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Por un servicio público superior

Fuentes: Cubarte

La radiodifusión comercial cubana simultaneó su intensa estrategia comunicacional-mercantil con el protagonismo de los mejores artistas, intelectuales, periodistas, historiadores y publicistas cubanos o foráneos quienes vertieron sus múltiples saberes, manifestaciones, disciplinas e ideologías a la perspectiva latina de formatos tradicionales o proyectos con fines educativos y culturales orientados al alcance de todos los segmentos sociales. […]

La radiodifusión comercial cubana simultaneó su intensa estrategia comunicacional-mercantil con el protagonismo de los mejores artistas, intelectuales, periodistas, historiadores y publicistas cubanos o foráneos quienes vertieron sus múltiples saberes, manifestaciones, disciplinas e ideologías a la perspectiva latina de formatos tradicionales o proyectos con fines educativos y culturales orientados al alcance de todos los segmentos sociales.

La transformación radical de los medios de comunicación generada por el triunfo revolucionario de 1959, catapultó en dimensiones extraordinarias el vasto proyecto cultural gubernamental y la radiodifusión se adecuó a las nuevas necesidades educativas, informativas, políticas, propagandísticas y artísticas de la sociedad.

En 1991, la desintegración de la URSS -el mayor socio comercial y aliado político de Cuba- provocó la declaración oficial del «período especial en tiempo de paz», cuyas significativas restricciones impactaron todas nuestras actividades sociales y económicas.

Entre sus secuelas inmediatas en el ámbito mediático nacional estuvieron la drástica reducción de la cifra de ejemplares en todo el sistema impreso y de las horas de difusión real en la programación radial y televisiva. Pero ni la afectación en las finanzas, capital humano y emisiones de la programación radiofónica-audiovisual le impidieron cubrir el vacío del sistema impreso; verdadera proeza anónima lograda mediante la reconversión de la relación entre el contenido y la forma de las propuestas y retomar en un nivel superior la práctica fundacional de insertar en secciones o programas mediáticos los formatos, contenidos o estilos de los periódicos o revistas impresas. Desde entonces, la producción cotidiana privilegió una verdadera avalancha de entrevistas, revistas o magazines que hoy saturan ambos soportes.

Hoy, tras profundos cambios económicos, sociales, tecnológicos y culturales se impone el replanteo del diseño de programación radial-televisivo.

Durante el segundo semestre de 2013, en eventos tan diversos como la Asamblea Nacional del Poder Popular, los congresos de la cultura y de la Asociación Hermanos Saíz, el Festival Internacional de la Radio y la Televisión o el Evento Teórico del Concurso Caracol de la UNEAC, se reitera el debate crítico de las estrategias, comportamientos, prácticas, esencias y atributos de la programación en ambos soportes, aunque existe un singular énfasis en la televisión.

En el centro de la polémica subyacen muchas contraposiciones y retos, por lo que les propongo profundizar en algunos de ellos:

Nuestros objetivos de servicio social privilegian la formación de valores, la diversidad de modalidades educativas, la información, la propaganda, la elevación de la cultura general integral y la satisfacción espiritual de toda la población. Por añadidura, dada la elevada demanda radial-televisiva y nuestras peculiaridades sociales, pretendemos brindar una distracción enriquecedora y un entretenimiento sano.

Una de las polémicas teóricas más intensas es la dicotomía cultura-entretenimiento, marcada en su devenir por múltiples prejuicios clasistas que otorgan valor cultural al arte tradicional milenario, mientras minimizan manifestaciones, formatos o productos de la cultura masiva surgidos en los espacios públicos populares o en los soportes, producciones y prácticas de la Industria Cultural contemporánea. (1)

Bajo esta visión, el entretenimiento es banal, pueril, superfluo o de mal gusto; mirada válida en los morbosos reality show, los consumistas concursos y mensajes publicitarios y la irracional invasión de la privacidad y la intimidad de los paparazzi con las figuras públicas -incluidas las del «sistema de estrellas»-, pero no en las expresiones universales y locales de la cultura popular.

