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Por qué Israel sigue temiendo a Mordechai Vanunu

Fuentes: The Electronic Intifada

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Era la última persona que esperaba ver al tomar desayuno. Separado por una pila de tostadas y un puñado de saquitos de mermelada tenía frente a mí a Mordechai Vanunu, el hombre que hace 18 años reveló que Israel había acumulado un arsenal secreto de armas nucleares. El desayuno en la casa de huéspedes para peregrinos de la catedral St. George’s en Jerusalén Este es normalmente algo tranquilo, pero en esta ocasión tanto él como yo nos movíamos involuntaria pero peligrosamente cerca de ser arrestados por los servicios de seguridad de Israel.

Vanunu, que se refugió en la propiedad de la catedral anglicana de St. George’s cuando fue liberado de la prisión hace dos meses, se encuentra sometido a una severa orden de silencio impuesta por el gobierno israelí. Se le prohíbe hablar con cualquier extranjero y sobre todo con periodistas extranjeros como lo descubrió hace algunas semanas el antiguo periodista del Sunday Times, Peter Hounam, al ser arrestado por los servicios secretos Shin Bet, retenido en una celda durante 24 horas y deportado. El crimen de Hounam fue organizar una entrevista para la BBC con Vanunu, tratando de evadir las restricciones mediante la intervención de un ciudadano israelí para que formulara las preguntas.

No son las únicas prohibiciones invisibles que siguen aprisionando a Vanunu: también se le prohíbe que entre a salas de chateo de Internet, no debe acercarse a ninguna embajada extranjera y sus llamados telefónicos son continuamente controlados.

Pero la restricción más severa ha sido la confiscación de su pasaporte para impedirle que abandone el país – una violación de sus libertades cívicas que actualmente disputa ante los tribunales. Vanunu dice que desde su liberación ha estado recibiendo una ola de amenazas de muerte de israelíes, que en su mayoría lo tratan de traidor, y que quiere irse a la seguridad que espera encontrar en Europa o en Estados Unidos.

Israel, sin embargo, afirma que la gama de restricciones es necesaria porque, incluso después de 18 años, Vanunu sigue poseyendo muchos secretos que puede revelar y que podrían poner en peligro la seguridad del país. Los funcionarios arguyen que por esta razón ha tenido que sufrir 12 años de incomunicación, otros seis años de segregación de los demás prisioneros, y ahora estas últimas restricciones.

Los críticos, que incluyen a su familia, sus amigos y partidarios, por otra parte, afirman que Vanunu reveló al mundo todos los secretos que conocía en 1986. En todo caso, agregan, es inconcebible que, en los pasados 18 años, Israel no haya puesto a punto sus preparativos de seguridad en su planta de armas nucleares en el desierto de Negev.

El tratamiento dado a Vanunu, dice su hermano Meir, que vive con él en St George’s, es una continuación de la tortura psicológica que sufrió en prisión, un abuso hecho para quebrantar su espíritu. No tiene nada que ver con la seguridad de Israel.

Meir Vanunu sugiere otro motivo para el continuo confinamiento: Israel se siente inmensamente embarazado por la oportunidad de la liberación del denunciante. Pone al descubierto el formidable arsenal nuclear de Israel precisamente en el momento en el que resulta que la justificación del ataque contra Irak bajo Sadam Husein – su posesión de armas de destrucción masiva – es falsa. Si permitieran que Vanunu hablara podría recordar al mundo que la mayor amenaza para la paz en Medio Oriente proviene no de Bagdad sino de Tel Aviv. Es un mensaje que ni EE.UU. ni Gran Bretaña quieren escuchar en este momento.

Después de mi estadía en St George’s me quedan pocas dudas sobre cuál historia – la de Israel o la de Vanunu – es más plausible.

A pesar de las afirmaciones de que Vanunu es una bomba de tiempo humana de información que podría destruir el estado judío, ha estado hablando libremente con cientos de turistas y peregrinos que han pasado por St George’s desde que se estableció allí hace dos meses. Todos ansían escuchar sus historias.

Prefería tener cuidado y evité hablar directamente con Vanunu en la mesa de desayuno, pero mi mujer, que es ciudadana israelí y que por lo tanto puede hablar con él, conversó, mientras yo comía. Puedo revelar que ni yo ni mi mujer escuchamos algo nuevo sobre el programa de armas nucleares de Israel.

Esa noche, me senté en el patio de la casa de huéspedes, sólo para ver a Vanunu en una mesa cercana, rodeado por unos 20 activistas por la paz británicos, conversando durante varias vueltas de gin-tonic. Más tarde, apareció de nuevo en el cercano American Colony Hotel, donde siguió bebiendo con los miembros más resistentes del grupo. Bromeó con los mesoneros palestinos, todos parecían conocerle personalmente.

Todo esto sucede bajo los ojos de Shin Bet. Tienen que saber lo que está ocurriendo: la casa de huéspedes se encuentra a sólo algunos metros de los edificios del gobierno israelí y del consulado de EE.UU.

La verdad es que las autoridades israelíes saben perfectamente que Vanunu no puede hacer más daño a Israel – fuera, digamos, de recordar al mundo dónde se encuentran las verdaderas armas de destrucción masiva. Las actuales órdenes mordaza constituyen un intento desesperado de impedir que hable con periodistas y que mantenga así un foco de atención sobre el arsenal nuclear de Israel. Y la restricción que impide que Vanunu abandone el país es una cínica estratagema para impedir que inspire una campaña en Occidente para desarmar al único estado nuclear canalla en Medio Oriente.

La continuación de su reclusión – y el peligro en el que lo coloca – es una mancha en el honor de Israel.

28 de junio 2004