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Cómo el ejército israelí destrozó casas de Gaza

Potes de orina, heces en las paredes

Fuentes: Haaretz

GAZA – Ya habíamos visitado esa casa, que pertenecía a la familia Abu Eida. Es la única de las nueve casas grandes de la familia que quedaron en pie en la franja oriental de la ciudad de Jabalya luego de la Operación «Plomo Fundido». La demolición de las casas de la familia y sus cuatro […]

GAZA – Ya habíamos visitado esa casa, que pertenecía a la familia Abu Eida. Es la única de las nueve casas grandes de la familia que quedaron en pie en la franja oriental de la ciudad de Jabalya luego de la Operación «Plomo Fundido». La demolición de las casas de la familia y sus cuatro fábricas de cemento significa la maldición de la pérdida de 40 años de duro trabajo.

Una palabra hebrea garabateada en la pared cuenta la historia de 10 días en que jóvenes soldados israelíes se convirtieron en los ostensibles guardas de la prisión de cinco personas. La menor de ellas es Suheila Masalha, 55 años; la mayor su madre Fatma, que tiene tal vez 85, 90 o más años. El único varón es su hermano, Mohammed, de 65 años, que tiene parálisis y depende de las mujeres de la familia. Dos mujeres más de la familia Abu Eida habían allí – Rasmiya, 70 años, propietaria de la casa, y su cuñada Na’ama, de 56, que es ciega.

«Cárcel» («mikhla’a» en Hebreo), escribieron los soldados en la pared de la habitación donde mantenían al hombre y las cuatro mujeres. No los dejaban usar el baño, en su lugar los obligaban a usar todo tipo de contenedores plásticos que fueron mantenidos en la habitación durante nueve de los días.

De otro graffiti se puede concluir que se trataba de los soldados de la Brigada Golani – reclutados en Agosto del 2007, y en Enero y Marzo del 2008 – los que esbozaron mapas de orientación en las paredes de casi cada una de las habitaciones. Por ejemplo, «Posición: entrada. Dirección: sudeste,» y unos cuantos cuadrados que indican las casas en el área. «Nosotros,» o «Estamos aquí,» o solamente una «X» marcada en el cuadrado No. 5 – la casa de Rasmiya Abu Eida convertida en una base del ejército israelí.

Los soldados guardaban los preceptos «Casher», juzgando por las palabras «carne» y «lácteo» garabateadas en rojo en los armarios de la cocina. Tal vez alguno de ellos anduviese bromeando, o tal vez alguno pensase que aquélla sería su base por muchos meses más, ya que también escribieron «Casher para Pesaj (pascua judía)» en uno de los estantes. También, en rojo.

Banderas Blancas La familia Masalha vivía en una especie de choza de lata y criaba sus ovejas cerca de la familia Abu Eida (la choza y las ovejas fueron destruidas). En la tarde del sábado, 3 de Enero, cuando comenzó la incursión terrestre israelí, sus miembros huyeron de los bombardeos buscando refugio con los vecinos que vivían en casas de concreto, que parecía ser más seguras. Pero los bombardeos y los disparos desde cerca sólo aumentaban y los niños tenían miedo; lloraban y gritaban y los miembros de la extensa familia decidieron dirigirse al oeste, caminando, con banderas blancas.

Los adultos cargaban a los niños – sin valijas ni ropas, ni siquiera documentos de identidad. No había nadie que pudiese cargar a Fatma Masalha y a su hijo Mohammed, que quedaron atrás. Na’ama y su cuñada Rasmiya decidieron quedarse con los huéspedes que habían buscado refugio. Esto ocurrió el domingo 4 de Enero alrededor de las 3 de la tarde.

Una casa espaciosa, bien mantenida y generosamente amueblada esperaba a los soldados en la mañana siguiente, cuando llegaron. Hay otras casas como ésta en Gaza, especialmente en las tierras agrícolas en los alrededores, las cuales a través de los años se tornaron áreas burguesas. Estos son exactamente los lugares donde las marcas de los bombardeos y el fuego causados por las bombas de fósforo habían dejado claro a los civiles que debían irse si tenían aprecio por sus vidas.

El 18 de Enero, cuando las tropas se retiraron, casi las mismas visiones esperaban a todas las personas cuyas casas se habían convertido en bases militares durante su ausencia. Había paredes agujereadas por balas, sofás y sillones rasgados, televisores y computadoras aplastados, astillas de vidrio y utensilios de porcelana, y puertas de madera rotas. Las ropas rasgadas. Y montañas de basura israelí – latas vacías, cajas de cartón, bolsas vacías de papas fritas y chocolate, y bolsas llenas de azúcar y polvo de jugo de frambuesa. Todo «Casher para Pesaj», bajo la supervisión de de Rabino Principal. Y también periódicos en hebreo, incluyendo el número de la revista del ejército, Bamahane, del 9 de enero.

