La recuperación de otros seis rehenes muertos ha desatado una ola de furia en Israel.
Las manifestaciones, que no se veían desde las protestas por la reforma judicial, están sacudiendo el país. Los israelíes lo califican de levantamiento.
Decenas de miles de israelíes han abandonado sus puestos de trabajo en una huelga general. Tanto el ministro de Defensa, Yoav Gallant, como el estamento de seguridad están en conflicto abierto con su primer ministro.
Los líderes de la oposición, Benny Gantz y Yair Lapid, llamaron a la gente a salir a la calle. Y así ha sido. Las principales autopistas de Tel Aviv están bloqueadas.
Sea cual sea el modo en que murieron los rehenes -Hamás dice que murieron por disparos israelíes, el ejército israelí dice que fueron ejecutados a quemarropa justo antes de que se intentara liberarlos-, la culpa de sus muertes ha recaído firmemente en Benjamin Netanyahu y la camarilla ultraderechista que apuntala su gobierno.
Cuatro de los seis rehenes estaban en la lista «humanitaria» de cautivos de Hamás y habrían sido liberados en la primera fase de un acuerdo sobre rehenes si Netanyahu no se hubiera negado a retirarse del corredor Filadelfia que separa Egipto de Gaza.
Esto no es especulación.
Socavar un posible acuerdo
Los jefes de seguridad israelíes que advirtieron repetidamente a Netanyahu de lo que les ocurriría a los rehenes restantes si seguía echando por tierra un acuerdo lo están diciendo ellos mismos.
Hace tres días, una reunión informativa regular del gabinete de seguridad se convirtió en una pelea a gritos entre Gallant y Netanyahu, según informó Axios.
Gallant habría dicho en la reunión: «Tenemos que elegir entre Filadelfia y los rehenes. No podemos tener las dos cosas. Si votamos, puede que nos encontremos con que o los rehenes mueren o tendremos que dar marcha atrás para liberarlos».
Gallant, el jefe del Estado Mayor del ejército israelí, general Herzi Halevi, y el director del Mossad, David Barnea, jefe del equipo negociador israelí, se enfrentaron a Netanyahu y a su propuesta de votar una resolución para mantener el pleno control israelí a lo largo de la frontera con Egipto que, según ellos, socavaría un posible acuerdo con Hamás.
«Advertimos a Netanyahu y a los ministros del gabinete sobre este escenario exacto, pero no quisieron escuchar», dijo un alto funcionario israelí a Axios. La votación siguió adelante con la mayoría a favor.
Fuera como fuera que los rehenes encontraran la muerte, lo que las familias de los rehenes entendieron claramente es que este grupo de rehenes estaba vivo poco antes del intento del ejército de rescatarlos.
«Hace más de dos meses que está sobre la mesa un acuerdo para la devolución de los rehenes. Si no fuera por sus desplantes [de Netanyahu], las excusas y las cambios, los rehenes de cuyas muertes nos hemos enterado esta mañana probablemente estarían vivos», ha declarado en un comunicado el Foro de Rehenes y Familiares Desaparecidos.
La muerte de los rehenes también ha reverberado en Estados Unidos, del mismo modo que lo hizo el atentado de Hamás del 7 de octubre.
Entre otras cosas, porque los padres de uno de los muertos, Hersh Goldberg-Polin, ciudadano estadounidense, fueron quienes hablaron en el escenario de la Convención Nacional Demócrata mientras miles de personas coreaban «Traedlos de vuelta».
En respuesta, el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, prometió «hacer pagar a Hamás» por estas muertes y la candidata presidencial del partido, Kamala Harris, afirmó que Hamás debe ser eliminada.
Ambos saben que la responsabilidad de la muerte de los rehenes también es suya.
La brutal verdad
Biden pidió clara e inequívocamente un alto el fuego permanente hace cuatro meses. La ONU aprobó en junio una resolución para un alto el fuego completo en tres fases.
El primer deber de Biden como comandante en jefe es asegurarse de que un aliado clave para la seguridad en Oriente Medio acata la política estadounidense, especialmente un aliado tan dependiente del suministro de armas estadounidenses como es Israel.
