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Preocupación ante apuesta de Trump por los combustibles fósiles

Fuentes: IPS

Parte de un campo de gas de la localidad de Damascus, en el sudoriental estado de Arkansas, dentro de la cuenca de Fayetteville, en Estados Unidos, el país donde más intensivamente se desarrolla la industria de los combustibles de esquisto. Crédito: Emilio Godoy/IPS LITTLE ROCK, Estados Unidos, 21 dic 2016 (IPS) – El indígena cherokee […]

Parte de un campo de gas de la localidad de Damascus, en el sudoriental estado de Arkansas, dentro de la cuenca de Fayetteville, en Estados Unidos, el país donde más intensivamente se desarrolla la industria de los combustibles de esquisto. Crédito: Emilio Godoy/IPS

LITTLE ROCK, Estados Unidos, 21 dic 2016 (IPS) – El indígena cherokee Earl Hatley ha atestiguado las consecuencias de la utilización de la fractura hidráulica, también conocida por el vocablo inglés «fracking», en su tierra natal para la obtención de gas de esquisto.

«El fracking es dañino para las fuentes de agua, la vida silvestre y el valor de las propiedades. Además, ha ocasionado sismos donde no se producían. Desde 2007 empezó a temblar más y más cerca de los pozos, puedo oler las emisiones, que me hacen sentir mal», refirió a IPS este activista, guardián del agua y fundador de la no gubernamental Acción Local Ambiental Requerida.

Hatley tiene una propiedad en Payne, en el estado de Oklahoma, en el centro de Estados Unidos, que asegura que ya no puede visitar debido a las emisiones tóxicas de los pozos.

«La industria del gas y el petróleo ventea el gas fugitivo y no monitorea las fugas, pues no hay regulaciones en Oklahoma que la obliguen a hacerlo. Tuvimos la oportunidad de evaluar algunos pozos y encontramos que todos estaban mal», relató.

En Oklahoma están activos casi 50.000 pozos de gas natural y de los cuales unos 4.000 se explotan mediante fractura hidráulica, al menos 200 en Payne.

Con panoramas similares en otros estados, la preocupación es el denominador común del movimiento estadounidense antifracking con la llegada a la presidencia, el 20 de enero, del magnate republicano Donald Trump y su propuesta de impulsar la industria de los combustibles fósiles, pese a su impacto en el calentamiento del planeta.

Estados Unidos es el país que más intensamente explota el gas y el petroleo de esquisto o lutitas, también conocido por el vocablo inglés shale, lo que le ha permitido convertirse en el mayor productor mundial de hidrocarburos, al ocupar el primer lugar en la extracció de gas y el tercero de crudo.

Trump «manda señales de cuál va a ser la percepción de apoyo al sector y que empeorará los impactos ya conocidos del fracking, como la contaminación del agua y la emisión de metano», analizó a IPS el argentino Daniel Taillant, presidente del no gubernamental Centro de Derechos Humanos y Ambiente, durante un taller sobre la evolución de la fractura hidráulica en las Américas realizado en Little Rock, la capital del suroriental estado de Arkansas.

En los depósitos de los hidrocarburos de esquito, su molécula está atrapada en rocas profundas, perforadas y quebradas por la inyección cuantiosa de una mezcla de agua, arena y aditivos químicos, que se consideran nocivos para la salud y el ambiente.

De esa forma, el gas o el petróleo se liberan. Pero la tecnología genera masivos volúmenes de desechos líquidos que deben tratarse para su reciclaje y de emisiones de metano, más contaminante que el dióxido de carbono, el mayor responsable del calentamiento planetario.

Diversidad de estudios confirman los daños al agua, al aire, al paisaje y el desencadenamiento de sismos.

Para la industria del fracking, los buenos tiempos retornarían de la mano de Trump, que en mayo lanzó un plan para los primeros 100 días de gobierno, en caso de ganar las elecciones de noviembre, en que establecía un decidido impulso para el sector, pese a las denunciadas secuelas ambientales, sociales y económicas.

El programa incluye la supresión de todas las barreras sobre las reservas energéticas, incluyendo el gas natural, petróleo y «carbón limpio», valoradas por el documento en 50 billones (millones de millones) de dólares, en lo que denomina «revolución energética» destinada a producir una «vasta riqueza nueva».

