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Traspasar el umbral

Protestas y posibilidad de cambio en Jordania

Fuentes: Jadaliya

Traducción para Rebelión de Loles Oliván.

El martes 13 de noviembre de 2012, los manifestantes tomaron las calles en varias ciudades de Jordania. La chispa inmediata de las protestas fue el anuncio por parte del gobierno de que recortaría los subsidios al combustible como medida para hacer frente a su déficit presupuestario y para obtener un préstamo de dos mil millones de dólares del Fondo Monetario Internacional. Los recortes van a suponer el aumento de precios en un 50% para el gas de cocina, 33% para el gas de calefacción y 14% para la gasolina inferior de automóviles.

Resulta difícil determinar las cifras concretas pero se estima que el promedio de gente que participó en la manifestación de Amán fue al menos de dos o tres mil personas, mientras que en las de Salt y otros centros urbanos fuera de la capital fueron entre varios cientos y poco más de mil en cada lugar. Además, los trabajadores del transporte público bloquearon varias calles en el centro de Amán. La reacción inicial de la policía antidisturbios y de la gendarmería frente a las protestas fue aplicar una estrategia general de contención sin confrontación. Sin embargo, cuando las protestas fueron en aumento el martes 13, se produjeron diversos enfrentamientos en todo el país. Durante las primeras horas de la mañana del miércoles 14 de noviembre, las fuerzas de seguridad dispersaron violentamente a los manifestantes de la Rotonda de Gamal Abdel Naser (también conocida como al-Duwar Dajiliya) área próxima al Ministerio de Interior, el principal emplazamiento de las manifestaciones en Amán. Cuando estaba concluyendo el segundo día de protestas las fuerzas de seguridad impedían que los manifestantes se reagruparan en la zona. Asimismo, las fuerzas de seguridad utilizaron cañones de agua y gases lacrimógenos contra los manifestantes en Salt, Tafila, M’an, Irbid y Deban. Hasta el momento, hay una muerte confirmada entre manifestantes y hay informes confirmados de que en algunas zonas los manifestantes han quemado neumáticos, arrojado piedras, y han intentado prender fuego a edificios del gobierno. Estas líneas se escribían en la tarde del tercer día de protestas; [después] se produjeron varios llamamientos a reagruparse en diferentes partes de Amán y en otros lugares.

Como primera respuesta oficial a las protestas y desafiando directamente a los manifestantes, el primer Ministro Abdulá al-Nsur afirmó el miércoles en una entrevista en Al-Arabiya que «es imposible dar marcha atrás» en la decisión de recortar los subsidios a los combustibles alegando que la alternativa a tales recortes sería peor. Llegó a afirmar que «el 63% de la población no va a percibir ni un fils [unidad de moneda en que se divide el dinar jordano] de coste extra» en su vida cotidiana porque supuestamente el gobierno está a punto de ofrecer otras formas de apoyo financiero. Más allá de afirmar que habría da’m [apoyo] para los «pobres y las clases medias», Nsrur no dio más detalles ni explicó qué sentido fiscal tiene eliminar los subsidios al combustible si esos recortes van a ser compensados ​​ «por una cantidad que es mayor que el aumento de los precios».

Una de las dinámicas que los periodistas y analistas se han apresurado a destacar es la forma en que los lemas coreados en las manifestaciones se dirigían y criticaban directamente al rey:

Ya bitsalih al-hin, ya bi-al-Abidine tilhaq [«O lo arreglas ya o sigues a Abdine» (Ben Ali, de Túnez)]

Hada al-urdun urdunna wa-al-jayin yab’id ‘anna [«Esta Jordania es nuestra Jordania y que el traidor se aleje de nosotros»]

Hurriyeh, hurriyeh, mish makarim malakiyah [Libertad, libertad, no limosnas reales]

Hurriyeh min allah, ghasban ‘annak Abdullah [La libertad de Dios está en tu contra, Abdulá]

Al-sha’b yurid isqat al-nizam [El pueblo quiere que caiga el régimen]

Yasqut, yasqut hukm al-az’ar [Abajo, abajo el gobierno de los sinvergüenzas]

Hasta el momento, las reivindicaciones de los manifestantes son inequívocas en su condena de la reciente decisión de recortar el subsidio a los combustibles, así como del pésimo estado de la economía y la falta de responsabilidad y transparencia política. Sin embargo, no debemos confundir la presencia en las manifestaciones y en los debates a través de internet de llamamientos al derrocamiento del régimen como si representaran a la mayoría de las fuerzas movilizadas en la actualidad o a las que podrían llegar a movilizarse en Jordania. Lo cierto es que en la misma manifestación algunos lemas pedían al rey que tomase medidas correctivas mientras que otros exigen su caída. Si es verdad que las quejas contra las políticas existentes son ampliamente compartidas, las posiciones mantenidas por los manifestantes respecto al rey, la monarquía, y/o el régimen son mucho menos coherentes.