La brutal verdad de estos asesinatos es que, si Biden hubiera estado dispuesto a hacer cumplir su propia política con un embargo de armas, ahora se habría producido un alto el fuego y muchos de los rehenes restantes, estadounidenses y británicos entre ellos, estarían liberados.
Si alguien debiera mirarse al espejo ante la muerte de Goldberg-Polin, ese debería ser Biden.
Que Harris siga dócilmente estos pasos es una locura. Debería recordar lo que han dicho sus propios generales sobre la imposibilidad de derrotar a Hamás en Gaza.
No obstante, podría ser que estas muertes sean el punto de inflexión que obligue a Netanyahu a dar marcha atrás en las negociaciones, que siguen estancadas.
El asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, dijo a las familias de los rehenes estadounidenses retenidos en Gaza que Estados Unidos presentará a Israel y Hamás una oferta final de «lo tomas o lo dejas» sobre un acuerdo de alto el fuego.
Esto ya se ha dicho muchas veces, y es una de las razones por las que los funcionarios estadounidenses han perdido toda credibilidad ante los negociadores independientes, Egipto y Qatar.
Sin embargo, si lo que resulta es una retirada israelí escalonada del corredor Filadelfia, y Netanyahu se doblega ante la presión nacional e internacional, sabe muy bien que se verá abocado a otra crisis.
Fin del control asquenazi
No se trata sólo de la probabilidad de que Bezalel Smotrich, el ministro de Finanzas, e Itamar Ben Gvir, el ministro de Seguridad Nacional, los dos más extremistas de su gobierno, abandonen como han amenazado repetidamente con hacer.
Netanyahu sabe que Israel está dividido por la mitad. Más de la mitad del país le exige que «termine el trabajo» que David Ben Gurion, el primer primer ministro de Israel, dejó sin completar.
Esta revuelta, al igual que las manifestaciones contra las reformas judiciales del año pasado, es una de las últimas oportunidades de la élite liberal asquenazí.
Este levantamiento, del mismo modo que las manifestaciones contra las reformas judiciales del año pasado, es uno de los últimos lanzamientos de dados para la élite liberal asquenazí.
Sienten que están perdiendo el control del país que construyeron. Ya han perdido el control del ejército y la policía en favor de los colonos. No les queda mucho en sus exclusivas manos, y en el último año se ha producido un éxodo de israelíes y dinero a Europa que lo demuestra.
Netanyahu no actúa únicamente por supervivencia política personal. Él también siente que Israel está en la cúspide de una revolución de derechas. Por eso todos sus instintos políticos le dicen que es mucho lo que está en juego. Si ocurre, estará en total desacuerdo con una presidencia demócrata de Estados Unidos.
Desenmarañarse en tiempo real
Biden también debería mirarse en el espejo ante lo que está ocurriendo en la Cisjordania ocupada.
Incapaz, por diversas razones entre las que destaca la preparación militar, de abrir un segundo frente contra Hizbolá en el Líbano, Netanyahu ha centrado su atención en las tres ciudades del norte de Cisjordania en una operación militar a gran escala denominada «Operación Campamentos de Verano» diseñada para forzar un traslado de población.
Como la noche sigue al día, han comenzado los ataques contra las tropas israelíes en toda Cisjordania y, en particular, en la zona sur de Hebrón.
Biden y Harris deberían tomar nota de quién mató a tiros a tres policías israelíes en respuesta a la operación del ejército en el norte.
El autor de los disparos era miembro de Fatah y antiguo guardia de seguridad de la presidencia palestina. Por otra parte, Muhannad al-Asud, residente de Idhna, en Hebrón, que nació en Jordania y era ciudadano del país, regresó a su Cisjordania natal en 1998 con su familia tras obtener la reunificación familiar.
La historia personal de Asud encierra una clara advertencia sobre las consecuencias de cómo reaccionarán los palestinos de Cisjordania ante la apertura de un segundo frente de esta guerra en los territorios ocupados si utilizan en Yenín, Tulkarem y Tubas prácticamente las mismas armas y técnicas que en Gaza.
Asud no era miembro de Hamás ni de la Yihad Islámica ni formaba parte de ningún grupo de resistencia local conocido. Tomó la decisión individual de que la resistencia era la única respuesta a la ofensiva militar israelí.
Hay cientos de miles de palestinos armados y no afiliados como él en Cisjordania y Jordania que están llegando a la misma conclusión.
