Borrador de un discurso dedicado a los graduados de la universidad de Miami, encontrado en la celda de Luis Posada Carriles en la carcel de el Paso, despues de que fue liberado bajo fianza.
La graduación es el momento de enfrentarse a la realidad. Así que acostúmbrense a la muerte violenta. No me refiero a la Tecnológica de Virginia. Fíjense en mi caso, Algunas personas me definen como terrorista. Hoy siento orgullo de decir aquí que usé la violencia para tratar de destruir la dictadura de Castro y liberar a Cuba. Y continuaré tratando de hacerlo incluso en el ocaso de mi vida.
El Presidente Bush ha ordenado matanzas masivas en pro de la libertad en Irak y Afganistán. En esas tierras, todos los días soldados norteamericanos e iraquíes matan de conjunto muchas veces más el número de personas que murieron en Blacksburg, Virginia. Esta violenta lucha cristiana por la libertad ha estado sucediendo durante siglos. Yo soy un cruzado -igual que Bush.
Personas de mente estrecha citan a Bush: «Quien dé refugio a un terrorista es tan culpable como el terrorista». Pero él se refiere a los árabes, no a gente que quiere asesinar a Castro como yo. Con toda modestia, soy un patriota. Bush lo sabe. Es por eso que el Departamento de Justicia no me ha acusado de crímenes de terrorismo. Si matar a personas supuestamente inocentes se convirtiera en sinónimo de terrorismo, entonces habría que acusar al propio Bush de ser un terrorista mucho mayor que yo.
Bush y yo hacemos la guerra contra gente malvada, tales como Castro, Saddam Hussein y Hugo Chávez. No importa si sus hijos y mujeres mueren por nuestra noble causa. De eso ha tratado siempre la historia. ¿Piensan ustedes que a los valientes cruzados les importaban tales sentimentalismos?
Vean lo que este país ha hecho, no lo que sus líderes han dicho. El Presidente Jefferson habló de libertad, pero condonó la esclavitud. Wilson habló de no intervención mientras intervenía en México, Haití y Nicaragua- Kennedy dijo: «No preguntes que puede hacer tu país por ti, sino pregunta que puedes hacer tú por tu país». Hablo de preguntar, pero no respondió a la pregunta, ¿no es cierto? En 1961 Kennedy aseguró que quería liberar a Cuba y me lanzó a mí y a mis camaradas a la invasión de Cuba por Bahía de Cochinos. Algunos de nosotros nos quedamos atrás para matar a los comunistas que quedaran después de que los invasores aseguraran la cabeza de playa.
Kennedy era un hipócrita. Mucha labia, como dice la gente de color, pero no hacía nada. Por eso algunos de mis camaradas celebran el día de su muerte. Se acobardó en Bahía de Cochinos y cuando la Crisis de los Misiles en 1962, cuando pudo haber liberado a Cuba con las fuerzas armadas y las bombas de EE.UU. En su lugar, se dio la mano con ese gordo cerdo comunista de Nikita Khrushchev y se comprometió a dejar a Castro tranquilo.
Bueno, yo no lo dejé tranquilo.
(Esperar a que muera el aplauso.)
Después la CIA me entrenó en Fort Benning, junto con mi amigo Jorge Mas Canosa, un gran patriota cubano -que en paz descanse-que siempre me apoyó cuando escapé de aquella prisión en Venezuela donde yo estaba encerrado después que una gente se fue de lengua por lo del sabotaje al avión en Barbados. No estoy diciendo que yo tramé ese trabajito. Pero no estoy diciendo que no lo hice.
(Esperar a que terminen las risas.)
Quiero agradecer también a mi compadre de Fort Benning, Félix Rodríguez. ¿Estás ahí, mi socio? Bueno, gracias a Félix por capturar y matar a Che Guevara en 1967. Bien hecho.
Mi carrera como combatiente por la libertad muestra la diferencia entre mi persona y esos monstruos árabes como bin Laden. Yo traté de hacer estallar bombas en La Habana, no en Nueva York. Yo traté de matar a Castro, no a Cheney.
Estoy buscado por Cuba y Venezuela, pero no por la CIA, que me entrenó para liberar a mi país, para quien trabajé más tarde como un leal y exitoso agente desde 1965 a 1976. A fines de la década de 1980, ayudé al Tte. Cnel. Oliver North a reabastecer a los contras para que mataran a sandinistas, aliados de Castro.
Mis amigos de la CIA me ayudaron a planear y ejecutar planes de asesinato contra Castro. Les digo eso para ilustrar la realidad y advertirle que deben planear con precisión sus medidas cuando vayan por el mundo a realizar tareas patrióticas para liberar al mundo del comunismo, el fanatismo islámico y el liberalismo sentimental.
