiones del aparato estatal a fin de frenar cuanto antes esta cadena de desaciertos.

En pocas semanas los cubanos hemos implantado un récord de regulaciones jurídicas equivocadas. Se produjo una sucesión de actos gubernamentales fallidos, uno detrás del otro. Las regulaciones del trabajo por cuenta propia, las del transporte privado (que se mantiene como «experimento») y, como, colofón el Decreto 349 del Ministerio de Cultura.

Tres ministerios obsedidos por la pasión del control y la fabricación de un macro aparato ortopédico que atenacen las iniciativas ciudadanas para resolver un conjunto de necesidades sociales y económicas vinculadas a la vida cotidiana de miles de cubanos.

Seguimos construyendo un sistema superreglamentado, atiborrado de prohibiciones y limitaciones. Todo en nombre del control, ignorando el principio conocido por todos los especialistas de la ciencia de la administración: a más control, menos control.

Aunque no comparto el criterio de aquellos que defienden instaurar en Cuba a gran escala el modelo chino, sí me parece una tarea pendiente identificar sus invariantes esenciales. Una de las más reiteradas es la de evitar el exceso de reglamentación.

Nosotros vamos en sentido contrario: cada día más y más regulaciones.

En el fondo, todas están motivadas por buenas intenciones. De ellas, según un conocido precepto, está empedrado el camino del infierno. No logramos encontrar el punto de equilibrio en la necesaria actividad reguladora del Estado.

El sentido de la medida y la racionalidad de la regulación estatal es quizás una de las más importantes premisas de la sostenibilidad de un sistema sociopolítico. Pero solo lo logra sí se mantiene dentro de ciertos límites o zonas de seguridad.

Asì, una débil acción reguladora conduce a corto plazo a la elevación del desorden entrópico en las relaciones sociales (por ejemplo cuando en 1967 Cuba eliminó los sistemas de contabilidad ,al parecer único país del planeta en asumir esa experiencia, que aún nos está pasando la cuenta) .

Cuando la regulación es excesiva produce una hipoxia o falta de oxígeno que promueve un colapso respiratorio en el proceso de reproducción de relaciones sociales, principalmente las económicas.

En la situación del país se ha venido configurando un escenario paradójico y contradictorio. De una parte, un sostenido y vigoroso esfuerzo de reflexión y pensamiento -Lineamientos, Conceptualización y Nueva Constitución- y, de otra, procesos con vida propia, al parecer de naturaleza espontánea en la actividad de algunos órganos del Estado, caracterizados por un pragmatismo inconsecuente e irreflexivo.

Esta hibridación de voluntarismo y pragmatismo de larga data en el proceso cubano probablemente está asociado, en parte, a la necesidad de la dirección cubana de enfrentar situaciones de amplia incertidumbre, y cambios impredecibles ocasionados por el prolongado acoso mediático y económico del gobierno estadounidense.

Ello ha creado un conjunto de actos reflejos que se han instalado como algo inevitable en la cadena neuronal de la mentalidad de buena parte de los cuadros dirigentes tanto del Partido como del Estado.

En el caso cubano, para explicarse estas discordancias y la falta de aptitud del Estado para encontrar el justo medio y la insuficiente eficacia en su gestión hay que mencionar una causa histórica que ayuda a entender ese vacío de cultura de administración estatal que ocasiona tanto malestar a la ciudadanía .

En una mayoría de países del mundo de hoy sus sistemas educativos -principalmente en la educación superior- disponen de carreras de Administración Pública de cuatro o cinco años de duración, que forman a los funcionarios del Estado. Entre sus principales disciplinas se encuentran la Teoría General del Estado, Derecho Administrativo y sobre todo una muy importante: Procedimientos Administrativos.

Esa carrera existía en Cuba en la universidad de La Habana desde la década del 40. Fuè eliminada en la reforma universitaria de 1962, sin dejar otra alternativa. Nuestros ministerios están repletos de economistas, ingenieros y otras especialidades que no tienen la menor noción sobre los mecanismos elementales para la gestión estatal.

No son capaces de distinguir las diferencias entre una resolución, un reglamento, una circular, etc. Son conceptos muy precisos en las ciencias administrativas. Por eso con frecuencia un ministro intenta regular determinados procesos lo mismo con «una carta», o incluso una ¨nota informativa¨, casi siempre sin un estudio previo que le sirva de fundamento.

Todo ello evidencia una falta de acervo cognitivo de competencias de un número importante de funcionarios del estado con relación a la tecnología de la toma de decisiones en la Administración Pública.

Sobre este relativo desorden de la actividad estatal cubana menciono dos referencias de significación. La primera procede del propio general de ejército Raùl Castro: «Al modificar los precios de un grupo de productos agropecuarios (el Ministerio de Finanzas) tuvo que dejar sin efecto unas 36 resoluciones ¿Quién puede dominar una actividad como esta de los precios de los productos a los que se les pone precio y no están por la oferta y la demanda? 36 acuerdos. Por muchas computadoras que existan es imposible. Así hay decisiones de este tipo plasmadas en documentos, unos detrás de otro, uno sustituye al otro pero se mantienen vigentes. (Asamblea Nacional del PP 18 de diciembre del 2010) .