Para que nuestra televisión abierta de servicio público satisfaga a públicos tan diversos debe apropiarse de las peculiaridades de nuestros grupos etáreos, de factores como nuestro elevado nivel de instrucción, del empoderamiento de la mujer, del incremento de la población en la tercera edad, de los hábitos de audiencia, de las prácticas culturales arraigadas en el imaginario popular y de las singularidades de nuestra participación en espectáculos celebrados en escenarios públicos y esa mixtura no anula su peculiar carga de fantasía, ficción, simbolismo e imaginarios subjetivos asociados.

Queramos o no, algunos de los cambios acaecidos en nuestra sociedad generan una ruptura o transformación de añejas percepciones o representaciones sociales y de prácticas culturales consolidadas en gran parte de la población, y algunos de estos procesos son irreversibles.

Ello complejiza las estrategias educativas, formativas o persuasivas a través de las creaciones mediáticas e impone una intencionalidad anclada en los procesos históricos, en su contexto y en los disímiles actores y agentes sociales, pues la corrección de los comportamientos y actitudes nocivas no se logra con la saturación temática ni con la imposición a ultranza. Hace mucho tiempo que el receptor dejó de ser pasivo.

Si los contenidos mediáticos se divorcian de su realidad y no responden a la dinámica social-cultural, pierden su impacto comunicativo-cultural y nuestro reflejo de la sociedad perderá autenticidad y verosimilitud.

Las limitaciones financieras y tecnológicas de nuestro país son también la de nuestra radiodifusión, cuya costosa producción-difusión es impactada por este entorno. A la conmovedora crisis económica de los últimos años se une el colapso de algunos modelos organizativos-productivos, el deterioro de la disciplina tecnológica, las estrategias de continuidad de algunos roles y profesiones televisivas y de algunos valores creativos que atentan contra la racionalidad financiera y la calidad artística integral.

Sin embargo, el éxito del impacto comunicativo-cultural de los productos simbólicos no siempre responde directamente a las finanzas y a la tecnología. No hay fórmula establecida y tiene algo de misterio y magia. Conocemos producciones con todos los recursos, depurado elenco y equipo de realización, que pasaron sin penas ni glorias por la pantalla; mientras que otras, en su momento subvaloradas por no contar con estas plataformas, aun perduran en la memoria popular.

La innegable necesidad de elevar la calidad creativa de las disímiles disciplinas televisivas a las puertas de la televisión digital no significa la prevalencia de la «torre de marfil» ni del «arte por el arte». Tan importante como el valor artístico de un producto es su capacidad de comunicar. De nada vale que una cuidada estética arrase con los premios si sus contenidos no comunican o solo satisfacen a una minoría de la población.

La polémica de la renovación del discurso y la estética audiovisual a la modernidad no implica la imposición de formatos, códigos, recursos expresivos, temas, estereotipos, roles y miradas unilaterales. Más allá de los gustos y preferencias, mientras existan percepciones arraigadas que rechacen estas prácticas o las mismas lesionen la sensibilidad o generen la incomunicación en determinados segmentos poblacionales, habrá que alternar estrategias para satisfacer las expectativas de públicos tan diversos como la niñez, la juventud y la tercera edad.

A corto plazo, el 20 % de los cubanos sobrepasará los sesenta años y tomará el debido descanso laboral. Muchos de ellos, por sus bajos ingresos, carencia de transporte propio o discapacidades físicas se confinarán en el hogar, limitarán drásticamente sus actividades habituales en otros espacios y darán su mayor prioridad a la radio y a la televisión. El fenómeno se complejiza por la elevada proporción de profesionales universitarios con significativos aportes sociales.

Aunque la juventud signifique el futuro de la nación, nuestras estrategias creativas, productivas y difusivas deben lograr la diversidad de las propuestas para todos los segmentos poblacionales.

En el maremagnum de puntos de vista y elementos a considerar en esta renovación monumental, nuestra ambiciosa misión hallará su mayor fortaleza y oportunidad en la inteligencia colectiva. Por ello debemos propiciar el debate.

NOTAS:

(1) Algo que en sí es contradictorio, pues hasta las hoy consideradas «artes depuradas» como la narración, la poesía, la música y el teatro, nacieron en los espacios públicos que congregaban también a los espectadores iletrados.