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¿Por qué Netanyahu sigue ganando?

Fuentes: Gilad.online

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

Unos días antes de las anteriores elecciones israelíes, el escritor principal de Haaretz, Anshel Pfeffer, escribió un análisis espectacular del actual estancamiento político de Israel: los israelíes irán a las urnas para decidir si son “judíos” o “israelíes”.

El primero en señalar la rivalidad política entre “el judío” y “el israelí” fue Shimon Peres, quien, después de su estrecha derrota de 1996, se lamentó en una entrevista de Haaretz de que «los israelíes perdieron las elecciones». Cuando preguntaron a Peres quién ganó, respondió: «los judíos ganaron». Peres, que nació en Polonia, se vio a sí mismo como el candidato “israelí. Netanyahu, que nació en Israel y sirvió como comandante en una unidad superior del ejército, era a los ojos de Peres la elección política de los “judíos”. La observación de Peres fue acertada. Políticamente astuto y bien imbuido de los primeros pensamientos sionistas, Peres identificó el emergente conflicto identitario que estaba destinado a romper la sociedad israelí.

Pfeffer señaló que en la década de 1990 Netanyahu fue influenciado por su gurú de campaña estadounidense, Arthur Finkelstein, para aceptar que el «judaísmo» es el principal unificador para los israelíes. Esto se aplica claramente a los judíos religiosos, pero también es cierto para aquellos que se consideran laicos y/o izquierdistas.

Si bien el sionismo temprano puede entenderse como un intento intransigente de divorciar a los judíos del judaísmo, el gueto y el tribalismo para convertirlos en «personas como todas las demás», el llamado de la política israelí de la derecha y/o religiosa está impulsado abiertamente por una adhesión nostálgica a los mitos del shtetl (en yidish poblado de habitantes judíos n. de T.) y sus muros, la segregación y todos los demás aspectos del tribalismo judío, incluido el chovinismo. Por extraño que parezca, la transformación de Netanyahu de Israel en un gueto judío rodeado de muros y definido por un “Proyecto de ley nacional judío” lo convierte, según los primeros estándares sionistas, en un ardiente antisionista.

Según Pfeffer, cuando Netanyahu regresó al poder en 2009 y formó una coalición de derecha/religiosa, «los judíos prevalecieron» y sigue desde entonces.

El lunes Netanyahu obtuvo una importante victoria política y personal. Se ganó los votos de la gente a pesar de su complicada situación legal y -algunos incluso dirían- debido a sus complicaciones legales. En esta rivalidad entre el “israelí” y el “judío”, el “israelí” es golpeado una y otra vez y el “judío” prevalece constantemente.

Los “judíos” a los que Shimon Peres se refería ven en Netanyahu un camino claro hacia un verdadero regreso espiritual. Ser del Likud puede entenderse como una verdadera celebración de quién y qué son realmente. Los “israelíes”, por otro lado, esperaban que Gantz y Azul y Blanco revivieran la promesa sionista temprana de ser emancipados de lo que son y finalmente convertirse en personas como todas las demás goyim, ya sea que se trate de patriotas nacionalistas o pacifistas cosmopolitas. 

La demografía del campo «judío» y su rival «israelí» está bastante separada. Netanyahu es apoyado en gran parte por los judíos mizrajíes y los sectores religiosos israelíes (los ortodoxos y los colonos). Gantz y Azul y Blanco han logrado encender la imaginación de las viejas élites: los ashkenazíes y los israelíes educados. Los “judíos” -como Peres se refería a ellos- aman a Bibi porque manipula a los goyim. Redujo a Estados Unidos a una colonia israelí y prácticamente en un «partícipe en el conflicto» (a diferencia de un negociador imparcial). Están orgullosos de su Bibi y de su capacidad de titiriteros líderes mundiales. Se une con la diáspora y el lobby, también logra mantener el flujo de dólares de los contribuyentes estadounidenses. Bibi, por lo que pueden decir, es lo mejor que sucedió en la historia judía moderna. 

Los «israelíes» votan a Azul y Blanco porque no les gusta Netanyahu, no pueden soportar la idea de que considera a sus votantes «un pueblo». El «israelí» comparte poco con los sectores religiosos, los colonos y menos aún con los «judíos» que viven en la periferia. Al “israelí” le gustaría que Netanyahu estuviera encerrado tras las rejas y -subliminalmente- espera que sus votantes se evaporen en el aire. Azul y Blanco no es un partido de centro. Su visión del conflicto -en realidad- está a la derecha del partido Likud y su visión de los asuntos sociales es entre vaga e inexistente. Es más probable que sus líderes, veteranos generales del ejército, evoquen entre los nostálgicos recuerdos de los israelíes de 1967 un Estado ashkenazí gobernado y comprometido con el mantra sionista del rechazo de la judeidad.

Pero el «israelí» fue derrotado nuevamente el lunes. La nostalgia por el momento más heroico de la historia israelí no pareció madurar hacia la revolución necesaria en la cual Gantz podría haber encauzado su rol político. Es probable que los componentes de Azul y Blanco se desintegren en las próximas semanas. 

La fantasía de convertirse en «personas como todas las demás» se ha derrumbado por dos razones obvias: 1. Ninguna otra persona quiere ser como todas las demás. 2. El «israelí» es mucho más judío de lo que está dispuesto a admitir. 

Arthur Finkelstein lo descubrió en la década de 1990 -y Netanyahu continúa siguiendo a su mentor de campaña- el alineamiento de su agenda política con el judeocentrismo. En el Estado que se llama a sí mismo “el Estado judío”, el “israelí” se está volviendo poco frecuente, ha sido suplantado por “el judío”.

Fuente: https://gilad.online/writings/2020/3/4/why-does-netanyahu-keep-winning

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión.org como fuente de la traducción.