Además, las tensiones entre Jordania e Israel están aumentando exponencialmente.
El lanzamiento de la ofensiva fue acompañado de una guerra de palabras entre el ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Israel Katz, y su homólogo jordano, Ayman Safadi.
Katz no sólo exigió a los residentes de Yenín que se marcharan en una evacuación «temporal». Acusó repetidamente a Jordania de la acumulación de armas en los campos, alegando que era incapaz de controlar su propio territorio.
«Irán está construyendo una infraestructura terrorista islámica en Judea y Samaria, inundando los campos de refugiados con fondos y armas de contrabando a través de Jordania, con el objetivo de establecer un frente terrorista oriental contra Israel. Este proceso amenaza también la estabilidad del régimen jordano. El mundo debe despertar y detener al pulpo iraní antes de que sea demasiado tarde», tuiteó Katz en X.
Todo mentira, replicó su homólogo jordano.
Safadi escribió: «Rechazamos las afirmaciones de los ministros racistas extremistas que fabrican amenazas para justificar la matanza de palestinos y la destrucción de sus capacidades. La ocupación israelí de los territorios palestinos, los crímenes israelíes contra el pueblo palestino y la escalada israelí en la región constituyen la mayor amenaza para la seguridad y la paz. Nos opondremos con todas nuestras capacidades a cualquier intento de desplazar al pueblo palestino dentro o fuera de los territorios ocupados».
Una conflagración mayor
Ahora, en su quinto día, el escenario está preparado una vez más para una operación en la Cisjordania ocupada que podría durar tanto como Gaza y que el presidente palestino Mahmoud Abbas es impotente para detener.
Los adolescentes palestinos están contraatacando. Wael Mishah y Tariq Daoud nacieron después de Oslo. No vieron la Primera ni la Segunda Intifadas.
Ambos habían sido liberados durante un intercambio de prisioneros entre Israel y Hamás en noviembre. En su liberación, Mishah habló de la difícil situación de los niños golpeados y maltratados en las cárceles israelíes.
El corto viaje de Mishah estaba predestinado. «Pasó de ser un prisionero a estar en busca y captura, a enfrentarse a la ocupación y luego a ser un mártir», declaró su madre.
Lo mató un avión no tripulado al amanecer del 15 de agosto mientras luchaba contra una incursión israelí en Nablús. Hay miles más como él que se ven empujados a la batalla.
Otro combatiente asesinado por Israel fue el comandante del batallón de Tulkarem, Mohamed Jaber, conocido como Abu Shuja’a. Israel lo describía como su militante más buscado, pero sólo tenía 26 años y había nacido cuatro años después de Oslo. Abu Shuja’a era un refugiado del campo de Nur Shams, originario de Haifa. Matarlo inspirará a muchos más a unirse como él mismo se inspiró en otros.
Incluso con la obvia reticencia de Hizbolá e Irán a implicarse, todos los ingredientes están ahí para una conflagración mucho mayor.
Un Israel sumido en una insurgencia ultranacionalista, religiosa y de colonos; un presidente estadounidense que permite que su principal aliado se burle de su política más emblemática, aun a riesgo de perder unas elecciones cruciales; una resistencia que no se rendirá; unos palestinos en Gaza que no huirán; unos palestinos en Cisjordania que ahora están dando un paso al frente; Jordania, el segundo país en reconocer a Israel, que se siente amenazada existencialmente.
Para Biden o Harris, el mensaje es tan claro que brilla con luces de neón: los costes regionales de no enfrentarse a Netanyahu podrían superar rápidamente los beneficios internos de dejarse arrastrar por él.
David Hearst es cofundador y redactor jefe de Middle East Eye. Es comentarista y conferenciante sobre la región y analista en cuestiones de Arabia Saudí. Fue redactor de asuntos exteriores de The Guardian y corresponsal en Rusia, Europa y Belfast. Se incorporó a The Guardian procedente de The Scotsman, donde era corresponsal en temas de educación.
Texto original: Why the West should stand up to Netanyahu , traducido del inglés por Sinfo Fernández.
Fuente: https://vocesdelmundoes.com/2024/09/03/por-que-occidente-debe-plantar-cara-a-netanyahu/