Por poner dos ejemplos, examinemos las declaraciones oficiales tanto del Sindicato de Profesores como del Frente de Acción Islámica (FAI). El Sindicato de Profesores, formado precisamente en el curso de las movilizaciones de 2011, ha llamado a una huelga general en protesta por los recortes anunciados en los subsidios a los combustibles. Sin embargo, cuando el corresponsal de Al-Yasira le presiona para que comente los lemas que reclaman el derrocamiento del régimen, el portavoz del sindicato declaraba que el sindicato está «por la reforma» en Jordania y no por la caída del régimen. Además, el partido que encabeza la oposición política, el FAI, ha emitido un comunicado pidiendo al rey que revoque la decisión de reducir los subsidios al combustible y forme un gobierno de salvación nacional. El hecho de que sigan invocando al rey como árbitro final de la política y en la selección del gabinete debería servir de alerta a quienes creen que el FAI está detrás de los llamamientos a la caída del régimen. Aunque la posición de otros grupos políticos, profesionales y obreros aún se tiene que articular en relación con esas protestas particulares, justo es decir que hasta ahora sus posiciones, no importa lo diverso que sea el espectro, no se han apartado de la posición reformista adoptada hace tiempo.

Nada de lo anterior afirma que sea imposible un levantamiento popular contra el régimen en Jordania. Más bien se trata simplemente de prevenir en contra de asumir que tales movilizaciones son inevitables y que acabarán fluyendo de manera natural desde la situación actual. En pocas palabras, la posibilidad de movilizaciones de este tipo depende de la capacidad de un conjunto de actores para superar los dilemas de la acción colectiva y de las razones estratégicas.

En términos de la oposición formal, las organizaciones que la integran siguen por el momento comprometidas con el juego de la reforma. Lo mismo puede decirse de las asociaciones profesionales y laborales incluso aunque sus reivindicaciones se sitúen a la izquierda de las de la FAI y otras organizaciones políticas formales. (Véase aquí [en castellano] un excelente análisis de la dinámica del movimiento obrero en los últimos dos años). El tema a tener en cuenta es cuánto se radicalizarán estos grupos respecto a sus propias reclamaciones. Lo más probable es que no se sitúen por delante de la gente común -de los manifestantes- porque correrían el riesgo de quedar al margen de la voluntad popular (que ellos mismos están tratando de medir) y con ello, no solo quedarse aislados, sino expuestos a la represión del régimen. El FAI rechazó la petición del vice primer ministro de no apoyar y no participar en las manifestaciones actuales. Ello por sí solo pone de relieve que son las organizaciones como el FAI las que están siguiendo a «la calle» y no al revés. Al menos en lo que se refiere a la intensificación inicial de la acción política y de las reivindicaciones relacionadas con el régimen. ¿Podría la movilización popular alcanzar un punto en que el FAI y otras organizaciones acomodaticias ya no pudieran jugar al juego de la reforma? En otras palabras, ¿puede llegar la situación a un punto en el que la oposición de élite ya no pueda permitirse rechazar o guardar silencio sobre la cuestión de la caída del régimen? Sí. Sin embargo, que se den las circunstancias para llegar a ese punto implica una serie de condiciones.

Se plantea así la cuestión de si emergerán formas alternativas de organización política para dirigir y canalizar las movilizaciones populares. Se trata de una cuestión crucial como otros casos previos han demostrado. Sin que la gente de a pie haga masa y exija definitivamente el derrocamiento del régimen las organizaciones políticas y los colectivos sociales formales no pedirán por sí mismos la caída del régimen públicamente (si es que lo hacen de otro modo). Sin embargo, el surgimiento de formaciones políticas alternativas depende tanto del rápido desarrollo de las capacidades (institucionales) para movilizar a la gente como del grado de polarización vis-à-vis el régimen (es decir, del cálculo estratégico). Así, el giro inicial de la gente en todo el país es un paso necesario pero no suficiente para la movilización popular contra el régimen.

Estas dos dinámicas mencionadas -de organizaciones políticas formales y de potenciales formaciones alternativas- quedarán al final teñidas por los cálculos estratégicos a corto y largo plazo de los individuos y organizaciones que conformarían los respectivos actores sociales colectivos. Dichos cálculos se centran en la probabilidad percibida y real de una ofensiva violenta por parte del régimen, los miedos imaginarios y/o reales que rodean a una potencial victoria islamista, o incluso la posibilidad de alguna forma de conflicto civil generalizado. También son importantes las percepciones sobre poderosos actores externos como las monarquías del Golfo, Estados Unidos e Israel, en particular sobre las formas en las que podrían acudir en ayuda del régimen.

