Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
A pesar de todo el ruido de sables por parte de Israel y la administración de EEUU y de las expectativas, anunciadas a bombo y platillo, del liderazgo palestino, el reconocimiento de Palestina como Estado observador no miembro de la ONU del pasado año va camino de convertirse en una nueva nota a pie de página del largo conflicto que dura ya sesenta y cinco años.
Tan sólo unas horas después del anuncio, Israel estaba listo para hacer su propio anuncio: la construcción de un nuevo asentamiento ilegal (según el derecho internacional, todos los asentamientos israelíes en los territorios ocupados son ilegales) en la tierra palestina. Israel denomina esa área como zona E-1. Hubo un par de países europeos que le respondieron con mayor exasperación de la habitual, pero pronto se dedicaron a otras cuestiones, al parecer más urgentes. EEUU tildó de «contraproducente» la vengativa medida de Israel, pero se olvidó pronto del asunto. Y los activistas palestinos que intentaron contrarrestar las ilegales actuaciones de Israel montando tiendas de campaña en las áreas marcadas por Israel para los asentamientos acabaron violentamente desalojados.
La Autonomía Palestina de Mahmud Abbas está como paralizada, en la misma situación penosa de siempre. Continúa actuando de amortiguador ante los ocupados, étnicamente limpiados y con toda razón indignados palestinos. Su existencia no habría sido posible sin el consentimiento de Israel. Aparte de los encendidos discursos, comunicados de prensa y conferencias, la AP ha sido eficazmente subcontratada como parte de la ocupación israelí -por ejemplo, para mantener la seguridad de Israel- a cambio de una serie de ventajas para sus afiliados. Entre los diversos ejemplos de esos privilegios se incluye un acceso más fácil a los contratos de negocios o empleos. Es esta simbiosis la que constantemente evita cualquier confrontación seria entre Israel y la AP. Ambas partes perderían si ese statu quo se viera seriamente afectado. Si a Israel le reclamaran sus responsabilidades como Potencia Ocupante en virtud del derecho internacional, eso le acarrearía una inmensa carga financiera y política que podría impedir la construcción de asentamientos en Jerusalén Este y en Cisjordania. En realidad, Israel puede mantener todos los beneficios de la ocupación militar sin grandes costes. Para Abbas, cerrar completamente el conglomerado de la AP significaría el suicidio político y financiero de la rama de políticos de Fatah a él afiliados.
Por tanto, es preciso encontrar una manifestación inteligente del show del «proceso de paz» que ayude a ambas partes a salvar la cara: para que Israel complete sus planes de asentamientos y la AP pueda mantener su empresa.
En realidad, la decisión de Israel del 30 de enero pasado de liberar 100 millones de dólares de los impuestos y aranceles que recoge en nombre de la AP (que ha retenido, algunos dicen que robado, para castigar a la AP por su desafío en la ONU) fue posiblemente el preludio de la reanudación de la misma charada en curso sobre la paz. Según un funcionario israelí citado por AFP, la transferencia fue «una medida para aligerar la crisis financiera a que se enfrentan los palestinos», creada, para colmo de ironías, por Israel. Ese gesto de «buena voluntad» es probable que se utilice como «medida para crear confianza» en la esperanza de restablecer todo el juego del «proceso de paz».
Una explosión de manifestaciones y protestas masivas en Cisjordania -donde la mayoría de la gente no recibe la paga completa desde hace meses- no ayudaría ni a los intereses israelíes ni a los de la AP. Escenas de desesperados hombres y mujeres palestinos marchando a través de los territorios supondría una amenaza tanto para el ya mermado aparato político de Abbas como para la imagen horriblemente desfigurada de Israel.
Pero hay pruebas de que respecto a los fondos hay más cosas en juego que evitar una crisis que probablemente dañe los intereses de ambas partes. Según una declaración hecha por Muhammad Sbeih, secretario general para asuntos palestinos en la Liga Árabe, de la que el periódico jordano al-Ghad informaba el 29 de enero pasado (y la agencia Ma ‘an News citaba el 30 de enero), una delegación de la Liga Árabe se encaminará pronto hacia EEUU para «impulsar el proceso de paz en Oriente Medio». «La propuesta incluye algunas ideas específicas árabes sobre la retirada de Israel del territorio palestino ocupado y el establecimiento de un estado palestino con la seguridad garantizada para ambas partes».
Además, el 1 de febrero, el periódico árabe con sede en Londres al-Quds al-Arabi informaba que el Reino Unido había acogido una conferencia en la que funcionarios israelíes y palestinos discutieron sobre las posibles vías para volver a asumir el supuesto proceso de paz. Según el periódico, que cita fuentes palestinas, la delegación israelí estuvo encabezada por Yossi Beilin, conocido por su papel en la creación de las bases para los acuerdos de Oslo. El jefe de la delegación palestina, el importante miembro de Fatah Muhammad Ishtayya, negó que hubiera habido negociación alguna. En cambio, dijo a Ma’an que en la conferencia -celebrada en el complejo de Wilton Park, en el sur de Inglaterra- «sólo se habló de la crisis en Oriente Medio».
Mientras tanto, prosiguen los intentos para atraerse a Hamas. Varios periódicos árabes, entre ellos Asharq Al-Awsat, informaban que el jefe del Politburó de Hamas Khaled Meshal había indicado, en un reciente encuentro con el Rey jordano Abdullah, que Hamas está preparado para aceptar la denominada «solución de los dos Estados». Al parecer, Meshal le pidió al Rey jordano que trasmitiera el mensaje al Presidente estadounidense Barack Obama. Sin embargo, un comunicado de Hamas negó que esa información tuviera base alguna.