Asimismo, el presidente electo prometió eliminar los obstáculos regulatorios existentes contra los fósiles y facilitar el avance de «proyectos de infraestructura energética vitales», como oleoductos y gasoductos.

Un técnico revisa los separadores de gas y agua en el pozo de gas de esquisto Charles Wood 09-13, en Van Buren, en el estado de Arkansas, en Estados Unidos, el mayor productor mundial de este combustible, gracias a la aplicación de la tecnología de fractura hidráulica. Crédito: Emilio Godoy/IPS

Datos de la estatal Administración de Información de Energía indican que, de la producción diaria estadounidense de más de nueve millones de barriles equivalentes de gas y petróleo, 51 por ciento fueron extraídos en 2015 mediante la tecnología de la fractura hidráulica, pese al hundimiento de los precios internacionales ese año.

Se considera que el costo de la extracción por fracking de un barril (de 169 litros) tiene un piso actual de 65 dólares, pero el sector ha mantenido la extracción, que ahora es alentada, además de por las promesas de Trump, por la paulatina alza de los precios tras la decisión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo de reducir su producción colectiva desde enero.

El avance de la hidrofractura ha desatado litigios judiciales sobre sus consencuencias e investigación científica para determinarlas.

La cuarta edición del «Compendio de hallazgos científicos, médicos y de medios de comunicación que demuestran los riesgos y daños del fracking (extracción de gas y petróleo no convencionales)» enlista 685 estudios científicos divulgados entre 2009 y 2015 que comprueban contaminación del agua, emisiones contaminantes lanzadas a la atmósfera e impactos sobre la salud humana.

Ese compendio, elaborado por Profesionales de la Salud Preocupados de Nueva York y Médicos por la Responsabilidad Social, cita más de 900 investigaciones en Estados Unidos sobre el impacto de la fractura hidráulica, lo que evidencia la preocupación generada por el uso de esa tecnología.

Mientras, afectados por la tecnología han entablado más de 100 querellas desde 2011, según un recuento construido por el académico Blake Watson, de la Escuela de Derecho de la privada Universidad de Dayton.

En el caso particular de Arkansas, un estado donde hay menores afectados porque los campos gasiferos se encuentran en áeas poco pobladas, cinco casos han sido arreglados fuera de los tribunales, tres más siguen su curso y 10 han sido rechazados por los jueces.

La fractura hidráulica también ha desatado respuestas locales.

Los estados de Vermont y Nueva York ya vetaron el uso de la tecnología, en California seis condados (división administrativa de los estados) siguieron esa vía, aplicada también en Florida por 32 condados y 48 ciudades.

Mientras, el estado de Maryland impuso en 2015 una moratoria de dos años y medio, pero el de Texas inhibió su prohibición, mientras que la Corte Suprema del de Colorado resolvió suspender en mayo último los vetos aplicados por dos ciudades.

«La oposición al fracking ha aumentado en los últimos años, porque hay más conocimiento y evidencias de los efectos. Además, las organizaciones se han vuelto más sofisticadas en sus análisis y más activas», señaló Andrew Grinberg, gerente de Proyectos Especiales de Campañas Nacionales de la no gubernamental Acción por el Agua Limpia.

Por cuestiones económicas, el carbón ha perdido terreno frente al gas, aunado al adelanto de las energías eólica y solar, por lo cual la resurrección prometida por Trump afronta un panorama complejo.

«La resistencia contra el fracking aumenta, especialmente donde aún no se practica, pues hay más conocimiento de los daños y ese conocimiento aumentará. Pero los resultados del apoyo de Trump están por verse», sostuvo Taillant, cuya organización opera en el estado de Florida.

Hatley resaltó que la oposición al fracking «crece lentamente» por el denunciado incremento de los sismos, pero «la gente tiene miedo, porque la industria es muy poderosa».

En Oklahoma se han registrado 1.900 sismos desde 2015, atribuidos a la inyección de aguas de desecho en el subsuelo.

Grinberg aseguró a IPS que aún hay temas pendientes de regular, como una divulgación más amplia de los químicos aplicados, el veto a las piletas de desechos líquidos, el almacenamiento de gas y las emisiones de metano, un gas mucho más contaminante que el dióxido de carbono, el mayor responsable del cambio climático.

Editado por Estrella Gutiérrez

 

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2016/12/preocupacion-ante-apuesta-de-trump-por-los-combustibles-fosiles/