La CIA hizo un bello instrumento de asesinato para mí en 1971, en la época en que Castro viajó a Chile. Sus científicos colocaron un arma de fuego dentro de una cámara de noticiero de TV, de manera que cuando el camarógrafo le apuntara a Fidel y apretara el gatillo, la cámara no comenzaría a filmar, sino que el arma haría fuego. Un plan perfecto. Solo que el hombre que contratamos resultó ser un cobarde. Cuando vio a los guardaespaldas de Castro en toda la sala de conferencias de prensa, no pudo hacerlo. Yo envié la cámara a Caracas, donde Fidel haría una escala en su regreso a Cuba. Nuevamente el hombre que contratamos resultó ser ineficaz. Pero los de la CIA demostraron ser verdaderos asesinos por la causa de la libertad.
Se han revelado documentos que argumentan que yo alerté a la CIA de mi plan para poner la bomba en el avión comercial que estalló sobre Barbados en 1976, un trabajo que supuestamente yo hice con mi amigo y colega Orlandito Bosch.
Si admito mi participación, el gobierno de EEUU tiene que acusarme de terrorismo. Si lo niego, muchos de ustedes creerán que estoy mintiendo. ¿Qué harían ustedes? Como estudiantes que se gradúan puede que tengan que enfrentarse a dilemas morales como ese en su vida. Mi lección es: vivan en la ambigüedad, pero no se desvíen de su misión.
¿Me siento mal por los pasajeros que murieron cuando se estrelló el avión cubano? Cito a Orlando Bosch, el cual dijo a un reportero de Miami: «En una guerra como la que los cubanos que amamos la libertad hacemos contra el tirano (Castro), hay que derribar aviones, hay que hundir barcos, hay que estar preparados para atacar cualquier cosa que esté a nuestro alcance».
¿Por qué tengo que compadecerme de los familiares de miembros muertos del Partido Comunista, norcoreanos o gente de color de Guyana junto con los esgrimistas cubanos adoctrinados por los comunistas? Los que no han desafiado a Castro, que no se han marchado de la isla para luchar desde Miami son blancos legítimos juntos con los que son suficientemente tontos como para visitar esta zona de guerra. Advertimos en el verano de 1976 que la gente que viajara hacia y desde Cuba, que ayudaran a glorificar al tirano, correrían grave peligro.
Esos cables hechos públicos por la CIA acerca de mí y de Bush dicen que yo trabajaba para la inteligencia venezolana y que informaba a la Agencia. Escuchen este cable: «Unos pocos días después de una cena para recaudar fondos, se escuchó a Posada que decía que ‘vamos a golpear a un avión cubano’ y que ‘Orlando tiene los detalles’.» Eso está en el informe de la CIA.
Sin embargo, nada sucedió, hasta que Freddy Lugo y Hernán Ricardo, esos tipos que contratamos, quiero decir, que supuestamente contratamos, confesaron que habían colocado la bomba y nos nombraron a Bush y a mí como los que planeamos la operación. Admito que fui descuidado. Aprendan de mi experiencia. Dejé en mi apartamento de Caracas unos horarios de vuelo de Cubana de Aviación. Es una falta de profesionalismo.
Cometí otro error en la década de 1990, cuando algunos de nosotros estábamos desesperados por terminar con Castro porque el gobierno de EE.UU. no se encargaba del asunto. No estoy admitiendo que yo planeé las bombas en los hoteles cubanos, una de las cuales mató a un turista italiano. Pero les advierto, graduandos: no se les suelte la lengua con los reporteros. Cuando los periodistas esos de The New York Times, Anne Bardach y Larry Rohter, preguntaron cómo me sentía por el italiano que murió, dije que yo dormía como un bebé.
En Panamá, con mis compadres Guillermo Novo y Pedro Remón -bueno, no voy a admitir que los explosivos plásticos C-4 eran para otra cosa que no fueran fuegos artificiales-, nuestra visita coincidió con la de Fidel, si me entienden lo que quiero decir. La policía panameña encontró mis huellas dactilares en los explosivos.
Así que, jóvenes estudiantes, ustedes también cometerán errores en la vida. Pero incluso si no logran sus objetivos, insistan y no permitan que la violencia y la muerte les impidan hacer lo correcto. Ustedes no tienen suficiente edad para pertenecer a la SAS (Sociedad de Asesinos Ancianos). A mis 79 años aún sigo ejerciendo mi profesión.
Durante siglos, la civilización ha batallado en piedra la idea de matar en pro de una buena causa. Así que ¡Viva Cuba Libre! ¡Viva la Muerte! Y Viva mi amigo profesor que me invitó aquí. No mencionaré nombres, pero sus iniciales son J.S. y él recibe un subsidio muy merecido de manos de una agencia del gobierno para dirigir un digno proyecto que ayudará a todos los cubanos cuando retomemos nuestra amada isla.
(Levantar el puño, esperar que el aplauso baje antes de abandonar el escenario para buscar el andador.)