Es muy poco probable que la política israelí respecto a la ocupación e ilegal construcción de asentamientos pueda cambiar tras las recientes elecciones. A pesar del entusiasmo de los medios sobre el ascenso de la izquierda y el centro en Israel, no hay indicios de que la nueva configuración vaya a desviar a Israel de sus políticas basadas en la guerra y en la ocupación.
Sin embargo, Israel mira con anticipación y ligeramente preocupado los acontecimientos políticos que se despliegan en Washington. El gobierno estadounidense está organizando su equipo para el segundo mandato de Barack Obama y, desde luego, los intereses israelíes ocupan un lugar alto en su agenda. Hubo especialmente dos nombramientos que eran de gran interés para Israel, el de John Kerry como Secretario de Estado y el de Chuck Hagel como Secretario de Defensa.
Un comentario en la página web de Voice of America planteaba el 1 de febrero una cuestión prosaica en relación al nuevo puesto de Kerry: «¿Puede el Secretario de Estado John Kerry llevar la paz a Israel y a los palestinos?». Sin embargo, los medios israelíes son mucho más simples en estos asuntos: «¿Es bueno John Kerry para Israel?», se preguntaba el Yedioth Ahronot en su página de Internet en inglés. «Puede que sea amigo de Israel pero no se le considera el abanderado de Israel en el Senado», el periódico israelí citaba el comentario de un funcionario del Estado. Si Kerry no es lo suficientemente bueno, uno sólo puede imaginar la furia de los neoconservadores, los expertos pro-Israel y otras autoridades ante el nombramiento de Hagel. Las declaraciones en el pasado de Hagel sobre Israel e Irán no son las «típicas de los abanderados de Israel» ni de nada que suponga un compromiso de algún tipo.
En una audiencia de ratificación en el Capitolio, los representantes republicanos se rebotaron contra el ex senador republicano de Nebraska respecto a todo lo que dijo o dejó de decir (o firmar) sobre cuestiones de interés vital para Israel. Fue francamente difícil descifrar si el Senador John McCain y el Senador Ted Cruz estaban más preocupados por las verdaderas cuestiones de seguridad de EEUU o por la «seguridad» que Israel intenta hacer pasar como vitales intereses nacionales estadounidenses.
Lo extraño del asunto es que a Hagel se le regaña por criticar el inmenso poder ejercido por el lobby pro-Israel en Washington -como si sus alegaciones fueran meras fantasías-, a pesar del hecho de que la importante campaña desplegada en contra de su nombramiento vino de las mismas fuerzas que él critica con toda razón.
Pocos esperan una desviación significativa en las viejas políticas una vez que el nuevo equipo de Washington esté al completo, aunque hay quien subraya un lento pero constante cambio en las prioridades de EEUU en Oriente Medio. Incluso aunque uno se adhiera a la lectura más optimista del supuesto «cambio» en marcha en Washington, uno no puede esperar un cambio importante en la conducta de Israel en los territorios ocupados. Sin un mecanismo real que fuerce a Israel a cambiar -que debe ir acompañado de una contención eficaz del desproporcionadamente poderoso lobby-, no es probable que nada cambie sobre el terreno.
Mientras los políticos estadounidenses están muy ocupados defendiendo sus credenciales pro-Israel en las audiencias del Senado, hay otras audiencias de gran importancia, aunque por el momento de pocas consecuencias, que están celebrándose en otros estamentos.
Una investigación lanzada por el Consejo de los Derechos Humanos en marzo del pasado año, que fue desvergonzadamente boicoteada por Israel, ha llegado finalmente a la conclusión de que los asentamientos israelíes son una violación del derecho internacional y le pide a Israel que retire «inmediatamente» todos sus colonos de Jerusalén Este y Cisjordania. Los investigadores de la ONU llegaron a la conclusión de que las continuadas violaciones de Israel de los Convenios de Ginebra de 1949 podrían constituir crímenes de guerra «que caen bajo la jurisdicción de la Corte Penal Internacional «, informaba Al Jazeera. «Israel debe (…) cesar todas las actividades relacionadas con los asentamientos sin condiciones previas (y) debe iniciar de inmediato un proceso de retirada de todos los colonos», decía parte del informe publicado el 31 de enero.
Los últimos hallazgos de la muy respetada organización internacional ponen el acento una vez más en los parámetros auténticos de cualquier paz genuina. Un tipo de paz que desde luego no se ajusta a los intereses de Israel y, por consiguiente, tampoco a los de EEUU.
Hasta que los palestinos no encuentren una alternativa al lamentable trío de pacificadores de Israel-EEUU-AP, todo lo que pueden esperar es más de lo mismo: una conferencia secreta por aquí, otro asentamiento por allá, y una ocasional limosna israelí que, aunque resulte difícil de creer, sacan del propio dinero de los impuestos que pertenecen a los palestinos.
Ramzy Baroud (www.ramzybaroud.net) es un columnista sindicado a nivel internacional y editor de PalestineChronicle.com. Es autor de los libros «The Second Palestinian Intifada: A Chronicle of a People’s Struggle» y «My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story» (Pluto Press, London).