Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
Olvídense de la propaganda. La «tecnología de seguridad» de Israel no tiene nada que ver con la razón por la que algunos Estados africanos desean normalizar las relaciones con Israel ¿Qué puede ofrecer Israel a Chad, Mali y otros países en el sector tecnológico que no puedan ofrecer Estados Unidos, la Unión Europea, China, Rusia, India, Brasil o Sudáfrica?
La respuesta es «nada» y en cuanto aceptemos esta verdad empezaremos a entender por qué Chad, un país con una mayoría de población musulmana, acaba de renovar sus relaciones diplomáticas con Israel. Y, por extensión, la misma lógica se aplica a Mali, otro país con una mayoría de población musulmana, que está dispuesto a normalizar sus relaciones con Israel.
El presidente de Chad, Idriss Deby, estuvo en Israel el pasado mes de noviembre, un viaje que el gobierno israelí y sus medios de comunicación aliados calificaron de otro logro maquinado por Benjamin Netanyahu. En correspondencia el primer ministro israelí Netanyahu visitó a Deby en N’djamena donde acordaron reanudar sus relaciones diplomáticas. En la conferencia de prensa conjunta Deby habló de unos «acuerdos» firmados entre Chad e Israel sin dar detalles.
Israel puede tratar de presentarse como el salavador de África, pero al margen de lo comparativamente fuerte sea la economía israelí, Tel Aviv difícilmente tendrá la llave para resolver los males de Chad, Mali o cualquier otro país del continente africano.
Los medios de comunicación israelíes contribuyen activamente al bombo que se le está dando a la «carrera por África» de Netanyahu y ahora centran su atención en los preparativos para otra «visita histórica», la del presidente de Mali, Soumeylou Boubeye Maiga, a Israel «las próximas semanas».
Netanyahu tiene mucho interés en programar el viaje de Maiga justo antes del 9 de abril, fecha en la que los israelíes acudirán a las elecciones para votar en las elecciones generales anticipadas del país.
Las razones de Israel para normalizar sus relaciones con África se inspiran en el mismo razonamiento que sustenta la proyección internacional de Netanyahu a América del Sur y otras zonas del Sur Global.
A pesar del actual romance entre Trump y Netanyahu, Israel no tiene fe alguna en el futuro de Estados Unidos en Oriente Próximo. Como hizo antes el gobierno de Obama, el actual gobierno de Donald Trump ha dado unos pasos claros y calculados para desplegarse poco a poco fuera de la región y «pivotar» en otra parte. Esto ha alertado a Netanyahu acerca del hecho de que tendrá que diversificar sus alianzas ya que un veto estadounidense en el Consejo de Seguridad de la ONU ya no será garante del dominio regional de Israel.
Netanyahu ha seguido durante años una vía alternativa que se ha convertido en la única manera que tiene Israel de librarse de su aislamiento internacional. Desgraciadamente para el pueblo palestino, parece estar dando frutos la nueva estrategia de Israel de buscar alianzas separadas con los miembros de la Asamblea General de la ONU. Israel ahora espera que otros países que históricamente han estado de parte de Palestina (votando a favor de los derechos palestinos como un bloque en la ONU) sigan ahora el ejemplo de Chad y Mali.
Según Dan Avni, un alto cargo del Ministerio de Asuntos Exteriores israelí en las décadas de 1950 y 1960, la lucha entre Israel y los países árabes en África es «para nosotros una lucha a vida o muerte». Esta afirmación se hizo en un momento en que Estados Unidos no se había comprometido total y ardientemente con el proyecto colonial israelí e Israel necesitaba desesperadamente romper su aislamiento.
Después de la expansión del proyecto colonial israelí en Palestina y otros países árabes tras la guerra de 1967 el incondicional apoyo político, económico y militar estadounidense ha solventado muchos de los puntos débiles de Israel y lo ha empoderado hasta convertirlo en el matón indiscutible de toda la zona. A partir de entonces no importaba ni África ni el resto de la comunidad internacional.
Pero ahora un nuevo Gran Juego está cambiando las reglas una vez más. Estados Unidos no solo está perdiendo su influencia en Oriente Próximo y África (gracias al aumento de la influencia de Rusia y China, respectivamente) sino que Washington también está ocupado en otros lugares, desesperado por mantener un poco más de tiempo su menguante hegemonía global.
Aunque las relaciones entre Washington y Tel Aviv siguen siendo fuertes, los dirigentes israelíes son conscientes de que el panorama político está cambiando enormemente. Según los cálculos israelíes, una vez más se aproxima la «lucha a vida o muerte».
¿La respuesta? Atraer a los países pobres, en África y otras partes, con apoyo político y promesas económicas de modo que nieguen a los palestinos su voto en la ONU.
No es de extrañar que los gobiernos de Chad y Mali luchen no solo económicamente sino también en términos de legitimidad política. Divididos en la lucha global entre Estados Unidos y China por la dominación se sienten presionados a hacer unas elecciones fundamentales que podrían marcar la diferencia entre su supervivencia o su desaparición en futuras convulsiones.
Para estos países la alianza con Israel es una baza segura para entrar en el club político de Washington, lo que puede resultar importante en términos de ayuda económica, legitimidad política y, lo que es más importante, inmunidad contra molestos golpes militares.
Teniendo esto en cuenta, los árboles no dejan ver el bosque a quienes se han quedado atascados discutiendo acerca de la «ofensiva por medio del encanto» de Israel en África basada en el reclamo de los avances tecnológicos y de la muy cacareada tecnología hidráulica.
Es importante señalar que lo que buscan N’Djamena y Bamako no es el camino a Tel Aviv, sino el camino a Washington. Como en otras partes del Sur Global, en África quien otorga y niega la legitimidad política es a menudo Estados Unidos y no la ONU. Para los dirigentes africanos que no gozan de credibilidad democrática un apretón de manos con Netanyahu podría equivaler a un seguro de vida política.
De modo que, por el momento, Israel continuará caminando por esta delgada línea, usurpando los recursos y el apoyo político estadounidenses como siempre, al tiempo que aprende a caminar por su cuenta desarrollando una política exterior que espera que en el futuro le libre de un aislamiento mayor.
Los dirigentes israelíes todavía no han entendido que quizá se puede lograr un atajo para romper su aislamiento respetando el derecho internacional, los derechos del pueblo palestino y la soberanía territorial de sus vecinos.
Puede que las relaciones diplomáticas con Chad y Mali supongan unos pocos votos más para Netanyahu en abril, pero también alimentarán la ilusión israelí de que se puede ser simultáneamente un niño mimado internacional y un régimen de apartheid.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.