La segunda procede del destacado intelectual Alfredo Guevara, desde muy temprano vinculado a las esferas más íntimas y cercanas a la máxima dirección del país. Durante sus últimos años, Guevara escribió textos e impartió conferencias en las que dejó espacio para opiniones tajantes y quizás demasiado ácidas: «Ha habido mucho desorden en el Estado, ha sido por muchos años -no quiero ser tan duro, voy a decirlo con amor- el refugio de todos los vagos y de toda gente que no sirve para mucho.Vamos a olvidarnos de los burócratas que son una plaga, pero ha habido eso en el Ejército? Casualmente no». (Dialogar dialogar, escuchar, enseñar, afirmar, aprender. Ediciones Nuevo Cine Latinoamericano 2013)

Naciones Unidas promueve hace décadas cursos de preparación para funcionarios estatales relacionados con la tecnología de la Administración Pública. Hace unos años me cayó en las manos una lista de los países participantes. Muchos cursistas de Chile, Uruguay, Brasil, entre otros. En los años revisados, no encontré ninguno de Cuba.

Con seguridad, aquí operaba el concepto de que eran técnicas «capitalistas» que podrían dañar la mente de nuestros funcionarios o que no valía la pena gastar tiempo y dinero en ello. Esas son tecnologías neutrales que no guardan relación con la naturaleza del sistema social. De cualquier manera el daño se hizo: el que produce la ignorancia.

En los últimos años (5 o 6) se vienen realizando diplomados de Administración Pública para directivos y funcionarios de los órganos estatales. Imparto docencia en ellos y revisé con cuidado el programa (300 horas). No cumple con los requisitos elementales tanto cualitativos como cuantitativos. Faltan temas esenciales. Después de cinco años de impartición el primer día les hago dos preguntas: ¿ ya el jefe de ustedes pasó el diplomado? Todos me dicen que sí. ¿Ha cambiado su estilo después de recibirlo? En varios años de hacer esta última pregunta -mas de 500 cursistas- solo uno me ha dicho que sí.

La buena y la mala noticia en las mesas redondas

La primera es que no recuerdo una participación tan nutrida de ministros en la Mesa Redonda en tan poco tiempo. Los ministros en persona asumieron la responsabilidad ante las cámaras, lo cual sienta un buen precedente. Hubo ajustes y rectificaciones, pero no reconocimiento de errores. En el caso del transporte privado de la capital, aunque de hecho se mantiene sin cambios a manera de «experimento», no se dieron evidencias concluyentes de que haya sido consensuado ni que se utilizaran formulas negociadoras que garantizaran acuerdos de calidad y durabilidad.

En vez de un pilotaje en escala reducida que permitan el control efectivo de las variables que condicionan el proceso se propone un experimento a escala de toda la ciudad. Los datos sobre la modalidad de taxis rutero -la màs conveniente a la población- es la menos nutrida. Las cifras son insignificantes. Se trata de un mensaje que necesita ser descifrado.

Por otra parte fue desafortunada la argumentación de algunos panelistas en el sentido de que «no se habían interpretado bien los documentos». En la Mesa Redonda del miércoles 12 de diciembre una joven viceministra adujo que los ajustes se debían a «lo publicado en las redes sociales, opiniones de periodistas y otras entrevistas».

No se mencionó, sin embargo, en ninguno de los tres casos lo que constituye en verdad la causa de la causa: los documentos no fueron el resultado de un proceso de investigación ni de confrontación previa con expertos avisados sin compromisos con los respectivos ministerios. No hubo oponencia previa a los documentos.

Lo que sucede es que se elabora un documento por funcionarios vinculados a determinada área de trabajo, se cocinan en su propia salsa sin escuchar las opiniones de las personas implicadas. Después se realizan reuniones de «información». Nuestros funcionarios no tienen cultura negociadora, ni de búsqueda del consenso sin los cuales no pueden obtenerse resultados sostenibles en el tiempo.

Tienen una mentalidad impositiva, aunque la realicen de forma amable y educada. No se utilizan los centros de investigación. No se reconoce que en estos casos existen dos tipos de mentalidades o de competencias. Una, la de los investigadores profesionales y, otra, la de los funcionarios decisores. Ninguna es mejor que la otra, simplemente son distintas. En fin que la ciencia sigue desconectada del gobierno.

Si los decisores invaden el campo de los investigadores, realizando una especie de intrusismo profesional, están utilizando su autoridad en un campo fuera de su competencia. De ahí se derivan los errores.

Es necesario integrar ambos saberes para alcanzar decisiones efectivas que resuelvan los problemas. Si este método de trabajo no se rectifica continuarán los dislates que ya no pueden mantenerse con impunidad. El peso de las redes sociales se siente cada día con màs fuerza. Y sobre todo porque el estilo del nuevo presidente se inclina evidentemente a la escucha y el respeto a las opiniones diferentes.

Termino con una cita del General de Ejército Raùl Castro que uso con mucha frecuencia «¿Qué falló? ¿Qué hicimos mal? ¿Dónde nos equivocamos? No podemos admitir que sucedan los problemas, tengamos conocimiento de ello, y no realicemos investigaciones profundas para saber cómo y por qué surgieron? (Reuniòn ampliada del Consejo de Ministros. Granma 1 de mayo de 2012.)

Ricardo J. Machado. Sociólogo. Fue miembro del Consejo de Dirección de la Revista Pensamiento Crítico y profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana. Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de Berlín. Asesor del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros (1980-1994). Ha impartido docencia en universidades de América Latina. Fue profesor invitado de la Universidad de Berlín. Ha publicado varios textos relacionados con su especialidad: el factor humano en las organizaciones. Trabajó como consultor de las Naciones Unidas. Editó su más reciente libro en 2013 «Abrir y mantener un negocio por cuenta propia», por la editorial Ciencias Sociales.

Fuente: http://jcguanche.wordpress.com/2018/12/15/por-que-fallan-las-resoluciones-ministeriales/