En el horizonte estamos ante un posible (y frustrable) proceso constituyente a escala de estado que finiquite el régimen de la Transición. Posible porque se dan las condiciones de hartazgo colectivo sobre lo que ese régimen ha dado de sí en deterioro de libertades, empobrecimiento de derechos sociales y candado de los derechos nacionales. Las […]
En el horizonte estamos ante un posible (y frustrable) proceso constituyente a escala de estado que finiquite el régimen de la Transición.
Posible porque se dan las condiciones de hartazgo colectivo sobre lo que ese régimen ha dado de sí en deterioro de libertades, empobrecimiento de derechos sociales y candado de los derechos nacionales. Las fuerzas llamadas a liderar la respuesta con junta a las tres preocupaciones al mismo tiempo (Podemos, IU, IC-CV, Compromis, ERC, Amaiur-Bildu, Bloque Galego, CUP, Geroa Bai…) podrían resultar la primera fuerza del tablero político estatal en caso de ir unidas en sus respectivos ámbitos y forzar un proceso constituyente a escala de Estado, yendo más allá de una reforma de apaño.
Frustrable porque las fuerzas que deberían liderarlo hoy no se muestran a la altura del entendimiento del momento y de la unidad necesaria para llevarlo a cabo. Ciertamente más por unos que por otros. En ese caso, lo que podría ser un proceso constituyente a escala estatal puede devenir, por vía de mera reforma de algunos artículos de la Constitución Española, en un simple proceso restituyente: una minitransición.
En la hipótesis de ir unidos y resultar primera fuerza no tendrían mayoría en las Cortes Generales. Pero en temas puntuales pero nodales, podrían converger a posteriori con otras fuerzas en un proceso de definición del articulado. De todos modos empujar en la dirección constituyente a escala estatal significa aceptar que se abran paralelamente procesos contituyentes en las comunidades que así se lo planteen. Catalunya ya lo ha puesto en marcha sin subordinar sus tiempos al proceso constitucional. En la C.A. de Euskadi, se está en una fase anterior.
Esa mirada tiene tras de si un par de supuestos aunque no sean absolutos. El primero es que aún existe diferencia entre derecha e izquierda aunque sea graduable: derecha autoritaria que en ocasiones puede ser extrema, derecha liberal, centros, izquierda moderada e izquierda-izquierda. Otra cosa es que los electorados no se muevan necesariamente por esos parámetros sino por motivaciones de coyuntura. El segundo es que, en lo que se refiere a las cuestiones nacionales, las izquierdas/izquierdas tienen -deberían tener para ser más exactos- una mirada receptiva de reconocimiemto de que ninguna nación puede estar de manera forzada en un Estado y que lo mejor es preguntárselo a su población si así lo demanda de forma reiterada para que, en democracia, sea voluntaria su estancia o su salida: es el derecho a decidir. En ese campo pueden coincidir con los centros nacionalistas.
Visto el tema en la perspectiva de las Elecciones Generales, de cuyos resultados depende que el proceso vaya a ser constituyente o restituyente, las direcciones políticas no estarán a la altura de las circunstancias si regatean en los procesos de unidad de las fuerzas llamadas a protagonizar el cambio. Me refiero a Podemos, IU y movimientos sociales a escala de Estado; hablo de Bildu, Podemos, IU, Geroa Bai, Bloque, Compromis, ERC, CUP a escalas nacionales.
Sustituir el deseo de cambio por las hegemonías contables de los aparatos con sus marcas en el mercado electoral significa primar la cuenta particular sobre la general y apostar más por la pérdida del competidor aunque en conjunto perdamos todos los partidarios del cambio profundo.
Para el caso de la CAE y CFN, el espacio politico se estructura en cuatro campos básicos si se toman como referencia los tres temas centrales: derechos y políticas sociales (qué politica económico-social), democracia hasta dónde (derecho a decidir) y libertades (y procesos de normalización, paz y convivencia).
De esos cuatro campos tres están claramente definidos en torno a una sigla única: el espacio de centro nacionalista (PNV); derecha nacionalista española (PP) más derecha navarrista españolista (UPN); e izquierda de referencia españolista (PSE- PSN). El otro espacio, el de la izquierda/izquierda vasquista o que reconoce el derecho de decisión -y al que se ha dirigido el llamamiento que algunos independientes hemos hecho recientemente- es un mar fragmentado tanto en la CAE (EHBildu, Podemos, Irabazi -integra a IU, Alternativa Republicana y Equo- y otros) como en la CFN (coalición Geroa Bai, EHBildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra -coalición de Izquierda Unida y Batzarre-).
En el caso de la CAE no es claro qué campo es el mayoritario pero sí cuales los minoritarios haciendo muy falsa la idea de un país dividido en dos: constitucionalistas (PSE y PP) y resto. Dos de los espacios, precisamente los «contitucionalistas», son débiles, solo sumaron conjuntamente el 25% en las elecciones a Juntas Generales en la CAE, y pagan los platos rotos de la crisis del bipartidismo a escala estatal y de su inadaptacion a las sensibilidades sociales de una nación sin Estado como Euskadi. Caso distinto es Navarra, donde esas fuerzas con otras suman casi la mitad, lo que es un aviso para un obligado buen hacer del Gobierno Barcos (apoyado por Geroa, Bildu, Podemos y I-E).
Los otros dos espacios en la CAV son hoy mayoritarios. Por una parte, está el nacionalismo moderado, con marca propia incontestable de un partido histórico como el PNV, y que ahora mismo ostenta la centralidad, la representación institucional del Gobierno Vasco, los territorios (33,8%) y capitales de la CAE, ya sea solos o en coalición con el PSE y sobre mayoría parlamentaria con dicho partido en algunos temas. El PNV tiene descartado hoy por hoy una alianza de corte soberanista que, de existir, hubiera cambiado las estrategias de todos.
Por otra parte, el espacio de la izquierda abertzale y de las izquierdas que, caso de entenderse, podrían llegar a ser la primera fuerza en la CAE y acercarse a la centralidad con un cambio de escenario a medio plazo. Para las JJGG, yendo por separado, representaron el 39’4% (EHBildu 22’73%, Podemos 13’93% y otras fuerzas de izquierda 2,7%). En el caso de la CFN el tema es distinto, puesto que con la coalición Geroa Bai, sumaron el 47’47% (Geroa Bai 15,8%, Bildu 14,25%, Podemos 13,67% e IE 3,69%).
Caso de articularse ese cuarto espacio social requeriría un programa común y coherente. Los firmantes del «Llamamiento para candidaturas unitarias por un nuevo tiempo político» hemos podido ponernos de acuerdo, a pesar de nuestros matices particulares, en torno al cambio económico-social, al derecho a decidir y a la paz y normalización política. ¿Por qué no los partidos a los que se apela?. Quizás se piense que esa alianza estorba el voto en otras partes del Estado, lo que apela a la autonomia al menos táctica de las organizaciones vascas. Quizás se tema a las propuestas soberanistas y al camino de la paz pero los firmantes del manifiesto hemos señalado un recorrido posible al respecto. Quizás ambas cosas y, sobre todo, desconfianza… gestionable por un comité independiente de arbitraje. Quizás a otros les parezca un texto inconcreto.
Se trata de poner en común si hay voluntad de acuerdo en aras del cambio.
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