En una de las casas dejaron muchas latas de conserva sin abrir. Los habitantes locales supusieron que los comandantes del ejército se habían estacionado allí, así como en otras casas donde no había ningún grafitti racista y las pertenencias de la familia no habían sido destrozadas. Remanentes de municiones y equipos del ejército israelí también fueron encontrados dentro y alrededor de muchas casas, así como libros de Salmos, el «Sabiduría de los Sabios» y «Hafetz Jaim», que contiene leyes rabínicas que tratan sobre difamación y chisme.

Como hormigas

En el medio de todo esto había botellas de plástico con orina y muchas bolsas cerradas – en algunas casas, color oliva – rellenas de excrementos. En aquellas casas, supuestamente, habían permanecido los comandantes. Hay casas donde el excremento había sido untado por las paredes, o donde pilas del mismo se encontraban en las esquinas de las habitaciones. En muchos casos, los aromas indicaban que los soldados habían orinado sobre pilas de ropas o dentro de un lavarropas. En todas las casas, los baños estaban chorreando, taponados y llenos de inmundicia. Cuando los miembros de la familia Abu Eida retornaron a la casa No. 5 en Jabalya, descubrieron potes de orina y excrementos en el refrigerador.

«Como hormigas, tantos que eran,» dice Na’ama, una profesora de Árabe, sobre los soldados que llegaron a su casa el 5 de Enero. Ella recuerda que los soldados habían tenido que ser avisados que Mohammed no podía poner sus manos arriba, y que ellos pedían a los residentes que se desvistiesen. (Na’ama se negó y uno de los soldados la forzó a hacerlo; le dijeron a Suheila que se desvistiera porque pensaban que estaba usando una faja explosiva.) Los soldados estaban perplejos con el tamaño de la casa . «Solamente para cinco personas» exclamaban, y también, a cada rato, repetían: «esto es dinero de Hamas». Muchas veces, preguntaban: «¿dónde están los túneles, donde está Hamas, si todos se fueron, por qué ustedes no?

Los soldados ordenaron a las cinco personas que se dirigieran a una de las habitaciones y que se quedasen allí. Las dejaron llevar consigo algo de comida: pan, aceitunas, aceite, agua. Les confiscaron sus teléfonos móviles cuando vieron a Na’ama con uno en la mano. «Quieres llamar a tu hermano para que venga con Hamas, a dispararnos,» dijo uno de los soldados. «Mentirosa,» decían muchas veces, así como «cállate, burra», en un pobre Árabe. La imitaban burlándose cuando ella decía «Ya Rab» («Oh Dios»). Los cinco prisioneros no podían rezar, ni tampoco se les permitía limpiarse antes de los rezos, y se les prohibía ponerse de pie. Les dieron dos frazadas, que no eran suficientes, especialmente porque las ventanas estaban rotas y la puerta siempre abierta. Un soldado siempre estaba sentado al lado de la puerta apuntándoles un rifle. Los cinco continúan hasta hoy engripados.

«Ustedes saldrán cuando nos vayamos,» fue la respuesta que le dieron a Na’ama después de que ella les pidiera contactar a la Cruz Roja. Aparentemente, uno de los soldados hablaba Árabe afluentemente, otro hablaba un poco y los otros sabían una que otra frase.

¿Había entre los soldados alguno que fuera un poco amable? «Lamentablemente, no», dice Na’ama. En una cierta cantidad de otras casas u otras vecindades las personas que habían optado por no huir encontraron algunos soldados que eran algo corteses. En ninguna de las otras casas fue prohibido el acceso al baño, pero las manos de los hombres fueron mantenidas atadas por dos o tres días. Hay casas donde los prisioneros no tuvieron comida por dos o tres días, o agua por varias horas. «Nosotros tampoco tenemos comida,» habían dicho los soldados en Izbet Abed Rabbo.

Hubo soldados que rompieron puertas en almacenes y tomaron golosinas. Algunos les daban dulces a los niños; a veces soldados le pedían a un niño a quien habían forzado a acompañarlos como escudo humano a alcanzárselas.

En la mañana del 14 de Enero, la Cruz Roja vino a recoger a los cinco habitantes de la «cárcel» en casa No. 5. Poco tiempo después, los soldados habían traído un pequeño calentador a gas portátil para que Rasmiya pudiese preparar té caliente, algo que nunca antes la habían autorizado a hacer. «Tal vez porque vino el oficial», dice Na’ama.

El portavoz del ejército israelí dijo en respuesta que los soldados en Gaza fueron instruidos a no dañar propiedad personal excepto cuando hubiese una necesidad de hacerlo por motivos operacionales. «No sólo los soldados no impidieron que los palestinos comiesen», dijo el portavoz, «sino que compartieron sus raciones del ejército con ellos. El ejército no ha recibido informes sobre la irrupción a almacenes. Sobre los graffitis, el ejército israelí lo ve como un asunto grave, que contradice los valores y normas bajo los cuales los soldados son educados.»

http://www.haaretz.com/hasen/spages/1068989.html

Traducción: David Comedi