Traducido para Rebelión por LB
Un grupo de prominentes palestinos que recientemente ha lanzado un ataque contra Gilad Atzmon parece haber rendido obligado tributo de obediencia a la sensibilidad judía. Bravo por ellos. Sin embargo, debo confesar algo: se me escapa por completo qué provecho puede aportar a Palestina semejante iniciativa o de qué manera puede contribuir en última instancia a poner fin a la ocupación. Por otro lado, en la práctica tiene toda la pinta de ser un espléndido regalo para Israel, produciéndose como lo ha hecho inmediatamente después de la última campaña criminal contra Gaza. En el curso de este último estallido de violencia israelí han muerto cerca de 25 personas, niños incluidos. ¿Por qué se publica un ataque contra Atzmon precisamente en este momento? ¿No podían haber esperado?
Atzmon no sólo es un defensor de Palestina de larga data, también se ha convertido en una de las voces más poderosas del discurso antisionista. Para empezar, ¿por qué atacarlo en absoluto? Pero, también, ¿por qué hacerlo precisamente ahora? A medida que las imágenes más recientes de los gazatíes que lloraban a sus muertos se difundían por Internet la gente en todo el mundo se iba sintiendo invadida por un sentimiento creciente de justa cólera. Incluso los medios de comunicación masivos se vieron obligados a admitir -cosa que rara vez hacen – que el asalto israelí no se había producido como «represalia» por el lanzamiento de misiles o de cualquier otra acción atribuible a los palestinos. Y entonces, ¡zas!, nos cae de golpe el manifiesto de «rechazo». Que este particular grupo de personas haya tratado de estigmatizar a Atzmon endosándole el sanbenito de «antisemita» precisamente en este momento, bueno, digamos que Israel no podría haber deseado nada mejor.
El manifiesto y sus firmantes se pueden leer aquí. Reconozco algunos de los nombres de la lista y soy consciente de que al menos algunos de ellos ocupan cómodos cargos universitarios. Las universidades solían ser bastiones de la libertad de expresión, pero ya no es así. Hemos sido testigos de una década de ataques contra académicos con ideas propias, provenientes de personas como David Horowitz. La libertad académica, igual que otras libertades en los Estados Unidos, se encuentra prácticamente en vías de extinción, y criticar a Israel es probablemente la cosa más arriesgada que uno puede hacer. Que te cuelguen la etiqueta de antisemita supone el fin de tu carrera. Tal es el poder judío en los Estados Unidos. Pero este poder es especialmente efectivo en el ámbito académico, donde muchas universidades de prestigio dependen de las donaciones judías.
Pero, por supuesto, el movimiento de Solidaridad con Palestina se compone de muchas personas diferentes. Algunas, en virtud del cargo que ocupan, sin duda tienen motivos para temer las consecuencias que les pueda deparar decir o hacer algo que ofenda a los judíos, pero otros no están gravados por esa preocupación. Sin embargo, curiosamente, incluso los que no lo están actúan como si lo estuvieran. Pareciera que la conciencia del Holocausto y el hábito de pisar con cuidado circunvalando la sensibilidad judía ha arraigado en nosotros. Esto es cierto en casi todas partes, en todos los niveles de la sociedad estadounidense, y ahora, como vemos, también se ha extendido a la comunidad palestina. Si se tratara de cualquier otro país salvo Israel, y de cualquier otro grupo étnico salvo los judíos, me atrevería a decir que ni siquiera estaríamos hablando de este asunto ahora. La pregunta es: ¿qué hemos conseguido con toda esta cautela, preocupación y corrección política? Nos hemos pasado más de cuatro décadas – desde el ataque contra el USS Liberty – pasando tímidamente de puntillas alrededor de las sensibilidades judías. ¿Y qué hemos visto? Pues hemos visto a Israel perpetrando asesinatos y sembrando caos una y otra vez, envalentonándose más y más a medida que se aplicaba a la tarea, mientras que simultáneamente los grupos de presión judíos han ido consolidado un poder cada vez mayor sobre los gobiernos occidentales. Mientras tanto, el movimiento de Solidaridad con Palestina se escinde en dos porque algunos de sus miembros están preocupados por la posibilidad de ofender a los judíos. La definición de locura es ésta: hacer la misma cosa una y otra vez y esperar un resultado diferente. Ya es hora de probar algo nuevo, y eso es precisamente lo que Atzmon representa: un cambio de discurso. Gilad Atzmon es un soplo de aire fresco.
Israel es un país malvado dirigido por gente malvada. Es hora de reconocerlo. Pero es también hora de reconocer que nos hallamos frente un problema que va más allá del representado por los líderes de ese país. Como ha señalado el propio Atzmon, el 94% de los israelíes apoyaron la Operación Plomo Fundido. Y durante el último asalto a Gaza, Judy Nir Mozes Shalom, una célebre presentadora israelí de talk shows pidió que se escalaran los bombardeos para incluir entre sus objetivos incluso a los residentes «pasivos» del territorio asediado. «Espero que en la reunión del gabinete de mañana se apruebe la decisión de entrar en Gaza y matar a todos los responsables de la pesadilla que está teniendo lugar en el sur«, dijo Nir Mozes Shalom. «Es hora incluso de que los residentes pasivos de Gaza sufran como están sufriendo los habitantes del sur«.
Cabe preguntarse también: ¿son los líderes israelíes capaces de leer la mente? ¿Sabían que Zuhair al-Qaissi estaba planeando o considerando algo? ¿O la repentina violación de la tregua [por parte de Israel] fue tal vez más una cuestión de política interna israelí y de sed de sangre provocada por la festividad de Purim? Yo me decanto por lo segundo.
El comportamiento hostil y beligerante de Israel nos está acercando peligrosamente a una potencial Tercera Guerra Mundial. Frente a esa amenaza, hay que sacudir a la gente de su letargo antes de que sea demasiado tarde, y tengo la sensación de que si seguimos pisando suavemente y acatando mansamente las reglas de la etiqueta política no lo vamos a conseguir. Si los detractores de Atzmon – y ahora parece que podemos añadir a la lista de personas atacadas al valiente Ken O’Keefe – son demasiado pusilánimes para llamar al pan pan y al vino vino, perfecto. Creo que podemos comprender sus escrúpulos e incluso simpatizar con ellos hasta cierto punto. Sin embargo, que se abstengan de lanzar ataques contra aquellos que tienen el coraje de hablar y decir las cosas que hay que decir.