En el análisis final, tres son los escenarios posibles en Jordania. El primero es que se seguirá jugando el juego del régimen, lo que ofrece poco a la vía de la transformación estructural pero suficiente a la reestructuración como para permitir que la presión se disipe. Este, por ahora, parece ser el escenario más probable a menos que suceda lo que se aborda arriba y después. El segundo escenario es el sacrificio del rey por parte de la monarquía/régimen. Tal escenario no carece de precedentes en Jordania o en otras monarquías/regímenes. Vale la pena señalar que las críticas que se han expresado hasta ahora contra la monarquía han ido dirigidas específicamente al rey Abdulá II y no a los hachemíes en su conjunto. No obstante, el propio rey Abdulá ha tomado medidas desde hace tiempo para mitigar tales movimientos por parte de otros elementos que operan dentro de la monarquía/el régimen. Finalmente, está el escenario en el que la monarquía/el régimen en su totalidad sea derrocado. Esta sería la tarea más difícil de conseguir aunque representaría el grado más profundo de transformación (sin que se indique realmente lo que vendría en su lugar).

Cuál de las tres posibilidades es más probable que ocurra depende del grado de polarización y de la lógica del cálculo de ciertas organizaciones con respecto a cómo les iría en el statu quo frente a un indeterminado número de escenarios potenciales en el día después. Las explicaciones fáciles de «ya basta» o «el régimen se ha quedado sin cartas» ignoran este hecho. Siempre ha habido críticas, aversión, incluso odio hacia el régimen. No debemos perder de vista el hecho de que la situación actual haya animado a algunos a expresar públicamente tales sentimientos. Pero tampoco debemos obviar que tales sentimientos, por mucho que sean compartidos por el resto de la población, no se traducen necesariamente o de manera uniforme en amplias movilizaciones populares o en multitudinarios llamamientos a la caída del régimen. En otras palabras, los posibles resultados dependen en gran medida de las circunstancias que a su vez estructuren de manera diferente la lógica de los diversos agentes sociales colectivos que conforman el campo político jordano.

Hay quienes afirman que existe una cuarta posibilidad, que lo que está ocurriendo podría conducir a una nueva situación en la que el rey Abdulá II (o la monarquía en su conjunto) pudiera seguir gobernando pero de una manera mucho más restringida y orientada hacia un mayor control de su poder y una mayor paridad en sus relaciones con el Parlamento. Esto, en efecto, es otra manera de decir que la reforma política es una opción viable para una transformación significativa. Más allá del triste registro empírico que aportan más de veinte años de «reforma» en Jordania y en toda la región, está el hecho sociopolítico de que los regímenes no renuncian voluntariamente al poder y que la política formal ofrece vías limitadas para la transformación estructural cuando se persigue desde abajo. No hay más que considerar el dilema que afrontaron los activistas egipcios tras el derrocamiento de Hosni Mubarak cuando se enfrentaron con la elección entre participación electoral y políticos polémicos. Sería ingenuo pensar que el estado actual de movilización en Jordania (tal como se da hoy en día) es suficiente para forzar un cambio significativo en el régimen. Una vez más, las protestas podrían intensificarse y sus reivindicaciones podrían radicalizarse más. Pero ese no es el caso actualmente y la argumentación anterior lo que intenta es explicar por qué no es necesariamente inevitable.

Debe quedar claro que lo anterior no representa un juicio normativo sobre el deseo de quienes desean el derrocamiento del régimen en Jordania. Más bien, representa una precaución analítica en contra de la afirmación de que Jordania está situada «en el abismo para siempre». Mientras sigue el tercer día de protestas, se debe tener en cuenta que llegar «al umbral» dependerá de la capacidad de que prendan formas de movilización política alternativas, de la capacidad de ampliar tales movilizaciones para incorporar a importantes fuerzas sociales y políticas, de la radicalización de las reivindicaciones de la alianza que resulte, y de la capacidad para mantener una movilización tal que haga que la alternativa a un cambio significativo sea demasiado costosa para el régimen a largo plazo y no a corto plazo. Estas capacidades no son simplemente una cuestión de voluntarismo exclusivamente sino que están asociadas a una serie de limitaciones institucionales, estratégicas y de recursos. Aunque tales limitaciones no son imposibles de superar, y pueden no serlo completamente como consecuencia de algún eventual e inesperado acontecimiento, actualmente resultan, sin embargo, significativas y determinantes.

Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/8375/getting-past-the-brink_protests-and-the-possibilit