Consumatum est. Desde que, tras el pasado miércoles, con el golpe de silbato de Felipe González y la dimisión del sector afín a Susana Díaz de la Comisión Ejecutiva Federal, se iniciara una ofensiva en todos los planos, con PRISA a la cabeza, contra el todavía Secretario General del PSOE, era difícil pensar que el […]
Consumatum est. Desde que, tras el pasado miércoles, con el golpe de silbato de Felipe González y la dimisión del sector afín a Susana Díaz de la Comisión Ejecutiva Federal, se iniciara una ofensiva en todos los planos, con PRISA a la cabeza, contra el todavía Secretario General del PSOE, era difícil pensar que el equipo encabezado por Pedro Sánchez fuera capaz de aguantar la presión sufrida durante la reunión de del Comité Federal. Y, efectivamente, al final ha tenido que tirar la toalla después de una votación a mano alzada en la que su propuesta de Congreso ha sido rechazada por 137 votos contra 105.
Se cierra así, provisionalmente, el momento más crítico del conflicto abierto en el seno de este partido, pero sigue pendiente el debate sobre la posición que deberá adoptar el grupo parlamentario ante la previsible votación sobre la investidura de Rajoy como presidente del gobierno antes de que finalice el plazo el 31 de octubre. Sabemos cuál es la intención de la elite ganadora pero parece que todavía no lo dice con la suficiente claridad por miedo al rechazo que puede encontrar en una parte importante de la militancia. ¿Someterán a referéndum la decisión final? ¿Habrá una presión de sectores militantes de este partido a favor de esa consulta?
Desde el miércoles y culminando en la jornada de hoy hemos visto transcurrir una «guerra fratricida» en la que, dejando aparte el papel de Felipe González/1. no han faltado anécdotas vergonzosas -como el hecho de arrogarse la «única autoridad» por parte de la presidenta de la Mesa del Comité Federal- y recursos por parte de unos y otros a métodos de resolución del conflicto nada democráticos. Todo, no lo olvidemos, por un debate táctico pero sin duda con un alcance mayor porque lo que está detrás del mismo gira en torno a cómo afrontar la crisis de régimen: ¿contribuir a resolverla permitiendo gobernar al PP de Rajoy o, por el contrario, intentando formar un «gobierno alternativo» que fuera capaz de ir atrayendo al redil de la «gobernabilidad» a Unidos Podemos e incluso a un sector del independentismo catalán?
Hoy ha quedado evidente que pese al apoyo que dieron a Sánchez la y los presidentes de gobiernos autonómicos (con la excepción de la de Baleares) en el anterior Comité Federal para intentar el «gobierno alternativo», en realidad solo esperaban a su fracaso rápido para así poder entrar luego a negociar con el PP una posible abstención ante la investidura de Rajoy. Era, pues, un «De entrada, no a Rajoy» que venía a recordarnos el que empleara Felipe González con la OTAN para convertirse luego en un ferviente atlantista. A todo esto se ha sumado el miedo a unas terceras elecciones después de ver confirmado su declive electoral con los resultados de las elecciones gallegas y vascas, aunque no se haya dado ningún argumento de peso para atribuir solo a Sánchez la responsabilidad de los mismos.
A partir de ahora se abre una nueva etapa en este partido después de uno de los momentos más críticos de su historia, solo comparable con el que se produjo a finales del año 1935 o con el vivido en 1979, aunque ambos giraran alrededor de divisorias diferentes de la de ahora. Con todo, lo que ha quedado de manifiesto con este conflicto es que la crisis de la versión española de una socialdemocracia europea también a la deriva está conduciéndola a una pérdida ya irreversible de su centralidad, de su papel clave dentro de este régimen y, en resumen, de su capacidad para ser alternativa de gobierno. Ahora sí, se acabó definitivamente el bipartidismo y entramos en una nueva fase de recomposición del sistema de partidos en el que Podemos y las «confluencias» han de jugar un papel fundamental para construir desde el empoderamiento popular y, esperemos, con aquellos sectores del PSOE que también apuesten por ello, una firme oposición al PP y al bloque de poder que le sustenta.
La resistencia (no ajena a sus propios intereses) de la fracción más institucionalizada del PSOE ante el nuevo ciclo que se ha ido abriendo desde el 15M de 2011 y el ascenso electoral de Podemos, pese a los apoyos que ha obtenido en varias Comunidades Autónomas de esta formación para poder gobernar, parece que va a seguir presidiendo el comportamiento de este partido. Se han empeñado en continuar mirando más a la derecha que a la izquierda, primero revalorizando a Ciudadanos como «fuerza del cambio» y luego temiendo hacer oposición al PP en cuestiones clave como las políticas austeritarias de la troika. Una actitud semejante han mostrado ante la demanda del referéndum por parte de una mayoría soberanista catalana: su fidelidad a un nacionalismo español excluyente y a una lectura fundamentalista de la Constitución le han debilitado más en Catalunya y Euskadi y le están reduciendo a ser un partido del «Sur», basado en lo que todavía son sus baluartes andaluz y extremeño.
No pudiendo ser ya alternancia en el gobierno sin contar con alianzas a derecha o izquierda y con una base electoral en declive, tanto socialmente (con una clase media menguante) como en su capacidad de atracción de las nuevas generaciones y de quienes ya reconocen abiertamente la realidad plurinacional dentro de este Estado, el PSOE está conociendo una nueva mutación: si ya hace tiempo que era un partido alejado de lo que fueron las señas de identidad originales de la socialdemocracia, ahora se queda sin proyecto alternativo frente a la derecha neoliberal y además con la tarea pendiente de reconstruir, desde una oposición subalterna al PP, una coalición dominante y un liderazgo en su seno que sean capaces de ir cerrando las heridas abiertas a lo largo de esta intensa semana en la que la «guerra» ha llegado hasta extremos inéditos.
Nota:
1/ Ver el artículo de Roberto Montoya, F.G. y Cebrián, operación acoso y derribo a Sánchez en: http://www.vientosur.info/spip
Jaime Pastor es profesor de Ciencia Política de la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia) y editor de Viento Sur.